A
diferencia del Kirchnerismo que gozo de una favorable coyuntura internacional
el gobierno de Macri enfrente un desalentador panorama de la economía global en
los próximos años.
EL VIENTO DE COLA
Durante
la mayor parte de los doce años (2003 – 2015) en que el kirchnerismo condujo
los destinos del país, disfrutó de condiciones muy favorables en la economía
internacional. Era el llamado “viento de
cola” que impulsaba a la economía argentina.
En
esos años, los altos precios de las materias primas favorecieron la expansión
de las economías latinoamericanas.
Lamentablemente,
los gobiernos kirchneristas no fueron capaces de aprovechar debidamente esa
prosperidad para desendeudar al país, impulsar el desarrollo industrial y
tecnológico, mejorar la infraestructura y rescatar de la pobreza al sector de
la población que fue duramente golpeado por la crisis económica del año 2001.
Pese a
todo lo declamado, el llamado modelo de crecimiento con inclusión y matriz
diversificada que aplicó el kirchnerismo demostró ser solo un heterodoxo coctel
de consumo voraz, subsidios desbocados, irrisorias tarifas para los servicios
públicos, descarado clientelismo político y aumento desmedido del empleo público.
Todo
ello condimentado con retenciones a los sectores realmente productivos, precios
máximos, cepo a la venta de divisas, restricciones a las importaciones y
corrupción gubernamental en niveles sin precedentes en la historia argentina.
Ese
burdo desaguisado económico y político fue la causa principal que propicio la
derrota del Frente para la Victoria en los comicios presidenciales de 2015. Una
verdadera oportunidad perdida para el país.
EL MODELO DESARROLLISTA
El
actual gobierno del Frente Cambiemos, encabezado por el ingeniero Mauricio
Macri, ha insistido en autodenominarse como “desarrollista”. Es decir, como
partidario de las mismas políticas que, a fines de los años cincuenta y sesenta
del siglo pasado, aplicó el entonces presidente Arturo Frondizi.
Traducido
a la Argentina del siglo XXI, hablar de aplicar una política desarrollista
implica priorizar la reconstrucción económica del país poniendo el acento en el
sinceramiento de las principales variables económicas, reinsertar a la
Argentina en el contexto mundial y atender las urgencias de una infraestructura
muy deteriorada que atenta contra la recuperación económica del país.
Implica
también que ciertos sectores no serán prioritarios, al menos en una primera
etapa. Entre los sectores postergados en el inicio se encuentran: la educación
y la salud pública, la seguridad y todo lo vinculado con la defensa nacional.
En esto campos se atenderán solo las urgencias y no cabe esperar grandes
transformaciones.
LA TORMENTA PERFECTA
Uno de
los mayores inconvenientes que enfrenta este planteo estratégico reside en las
adversas condiciones que la economía mundial y regional enfrentará al menos en
los próximos tres años.
Según
estimaciones del FMI, en 2016, la economía global crecerá tan sólo un 3,27, su
peor marca desde el año 2009.
Mientras
que la economía de EE. UU. podría crecer hasta un promisorio 2,5% y la de la
eurozona un 1,6%, la economía latinoamericana sufrirá este año una contracción
del 0,5% del PBI.
América
latina está sufriendo en este nuevo ciclo de bajo crecimiento mucho más que el
conjunto de las economías emergentes, para las que se proyecta un incremento
del 4,1%.
Los
malos indicadores de América Latina están influidos directamente por la
recesión de Brasil -cuyo PBI se contraerá este año en 3,8%. Brasil no solo es
la mayor economía del subcontinente, cuya caída impacta en toda la región es
también el principal socio comercial de Argentina.
El
problema puede agravarse según se resuelva la destitución parlamentaria
(impeachment) o no de la presidenta Dilma Rousseff y el relevo del Partido de
los Trabajadores por el Partido do Movimento Democrático de Brasil en el
gobierno carioca.
El
gobierno de Macri debe tomar muy en consideración estos datos. Si la economía
crece menos en forma persistente, lleva a una disminución de las inversiones y
hace que la actividad económica no sea suficiente para mantener los niveles de
empleo ni para mejorar los salarios lo que genera inevitablemente tensiones
sociales y políticas.
LA GOBERNABILIDAD EN RIESGO
El
presidente Macri debe comprender que el reloj está corriendo. Aunque grandes
sectores de la población son hoy conscientes de la necesidad de realizar
sacrificios para reencauzar la economía y retomar la senda del crecimiento,
postergada por largo tiempo.
La
capacidad de estos sectores para afrontar estos sacrificios no es infinita y
cada día se ve erosionada por la inflación, la recesión y los niveles
crecientes de desocupación.
Si no
se altera el rumbo económico, llegará un momento en que, al vislumbrar la luz
al final del túnel, el apoyo popular mermará hasta desaparecer. En ese
instante, la gobernabilidad del país comenzará a ser un serio problema.
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