miércoles, 17 de julio de 2019

HONG KONG RECUERDA AL MUNDO QUE CHINA ES AÚN UNA DICTADURA COMUNISTA



Tras un mes de protestas callejeras, Hong Kong amenaza con convertirse en un desafío a la autoridad del Partido Comunista Chino desde los sucesos de la Plaza Tiananmén en 1989.

UN PAÍS CON DOS SISTEMAS
La Región Administrativa de Hong Kong de la República China, es una de las dos entidades administrativas de ese tipo que posee este país. Se trata de una antigua colonia británica regresada al control chino en 1997 con la política llamada “Un país, dos sistemas”; que otorga gran autonomía para el territorio.
Hong Kong  se encuentra situado en la zona de Asia Oriental, el territorio está rodeado por el candente Mar de China Meridional y por China Continental en el norte, y limita al este con Macao, en la orilla opuesta del delta del Río de las Perlas. Posee una superficie total de 1.104,4 km², divididos entre la isla de Hong Kong, Kowloon y los Nuevos Territorios, y una población de 7.409.800 persona. Se trata de una población totalmente urbana y el 60,1% forma parte de la fuerza de trabajo local. Hong Kong por sí solo es actualmente el octavo exportador mundial y alberga el cuarto mercado financiero del planeta.
ORÍGENES COLONIALES
En 1624, el emperador Kangxi anuló las políticas “Haijin” para permitir el ingreso de extranjeros a los puertos chinos. El gobierno Qing estableció el “Sistema de Cantón”, en 1757, para regular las operaciones comerciales más estrictamente, al limitar el acceso a Cantón a los buques extranjeros que no fuesen rusos. El té chino se convirtió en un producto altamente demandado en el Imperio Británico, cuyo interés en establecer una relación comercial con China se volvió más evidente a partir de 1793, cuando envió una misión diplomática a China con propuestas que fueron rechazadas por el emperador Qianlong.
A cambio del té, los británicos pretendían exportar productos manufacturados y opio de la India a China. El opio desencadenó una crisis de consumo en el país asiático que las autoridades buscaron erradicar mediante la confiscación y destrucción de los embarques de esta droga. En 1839, el Emperador suprimió el comercio de opio. La respuesta de los británicos condujo a la “Primera Guerra del Opio”, un conflicto que finalizó en 1842 con la derrota de los Qing y la cesión de la isla de Hong Kong al dominio británico. El 29 de agosto de ese año se firmó el “Tratado de Nankín” mediante el cual Hong Kong se convirtió en colonia británica.
Los desacuerdos y tensiones persistentes entre China y el Imperio Británica sobre el tema del opio no terminaron allí y condujeron a la llamada “Segunda Guerra del Opio”. Nuevamente los Qing resultaron vencidos y debieron cederles a los británicos la península de Kowloon y la Isla Stoncuttens en la Convención de Pekín, de 1860.
Con el fin de la “Primera Guerra Chino – Japonesa”, en 1895, ciertos países como Alemania, Francia y Rusia -que intervinieron para apoyar a China- demandaron a la Emperatriz Viuda Cixi la cesión de territorios para establecer factorías. Los británicos por su parte buscaron el control de la región circundante a Hong Kong. Como resultado, en 1898, Gran Bretaña firmó un tratado de arrendamiento por 99 años de los “Nuevos Territorios”. En las siguientes cinco décadas la colonia británica se expandió aún más al mismo tiempo que se incrementó su actividad comercial.
Al comienzo de la “Segunda Guerra Chino – Japonesa”, en 1937, el gobernador Geoffrey Northcote declaró a Hong Kong una zona abierta y neutral para salvaguardar su condición de puerto libre. El Ejército Imperial Japonés atacó Hong Kong el 7 de diciembre de 1941, y lo ocupó durante casi cuatro años antes de que Gran Bretaña retomara el control, el 30 de agosto de 1945, tras la rendición japonesa.
Finalizada la guerra, la población de Hong Kong se incrementó notablemente con el arribo de inmigrantes chinos que huían de la guerra civil y de refugiados que cruzaron la frontera después de que el Partido Comunista Chino tomara el control del país en 1949.
Durante la década de 1950, Hong Kong se convirtió en la primera economía industrializada de los cuatro tigres asiáticos debido en parte al embargo comercial impuesto a China por la ONU en 1951, como consecuencia de su intervención en la Guerra de Corea. Con una población en rápida expansión y el auge tanto de la industria manufacturera textil como el turismo.
La colonia enfrentó un futuro incierto a medida que se acercaba el final del arrendamiento británico de los Nuevos Territorios, y el gobernador Murray MacLehose planteó la cuestión del estatus de Hong Kong al líder chino Deng Xiaoping, en 1979, un dirigente político reformista que había sido víctima de la Revolución Cultural de Mao Tse-Tung. Otra reunión con el mismo propósito se efectuó en 1982 entre la primera ministra Margaret Thatcher y las autoridades chinas. Las negociaciones dieron como resultado la “Declaración Conjunta Chino – Británica de 1984”, por la cual el Reino Unido se comprometió a transferir la colonia en 1997 a la vez que China Popular acordó convertirla en una región administrativa especial con la preservación de los sistemas económicos y políticos demoliberales para su desarrollo en las siguientes cinco décadas tras la transferencia. El inminente cambio de soberanía provocó una ola de emigración masiva, que alcanzó a 62.000 personas, entre quienes temían vivir bajo el sistema comunista.
DIFERENCIAS ENTRE LOS DOS SISTEMAS
Los debates políticos después de la transferencia de soberanía han radicado en el desarrollo democrático de la región y la adhesión del gobierno central al principio de “un país, dos sistemas” que ha preservado la burocracia directamente hongkonesa, al “dólar de Hong Kong” como moneda propia, así como cortes independientes siguiendo el modelo de justicia del Reino Unido, medios libres, un internet abierto y otras características que no se viven en China continental.
Recordemos que la República Popular China es ante todo un estado socialista de partido único, el Partido Comunista Chino.
En China Popular no hay sufragio universal. Según los estatutos del Partido Comunista sus casi noventa millones de miembros seleccionan a cerca de dos mil trescientos delegados, quienes a su vez votan por un comité central de aproximadamente doscientos miembros.
Ese Comité Central luego elige un Politburó (el núcleo del poder en China) de veinticinco miembros, a un comité permanente que tiene entre cinco y nueve miembros y al Secretario General del Partido que es la máxima autoridad nacional. Desde 2012 este cargo lo ocupa XI Jinping, quien también asumió el cargo del presidente de la República en 2013.
Así que, si bien existe una votación la misma es de carácter indirecto, quienes ejercen el derecho a voto son personas previamente seleccionadas por los dirigentes del Partido.
La Región Autónoma de Hong Kong es una democracia limitada y, aunque ambos territorios comparten el mismo presidente como cabeza del Estado, Xi Jinping, Hong Kong cuenta con su propio gobierno.
La estructura gubernamental de la ciudad está encabezada por un líder ejecutivo elegido mediante votación secreta por un comité de mil doscientas personas. Este comité esta formado por los setenta miembros de la Asamblea Legislativa, políticos y distintos representantes de grupos empresariales, sindicatos, profesores, líderes religiosos e incluso celebridades.
El actual mandato ejecutivo, que desde 2017 ejerce la polémica Carrie Lam, primera mujer en alcanzar esa posición, tiene mandato por cinco años y puede renovarse un máximo de dos veces consecutivas.
Por lo tanto, Hong Kong tampoco es una democracia plena, pero su Asamblea es elegida por un sector más diverso que la sociedad que en la República Popular China.
Además, del régimen de político, China Popular y Hong Kong mantienen diferencias con respecto al idioma. El idioma oficial de China es el “mandarín” tradicional en su forma abreviada que se denomina “putonghua” (habla de comunicación común),  en la República de China (Taiwán), “goóyu” (lengua nacional) y “huáyu” (lengua china) en Singapur, Malasia e Indonesia.
Recordemos que la República Popular de China, es un país multiétnico y multilingüe, donde conviven 56 grupos étnicos reconocidos y se hablan 292 lenguas vivas.
El putonghua es la lengua demográficamente más extendida y también es lengua oficial en todo el país. Es una forma estandarizada de chino mandarín, basada en el dialecto empleado en Beijing y hablado con diferentes grados de interferencia de otras variedades siníticas a lo largo del norte y el suroeste de China.
El régimen chino de “regiones autónomas” permite la existencia de idiomas oficiales adicionales, así por ejemplo en la Región Autónoma del Tíbet se habla el tibetano, en la Región Autónoma de Mongolia Interior el mongol y en Hong Kong y Macao los idiomas oficiales son tres: portugués, cantonés y putonghua en Macao e inglés, cantonés y putonghua en Hong Kong.
El chino mandarín estándar o putonghua es muy diferente de las lenguas del sur, como el “cantones” o “yué” o el “wu” porque estos últimos no son dialectos del mandarín, sino idiomas chinos totalmente distintos.
El cantonés o yué que se habla en Hong Kong es una variedad sinítica que retiene un gran número de las características propias del chino antiguo.
Otra de las diferencias de que rigen en la Región Autónoma de Hong Kong son las mayores libertades de que goza la población local como el derecho de protestas, el derecho a la libertad de prensa y de expresión, libertades de las que carecen los habitantes de China Popular. Mientras que en el continente están prohibidas plataformas como Facebook, Twitter o WhatsApp, entre otras. En Hong Kong se pueden utilizar como en cualquier país, sin restricciones. Hong Kong mantiene su propio sistema de control de migratorio, fuerza policial y sistema legal.
Los habitantes de Hong Kong también disponen de un pasaporte distinto del chino, que les permite visitar la mayoría de los países, entre ellos los Estados Unidos y los estados miembros de la Unión Europea, sin necesidad de solicitar visados previos, como deben hacer los ciudadanos de la República Popular China.
Una de las medidas que se tomaron entonces para proteger la singularidad de los hongkoneses fue crear una muralla legal que impidiese las extradiciones a China, un país donde no existe una real separación de poderes.
Esa autonomía, que está garantizada por el estatuto corto de la Ley Básica de Hong Kong, caduca en 2047, pero ha sido debilitada mucho antes de eso a medida que el Partido Comunista de China interfiere cada vez más en asuntos hongkoneses.
En 2003, Beijing intentó sin éxito promulgar leyes de seguridad nacional, de conformidad con el Artículo 23 de la ley básica, dando origen a una movilización ciudadana que se realiza desde entonces cada 1° de julio con distintos intereses políticos y sociales.
En 2014, las protestas resurgieron con la intención del gobierno chino de implementar la preselección del candidato antes de permitir las elecciones, los incidentes se conocen como la Revolución de los Paraguas, en la que más de cien mil manifestantes inmovilizaron el distrito financiero por 79 días.
Las discrepancias en el registro electoral y la descalificación de los legisladores electos después de las elecciones del Consejo Legislativo de 2016, sumado a la aplicación de la ley nacional en la estación de tren de alta velocidad de West Kowloon y la propuesta de ley de extradición que habría de permitir enviar a juicio a presuntos delincuentes a China (por ejemplo, secuestrar al dueño de una editorial que publicaba libros sobre integrantes del liderazgo comunista chino) han suscitado preocupación sobre la real autonomía de la región.
LA CRISIS ACTUAL
Durante las últimas cinco semanas, Hong Kong ha vivido una movilización popular sin precedentes que congregó a un millón de manifestantes, el pasado 9 de junio, ante el intento del gobierno de introducir un cambio legal que permita la extradición de sus ciudadanos a China.
La protesta de los hongkoneses va más allá de esta reforma, porque consideran que está en peligro el estatuto concedido al antiguo territorio británico, que le ha permitido conservar una parte sustancial de sus libertades. Su preocupación está más que justificada: aunque han logrado detener por ahora la aprobación de la ley, las autoridades locales han dejado claro que seguirán con sus planes, mientras que las injerencias de China, políticas y sobre todo, económicas, resultan cada vez más claras.
Un informe de Reporteros Sin Fronteras de 2017 denuncia que desde la llegada de Xi Jinping al poder, en 2012, la ciudad ha bajado de la posición 54 a 73 en el ranking mundial de libertad de expresión.
Con el paso del tiempo y el incremento de los incidentes entre manifestantes y policías  los objetivos de los manifestantes han evolucionado. Ya no se trata solo de parar el proyecto de ley de extradición, los descontentos en la calle exigen la dimisión de Carrie Lam, después de haber logrado la liberación de Joshua Wong, líder de la Revolución de los Paraguas de 2014.

Después de varias confrontaciones previas con golpes, disparos de proyectiles de gas lacrimógeno, balas de goma y detención de manifestantes, el pasado 1° de julio los jóvenes descontentos irrumpieron en el Parlamento de Hong Kong y lo ocuparon por tres horas en las que sin ser molestados por la policía. Los ocupantes realizaron aerosoles y arrasaron los despachos de los legisladores, levantando la bandera que empleaba la hoy Región Autónoma hasta 1997, cuando era colonia británica.

Otro grave incidente se produjo días después, el pasado 13 de julio dentro de un centro comercial cuando, huyendo de una persecución policial, miles de manifestantes ingresaron al edificio perseguidos por los policías. Inmediatamente se produjo un duro enfrentamiento que dejó otro saldo de manifestantes y policías heridos.

El incidente sirvió de escusa para que se convocara a una nueva manifestación de protesta el domingo 14 de julio en que los descontentos demandaron la renuncia de la Jefa Ejecutiva Carrie Lam. A quien responsabilizaron por la represión policial y por ceder a las presiones del presidente Xi Jinping.

¿QUÉ PUEDE SUCEDER?

Una de las mayores preocupaciones para las autoridades chinas es evitar que el clima de descontento y protestas se extienda al territorio continental. Para ello han eliminado de los medios informativos toda referencia a las protestas y la situación imperante en Hong Kong, para ello interrumpieron las transmisiones de la agencia de noticias británicas Reuters y BBC, así como la estadounidense CNN.

La siguiente preocupación es que la represión no termine en incidentes con víctimas mortales, tal como ocurrió en Tiananmen en 1989, porque podría acarrear sanciones económicas y el aislamiento diplomático de China.

Para el Xi Jinping y el Partido Comunista Chino es necesario que la experiencia de la Región Autónoma de Hong Kong sea exitosa porque pretenden aplicar el modelo de “un país, dos sistemas” con respecto de la República de China o Taiwán a quien intentan reintegrar a la soberanía de China Continental.

Es por lo que las protestas en la excolonia británica llegan en un mal momento para Beijing porque pronto se realizaran elecciones en Taiwán y al mismo tiempo la isla esta gestionando una compra de armamentos con la Administración Trump por un monto de dos mil millones de dólares.

Nadie compra armas tanto armamento si proyecta someterse a la soberanía de otro país. Al mismo tiempo, una adquisición de tal envergadura asegura, al menos por un tiempo, el apoyo de Washington a la soberanía de Taipéi.

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