EL
TERRORISMO ES SIEMPRE UN CRIMEN
“El
crimen es crimen cualquiera sea el móvil que lo motiva”. Con
estas claras palabras, el entonces presidente Juan D. Perón condenó el ataque terrorista
a las instalaciones de un cuartel perteneciente al Ejército Argentino, en enero
de 1974.
En esta forma, el presidente
argentino dejaba establecido que no podían invocarse justificaciones políticas
para asesinar impunemente a personas indefensas y que los terroristas eran
criminales y no héroes que defendían una causa justa.
El terrorismo impulsado por
móviles políticos o religiosos es siempre sólo violencia criminal y debe ser
perseguido penalmente.
El paso del tiempo no hace
prescribir los delitos de terrorismo porque se trata de crímenes de lesa
humanidad y por tanto imprescriptibles.
TERRORISMO
EN AGUAS DEL SÁHARA
Este es, precisamente, el
argumento que con justicia esgrimen los miembros de la Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo (ACAVITE) demandando
que los máximos responsables del Frente Polisario sean juzgados por los actos
de piratería marítima, terrorismo y asesinato cometidos entre 1977 y 1987.
En esos años, los terroristas
polisarios atacaron a 34 embarcaciones españolas que realizaban labores de
pesca en aguas marroquíes, frente a las costas del Sáhara, hiriendo y asesinado
a más de trescientas personas inocentes. En todos los casos, las víctimas eran humildes
trabajadores que realizaban sus labores, ajenos a cualquier consideración
política.
Los separatistas marroquíes
del Frente Polisario llevaban a cabo estos ataques para presionar al gobierno
español buscando que reconociera a la inexistente República Árabe Saharaui
Democrática, el falso estado que los separatistas pretendían haber creado
dentro del territorio de Argelia.
Los dirigentes polisarios
nunca negaron su responsabilidad criminal en esos hechos. Recordemos, por
ejemplo, que, en abril de 1977, después de un ataque terrorista
(ametrallamiento) del pesquero “Pinzales”
en que resultó herido un tripulante canario, el entonces vocero del Frente
Polisario en Madrid, el mauritano Ahmed Bujari declaró con soberbia y alevosía:
“No garantizamos la vida de los que
transitan por el Sáhara o sus aguas territoriales. Muy poca gente creía que
podíamos hacer ataques por mar, pero hoy se ha de saber de que somos capaces.”
Frente a esta declaración, el
gobierno del socialista Felipe González, expulso al vocero del grupo
terrorista.
UN
DÍA TERRORISTA, SIEMPRE TERRORISTA
A reconocimiento de culpa,
relevamiento de prueba,
diría
cualquier jurista. Los polisarios han reconocido sus crímenes y nunca han
renegado de sus apelaciones a la violencia.
Si una organización se ha
reconocido como terrorista en el pasado y actualmente mantiene oscuros vínculos
con Al Qaeda en el Magreb Islámico y
con el Estado Islámico o Daesh, es porque mantiene intacta su
vocación de organización terrorista inclinada a la violencia criminal.
Si a este hecho sumamos las
actividades del Frente Polisario como grupo del crimen organizado
transnacional. En especial su responsabilidad -junto al gobierno de Argelia- en
el desvío y comercialización de la ayuda alimentaria suministrada generosamente
por la Unión Europea y diversas Ongs humanitarias para aliviar la situación de
la población secuestrada en los campos de Tinduf. El contrabando de ayuda
alimentaria por parte de los polisarios abastece de productos robados a los
mercados informales de todo el Norte y Centro del continente africano.
Obtendríamos una clara idea
del potencial criminal y desestabilizador que tiene el Frente Polisario, desde
sus bases en el Sáhara argelino, sobre la región del Magreb.
VICTIMAS
QUE DEMANDAN JUSTICIA
Resulta desalentador que,
mientras que las víctimas del terrorismo polisario y sus familias aún claman
por justicia, algunos ilusos defensores de causas perdidas sigan sosteniendo
que el Frente Polisario representa a una minoría acosada.
Los dirigentes polisarios, que
suelen recorrer los foros internacionales simulando ser diplomáticos o miembros
de un gobierno fantasma, no representan a pueblo alguno.
En último caso, se representan
a sí mismos y a sus oscuros intereses financieros. Por lo tanto, la justicia
internacional tiene la obligación de investigar estos crímenes y someter a los
responsables al debido proceso penal para que respondan por los delitos del
pasado y del presente.
Sólo así se hará justicia y
las víctimas podrán descansar en paz.
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