El
ataque con veneno efectuado contra Serguey Skripal, ex coronel del Glavnoye
Razvedyvatelnoye Upravlenie (GRU), el departamento de inteligencia y
contrainteligencia militar de Rusia, constituye un claro ejemplo de que el
Kremlin nunca olvida y siempre salda cuentas con sus desertores y disidentes.
EL
HOMBRE DEL GRU
El coronel Skripal fue
detenido, en 2006, en Rusia acusado de actividades de espionaje, desde 1990 en
favor del servicio secreto del Reino Unido, el célebre MI6.
Skripal nació en 1951. En 1972
se graduó como oficial de ingenieros de las tropas aerotransportadas. Luego fue
reclutado por la inteligencia militar, el GRU y destinado como agregado militar
en España. Allí fue reclutado por el MI6 que pagaba sus informaciones a través
de una cuenta bancaria en España. Al parecer, el militar ruso brindó a los
británicos y españoles información sobre la actividad en Europa de los grupos
mafiosos rusos y sus vinculaciones con el gobierno de su país.
Los rusos imputaron a Skripal
de haber revelado a los británicos la identidad de sus agentes que operaban en
Europa a cambio de aproximadamente cien mil dólares.
Finalmente, Skripal fue
juzgado, destituido y condenado a trece años de prisión por “alta traición en forma de espionaje”.
Pero, solo cumplió una pequeña parte de la condena.
El 8 de julio de 2010, fue
amnistiado por el entonces presidente Dmitry Medvedev, junto a otros tres rusos
acusados de espionaje, como parte de un acuerdo de intercambio de agentes con
los estadounidenses. Los Estados Unidos liberaron a diez espías rusos detenidos
por el FBI, entre los que se encontraba la glamorosa agente Anna Chapman
(nacida Kushchenko), a quién la prensa llamaba la “Mata Hari rusa”.
El intercambio de agentes, el
mayor desde el fin de la Guerra Fría
se llevó a cabo en Schewechat, el aeropuerto internacional de la ciudad de
Viena.
Una vez liberado, Skripal se
trasladó el Reino Unido donde se reunió con su esposa e hijos. Allí siguió
colaborando con los británicos instruyendo a los futuros agentes del MI6 en las
tácticas empleadas por la inteligencia rusa.
Pero, su esposa Ludmila
falleció, en 2012, de cáncer de útero. Más tarde, en noviembre de 2017, su hijo
Alexander de 43 años, murió mientras realizaba una visita turística a San
Petersburgo al parecer de una falla hepática. Su hija Yulia, que residía en
Moscú, desde 2014, trabajando como vendedora, había viajado al Reino Unido para
acompañar a su padre en la fecha en que se celebraba el cumpleaños de su hijo recientemente
muerto.
El domingo 4 de marzo, Sergey Skripal,
de 67 años, y su hija Yulia fueron encontrados inconscientes, semiparalizados y
con síntomas de intoxicación en un banco del centro de compras “The Maltings”, en la ciudad británica
de Salisbury donde el ex militar ruso había establecido su residencia luego de
la liberación.
Al parecer, los Skripal habían
estado paseando por el centro comercial, bebieron algo en el pub Carteles de The Mill y luego almorzaron
en el restorán italiano “Zizzi”,
donde el ex espía comió un plato de risotto. Al salir de restaurante se
sintieron mal y se sentaron en un banco del paseo para recurarse. Inmediatamente
fueron trasladados al hospital distrital donde se encuentran en gravísimo
estado desde entonces.
El primer agente de policía en
atender a los rusos intoxicados, el sargento de la policía, Nick Bailey sufrió
también una fuerte intoxicación y se encuentra en cuidados intensivos. Otras 21
personas que se encontraban en el centro comercial padecieron también síntomas
de intoxicación. Las autoridades no identificaron el agente patógeno, la prensa
ha especulado primero con la posibilidad de que sea un opiáceo denominado “Fentanyl”, luego, con que sea algún gas
nervioso del tipo del Sarín o el VX, empleado recientemente para terminar
con la vida de Kim Jong-nam, hermanastro del líder norcoreano, Kim Jong-un.
UN
CASO LLENO DE INTERROGANTES
El atentado contra el coronel
Kripal y su hija es por el momento un caso lleno de interrogantes.
El primer tipo de interrogante
es de tipo operativo y debe esclarecerse para reducir al máximo la posibilidad
de que se reiteren este tipo de operaciones.
Es necesario esclarecer el
tipo de toxina empleada y la forma en que fue administrada. Esto es fundamental
para saber como proceder, que tratamiento medico aplicar, etc. En caso de que
aparezcan nuevas víctimas afectadas por el mismo veneno.
El gobierno británico ha
dejado trascender que el Laboratorio de Ciencia y Tecnología de Defensa de
Porton Down, ha identificado el gas nervioso empleado pero que por el momento
no hará pública esta información para no obstaculizar las investigaciones ni
generar inquietud en la población. Pero esto no despeja las dudas.
El segundo interrogante es más
complejo y de difícil respuesta. Porque intentar eliminar a Kripal catorce años
después de comprobada su traición.
Si el Kremlin deseaba castigar
la traición del ex agente del GRU tuvo muchas ocasiones y procedimientos a su
alcance sin necesidad de arriesgarse a provocar un escándalo internacional.
Podían haberlo condenado a
muerte y ejecutado tras el juicio que se le siguió en Moscú, en 2006. También
pudieron asesinarlo en secreto durante los seis años de cárcel que cumplió en
Rusia.
Pero, no el gobierno ruso lo
consideró tan poco importante que se libró de la acusación de traición por
espionaje con una condena relativamente leve para este tipo de delitos, incluso
en Occidente, tan sólo trece años de cárcel. Además, aceptaron liberarlo en un
canje de espías. Esto indica que existía mayor rencor contra el por parte de
las autoridades rusas.
Curiosamente, ningún otro de
los tres espías rusos liberados junto a Kripal sufrió ningún tipo de ataque.
Estos hechos indican que el
atentado contra el ex agente del GRU debe estar motivado por algo que Kripal ha
hecho en los últimos años y que desató las iras de Moscú o la necesidad de
callarlo para siempre.
UNA
OPERACIÓN DE KOMPROMAT
Esta suposición alimenta la
sospecha de que Kripal no estaba totalmente retirado del espionaje y de que incursionó
donde no debía trabajando para consultoras de inteligencia corporativa.
Skripal se habría involucrado
en una operación psicológica clandestina de “Kompromat” organizada por la firma
británica “Orbis Business Intelligence
Ltd” contra el presidente Donald Trump.
Orbis, con
sede 9 y 11 Grosvenor Gardens, de la ciudad de Londres, es una firma de
inteligencia corporativa fundada, en 2009, por dos ex agentes del MI6, que se
desempeñan como co-directores de esta: Christopher Burrows (58) y Christopher
Steele (52).
En la página Web de Orbis, la
empresa ofrece “asesoría estratégica”, así como el montaje de “operaciones de
recopilación de información” e investigaciones transfronterizas.
Al parecer, la operación que
comprometió la vida de Kripal, habría comenzado en septiembre de 2015, durante
las elecciones primarias del partido Republicano en los Estados Unidos. En ese
momento un donante republicano anónimo, muy preocupado de que Trump alcanzara
la nominación presidencial del partido, contrató a una firma de investigaciones
en Washington, denominada “Fusion GPS”,
del periodista Glenn Simpson, a los efectos de implementar una operación de “kompromat”, consistente en acumular
información comprometedora sobre una persona para que, llegado el momento
oportuno, se la utilice como mecanismo de presión, chantaje o simplemente
difundirla para destruir su reputación y credibilidad.
Esta técnica suele ser
empleada por todos los servicios de inteligencia del mundo. En Argentina, por
ejemplo, este tipo de informes de desacreditación reciben el informe menos
técnico de “carpetas” y su difusión a
través de la prensa para destruir la imagen pública de una persona se denomina “carpetazo”.
En los círculos de
inteligencia se afirma que la antigua KGB perfeccionó y sistematizó este tipo
de operaciones psicológicas clandestinas hasta convertirlas en un verdadero
arte.
La operación que se habría
montado contra Donald Trump consistía en recopilar datos, verdaderos o no,
sobre sus negocios y vida privada. En la primavera de 2016 finalizó el interés
de los republicanos en el tema, después de que el magnate inmobiliario obtuvo
la candidatura de su partido. Pero el tema no murió totalmente, Simpson pronto
encontró otro financista para el proyecto.
Durante la campaña
presidencial, el Comité Nacional Demócrata sufrió un importante hackeo,
supuestamente a mano de operadores rusos, y se comenzaron a publicar en
Internet algunos de los documentos robados a los demócratas. Estos habrían
decidido devolver el golpe de alguna manera.
Fue entonces cuando Glenn
Simpson dispuso de mayores fondos y se vio urgido de producir resultados
concretos. Para ello habría contratado los servicios de Christopher Steele, a
través de Orbis Business Intelligence,
encargándole la reunión de información sobre los vínculos de Trump con Rusia.
Steele a su vez recurrió a sus
antiguas fuentes rusas, la mayoría desertores de los servicios de inteligencia de
Moscú.
Durante sus años como agente
del MI6, Christopher Steele estuvo destinado en Moscú bajo la cobertura
diplomática de secretario de segunda en la embajada del Reino Unido. Se
desempeñó allí a comienzos de la década de 1990. En este período Serguey Skripal
era un doble agente al servicio de los británicos, controlado desde la embajada
en Moscú.
Es de suponer que Steele a
conocer que Kripal estaba disponible en Gran Bretaña y sin trabajo, recurriera
a él para confeccionar el dossier contra Trump.
Cuando Trump ganó las
elecciones, en noviembre de 2016, los demócratas dejaron de financiar la
operación montada por Fusion GPS y Orbis.
Pero la ambición de Steele
pudo más que su experiencia profesional y prudencia. Reunió sus mejores
informaciones en un dossier de 35 páginas, con mucha información adulterada y
otra imposible de verificar, sobre la supuesta conducta personal inmoral de Donald
Trump y la colusión de miembros de su equipo de campaña con funcionarios rusos
para alterar el resultado de las elecciones presidenciales de 2016.
Inicialmente, Steele intentó
negociar su informe con el FBI, pero acabó cortando la relación aparentemente
frustrado por la lentitud del Departamento de Justicia de los Estados Unidos
para satisfacer sus demandas y tomar con seriedad su material.
Supuestamente, el ex agente
del MI6 pasó semanas haciendo circular documentos para interesar a diversas
agencias de inteligencia de los Estados Unidos esperando que alguna tomara en
serio su informe.
El material terminó llegando a
manos del senador republicano John McCain, al que Trump había criticado
duramente en alguna ocasión y este lo entregó al FBI.
El FBI elaboró un informe
propio, tomado parte del material recopilado por Steele, y lo remitió tanto al
presidente Barack Obama como al propio presidente electo Donald Trump.
El expediente terminó por
filtrarse a numerosos medios de comunicación. Pero, como la información en
muchos casos era imposible de verificar ninguno se atrevió a publicarlo por
miedo a las consecuencias legales.
No obstante, algo cambió el 10
de enero de 2017, cuando responsables de la CIA, el FBI y la Agencia Nacional
de Seguridad añadieron el informe en un comunicado de prensa relacionado con el
ciberataque de Rusia en las elecciones.
“BuzzFeed” fue
el primer medio de prensa en difundir el escándalo, la CNN le dio veracidad al
mencionarlo y a continuación el resto de la prensa mundial se hizo eco de la
información. A partir de ahí, empezó a circular la posibilidad de que Trump
fuera víctima de chantaje por parte de los rusos, el supuesto incidente de las
prostitutas contratadas por Trump para orinar en una cama donde había dormido
el matrimonio Obama o los vínculos con el Kremlin que componen la llamada “Trama Rusa”.
La difusión del dossier dejó
expuesto a Christopher Steele y a Orbis.
El ex agente del MI6 comprendió inmediatamente que su vida corría peligro y
prudentemente desapareció. Sabía que eran los gajes de un oficio peligroso.
Skripal, posiblemente pensó que
su participación en el “kompromat” no
había transcendido, se sintió protegido por su condición de ex espía asilado en
Gran Bretaña y fue entonces que la confianza mató al gato. El largo brazo de
Moscú llegó hasta él y su hija. Ahora ambos se debaten entre la vida y la
muerte en una cama de hospital.
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