jueves, 24 de diciembre de 2015

BURUNDI OTRO GENOCIDIO ANUNCIADO

UN PAÍS POCO CONOCIDO

Quiero plantearle al amigo lector un pequeño juego preguntándole: ¿Cuánto conoce usted de Burundi? ¿Sería usted capaz de ubicar a este país en globo terráqueo? ¿Sabe el lector que Burundi es probablemente el segundo país más pobre del planeta, azotado por frecuentes hambrunas y por una epidemia de VIH-SIDA?
Si no conocía estos datos no se sienta mal. Yo tampoco conocía demasiado de este pequeño país centroafricano, con población mayoritariamente católica, hasta que descubrí que sus nueve millones de habitantes estaban a punto de involucrarse en una más de sus frecuentes guerras civiles.

La última, finalizó hace algo menos de una década. Las luchas políticas, los crímenes de guerra y la limpieza étnica, son endémicas en Burundi y las víctimas se cuentan por cientos de miles. Ahora este país africano se haya a las puertas de una nueva tragedia humanitaria.
UN ANTIGUO REINO SUMIDO EN LA TRAGEDIA

Antigua colonia alemana primero y luego belga por un mandato de la Sociedad de las Naciones, antecesora de la ONU, al finalizar la Primera Guerra Mundial, Burundi es una pequeña república situada en la región de los grandes lagos del África Oriental.
Carente de una salida al mar, Burundi limita al Norte con Ruanda, Tanzania al Sur y el Este y con la convulsionada República Democrática al Oeste.

Su pequeño territorio -de menos de 28.000 km²- constituye la sexta parte de la superficie del Uruguay, país a quien triplica en población.
Los burundeses pertenecen a una de tres etnias. Los mayoritarios son los agricultores conocidos como hutus (84%), seguidos de los belicosos pastores tutsis (15%) y finalmente están los pigmeos twas (menos del 1%).

Burundi se encuentra densamente poblado -315 habitantes por km²- y la mayoría de su población vive en el campo.
HUTUS Y TUTSIS

Burundi fue cuna de antiguos reinos centroafricanos. A partir del siglo XVI, una tragedia separaría a ambas etnias para siempre. Los principales jefes tutsis realizaron unas campañas militares contra los hutus, acabando con sus príncipes, a los cuales, de forma cruel y simbólica, cortaron los genitales y los colgaron en los tambores reales buscando humillar a sus contrincantes y recordarles que estos, los hutus, eran súbditos de los tutsis.

A pesar del dominio de los tutsis, las diferencias socioeconómicas no eran muy pronunciadas. Aunque el pertenecer a uno u otro estamento definía el estatus social, un hutu, por ejemplo, podía ascender de clase si poseía las suficientes propiedades; sin embargo, ya había comenzado una relación de vasallaje dominada por la etnia menos significativa en la zona, los tutsis.

En los siglos XVIII y XIX, los reyes tutsis habían afianzado su dominio. La mejor organización del clan real Nyiginya controlaba todo el país. La etnia militar y social de los tutsis excluyo totalmente del poder a la mayoritaria etnia hutu hasta que, en 1899, los alemanes derrocaron al rey Mwezi Gisabo y convirtieron al país en una parte del África Oriental Alemana.

Al final de la Primera Guerra Mundial, el Imperio Alemán desapareció para dar paso a la República de Weimar. En 1921, la Sociedad de las Naciones puso a Burundi bajo mandato del Reino de Bélgica.

Durante estos años, los colonizadores belgas apelaron a tácticas racistas para consolidar su dominación. Argumentaron que los tutsis eran racialmente superiores a los hutus y por tanto crearon un carné étnico (1934) que otorgaba a los tutsis mayor nivel social y mejores puestos en la administración colonial. Está política acabó institucionalizando definitivamente las diferencias sociales.

INDEPENDENCIA Y VIOLENCIA

En 1962, el país recuperó su independencia y se restableció la monarquía tutsi en la persona del rey Mwambutsa IV. Al amparo del régimen monárquico los tutsis monopolizaron aún más los puestos de poder extendiendo su dominio a los cuadros de oficiales en las fuerzas armadas y de seguridad.

En 1966, la monarquía fue derrocada y los militares tutsis comenzaron a disputarse el poder con una serie de sangrientos golpes de Estado y dictaduras militares. Los tutsis impusieron su control estableciendo un partido único la Unión para el Progreso Nacional -UPRONA-.

Las violentas luchas étnicas no cesaron en ningún momento. En la mayoría de las ocasiones las confrontaciones entre hutus y tutsis asumían la forma de grandes matanzas donde los aldeanos de una etnia atacaban a una aldea de la etnia rival armados simplemente con machetes, lanzas y garrotes. Los ataques no respetaban a nadie. Mujeres, niños y sacerdotes eran ultimados sin piedad en la forma más horrenda. Los heridos y cadáveres simplemente yacían amontonados en el lugar en que caían y las precarias viviendas con frecuencia terminaban siendo incendiadas.

En 1973, el gobierno tutsi llevó a cabo un genocidio contra los hutus masacrando a 210.000 personas y expulsando de sus tierras a otros 80.000 hutus. En la lucha también perecieron unos 10.000 tutsis.

En 1988, los rebeldes del Partido del Movimiento de Emancipación Hutu (Parmehutu) masacraron a 5.000 tutsis en el Norte del país. Entre 1993 y 1994 se repitieron las matanzas de tutsis a manos de los hutus.

Aunque los datos son muy imprecisos se estima que medio millón de burundeses perecieron en las luchas étnicas entre 1985 y 1994.

El 27 de junio de 1993, se realizaron las primeras elecciones multipartidarias en Burundi. Se impuso Melchior Ndadye, un dirigente hutu perteneciente al Frente para la Democracia en Burundi, pero duró poco en su cargo. El 21 de octubre de 1993, los militares tutsis llevaron a cabo un nuevo golpe de Estado asesinando al presidente hutu. Nuevamente, estalló la violencia interétnica.

Durante gran parte del conflicto, el Consejo Nacional para la Defensa de la Democracia – Fuerzas para la Defensa de la Democracia (CNDD-FDD) fue el principal grupo hutu rebelde que operaba en el país, los rebeldes lograron controlar importantes zonas del país.

A principios de 1994, el Parlamento eligió a otro presidente, Cyprien Ntaryamira, pero en abril del mismo año murió junto con el presidente de la vecina Ruanda cuando mercenarios franceses derribaron el avión en que viajaba cerca de Kigali. La ola de matanzas entre hutus y tutsis desemboco en una guerra civil que afecto a Burundi y Ruanda por una década dejando un millón de muertos.

En el año 2000, las diversas facciones burundesas llegaron a un Acuerdo de Paz en Arusha. Gradualmente se puso fin al conflicto y se estableció un sistema de poder compartido entre ambas etnias, aunque algunos grupos no abandonaron la violencia hasta 2008.

LA VIOLENCIA ACTUAL

La guerra civil entró en una pausa cuando el Parlamento, en 2005, designó a Pierre Nkurunziza, un hutu que se reconoce como cristiano “renacido”, perteneciente al CNDD-FDD ahora convertido en partido político. También se acordó un nuevo texto constitucional. El mandato presidencial se estableció en cinco años con posibilidad de una única reelección.

Nkurunziza fue reelecto en 2010. A comienzos de 2015, el presidente apeló a una curiosa interpretación del texto constitucional para anunciar que presentaría su candidatura para un tercer mandato.

El anuncia de esa candidatura generó el 15 de mayo de este año un intento de golpe de Estado protagonizado por el general Godofreid Niymbaré hasta entonces director del Servicio de Inteligencia.

Pero, Nkurunziza no sólo logró retener el poder, sino que también obtuvo que el Tribunal Constitucional de Burundi autorizara su nueva candidatura.

El 24 de julio de 2015, en elecciones marcadas por el fraude y la violencia extrema, el presidente logró una nueva reelección al imponerse por el 69,41% de los 2,8 millones de votos válidos.

La violencia étnica y política ha rebrotado en Burundi, durante todo el año 2015, más de mil personas han perdido la vida en forma cruel y otros 150.000 se ha convertido en refugiados asilándose en los países vecinos.

La ONU teme que la insistencia de Nkurunziza en perpetuarse en la presidencia a despecho de la resistencia de los sectores opositores agudice nuevamente la violencia étnica, no sólo en Burundi sino en los estados vecinos también poblados por hutus y tutsis, degenerando en un nuevo genocidio.  

 

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