viernes, 7 de noviembre de 2014

UN NUEVO CONFLICTO SACUDE AL SAHEL


 
El reciente golpe de Estado en Burkina Faso, que desplazó del poder al presidente Blaise Camporé, después de veintisiete años de gobierno, no ha logrado estabilizar la situación y solucionar la gobernabilidad de este paupérrimo estado africano

GOLPE DE ESTADO EN BURKINA FASO

Burkina Faso, una república africana situada al sur de la región del Sahel, ha sufrido su séptimo golpe de Estado desde que ha dejado de ser una colonia francesa en 1960.

Se trata de una nación subsahariana con un territorio de extensión similar al de Ecuador, donde se asienta una población de quince millones de personas. Pese al azote de la epidemia de HIV-Sida y las frecuentes hambrunas, las mujeres tienen una de las tasas de natalidad más elevadas del mundo: 6, 41 hijos por mujer.

Debido a una endémica corrupción y a la debilidad de sus instituciones, Burkina Faso se ha transformado en uno de los países más pobres del mundo, con un ingreso bruto per cápita anual de U$S 1.200.-, que lo ubica como la 27º estado más pobre del planeta.

El país era gobernado desde 1987 por Blaise Campaoré, un militar formado en Francia, donde vivió entre 1975 y 1982. El 15 de octubre de 1987, un grupo de militares que integraba el “Movimiento de Rectificación”, llevó a cabo un sangriento golpe de Estado que depuso y asesinó al presidente Thomas Sankara, un carismático capitán del Ejército que se había apoderado del gobierno, el 4 de agosto de 1983.

Sankara, entonces de 33 años de edad, contando con el apoyo de Libia inició un ambicioso plan de reformas,  cambió el nombre del país de Alto Volta –la denominación  que le dieron los franceses- a su denominación actual, prohibió las ablaciones de genitales femeninos, condenó la poligamia, reconoció al SIDA como una amenaza, convirtió el depósito de provisiones del Ejército en el primer supermercado del país, etc. Estas medidas convirtieron a Sankara en un verdadero icono del panafricanismo y le ganaron el apodo de "El Che Guevara africano".

Campaoré, tras derrocar y asesinar a Sankara en 1987, fundó el partido “Congreso por la Democracia y el Progreso”, al frente de esta agrupación se presentó a las elecciones de 1991 convirtiéndose en el primer presidente que llegaba al poder a través de elecciones. En 1998 fue reelecto por otros siete años.

Contando con el apoyo de Francia, Campaoré se perpetuó en el poder. Para ello  reformó, en 1997 y el 2000, la Constitución local, que limitaba la reelección a dos períodos consecutivos de cinco años cada uno, para hacerse reelegir, en elecciones que siempre ganaba por el 80% de los votos. Al mismo tiempo, su gobierno persiguió ferozmente cualquier expresión opositora.

No obstante el carácter dictatorial de su liderazgo, Compaoré constituyó un factor de estabilidad en Burkina Faso, país al que mantuvo al margen de las frecuentes crisis de gobernabilidad que suelen afectar a sus vecinos.

Las dotes de hábil negociador y el prestigio regional alcanzado por Compaoré hicieron de Burkina Faso un importante socio internacional para las potencias extra continentales. En la reciente crisis de Mali, en 2013, fue posible celebrar elecciones y normalizar al país gracias a un pacto firmado con la mediación del líder burkinés. Anteriormente, el presidente depuesto había desempeñado un rol similar en Guinea Conakry y Costa de Marfil.

EL GOLPE DE ESTADO

En octubre pasado, el presidente Compaoré hizo explícita su intención de modificar, en 2015, nuevamente el texto constitucional para posibilitar su reelección por otros tres períodos de presidenciales, es decir, para mantenerse en el poder durante los siguientes quince años. La idea de que la dictadura seudodemocrática de Compaoré se tornara vitalicia exasperó a los sectores opositores haciendo que superaran el temor que imponía el aparato oficial de represión.

El miércoles 29 de octubre, la efervescencia política cristalizó en manifestaciones de repudio a la decisión presidencial que tuvieron su epicentro en la “Plaza de la Nación” situada en la zona céntrica de la ciudad de Nagadurú, capital de Burkina Faso y fueron incrementando el número de sus participantes.

Los descontentos al grito de "Veintisiete años son suficientes" expresaron su rechazo a la reforma constitucional. Pese a la fuerte represión ordenada por el Presidente y al anuncio de Compaoré de que renunciaba reformar la constitución y la promesa de que no permanecería en el poder más allá de su mandato, que concluía en 2015, las protestas no sólo no disminuyeron sino que incrementaron su virulencia.

Finalmente, el jueves 30 los disturbios se generalizaron. Los manifestantes organizados como "Balai Citoyen" -Movimiento Ciudadano-, asaltaron la sede del Parlamento, las instalaciones de la televisión estatal RTB y saquearon las lujosas residencias de algunos ministros y otros importantes funcionarios.

Desbordado por las protestas y sin apoyo de los altos mandos del Ejército, el presidente Blaise Campaoré renunció y escapó con su familia y algunos de sus más estrechos colaboradores a Yamusukro, capital de Costa de Marfil, cuyo gobierno le otorgó asilo político.

EL NUEVO GOBIERNO

El Ejército se hizo cargo del poder disolviendo al Parlamento, cerrando las fronteras terrestres, suspendiendo los vuelos comerciales e imponiendo a la población el toque de queda. El saldo de los disturbios, en los días previos, fue de 45 muertos y más de cien heridos de diversa gravedad, a los que se sumaban importantes daños en edificios públicos y residencias privadas.

Una reunión de altos mandos militares designó a cargo de la presidencia al teniente coronel Issac Yacouba Zida, quien hasta ese entonces se desempeñaba como Comandante del Regimiento de Seguridad Presidencial. Poco se conoce del nuevo presidente de 49 años, solo se sabe que posee una Maestría en Gestión Internacional de la Universidad de Lyon y que ha participado en Misiones de Paz de la ONU en la República Democrática del Congo entre 2008 y 2009.

El nuevo jefe de Estado anunció que asumía la presidencia en carácter provisional y que llamaría a elecciones para normalizar institucionalmente al país en un plazo no mayor a doce meses. Los vuelos comerciales se reanudaron pero las fronteras terrestres permanecen cerradas y el toque de queda está vigente.

ADVERSA REACCIÓN INTERNACIONAL

El gobierno de facto provocó un fuerte rechazo internacional. No logró el reconocimiento de los Estados Unidos, ni de Francia y los diversos organismos internacionales: la ONU,  la Unión Africana (UA) y la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO) reclamaron a los militares burkineses que entregaran el poder a autoridades civiles.

El miércoles 5, una delegación integrada por representantes de la ONU, UA, la CEDEAO y los presidentes de Ghana, Nigeria y Senegal viajó a Burkina Faso entablando  negociaciones diplomáticas directas con los mandos militares para encontrar una salida a la crisis.

Como producto de dichas negociaciones se acordó con los militares la formación de un gobierno de transición que administrará el país por el lapso de un año, el restablecimiento de la constitución y la realización de elecciones presidenciales y legislativas en noviembre de 2015. Sin embargo, no fue posible por el momento determinar cómo y quién se hará cargo de este gobierno de transición. Por lo tanto, la situación se mantiene tensa pero sin incidentes.

¿UNA PRIMAVERA AFRICANA?

Los analistas internacionales temen que los sucesos en Burkina Faso sean el preludio de una suerte de “Primavera Africana”, que desplace del poder a los veteranos dirigentes dictatoriales de la región que se mantienen en el poder desde hace décadas. En especial, José Eduardo Dos Santos, en Angola y Teodoro Obiang Nguema en Guinea Ecuatorial, quienes parecen atornillados a sus cargos después de 35 años en la presidencia.

 

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