CONCIENCIA GEOGRÁFICA
En 1928, el principal teórico de la Escuela
Geopolítica de Münich, el general y doctor Karl Haushofer, al definir esta
disciplina consignaba: “La geopolítica
debe ser y será la conciencia geográfica del Estado”.
Cabe preguntarse entonces: ¿Tiene Marruecos una
conciencia geográfica? Si la respuesta es afirmativa, el siguiente interrogante
es: ¿En qué consiste esa conciencia geográfica?
Creo poder responder a esas preguntas sin temor a
equivocarme.
Marruecos es el país africano que evidencia la mayor
conciencia geográfica. África es un continente donde en la mayoría de los
estados las fronteras nacionales responden más a cuestiones del imperialismo y
la descolonización que a realidades étnicas, culturales o religiosas. Este
hecho ha atentado siempre contra la formación de la conciencia geográfica por
parte de los estados africanos.
Marruecos, por el contrario, tiene una existencia que
se remonta en el pasado por doce siglos. Es decir, Marruecos es preexistente
como Estado a la dominación colonial europea –muy breve, por cierto- y esto le
proporciona una clara conciencia de cuál es su herencia territorial y como
preservarla.
La conciencia geográfica de Marrucosd, por tanto, se ha
forjado en la lucha contra el colonialismo por la recuperación de su integridad
territorial.
Esa conciencia geográfica hoy se expresa en los
esfuerzos sostenidos a través del tiempo por el pueblo y la monarquía marroquí
en la defensa de su soberanía en la región del Sáhara.
Desde los tiempos de la dominación colonial franco –
española la monarquía alauí hizo de la recuperación de la independencia y la
liberación de la totalidad del territorio marroquí la base moderna de su
legitimidad política.
Este programa de gobierno concebido e iniciado por
Mohamed V, al poner fin al Protectorado francés y restablecer la independencia
y fue completado por su hijo Hassan II por medio de una hábil diplomacia y por
la movilización nacional en tiempos de la Marcha Verde. Actualmente los mismos
ideales alientan el accionar de su nieto Mohamed VI, quien ha hecho de la
defensa de la integridad territorial marroquí en el Sur el eje central de su
reinado.
Al llevar a cabo este programa la monarquía no ha
hecho más que expresar el sentir del pueblo marroquí, más allá de cualquier
diferencia ideológica o política. Todo marroquí, todo partido político marroquí
(más allá de que se inspire en ideales nacionalistas, demoliberales, socialistas
o confesionales) e incluso toda asociación marroquí cierra filas con su Rey en
la defensa de la marroquidad del Sáhara.
Es por eso que Mohamed VI, ha manifestado en forma
terminante, al conmemorar el aniversario de la Marcha Verde –tanto en 2014 y lo
reiteró en 2015-, que la Iniciativa para la Autonomía en la Región del Sáhara “constituye lo máximo que Marruecos puede
ofrecer” está expresando esa conciencia geopolítica.
Podría interpretarse que con estas palabras Su
Majestad ha trazado una suerte de línea
sobre la arena, diciendo claramente que todo es conversable, que todo se
puede negociar y acordar menos la soberanía. El año pasado, Mohamed VI había
sido igual de terminante al señalar que: “Marruecos
va a permanecer en el Sáhara y el Sáhara en Marruecos hasta el de la
existencia”.
Precisamente, en esta determinación a cualquier costo
es que reside la conciencia geopolítica de un Estado.
Porque para Marruecos resignar sus justos derechos
sobre el Sáhara implicaría cometer una suerte de suicidio geopolítico.
EL SÁHARA UNA CAUSA NACIONAL
Es por ello que cuando, en 1975, Argelia, buscando una
revancha de su derrota en la Guerra de las Arenas, de 1963, creó
artificialmente el llamado “Conflicto del
Sáhara” cometió un grave error estratégico. Al potenciar aún más los
sentimientos de defensa territorial del pueblo marroquí, Argelia,
involuntariamente, creó para Marruecos una “causa
nacional” que unificó y orientó las energías sociales hacia un único
objetivo.
Es indudable que la defensa de su soberanía en el
Sáhara ha implicado para Marruecos grandes costos: la vida de sus hijos,
recursos económicos que deberían haberse destinado al desarrollo y que debieron
ser aplicados a mantener el equilibrio militar y a librar en forma continuada
intensas batallas diplomáticas en los foros internacionales.
Sin embargo, los más de cuarenta años de lucha en
defensa del Sáhara han unido al pueblo marroquí más allá de las disputas
tribales y las diferencias culturales, ideológicas y políticas.
Esta causa nacional es dogmáticamente aceptada, es
decir, más allá de cualquier interpretación o cuestionamiento, y se verbaliza
inmediatamente a través de la consigna de: “Marruecos
está en el Sáhara y el Sáhara esta en su Marruecos.”
Ahora bien, un balance de la situación geopolítica de
Marruecos en modo alguno puede agotarse en el tema del Sáhara por mucha
importancia que este tenga.
LA MAYOR POTENCIA DEL MAGREB
A priori puede apreciarse que las contradicciones y
los contrastes son el rasgo dominante de Marruecos, un reino único y
antiquísimo que se asoma a las orillas del Mediterráneo y del Atlántico en la
parte norte del continente africano. En este rincón de África por donde se pone
el sol (el-Magrib el-Aqsa, el “Extremo
Occidente”, como lo llamaron los árabes que partieron a la conquista de
África del Norte en el siglo VII), la variedad geográfica y humana forma un
mosaico complejo que es la base del crecimiento económico del país.
Ante todo, contraste de paisajes: ambientes
mediterráneos y atlánticos, imponentes montañas nevadas, llanuras desérticas,
lluvias torrenciales y aridez, monótonos colores ocres y verdes intensos,
frondosos bosques de coníferas y palmeras tropicales.
La posición geográfica de Marruecos lo convierte
simultáneamente en una nación africana, magrebí, árabe, musulmana, mediterránea
y atlántica. También ha transformado históricamente al Reino en un puente que
vincula al Occidente cristiano y el Oriente islámico, entre un norte europeo y
un sur africano. Marruecos es sin duda el país más bonito y con la economía más
sólida del Norte de África, tanto, que el Banco Mundial no ha dudado en
asignarle un papel de liderazgo en todo el continente. Así lo dijo claramente,
en 2013, Simon Gray, director de operaciones para el Magreb del Banco Mundial,
cuando señaló que esa entidad financiera internacional en “el marco de una nueva asociación estratégica, se compromete a
acompañar a Marruecos en sus reformas institucionales y a ampliar su apoyo
financiero, técnico y analítico cuanto sea necesario en los próximos años.”
LA INESTABILIDAD REGIONAL
Es en este escenario geográfico que, en 2010, se gestó
una aguda crisis social que pronto adquirió la denominación periodística de “Primavera Árabe”, en una poco clara
asociación con los sucesos de Praga, en 1968, cuando la población checoslovaca
se alzó contra el dominio soviético.
Pronto la inestabilidad política que comenzó en Túnez
se extendió a todo el Norte de África y más tarde al Medio Oriente en una
oleada de protestas que derivaron en guerras civiles y provocaron incluso la
intervención de potencias extra continentales.
Algunos países del Magreb se convirtieron de pronto en
un polo de atracción para fanáticos y mercenarios que habiendo actuado en otros
conflictos estaban a la búsqueda de una causa donde emplear sus habilidades
militares. Al mismo tiempo, la apertura de los inmensos arsenales que había
acumulado el régimen libio de Muammar Al Gadaffi dispersaron todo tipo de armas
sofisticadas por la región.
Las mafias que tradicionalmente habían actuado en el
Sahel rápidamente se vieron reforzadas por la mayor disponibilidad de hombres
entrenados, vehículos modernos y armamentos de mejor calidad. Los mayores y
mejores medios les permitieron expandir sus actividades tradicionales y
extender el campo de sus negocios.
Al mismo tiempo, las grandes organizaciones yihadistas
ampliaron la difusión de su prédica fundamentalista por la región captando a
pequeños grupos radicalizados que inmediatamente se convirtieron en sus “franquicias” locales.
Proliferaron así los tráficos ilegales de todo tipo
(en especial armas, alimentos y otros materiales provenientes de la ayuda
humanitaria, drogas, tabaco y personas), aumentaron los secuestros de europeos
que se aventuraban por la región y los atentados terroristas se hicieron más frecuentes
y de mayor letalidad.
Pero, como dicen que las desgracias nunca vienen
solas, en 2014, el brusco descenso de los valores del petróleo y gas afectó a
las economías de la región, dependientes de sus exportaciones de hidrocarburos,
aumentando el paro y disminuyendo aún más la calidad de vida de los sectores
populares, tornándolas aún más inestables.
Al poco tiempo el Norte de África se transformó en una
de las regiones más convulsionadas del planeta. En este escenario proliferan
las guerras civiles, el terrorismo de etiología religiosa, los regímenes
represivos que violan sistemáticamente los derechos humanos. Es común que los
países de la región corran el riesgo de terminar convirtiéndose en estados fallidos donde prosperen
milicias y grupos criminales del más diverso origen.
En esta volátil región un solo Estado exhibe
estándares europeos de gobernabilidad y de desarrollo democrático e institucional,
convirtiéndose en el verdadero “motor geopolítico que impulsa el desarrollo en
el Magreb: Marruecos.
EL MOTOR GEOPOLÍTICO DEL MAGREB
Esto no significa que el Reino de Marruecos está libre
de conflictos y problemas sino que los mismos tienen una magnitud similar a los
que registran los países europeos: inconvenientes con la economía, la búsqueda
de inversiones y acceso al financiamiento internacional, el aumento del paro,
problemas con la inmigración clandestina, la difusión de drogas en los sectores
juveniles de la población, cierta actividad endémica de grupos terroristas,
etc.
Pero la situación geopolítica de Marruecos resulta
totalmente distinta, no sólo de la guerra civil que destruye Libia sino
también, de las dictaduras militares disfrazadas de democracias que más o menos
solapadamente gobiernan en Argelia amparándose en proscripciones políticas y
elecciones amañadas.
La democracia en Marruecos, tras la implementación de
una reforma constitucional y la creación de un sistema de regionalización
avanzada, sin precedentes en África y en el mundo árabe, se ha fortalecido y
consolidado. Mientras que en Túnez la apertura democrática no logra afirmarse
totalmente.
Frente a esta panorama regional no puede sorprender
que Marruecos sea elegido como sede de importantes eventos internacionales, que
lleguen nuevas inversiones productivas del extranjero –como las recientemente
implementadas por la firma francesa PSA Peugeot Citroën- o que la diplomacia
marroquí intervenga cada vez más en la solución de los conflictos regionales,
tal el caso de Libia y Yemen.
Marruecos ha alcanzado un “Estatuto Avanzado” que lo vincula con la Unión Europea, acuerdos
de libre comercio con los Estados Unidos y con gran número de otros países, así
como avances en la profundización de intercambios comerciales y la relación
estratégica tanto con Rusia como con China, además de la construcción de una asociación especial con la India.
El crecimiento económico y la estabilidad política de
Marruecos, en medio de un continente amenazado por la violencia de todo signo,
el hambre y el saqueo de sus recursos naturales, están creando una esfera de
influencia marroquí en el África atlántica e incluso en la vecina región del
Sahel.
Lógicamente, el creciente protagonismo internacional
de Marruecos de la mano de Su Majestad, Mohamed VI es un factor de preocupación
para su archirrival regional: Argelia.
Argelia siempre ha mirado el crecimiento de la
influencia de Marruecos con acuciado temor. Sumida en un ineficaz modelo de
gestión de matriz soviética y con un liderazgo gerontocrático, Argelia vive con
el temor del día en que Marruecos decida reclamar los territorios que la
administración colonial francesa enajenó a favor de su colonia en Argel y aún
pena por la humillación de 1963.
El único recurso medianamente eficaz que Argel ha
encontrado para retardar el desarrollo de Marruecos es mantener vivo el
Conflicto en el Sáhara sometiendo a Rabat a una incesante guerrilla diplomática
por parte de los separatistas del Frente Polisario en cuanto escenario
internacional se pone a su alcance.
Es así como un verdadero ejército de separatistas
polisarios muy bien remunerados recorre el mundo buscando aliados e idiotas
útiles entre los intelectuales, periodistas y políticos progresistas para
atacar a Marruecos en nombre de una supuesta causa humanitaria de
autodeterminación.
El Polisario ha invocado insistentemente
el denominado derecho a la autodeterminación como si el mismo debiera ser
otorgado obligatoriamente por cualquier Estado cuando un grupo más o menos
numeroso de sus ciudadanos pretende segregarse y llevarse para su exclusivo
usufructo una parte del hasta entonces territorio nacional.
Ningún Estado acepta pasivamente este
argumento, es suficiente con ver lo que ocurre en España con el separatismo
catalán, en Serbia con las pretensiones de los kosovares o en Rusia con las
demandas separatistas de los chechenos y muchos otros ejemplos.
El Polisario insiste también en
presentarse como una minoría oprimida pero oculta cuidadosamente que Rabat ha
reconocido a la población saharaui los mismos derechos -o más- que al resto de
los marroquíes. Los saharauis han encontrado mayores facilidades para a acceder
a empleos en la administración pública y hasta gozan de seguro contra el
desempleo.
En este sentido, la Iniciativa para la negociación de un Estatuto de Autonomía de la Región
del Sáhara, presentada por Marruecos en 2007, constituye una propuesta
realista y equilibrada para poner fin a este conflicto porque otorga a la
población saharaui la posibilidad de gobernarse a sí misma , en tanto que
preserva la soberanía y la integridad territorial del Reino. Es por ello que
esta Iniciativa ha recibido el apoyo
de diversas personalidades internacionales entre las que se destaca el entonces
presidente de Francia Nicolás Sarkozy. Esta Iniciativa
para la Autonomía reconoce al mismo tiempo los derechos de Marruecos sobre
la ese territorio y respeta la cultura e idiosincrasia del pueblo saharaui en
su integración al Reino.
Por último, cabe destacar que el gobierno
de Marruecos ha reconocido y promovido la cultura saharaui como parte de la
diversidad cultural de Reino, desde la colorida "melhfa" de las mujeres hasta la poesía en lengua hassanía.
El desconocimiento sobre la realidad de este
conflicto, la mal entendida solidaridad política o el idealismo infantil hace
que personas bien intencionadas terminen haciendo el juego al Frente Polisario responsabilizando
a Marruecos por un conflicto creado y sostenido financiera, diplomática y
militarmente por Argelia.
No obstante, esto no ha sido suficiente para frenar el
crecimiento económico y el aumento del liderazgo que justificadamente ejerce
Marruecos en África. Pero es necesario poner fin de una vez por todas a este
conflicto artificial para posibilitar a los secuestrados que habitan en los
campos de Tinduf retornar a su patria en Marruecos. También para concretar, de
una vez por todas, la realización de la Unión del Magreb Árabe, sobre la base
de unas relaciones bilaterales sólidas y consolidadas en base a proyectos
económicos integradores, la tan necesaria integración económica el único
instrumento con que cuenta la región para impulsar definitivamente su
desarrollo económico sostenido.
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