Quienes piensan que Cristina Fernández de Kirchner abandonará
resignadamente la política al concluir su segundo mandato, deberían recordar la
respuesta que el veterano dirigente peronista Antonio Cafiero dio a un joven periodista
que le preguntó a qué edad pensaba retirarse de la política. El ex ministro de
Isabel Perón, sentenció no sin cierta picardía: “un político abandona la política cuando le cierran la tapa del cajón.”
Cristina Kirchner no es ingenua. La presidente sabe bien que la política en
Argentina no se desarrolla con las mismas reglas de institucionalidad que en
los países del primer mundo. En EE. UU., por ejemplo, un ex presidente es parte
de la historia de la nación y como tal es respetado y preservado de agravios
innecesarios. Incluso Richard Nixon, el único presidente que debió dimitir de
su cargo, acosado por las revelaciones del Affaire Watergate, en la década de
los años setenta, fue amnistiado por su sucesor Gerald Ford.
En ese país los ex presidentes son jubilados.
Sus sucesores los consultan, los convocan a las conmemoraciones y alagan
sabiendo que están generando precedentes para su propio retiro. Los ex
presidentes incluso pueden ganar un poco de dinero escribiendo sus memorias y
recorriendo el mundo dando conferencias. Pero, de política partidaria y cargos
electivos nada. Tal vez algunas discretas actividades de lobby o la oportuna
expresión de apoyo a la candidatura de algún aspirante presidencial de su
partido, pero nada más. Por extraño que pueda parecernos en los EE. UU. los
políticos si se jubilan.
Pero en las orillas del Plata las cosas son bien distintas. Recordemos sino
que Juan D. Perón después de reformar la constitución para lograr la reelección
perpetua fue expulsado del gobierno, durante su segundo mandato, en septiembre
de 1955, como resultado del golpe de Estado más violento y prolongado de
nuestra historia. Un triste episodio que incluyó actos de barbarie como el
bombardeo de la ciudad de Bs. As. por aviones de la Armada y la Fuerza Aérea,
la quema de la Curia Metropolitana y otras emblemáticas iglesias porteñas por
grupos identificados con el gobierno peronista y duros combates de los que
participaron sectores militares apoyados por grupos de civiles.
A los sesenta años, como un ex dictador prófugo de su país y obligado a
peregrinar buscando el asilo de otros dictadores –Alfredo Stroessner, Marcos Pérez
Giménez, Leónidas Trujillo y Francisco Franco- nadie hubiera dado mucho por el
futuro político de Perón.
Sin embargo, los gruesos errores de quienes lo sucedieron y su innegable
habilidad como estratega político le forjaron una revancha histórica. Dieciocho
años después de que debiera refugiarse en una cañonera paraguaya surta en el
puerto de Bs. As. para preservar su vida, Juan D. Perón juró como presidente
constitucional por tercera vez a los 78 años de edad.
PREPARANDO EL RETORNO
Todo esto lo sabe la presidente y también sabe –o intuye- que muy
probablemente a ella no le espere el bronce o un retiro dorado después de que
coloque la banda presidencial a su sucesor el 10 de diciembre de 2015. En el
mejor de los casos, le aguarda un arduo peregrinar por los estrados judiciales
y la deserción o traición de muchos de los dirigentes que hoy la adulan y le
temen.
Cristina probablemente tema que le aguarde un destino muy similar al que
ella y Néstor construyeron para sus antiguos mentores: Carlos S. Menem y
Eduardo Duhalde.
También conoce que para evitar ese destino e incluso aspirar a un retorno
triunfal en el 2019 debe retener una cuota importante de poder luego de
abandonar la presidencia.
Lo ideal para ella sería contar con un “candidato
títere” que le permitiera seguir gobernando como “Jefe de Gabinete”. Algo similar al montaje que implementó
exitosamente el tándem formado por Vladimir Putin y Dimitri Medvédev en Rusia alternándose
como presidente y primer ministro. Este es en realidad el sueño de los
muchachos de La Cámpora.
Pero no parece un proyecto muy viable. En principio porque no existe un candidato cristinista con posibilidades
reales de sucederla. Incluso probablemente la presidente carezca hoy de la
fuerza suficiente para imponer un candidato propio contra la voluntad de los
caudillos peronistas del interior del país –Gioja, Urtubey, Urribarri, De la
Sota, Scioli, etc.-
NEGOCIANDO CON DANIEL
Es posiblemente por eso que quienes afirman conocer el pensamiento de Cristina
creen que la presidente está abocada a construir un sólido bloque legislativo
que siga sus directivas, le cuide las espaldas cuando deje el cargo y le
permita negociar con el próximo presidente. Este proyecto incluiría su propia
candidatura como senadora por la provincia de Bs. As. para esquivar los acosos
de la justicia.
En esta cuestión radicaría la actual pulseada con Daniel Scioli para
brindarle apoyo en su candidatura presidencial.
Cristina Kirchner sabe que su mejor candidato –y posiblemente el único con
reales probabilidades de triunfar en los comicios presidenciales- es el
gobernador bonaerense. Pero también conoce que el poder real estará en quien
determine las candidaturas a senadores y diputados no sólo en 2015 sino
especialmente en 2017. Por lo tanto, quiere asegurarse el control de esas
nominaciones para poder condicionar al próximo gobierno y construir su retorno,
al estilo Bachelet, en el 2019.
El tema es que tanto Daniel Scioli, como otros gobernadores peronistas,
también saben el poder que encierra la determinación de estas candidaturas y
aspiran a colocar a sus propios hombres en el Congreso para conservar su poder.
Es más, Scioli sabe que es el único candidato que tiene el oficialismo y cree
que finalmente Cristina deberá acordar con él en sus propios términos
Como puede apreciarse no es poco lo que se encuentra en juego. Esto explicaría
la puja interna y el cruce de declaraciones que sacude a las filas del kirchnerismo
por estos días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario