sábado, 29 de noviembre de 2014

SECTA CRISTIANA SIEMBRE EL TERROR EN ÁFRICA CENTRAL


UN CONFLICTO OLVIDADO

La prensa internacional nos tiene acostumbrados a noticias de violencia y crueldad protagonizadas por grupos religiosos que hacen alguna interpretación particular y distorsionada del Islam. Debido a ello, el lector poco especializado en el seguimiento de estos temas, puede asociar que todo los hechos vinculados con el mundo árabe, o todo lo islámico o al Medio Oriente está directamente relacionado con el terrorismo y las decapitaciones.

Nada más erróneo, ni el mundo islámico se caracteriza por la violencia, ni otras culturas o religiones están exentas de protagonizar hechos aberrantes. Tal el ejemplo que nos brinda el autodenominado “Ejército de Resistencia del Señor –ERS-”, en África Central.

En una amplia región de África, cuyo terreno se caracteriza por albergar una densa selva que le ha ganado la denominación de “zona de inaccesibilidad”, y que comprende parcialmente el territorio de cuatro estados miembros de la Unión Africana: Uganda, República Centroafricana, República Democrática del Congo y Sudán del Sur, actúa esta secta mesiánica de origen cristiano formada predominantemente por miembros de la etnia Acholi.

Recordemos que la antigua colonia británica de Uganda es un estado mediterráneo –sin salida al mar- situado en el centro – este del continente africano. El país alcanzó notoriedad durante los años en que el dictador Idi Amin Dada (1971 – 1979), reprimía sangrientamente a su población al tiempo que mantenía fluidas relaciones con diversos grupos terroristas. En esta república africana el 84% de la población se define como cristiana, de los cuales la mitad se reconoce como católica y la otra mitad se distribuye entre las distintas iglesias cristianas protestantes. Los musulmanes son minoría con 12% de los fieles y el resto son animistas.

El Ejército de Resistencia del Señor es una secta cristiana que lleva a cabo su proselitismo religioso sembrando el terror entre la población rural y realizando acciones militares de guerra de guerrillas que frecuentemente derivan en asesinatos, mutilaciones, secuestros de menores, violaciones y reducciones a la esclavitud de miles de civiles.

Según fuentes vinculadas a la Corte Penal Internacional y a UNICEF, esta secta que lleva a cabo acciones de violencia desde 1987, es responsable del secuestro de entre 20.000 y 30.000 niños que son sometidos a la esclavitud como “portadores”, como “niños soldados” y/o abusados sexualmente.

Según testimonios de los sobrevivientes, que han logrado huir, las niñas secuestradas que resultan atractivas a los líderes del ERS son obligadas a convertirse en “esposas” y en caso de que se nieguen u ofrezcan resistencia son violadas colectivamente y posteriormente asesinadas. Los varones que causan problemas o intentan huir sufren una suerte similar, sus captores suelen amputarles la nariz, orejas y labios y en ocasiones son forzados a comer su propia carne. Cuando la huida se realiza con éxito los miembros del ERS suelen tomar represalias contra el resto de los cautivos o los familiares de los evadidos.

LA SECTA Y SU MESÍAS

Esta secta fue fundada, en 1987, con el nombre de “Ejército del Señor (Lord´s Army)” pero un año más tarde cambio su denominación por la del “Ejército Cristiano y Democrático del Pueblo Ugandés (Uganda Peoples´ Democratic Christian Army –UPDCA-“; hasta que en 1992 adoptó su nombre actual de “Ejército de Resistencia del Señor (en inglés Lord´s Resistence Army o LRD)”.

El ERS surgió del llamado “Movimiento del Espíritu Santo”, encabezado por Alice Auma Lakwena, una mujer perteneciente al pueblo Acholi que habita la región septentrional que afirmaba ser una médium. Sus partidarios solían untarse en el cuerpo cruces con manteca de karité[i] porque creían que les protegían de las balas y que las piedras explotarían como granadas.

El Movimiento del Espíritu Santo alcanzo un gran proselitismo entre los miembros de la etnia Acholi en la primera mitad de la década de 1980.

El origen del ERS se remonta al 27 de julio de 1985, ese día el presidente constitucional de Uganda, Milton Obote fue destituido por un golpe de Estado protagonizado por el movimiento guerrillero denominado “Ejército de Resistencia Nacional”, liderado por Yoweri Museveni.

Museveni, un político, escritor y guerrilleros ugandés nacido en 1944, hijo de padres ruandeses, está vinculado a la organización fundamentalista cristina de los Estados Unidos, denominada “The Fellowship –conocida como The Family-“.

Museveni se convirtió en un claro ejemplo de un “demócrata africano”. Venció en las elecciones celebradas en 1985, para el periodo 1986 – 1992, y según la constitución de Uganda, con la posibilidad de reelección indefinida. En todos los comicios siguientes desde 1991 resultó reelecto de manera fraudulenta, con mayoría de los votos para el período 1992 – 1998. En 1997 volvió a ganar las elecciones, para el período 1998 – 2004. Aunque la oposición decidió abstenerse en las elecciones de 2003, se llevaron a cabo, siendo el único candidato en los comicios se impuso casi con 100% de los sufragios emitidos para el período 2004 – 2010. En 2009, triunfa nuevamente en las elecciones con mayoría absoluta para el período 2010 – 1016, aunque la opinión pública internacional y los propios ugandeses no consideraban al gobierno de Museveni como una democracia e incluso la oposición era condenada por negarse a participar en la competencia electoral, Pese a eso, Museveni repitió esta metodología en febrero de 2011, ratificándose en el cargo. A lo largo de los años,  su gobierno se ha visto envuelto en numerosos casos de corrupción y malversación de fondos públicos.

GUERRA EN EL NORTE

Desde un primer momento, Lakwena y su Movimiento del Espíritu Santo, decidieron resistir al golpe de Estado, no obstante, sus fuerzas sufrieron una derrota que prácticamente diezmó sus filas, en noviembre de 1987, durante una batalla contra las fuerzas de Museveni, en Jinja. La derrota obligó a Alice Lakwena a huir a Kenia para salvar su vida, desde entonces vive allí como refugiada política.

Ante la fuga de su líder, la conducción del Movimiento del Espíritu Santo pasó a su primo Joseph Kony, un antiguo monaguillo católico, nacido en 1961, en la aldea de Odek, al este de Gulu, en el norte de Uganda. Kony inmediatamente cambió el nombre del grupo por el de “Ejército del Señor” y declaró que su objetivo era derrocar al gobierno de Museveni para instalar un gobierno teocrático en Uganda que impusiera el cumplimiento obligatorio de “Los Diez Mandamientos”.

El nuevo movimiento adoptó una ideología que constituía una mezcla sincrática de misticismo, nacionalismo Acholi y fundamentalismo bíblico, sazonada con una abundante dosis de violencia tribal.

Arribados a este punto no podemos sino señalar la similitud de los planteos ideológicos que pretende imponer el ERS con las intenciones de los grupos waabistas y yihadistas islamistas que pretenden aplicar en forma compulsiva la “sharia” o ley religiosa del Islam a toda la población bajo su dominio.

Kony, de quien se cree que ha tomado más de sesenta esposas entre las niñas secuestradas, se ha rodeado de un reducido número de lugartenientes, entre quienes destacan por su crueldad Okot Odhiambo y Dominic Ongwen, y engrosado sus fuerza de combate con numerosos “niños soldados” reclutados por la fuerza y sometidos a una suerte de “lavado de cerebro” a través del terror, el hambre y la violencia. Según las estimaciones realizadas por organismos de inteligencia occidentales las fuerzas del ERS comprenderían tan sólo unos diez mil combatientes, porteadores y cautivos, en su mayoría los combatientes serían niños armados con fusiles AK-47, machetes o simples garrotes. Pero estas fuerzas son suficientes para aterrorizar a la población campesina de una vasta región sin ley y poner en jaque a gobiernos que muchas veces no controlan el territorio de sus estados más allá de la capital y unas pocas ciudades importantes.

Durante casi tres décadas llevando a cabo una guerra de guerrillas y cometiendo continuas violaciones a los derechos humanos, el grupo de Kony es, más que una real amenaza, una continua molestia para el gobierno de Kampala. Se estima que el costo acumulado del conflicto es de 1.300 millones de dólares estadounidenses, equivalente al 3% del PBI de Uganda, o cerca de cien millones de dólares anuales.

Todos los intentos de pacificar el Norte de Uganda han fracasado. El presidente Museveni lo ha intentado todo: ha lanzado fuertes ofensivas militares que perdieron eficacia en un terreno remoto e inhóspito, donde los guerrilleros se sustraen al combate y se refugian en el selvático territorio de los países vecinos. Igualmente resultaron infructuosos los intentos de llevar a cabo negociaciones de paz y procesos de desarme. Especialmente porque los dirigentes del ERS demandan una total amnistía sobre las acusaciones que pesan sobre ellos por las atroces violaciones a los derechos humanos, algo que la Corte Penal Internacional no está dispuesta a olvidar o perdonar.

Pareciera que el gobierno ugandés, después de tantos años, está resignado a convivir con el conflicto conteniendo las actividades del ERS sin intentar seriamente poner fin a las mismas. Pero, la presión de la opinión pública internacional se lo ha impedido. Si bien, hasta el 2002, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no condeno estos hechos y recién en 2011, el gobierno de los Estados Unidos declaró al ERS grupo terrorista internacional.

Ahora, el presidente Obama ha decidido prestar atención al clamor internacional que demanda que se ponga fin a las tropelías de Kony y sus secuaces, para ello envío un contingente de cien hombres de los SEAL, las fuerzas especiales de los Estados Unidos, con la misión de instruir y asistir a las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda y no retirarse de allí hasta que Kony sea capturado o muerto. Se trata del mayor despliegue de fuerzas estadounidenses en África desde la intervención en Liberia en 2003.

En esta forma Obama pretende dar una respuesta a aquellos que en Estados Unidos se preguntan cómo es posible que la Nación que puso un hombre en la Luna y fue capaz de acabar con Osama Ben Laden no pueda poner fin a las actividades genocidas del Ejército de Resistencia del Señor.

 

 



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