domingo, 24 de junio de 2018

TRUMP INICIA UNA CARRERA ARMAMENTISTA EN EL ESPACIO



INFORME ESPECIAL
La reciente decisión del presidente Trump de crear la “Fuerza Espacial” como la sexta rama de las fuerzas armadas estadounidenses detona una carrera armamentista con China y Rusia que acelera la militarización del espacio exterior, pero también abre las puertas para la una nueva expansión económica de su país.

El presidente Donald Trump ordenó, el lunes 18 de junio, al Pentágono la creación de una nueva “fuerza espacial”, prometiendo el “dominio estadounidense” en la exploración de la Luna y Marte, pero también en una eventual guerra por el espacio.

“Estados Unidos será siempre primero en el espacio”, dijo Trump durante un discurso en la Casa Blanca.

“No queremos que ni China, ni Rusia y otros países nos dominen”, añadió, señalando que su gobierno “retomará el legado de Estados Unidos como principal país en la exploración espacial”.

Aunque la decisión final quedará en manos del Congreso, el presidente ordenó al Departamento de Defensa comenzar el proceso de creación de la nueva rama de las fuerzas armadas.

“Me estoy dirigiendo al Departamento de Defensa y al Pentágono para que comiencen inmediatamente al proceso necesario para crear una fuerza espacial como la sexta división de las fuerzas armadas”, dijo Trump al comienzo del tercer encuentro del Consejo Nacional Espacial, un organismo consultivo a cargo del vicepresidente Mike Pence.

“Tendremos la fuerza aérea y tendremos la fuerza espacial separadas pero iguales”, añadió sobre la iniciativa.

“Cuando se trata de defender a Estados Unidos no basta con nuestra presencia en el espacio, tiene que haber un dominio estadounidense del espacio”.

La portavoz del Pentágono, Dana White, señaló que: “en unión con el Congreso será un proceso cuidadosamente pensado, que tomará en cuenta las recomendaciones de todos los actores”.

Trump, que no especificó los detalles ni el rol específico de esta fuerza espacial, ha insistido en el desarrollo del sector espacial desde que llegó al poder.
Ha llamado a aumentar el presupuesto de la NASA, y ordenó en diciembre a la agencia espacial estadounidense volver a la Luna por primera vez desde 1972, así como acelerar las misiones a Marte.

El presidente también ha defendido una desregulación para acelerar el proceso de autorización que las empresas privadas deben cumplir antes de lanzar un cohete o un satélite al espacio.

El sector espacial estadounidense está en pleno apogeo, pero la NASA ha cambiado su rol respecto a la época de las misiones Apolo (1961 – 1972) y los transbordadores (1981 – 2011), y es ahora más un cliente que un operador.

Desde 2012, la Agencia tiene un contrato con dos empresas, Space X, propiedad del magnate sudafricano Elon Musk, y Orbital ATK, para aprovisionar la estación espacial internacional. No envía astronautas desde 2011 y depende de las naves rusas Soyuz.
El gobierno de Trump quiere privatizar la estación espacial a partir de 2015, una idea controversial en el Congreso, para redirigir los recursos de la NASA al retorno de los astronautas a la Luna.

“Esta vez haremos más que plantar nuestra bandera y dejar nuestras huellas. Estableceremos una presencia de largo plazo […] y preparar las bases para una futura misión a Marte”, afirmó Trump, un objetivo que comparte el nuevo administrador de la NASA, Jin Bridenstine, un legislador republicano nombrado por el presidente.

LA MILITARIZACIÓN DEL ESPACIO
Los cohetes han interesado a científicos y militares desde hace siglos. Los chinos emplearon cohetes como armas ya en el siglo XI. El científico ruso Konstantín Tsiolkovski teorizó, en la década de 1880, sobre cohetes multi-fase propulsados por combustible líquido que podrían llegar al espacio, pero no fue hasta 1926 que el estadounidense Robert Goddard diseñó un cohete de combustible líquido práctico.

Goddard realizó sus trabajos sobre cohetería en la oscuridad, ya que la comunidad científica, el público e incluso The New York Times, se burlaban de él. Hizo falta una guerra para catapultar la cohetería a la notoriedad. Este resultó ser un precursor del futuro, ya que cualquier “carrera espacial” quedaría íntimamente vinculada a las necesidades estratégicas de las naciones implicadas, a pesar de su carácter mayoritariamente científico y de su retórica pacifista.

A mediados de la década de 1920, Los experimentos con cohetes propulsados por combustible líquido comenzaron en Alemania, promovidos por la sociedad para vuelos espaciales “Verein für Ramschiffahrt” o VFR, entre cuyos miembros se hallaba el joven genio Werner von Braun (1912 – 1977). Posteriormente, en 1934 con el ascenso del nazismo, estos trabajos, originalmente civiles, se transforman en actividad oficial financiada y controlada por la Wehrmacht bajo la dirección del capitán, luego general, Walter Dornberger, otorgándoseles unas instalaciones de investigación en Kummersdorf, Brandeburgo. En 1937, el equipo se trasladó a Peenemünde, en la costa báltica, con Dornberg, como jefe y von Braun como director técnico.

Estos científicos buscaban incrementar la eficacia de los cohetes y convertirlos en armas viables. Con este objeto se realizaron una serie de vehículos de prueba propulsados por alcohol y oxígeno líquido. 

El cohete V1, en alemán Vergeltunswaffen1 o arma de represalia 1, fue diseñada por Robert Lusser de la compañía Fieseler y por Fritz Gossau de la empresa Argus, con un fuselaje construido en su mayoría con hojas de acero soldadas y alas hechas con madera contrachapada. El sencillo reactor de pulso pulsaba cincuenta veces por segundo, y el característico zumbido le ganó el nombre de bomba zumbadora” o “doodlebug” (en inglés una serie de insectos australianos del género Armadillidiidae). Fue lanzado en 1942, convirtiéndose en el primer proyectil balístico de combate. ​

La V1 era lanzada desde plataformas muy parecidas a las empleadas para el salto en esquí.

El cohete V2, nombre técnico A4 (Aggregat 4), fue el primer misil balístico de combate​ de largo alcance del mundo y el primer artefacto humano conocido que hizo un vuelo suborbital. ​ Fue el progenitor de todos los cohetes modernos, ​ incluyendo los utilizados por los programas espaciales de los Estados Unidos y de la URSS

En la parte superior del misil se hallaba la ojiva, que pesaba 975 kg, de los cuales 910 eran la carga explosiva. La sustancia explosiva era amatol, un producto sin riesgo de explosión prematura incluso cuando el A4 realizaba la reentrada en la atmósfera y la envoltura exterior de acero templado se ponía al rojo sombra (600° C) a causa del rozamiento con el aire.

El sistema de guía era simple: una vez que el cohete se hallaba en posición de lanzamiento, la plancha superior de la plataforma de lanzamiento se giraba hasta que el misil se alineaba exactamente en acimut con la dirección del objetivo. Después del lanzamiento, dos giroscopios Lev-3 y acelerómetros integrados (que componían la guía inercial del aparato) inclinaban el cuerpo del misil en el ángulo necesario y cortaban el motor principal a la velocidad precisa, de forma que su trayectoria balística asegurase alcanzar al objetivo. El apogeo se situaba normalmente en los 96 km (que entonces representaba la mayor altura alcanzada por cualquier objeto construido por el hombre).

Al ascender, los A4 se inclinaban lentamente hasta alcanzar un ángulo de 40° o 45° en relación con la vertical, dependiendo de la distancia a que se hallara el blanco. Luego, una vez establecida la trayectoria al cabo de 68 segundos, se cortaba el motor. El tiempo total de vuelo desde el despegue hasta la caída era de unos cuatro minutos.

El control se realizaba mediante cuatro deflectores de vectorización de flujos (aspas) de grafito situados en el chorro de gas, que le daban estabilidad al misil, y mediante pequeños timones aerodinámicos instalados en las cuatro grandes aletas, que eran efectivos una vez alcanzada gran velocidad. El A4 fue el primer misil en superar la velocidad del sonido.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética se embarcaron en una amarga Guerra Fría de espionaje y propaganda. La exploración espacial y la tecnología de satélites alimentaron la confrontación. El equipamiento a bordo de satélites permitía espiar a otros países, con cámaras de fotos y señales de radar, mientras que los logros espaciales servían de propaganda política, para demostrar la capacidad científica y el potencial militar de un país.

En 1955, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética anunciaron públicamente su intención de lanzar en los años siguientes satélites artificiales al espacio, como contribución al Año Geofísico Internacional (1957-1958).

La Unión Soviética tomó la delantera al lanzar, el 4 de octubre de 1957, el Sputnik 1, un satélite no tripulado puesto en órbita por un misil R-7ICBM. El Sputnik fue el disparo de largada de una loca carrera por la conquista del espacio que se prolongaría por los siguiente doce años hasta la llegada del hombre a la Luna.

El 31 de enero de 1958, los Estados Unidos replicaron lanzando su primer satélite el Explorer I. Previamente se habían producido varios lanzamientos fallidos que fueron muy publicitados de cohetes Vanguard desde las instalaciones espaciales de Cabo Cañaveral.

Los éxitos iniciales cosechados por el programa espacial soviético en los años cincuenta despertaron una notable preocupación en Washington.

La respuesta del presidente Dwight Eisenhower fue crear, el 29 de julio de 1958, firmó el National Aeronautics and Space Act, fundando la National Aeronautic and Space Administration (NASA). Cuando comenzó sus operaciones el 1° de octubre de 1958, la NASA consistía principalmente en cuatro laboratorios y unos 8.000 trabajadores de la agencia de investigación aeronáutica del gobierno, el National Advisory Commitee for Aeronautic (NACA), que ya tenía 46 años de antigüedad. Aunque su predecesor, el NACA, trabajaba con un presupuesto de cinco millones de dólares, el presupuesto de la NASA aumentó rápidamente a cinco mil millones de dólares por año, incluyendo las grandes sumas subcontratadas al sector privado.

Los primeros satélites se emplearon con fines científicos. El Sputnik contribuyó a determinar la densidad de la atmósfera superior y los datos de vuelo del Explorer I llevaron al descubrimiento del cinturón de radiación de Van Allen por James Van Allen.

Los primeros lanzamientos despertaron en todo el mundo un furor por el espacio. Los escolares seguían la sucesión de lanzamientos, y la construcción de réplicas de cohetes se convirtió en una afición popular. Generaciones enteras de jóvenes comenzaron a soñar con ser astronautas y seguir los pasos de John Glenn, Neil Armstrong, Edwin Aldrin, Valentina Tereschkova o Yuri Gagarin.

En Estados Unidos, durante las administraciones de John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson e incluso Richard Nixon, el espacio se convirtió en la “Nueva Frontera” hasta que lograran poner al hombre en la Luna.

Seguidamente, las dos superpotencias desarrollan los primeros misiles anti-satélites defensivos, conocidos como ASAT. Además, los soviéticos, desarrollan armas orbitales como la primera serie de misiles balísticos intercontinentales (IBMC en inglés) o los sistemas de bombardeo fraccionado orbital (FOBS en inglés), mientras que los estadounidenses crearon los misiles antibalísticos Nike Zeus y Nike X, así como los programas Sentinel ó Safeguard, concebidos para neutralizar posibles ataques de los IBMC soviéticos y proteger las capacidades de disuasión nuclear de los Estados Unidos.

En los años ochenta, el presidente Ronald Reagan lanzó, en 1983, la “Iniciativa de Defensa Estratégica”, denominada por la prensa como la “Guerra de las Galaxias”, que pretendía articular un complejo sistema de defensa orbital y misiles balísticos lanzados desde submarinos (SLBM en inglés). Estas capacidades conformarían un escudo de defensa espacial antimisiles habilitado para detectar y destruir los misiles disparados por los enemigos en sus dos etapas de lanzamiento y navegación, lo que imposibilitaría un ataque por sorpresa de Moscú. No obstante, a pesar de la repercusión favorable de la Iniciativa de Defensa Estratégica, está terminó por ser fuertemente criticada y descartada por sus altos costos e inviabilidades técnicas.

Algunos años después, tras la desaparición de la URSS, en 1991, la militarización del espacio pierde momentáneamente importancia.

Ahora bien, la hegemonía estadounidense en la competencia por el control del espacio se consolidó dándole al país un predominio absoluto que le permitió articular sendas Estrategias de Seguridad Nacional, en 2001 y 2006, bajo el principio de “second-to-no-one”, que establece que América no puede quedar en inferioridad militar frente a cualquier otra potencia.

En 2001, la “Quadremial Defense Review”, del presidente George W. Bush establece que no se admitirá ninguna limitación a la libertad de acción y soberanía de los Estados Unidos en el espacio.

En procura de estos objetivos, dos meses después del 9/11 y en medio de la “Guerra al Terror”, la Administración Bush resolvió retirarse del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM) suscripto en 1972 con la desaparecida URSS.

El propósito de esta medida era posibilitar el desarrollo de un escudo antimisiles que protegiera a los Estados Unidos contra un posible ataque procedente de un “Estado Canalla”.

Bajo ese argumento las fuerzas armadas estadounidenses desarrollaron sistemas de armas laser instaladas a bordo de naves espaciales (ABL), nuevos ASAT y otros armamentos destinados a proteger las instalaciones satelitales americanas de un posible ataque por sorpresa en el espacio.

Más tarde, en 2006, la Administración Bush anunció que, ante la no existencia de armas en el espacio tampoco era necesario regular su empleo a través de tratados internacionales. El presidente Bush mantuvo ese criterio hasta el fin de su mandato, aún después de que China llevara a cabo, en 2007, ensayos de armas ASAT.

Washington respondió a las pruebas espaciales chinas, con su propio ejercicio destruyendo un satélite USA-193. El presidente George W. Bush también afirmó que los astronautas estadounidenses retornarían a la luna en el año 2020.

Por su parte, la Administración Obama emitió en 2010 su propia “Estrategia Nacional del Espacio” destinada a consolidar la ventaja estratégica que los estadounidenses tenían en el espacio. Esto derivó en ensayos con misiles SM3 incorporados a los buques del sistema de combate Aegis (ACG) y en el lanzamiento del avión espacial X-37B de Boeing.

En 2014, el presidente Barack Obama suscribió un nuevo documento la “Iniciativa de Innovación de Defensa” destinado a reforzar las capacidades ofensivas y defensivas en el espacio para asegurar el dominio estratégico de los Estados Unidos en ese campo.

El presidente Obama anunció, en 2016, al final de su segundo mandato que Estados Unidos pondría a un hombre sobre el suelo de Marte en el año 2030.

LA COMPTENCIA INTERNACIONAL POR EL ESPACIO

Para los Estados Unidos mantener la supremacía en el espacio no será una tarea sencilla: China, Rusia, la Comunidad Europea, la India y hasta Israel muestran un activo interés por la investigación espacial. Veamos muy esquemáticamente en que estado se encuentra ese interés.

El programa espacial de la República Popular China, por ejemplo, es dirigido por la “Administración Espacial Nacional China” (CNSA). Sus antecedentes históricos se remontan a la mitad del siglo pasado.

El presidente Mao Zedong anunció su decisión de desarrollar un armamento estratégico que incluyera bombas nucleares y misiles para ojivas durante la reunión del Comité Central del Partido Comunista de China llevada a cabo el 15 de enero de 1955.

Durante la etapa de cordiales relaciones chino – soviéticas de la década de 1950, la URSS llevó a cabo un programa de transferencia de tecnología a China bajo el cual entrenaron a científicos chinos y proporcionaron un cohete R-2.

El 8 de octubre de 1956, China creó la Quinta Academia del Ministerio de Defensa Nacional que comenzó a trabajar en el desarrollo de su primer misil balístico como parte de un Programa Aeroespacial chino de doce años.

La actividad espacial china se inició con la creación de la primera instalación secreta de prueba de misiles en China, denominada Base 20, el 20 de octubre de 1958. En esa fecha también se probó el primer misil balístico de corto alcance R-2 (SRBM), una versión actualizada del cohete alemán V-2. Su alcance era de 590 km, pesaba 20,5 toneladas y estaba propulsado con alcohol y oxígeno líquidos.

El 19 de febrero de 1960 se lanzó el primer cohete de diseño chino, el T-7 que tenía el doble de alcance que el R-2.

Los primeros esfuerzos de China en el campo espacial tripulado comenzaron en 1968 y se proponía poner a un astronauta chino en el espacio para 1973, pero no se concretó. Aunque China lanzó un satélite no tripulado en 1970 y ha mantenido un programa activo no tripulado desde entonces.

En 1994, Rusia vendió parte de su tecnología avanzada de aviación espacial a los chinos. En 1995, se firmó un acuerdo entre los dos países para la transferencia de la tecnología Soyuz, sistemas de soporte vital, sistema de acoplamiento y trajes espaciales. En 1966, dos astronautas chinos comenzaron a entrenar en el Centro de Entrenamiento de Cosmonautas Yuri Gagarin en Rusia. Después de completar el entrenamiento, los astronautas regresaron a China y comenzaron a adiestrar a otros aspirantes en instalaciones próximas a Beijing y Jiuquan.

El hardware y la información suministrada por los rusos condujeron a la realización de modificaciones en la nave espacial original de la Fase Uno, finalmente denominada Shenzhou (nave divina). Se construyeron nuevas instalaciones de lanzamiento en Jiuquan, en Mongolia interior.

El programa para el primer vuelo espacial tripulado chino se concretó el 15 de octubre de 2003, con la nave Shenzhou 5. Esto convirtió a China en el tercer país en enviar humanos al espacio a través de sus propios medios.

Como mencionáramos, en 2007, China realizó un ensayo empleando un misil balístico cinético KKV para destruir con éxito un antiguo satélite meteorológico Fengyn 1C.

En noviembre de 2011, China participó de un programa conjunto con Rusia que se proponía orbitar Marte. Pero, el Fobos – Grunt, una sonda destinada a la luna Fobos de Marte, tuvo problemas al abandonar la órbita terrestre y luego se destruyó en el reingreso el 15 de enero de 2012.

En 2015, el “Libro Blanco de la Defensa”, publicado por el Ejército de Liberación Popular (ELP) definió al espacio como la “cúspide de la competencia estratégica internacional”.
China ha desarrollado su propio sistema de posicionamiento global, el “BeiDou”, así como nuevos ASAT cinéticos y cibernéticos, armas de energía dirigida (DEW) y ha realizado importantes avances en el sistema C4ISR (comando, control, comunicaciones, computadoras, inteligencia, vigilancia y reconocimiento).

China incluso intenta desarrollar un “Programa Espacial de Energía Solar” para abastecerse de energías limpias y de minería en la cara oculta de la luna y en diferentes asteroides.

Incluso los chinos intentan concluir su propia estación espacial, denominada Tiangong, con el propósito de ponerla operativa para el año 2020.

El programa espacial ruso, por su parte, es controlado por la Agencia Espacial Federal Rusa, conocida como “Roskosmos”, que emplea en parte tecnología soviética remanente.

En un principio (1991) el programa espacial ruso tenía muchos problemas de presupuesto, pero aún así pudo participar en la construcción de la Estación Espacial Internacional. Roskosmos tuvo que encontrar varias formas para mantener a flote sus programas espaciales, como exportar tecnología espacial, vender espacios publicitarios en la estación MIR para comerciales de la televisión, y más recientemente vender viajes turísticos a millonarios a un costo de veinte millones de dólares.

A partir de 2005 la economía rusa se recuperó debido a los altos precios del petróleo y en 2006, la Duma asignó a Roskosmos un presupuesto de 11.000 millones de dólares.

En tanto que la “Doctrina Militar de Rusia” formulada en 2010 y actualizada en 2014 considera la militarización del espacio y el despliegue de armamento estratégico convencional de precisión como una de las principales amenazas para su seguridad.

La preocupación de Moscú se centra en la obsolescencia de su propia infraestructura espacial y de su sistema de vigilancia satelital buena parte del cual data de los tiempos de la URSS.

Además, del desarrollo de misiles ASAT, láseres o robots espaciales de destrucción, Rusia ha intensificado desde 2007 sus programas militares de alerta temprana, reconocimiento óptico, inteligencia, comunicaciones y navegación.

Roskosmos emplea principalmente la familia de los famosos cohetes R-7 comúnmente conocidos como cohete Soyuz, que son capaces de poner en órbita 7,5 toneladas de carga útil en la órbita baja de la Tierra. También los cohetes Protón (UK-500) desarrollados en los años sesenta y con capacidad de poner en órbita veinte toneladas de carga. Utilizan también otros cohetes pequeños como el Cosmos 3M y el cohete Rockot fabricando con la cooperación de Alemania.

En 2007, Vladimir Putin aprobó la construcción del cosmódromo Vostochni en Siberia, en proximidades de la frontera ruso – china (Vostochni significa oriental). El propósito del nuevo cosmódromo era complementar y, a largo plazo sustituir, al cosmódromo de Baikonur que, tras la desintegración de la URSS, quedó en territorio de Kazajistán.

La construcción de Vostochni comenzó en 2011. El 28 de abril de 2016, se lanzó el primer cohete no tripulado el Soyuz 2-1ª que transportaba a tres satélites. Uno de ellos denominado Lomonosov, un observatorio astronómico multifunción equipado con gran cantidad de instrumental. El satélite fue diseñado y construido por la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú en colaboración con institutos de otros seis estados entre ellos Estados Unidos y España a través de la Universidad de Valencia.

A fines de 2017, Roskosmos perdió un satélite meteorológico lanzado desde Vostochni. Pero esto no detuvo los esfuerzos rusos. El 23 de enero de 2018, el Director General de Roskosmos, Igor Komarov anunció: “Prevemos una modernización profunda de nuestra red de satélites, así como 150 lanzamientos de satélites de aquí 2025 en el marco del programa espacial federal. La red rusa (de satélites) será considerablemente ampliada.”

Además, Roskosmos planea construir una nueva estación espacial rusa denominada “Federatsia” a partir de 2019 y con vuelo inaugural y primer atraque previsto para 2024.
Como China, Rusia está desarrollando su propio sistema de posicionamiento global, conocido como “Glonass”. Incluso ha suscriptos acuerdos para compartir este sistema con sus aliados de India, Kazajistán y Cuba.

La Comunidad Europea desarrolla sus actividades en el espacio a través de la Agencia Espacial Europea integrada por veintidós estados. Fue constituida el 31 de mayo de 1975. Actualmente emplea a dos mil personas y tiene un presupuesto anual de 5.750 millones de euros en 2017. Su sede principal está en París, aunque cuenta con instalaciones descentralizadas.

La Agencia Espacial Europea desarrolla parte de sus actividades en colaboración con Roskosmos. A tal efecto han construido un complejo de lanzamiento para el cohete Soyuz-ST en el cosmódromo de Kourou, situado en la Guayana Francesa, desde donde también se efectúan los lanzamientos de los vehículos Ariane 5.

La India, un país en vías de desarrollo en continúa competencia con China y que aspira a convertirse en potencia, también se ha sumado a la carrera espacial. Especialmente a la colonización de Marte.

El organismo espacial de India se denomina Indian Speace Research Organization (Agencia India de Investigación o ISRO).

La ISRO lanzó su primer satélite, denominado “Rohini”, el 18 de julio de 1980. Desde entonces ha llevado a cabo más de cien lanzamientos exitosos.

El 5 de noviembre de 2013 llevó a cabo su primera misión a Marte denominada Mangalyaan (formalmente Misión Orbitadora de Marte) convirtiéndose en el primer país de Asia y el cuarto del mundo en llegar al planeta rojo. Además, es el único que lo ha logrado en su primer intento.

El costo de la misión Mangalyaan fue de tan sólo 74 millones de dólares, menos de lo que costó filmar la película de Hollywood “Gravity” y la décima parte del presupuesto de la “Misión de la Evolución Atmosférica y Volátil de Marte” (MARVEN) implementada en simultáneo por la NASA, que insumió 671 millones de dólares.

La misión Mangalyaan se lanzó desde el centro espacial Satish Dhawan, en Sriharikota, en el noroeste del país.

ISRO planea llevar a cabo, entre octubre y noviembre de 2018, la misión Chandrayyan – 2 que será la primera para aterrizar un Rover cerca del polo sur de la Luna.

El Rover, equipado con ruedas, se moverá por la superficie lunar y realizará análisis químicos en el lugar. Los datos serán transmitidos a la Tierra a través del orbitador Chandrayyan – 2.

Como puede apreciarse, India se perfila también como un activo competidor para los negocios espaciales.

Por último, deben considerarse las actividades espaciales del Estado de Israel.

Israel lleva tres décadas siendo el octavo país del mundo que construyó su propio satélite y lo lanzó con su propio propulsor. Desde entonces las universidades israelíes, institutos de investigación y la industria privada trabajan en íntima relación por la Agencia Espacial de Israel.

El 19 de septiembre de 1988, Israel lanzó su primer satélite, el Ofek 1, empleando un vehículo de lanzamiento de tres etapas construido en Israel, el Shavit. Al construir en forma independiente y lanzar su propio satélite, Israel ingresó a un selecto grupo que incluye a Estados Unidos, Rusia, Inglaterra, Japón, India, Francia y China.

Desde entonces, Israel ha progresado hasta convertirse en un facto significativo en la arena espacial comercial. Además, tiene acuerdos formales de cooperación en investigación espacial con Estados Unidos, Francia, Alemania, Rusia y Holanda. Los proyectos que estos acuerdos han producido permitirán a Israel mantener su lugar a la vanguardia de la investigación espacial.

La intensa competencia espacial de otros estados explica porque algunos militares estadounidenses, como el general John E. Hyten, de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, piensan que “En un futuro próximo (Rusia y China) serán capaces de utilizar sus capacidades para poner en peligro cualquier nave que tengamos en el espacio. Tenemos que evitarlo y la mejor manera de prevenir la guerra es estar listo para la guerra.”

EL IMPACTO EN LA ECONOMÍA

La decisión del presidente Trump de crear un comando independiente para la fuerza espacial estadounidense y de acelerar el programa de colonización en la Luna y Marte no sólo tendrá un gran impacto en el campo militar sino también en la economía y el avance científico tecnológico de los Estados Unidos. Porque la conquista del espacio es el mejor ejemplo de la conjunción entre ciencia pura y ciencia aplicada.

La decisión presidencial implica la asignación de importantes recursos para el sector espacial que beneficia, especialmente, a las empresas privadas proveedoras de equipos y servicios.

También creará millones de nuevos puestos de trabajo. Muchos de ellos en actividades que aún no han sido inventadas.

Para hacernos una idea aproximada de lo que esa decisión puede implicar basta con recordar que el esfuerzo de poner un hombre en la Luna tubo un costo de aproximadamente entre veinte y veinticinco mil millones de dólares, y creó quinientos mil puestos de trabajo indirecto y al menos otro tanto de puestos indirectos. El proyecto además reportó sensacionales avances en diversos campos tecnológicos que luego se emplearon en la industria civil.

Entre los productos originariamente desarrollados para poner al hombre en la Luna que luego se aplicaron a la vida cotidiana cabe mencionar: el código de barras, los detectores de humo, la pintura anticorrosiva, el sistema de ahorro de flujo de energía, nuevas técnicas de desinfección, el Kevlar que se emplea en los trajes antibala, el teflón, el cierre de velcro, el policarbonato, monitores cardíacos, termografías multicolor, termómetros digitales sin mercurio, el tubo dental, el tratamiento para purificar y reciclar el agua, el marcapasos, los lentes de contacto, los alimentos deshidratados, la tecnología láser, avances sustanciales en miniaturización de la computación, creación de microchips, circuitos integrados,  el posicionamiento global, etc.

Puede estimarse que cada dólar invertido en la conquista y colonización del espacio producirá cientos de dólares en avances tecnológicos. También abrirá nuevos negocios para las empresas de todo tipo y no sólo las espaciales o militares estadounidenses.

Así lo han comprendido las universidades, centros de investigación, empresas y grandes inversores estadounidenses. Jeff Bezos, el segundo hombre más rico del mundo después de Billy Gates, por ejemplo, ha resuelto vender mil millones de dólares anuales en acciones de su empresa Amazon para financiar sus planes de exploración espacial a través de la empresa Blue Origin.

Bezos aspira a crear naves espaciales reutilizables al estilo de los actuales aviones de pasajeros y a desarrollar con ellos el turismo espacial. Recordemos que, en 2001, el millonario estadounidense Dennis Tito, pagó veinte millones de dólares a una empresa rusa que lo llevó al espacio en un cohete Soyuz. El magnate estadounidense quería comprobar con su propia manzana que los efectos de la fuerza de gravedad, como afirmara Newton, desaparecen fuera de la Tierra.

Es por ello por lo que, la decisión de Donald Trump es totalmente coherente con su política de “América primero”. Si se cumplen los proyectos y se realizan las inversiones programadas esta Iniciativa abrirá para su país y para el mundo entero una nueva etapa de crecimiento científico tecnológico y posiblemente también de prosperidad económica.

Incluso otros países, universidades, centros de investigación y científicos extranjeros tendrán posibilidades de participar de esta Iniciativa proveyendo equipamiento y conocimientos que los estadounidenses no puedan desarrollar o producir, suministrando talento y otros insumos.

La reciente decisión de Donald Trump podría poner al mundo a las puertas de una nueva era de desarrollo. Curiosamente, las acciones del presidente estadounidense concuerdan con las propuestas y advertencias formuladas por el físico británico Stephen Hawking, poco antes de su muerte.

“Estamos quedándonos sin espacio y los únicos espacios a los que podemos ir son otros mundos.” […] “Es el momento de explorar otros sistemas solares. Expandirnos puede ser lo único que nos salve de nosotros mismos. Estoy convencido de que los humanos necesitan irse de la Tierra”, sentenció Hawking.

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