martes, 14 de octubre de 2025

Marruecos se afianza en la élite aeronáutica mundial



Bajo el liderazgo del rey Mohammed VI, el reino alauí inaugura un complejo de vanguardia para la fabricación y mantenimiento de motores de Airbus. Con una inversión de 350 millones de euros, el proyecto duplicará la facturación del sector y consolida a Marruecos como un socio estratégico indispensable en la cadena de valor global de la aviación.

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En un movimiento que redefine su posición en el tablero de la industria aeroespacial mundial, Marruecos ha puesto la primera piedra de un proyecto que simboliza su ambición y su creciente sofisticación tecnológica. El rey Mohammed VI, acompañado por el príncipe heredero Moulay Hassan, presidió este lunes en la localidad de Nouaceur, un enclave industrial en las afueras de Casablanca, la ceremonia de lanzamiento de las obras de un nuevo y monumental complejo del gigante tecnológico francés Safran. La iniciativa, que representa una inversión total de más de 350 millones de euros, no solo marca un hito en la colaboración franco-marroquí, sino que también propulsa al reino a la selecta liga de países capaces de ensamblar y mantener los corazones de los aviones comerciales más avanzados del mundo.

El proyecto, calificado como “estructural” por el gobierno marroquí, es el fruto de una visión de Estado largamente cultivada bajo el reinado de Mohammed VI, quien ha hecho de la industrialización y la atracción de inversiones de alto valor añadido uno de los pilares de su estrategia de desarrollo económico. Este complejo industrial, que se erigirá en la plataforma Midparc, un polo de excelencia aeronáutica, albergará dos instalaciones punteras.

La primera de ellas, y la más emblemática, será una planta de ensamblaje y prueba para los motores LEAP-1A, la motorización de nueva generación que impulsa a la exitosa familia de aviones de pasillo único Airbus A320 Neo. Con una inversión de 2.100 millones de dirhams (aproximadamente 200 millones de euros), esta fábrica se convertirá en el segundo centro de producción de estos motores para Safran a nivel mundial, complementando la producción de su planta principal en Villaroche, Francia. Se prevé que alcance una capacidad de producción de 350 motores al año para 2029, generando 300 empleos de alta cualificación y consolidando a Marruecos en la cadena de valor de los fabricantes de motores aeronáuticos.

Paralelamente, se levantará una segunda planta dedicada al mantenimiento, reparación y revisión (MRO) de estos mismos motores, una actividad crucial para el ciclo de vida de las aeronaves. Con un desembolso de 1.300 millones de dirhams (unos 122 millones de euros), este taller tendrá una capacidad para gestionar 150 motores anualmente y se espera que esté operativo en 2027, creando 600 puestos de trabajo directos para 2030.

Un Salto Cuantitativo y Cualitativo

La magnitud del proyecto se refleja en su impacto económico proyectado. El ministro de Industria y Comercio, Ryad Mezzour, subrayó que esta nueva inversión “por sí sola duplicará la facturación del sector aeronáutico marroquí”, que en 2024 alcanzó los 26.000 millones de dirhams (más de 2.350 millones de euros) en exportaciones. Estas cifras son el resultado de un crecimiento exponencial que ha visto al sector pasar de apenas mil millones de dirhams en exportaciones en 2004 a convertirse en un pilar de la economía marroquí, con un ecosistema de más de 150 empresas que incluye a los principales actores de la industria global.

La elección de Marruecos por parte de Safran, un socio histórico del reino desde hace 26 años, no es fortuita. Olivier Andriès, director general de Safran, lo dejó claro durante la ceremonia: “Hemos elegido un país dotado de talentos, infraestructuras modernas y un marco macroeconómico estable. Pero, sobre todo, nos ha guiado la confianza que nos inspira la dinámica impulsada por Su Majestad para convertir al Reino en una plataforma industrial competitiva a escala mundial”. Por su parte, el presidente del Consejo de Administración de Safran, Ross McInnes, reforzó esta idea con una frase que resonó con fuerza: “No producimos en Marruecos, sino con Marruecos”, destacando la profundidad de una asociación que trasciende la mera deslocalización industrial.

La Visión Real como Catalizador

El evento de Nouaceur es la última manifestación de una estrategia a largo plazo, meticulosamente diseñada y ejecutada bajo el impulso personal de Mohammed VI. Desde su llegada al trono, el monarca ha apostado por la diversificación económica, alejando al país de la dependencia de la agricultura y el turismo y atrayendo inversiones en sectores de alta tecnología como el automotriz y el aeronáutico. Esta visión ha sido clave para crear un “entorno de inversión ejemplar”, como lo describió McInnes, basado en la estabilidad política, incentivos fiscales y, fundamentalmente, una fuerte apuesta por la formación de capital humano.

En este sentido, uno de los momentos más significativos de la jornada fue cuando el rey posó para una fotografía con un grupo de jóvenes estudiantes del Instituto de Oficios Aeronáuticos (IMA) de Nouaceur, futuros técnicos y ingenieros que nutrirán las filas de estas nuevas instalaciones. La creación de centros de formación especializados ha sido un factor determinante para que empresas como Safran no solo se instalen en el país, sino que también expandan sus operaciones y transfieran tecnología y conocimiento.

Además, la apuesta de Marruecos por las energías renovables se ha convertido en un atractivo adicional para los inversores. Durante el acto, se firmó un memorando de entendimiento para garantizar que la mayoría de las instalaciones de Safran en el país se abastezcan de energía limpia a partir de 2026, un paso alineado con la estrategia de descarbonización tanto del grupo francés como del reino alauí.

Con este megaproyecto, que se suma a la expansión de otras tres plantas de Safran en el país, el grupo francés invertirá en total más de 350 millones de euros y creará más de 2.000 empleos en los próximos cinco años. Es una apuesta rotunda por el futuro industrial de Marruecos, un país que, bajo el liderazgo de su monarca, ha demostrado que tiene la visión, la capacidad y la determinación para volar alto en la competitiva industria aeronáutica mundial.

 

sábado, 11 de octubre de 2025

El Rey Mohammed VI aboga por un Marruecos más justo y solidario


 

En la solemnidad del Parlamento marroquí, el rey Mohammed VI volvió a proyectar este viernes la imagen del monarca que ha hecho de la justicia social uno de los ejes de su reinado.

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Acompañado por el príncipe heredero Moulay El Hassan y el príncipe Moulay Rachid, el Rey Mohammed VI, como en cualquier democracia estable, inauguró el último año legislativo de la undécima legislatura con un discurso que combinó serenidad, autocrítica y una firme visión de futuro.

En su intervención, el monarca destacó que la justicia social y territorial no son un simple lema, sino una “orientación estratégica” que debe guiar todas las políticas públicas. “El desarrollo local es el espejo que refleja el progreso del Marruecos emergente y solidario”, afirmó ante los parlamentarios, reclamando una acción política basada en resultados tangibles, transparencia y compromiso con la ciudadanía.

El rostro humano del desarrollo

Mohammed VI insistió en que el crecimiento económico carece de sentido si no llega a todos los marroquíes, con independencia del lugar donde vivan. “Nuestro objetivo es que todos se beneficien de los frutos del desarrollo y de la igualdad de oportunidades”, subrayó. Por ello, instó a las instituciones a centrarse en las regiones más vulnerables, especialmente las zonas montañosas y los oasis, que representan el 30% del territorio nacional.

El soberano pidió una política pública integrada para esas áreas, adaptada a sus particularidades y recursos, así como un impulso a la economía marítima nacional, “capaz de generar riqueza y empleo sin comprometer la sostenibilidad de los recursos naturales”.

Los pilares de un Marruecos más solidario

El monarca definió tres prioridades estratégicas: empleo juvenil, educación y sanidad. Consideró que son “las palancas esenciales del desarrollo territorial” y reclamó un mayor impacto de los programas destinados a fortalecer esos sectores. “No debe haber contradicción entre los grandes proyectos nacionales y los programas sociales”, advirtió, en alusión al equilibrio que el Reino debe mantener entre su modernización y la atención a las necesidades básicas de su pueblo.

Mohammed VI, conocido por su estilo pausado y su tono didáctico, apeló a un cambio de mentalidad y a una nueva cultura política basada en la solidaridad, la eficiencia y la rendición de cuentas. “Es inaceptable cualquier negligencia de la eficiencia y rentabilidad de la inversión pública”, sostuvo, reclamando una administración moderna y transparente que responda a las aspiraciones de los ciudadanos.

Un llamado a la responsabilidad colectiva

El monarca recordó que la construcción del Marruecos emergente es una tarea compartida. “La justicia social y la lucha contra la desigualdad no son solo responsabilidad del Gobierno, sino de todos los actores políticos, de los medios de comunicación, de la sociedad civil y de las fuerzas vivas de la nación”, señaló. Con ese mensaje, Mohammed VI reafirmó su convicción de que la cohesión nacional es el fundamento del progreso.

Al mismo tiempo, realizó un llamamiento al Parlamento, convocando a los legisladores a trabajar “con seriedad y compromiso” en el último año de la actual legislatura, el año próximo habrá elecciones generales en el Reino, completando los programas iniciados y defendiendo las causas de los ciudadanos “con plena integridad, compromiso y abnegación”.

Un rey cercano y consciente

El discurso real confirmó una vez más la imagen de Mohammed VI como un estadista que ama profundamente a su pueblo. Sus palabras estuvieron impregnadas de una sensibilidad social poco habitual en el lenguaje político, reflejo de un reinado que ha buscado modernizar Marruecos sin perder su identidad.

Para el monarca, la justicia social no es solo un objetivo económico, sino una cuestión moral. “Quien hace el peso de un átomo de bien lo verá, y quien hace el peso de un átomo de mal lo verá”, recordó citando el Corán, como un recordatorio espiritual de que la prosperidad debe ir acompañada de justicia y equidad.

Con un tono sereno pero firme, Mohammed VI volvió a delinear el rumbo de su país: un Marruecos unido, solidario y moderno, donde el progreso no se mida únicamente en cifras, sino en la dignidad de sus ciudadanos. En palabras del propio rey, se trata de “una apuesta crucial que todos los actores deben asumir” para consolidar un futuro de bienestar y armonía social.

 

¿Un final para la Guerra de los ocho Estados?


 

Tras dos años de guerra en Medio Oriente, que involucró a ocho Estados, dejando un saldo de 67.000 muertos, miles de heridos y desplazados y destrucción al por mayor un acuerdo entre Israel y Hamás crea la esperanza de paz en la región. Este artículo resume el balance humano y estratégico de esos dos años, desgrana las consecuencias para cada actor implicado y plantea tres escenarios plausibles a partir del acuerdo recientemente anunciado.

Por Adalberto Agozino

Hace dos años, la madrugada del 7 de octubre de 2023, un asalto coordinado de Hamás a localidades del sur de Israel sacudió la región y abrió un ciclo de violencia que se ha prolongado, con diferentes intensidades y frentes, hasta la firma de la primera fase de un acuerdo entre Israel y Hamás en octubre de 2025.

El episodio inicial —que causó más de mil muertes israelíes y el secuestro de decenas de personas— desencadenó una respuesta militar masiva de Israel en la Franja de Gaza y una escalada regional que implicó directamente al territorio o las fuerzas armadas de ocho Estados: Israel, el proto Estado palestino de Gaza, Estados Unidos, El Líbano, Irán, Qatar, Siria y Yemen, e indirectamente al menos a otros tres: Egipto, Jordania y Turquía. Por lo que puede decirse que este conflicto constituyó una suerte de guerra mundial circunscripta a Medio Oriente.

El coste humano y material: cifras que pesan

Las cifras son, en sí mismas, una forma de contar la devastación. Según informes de Naciones Unidas y organizaciones humanitarias, el conflicto ha dejado más de 67.000 muertos palestinos, centenares de miles de heridos, 1,3 millones de desplazados y una destrucción casi total de la infraestructura civil en Gaza: hospitales, escuelas, redes de agua y viviendas. En Israel, los ataques del 7 de octubre y los enfrentamientos posteriores provocaron también miles de bajas y un trauma nacional que aún no cicatriza.

“Volví con imágenes que no se borran: niños sin extremidades, familias cavando fosas improvisadas con cucharas y hospitales que funcionan como morgues”, relató un trabajador humanitario de la ONU tras una misión a la Franja en junio de 2024. Sus palabras condensan la doble emergencia: la de las heridas causadas por la guerra y la de la erosión de los servicios básicos que mantiene viva a la población.

“Vi a mi hijo morir lentamente por falta de comida y medicinas”, confesó una mujer desplazada en testimonios reunidos por organizaciones de derechos humanos en 2025, que documentan casos de inanición y colapso sanitario entre los desplazados. Esos relatos han sido utilizados por ONGs para denunciar que, más allá de las víctimas directas de las bombas, millones sufren efectos indirectos letales.

Según France Press, la contienda fue particularmente letal para los hombre de prensa. Desde el 7 de octubre de 2023, 237 periodistas han perecido, más muertos que en las guerras de Corea, Vietnam, los Balcanes y Afganistán juntas.  

Israel la seguridad al precio de una sociedad fragmentada

Militarmente, Israel entró en una guerra a gran escala con el objetivo declarado de neutralizar la capacidad militar de Hamás y rescatar a los rehenes. Pero el costo interno ha sido profundo. El país vivió una movilización nacional sin precedentes y, al mismo tiempo, una crisis de confianza hacia el Gobierno y las Fuerzas de Defensa. La guerra unió a la población en los primeros meses, pero pronto reavivó divisiones políticas y protestas por la gestión del conflicto.

En Hostages Square, en Tel Aviv, decenas de familias han pasado jornadas enteras exigiendo la liberación de los suyos; “no podemos cerrar esta herida hasta que vuelvan”, repiten los manifestantes, según crónicas de agencias internacionales en octubre de 2025. La presión social por recuperar a los rehenes fue motor de la política israelí durante dos años.

Hamás: la lucha por la supervivencia

Hamás llegó al acuerdo tras más de dos años de asedio militar y costos operacionales muy altos. Aunque el movimiento islamista salió debilitado en términos militares y administrativos —con capacidad operativa reducida y un territorio devastado— mantiene una posición dentro de Gaza que le permite negociar intercambios y una salida política.

El gran interrogante es si esa negociación concluirá en la desmilitarización efectiva de la organización o en una suerte de statu quo vigilado: el acuerdo contempla liberación de rehenes y canje de prisioneros, pero deja abiertas las preguntas sobre el futuro del poder civil, la reconstrucción y la supervisión internacional en la Franja. Para Hamás, la supervivencia política puede exigir concesiones difíciles que tensionarán su base social

La población civil, sin embargo, ha pagado el precio más alto. “Escuchábamos bombas y rezábamos”, contó una médica que evacuó pacientes del hospital Shifa durante las ofensivas de 2024. Sus palabras reflejan la vida cotidiana en la Franja: entre sirenas, ruinas y la incertidumbre del siguiente ataque.

Líbano y Hezbolá: guerra abierta.

El conflicto se extendió pronto al norte. Hezbolá, que reaccionó a las operaciones israelíes en Gaza, lanzando ataques que derivaron en una intensa campaña entre Israel y las milicias shiítas en el sur del Líbano. El choque dejó miles de muertos y una devastación significativa en poblaciones libanesas cercanas a la frontera; por su parte, Israel sufrió pérdidas y daños en su territorio por cohetes y ataques transfronterizos.

“Perdimos casas, cosechas y a vecinos”, relató un agricultor de Bint Jbeil, en el sur del Líbano, a medios locales. Sus palabras resumen la devastación cotidiana de una guerra que no eligieron.

La muerte en 2024 del liderazgo de Hezbolá —un golpe simbólico y organizativo— no apagó su capacidad de ataque, aunque sí reconfiguró su estructura y su relación con Beirut y Teherán. La contienda en El Líbano demuestra cómo la guerra contra Hamás se convirtió en un conflicto regional con efectos más amplios sobre la seguridad estatal y la gobernabilidad en El Líbano.

“No confiamos en el futuro inmediato”, reconoció una vecina de Nabatieh a la prensa internacional. El cansancio colectivo en ese país se ha convertido en un límite político para las aventuras militares de la milicia chií.

Siria: campo de operaciones

Siria, aún desangrada por la guerra civil previa, fue escenario de ataques israelíes puntuales y de fricciones con milicias proiraníes. A lo largo de 2024–2025 las tensiones crecieron hasta escaladas localizadas entre Israel y fuerzas sirias o asentamientos de milicias aliadas de Irán, lo que contribuyó a convertir partes del territorio sirio en un teatro secundario pero significativo del conflicto regional. La volatilidad en su territorio complica cualquier marco de seguridad regional y ofrece a Teherán y Moscú nuevas palancas de influencia.

Irán: asimilar los daños

Irán, como patrocinador político y militar de Hezbolá y de otras milicias en la región, vio su papel reforzado en algunos frentes y costoso en otros. El conflicto incrementó su influencia sobre actores armados no estatales, pero también atrajo respuestas militares y sanciones que complicaron su economía y posicionamiento internacional. Irán ha encontrado, sin embargo, una rentabilidad estratégica al proyectar poder contra Israel mediante proxies, haciéndole pagar un precio político y militar a Tel Aviv sin confrontación directa masiva, aunque esa misma política provocó la intervención militar estadounidense y terminó por dañar su programa de desarrollo nuclear y además, alimentó la intervención naval contra objetivos iraníes y el aumento de presión de Estados Unidos y aliados en teatros como el Mar Rojo y el Golfo.

Los hutíes (Yemen): la guerra por procuración

El conflicto en Gaza incentivó la actuación de los hutíes en Yemen como instrumento de presión regional: ataques a la navegación en el Mar Rojo y el Golfo de Adén, interdicciones y el hundimiento de embarcaciones han llevado a respuestas militares multinacionales para proteger las rutas comerciales. Las ofensivas hutíes, alineadas con el eje proiraní, pusieron en riesgo el comercio global y forzaron operaciones internacionales —lideradas por Estados Unidos y aliados— en la zona, con costes tecnológicos y humanos. La persistencia de estos ataques y la respuesta naval han convertido al Mar Rojo en un frente adicional del conflicto regional

“Antes salíamos a pescar cada día; ahora no nos atrevemos”, dijo un pescador de Hodeida en reportes sobre el impacto de los ataques en la economía costera. ONG internacionales han documentado la pérdida de medios de vida y la inseguridad en la ruta del Mar Rojo.

Estados Unidos: los costos en tensiones domésticas y geopolíticas

La Casa Blanca y el Congreso han jugado un papel central: el apoyo militar y diplomático a Israel se mantuvo sólido, incluidas entregas de material y asistencia que crecieron desde 2024. Al mismo tiempo, la administración estadounidense tuvo que equilibrar el respaldo a la seguridad israelí con presiones humanitarias y críticas internacionales por la destrucción en Gaza. Además, la guerra reconfiguró prioridades estratégicas —con recursos desviados hacia el Mediterráneo oriental y el Golfo— y tensionó la política exterior en Washington en un momento de fracturas internas. La intermediación estadounidense para el acuerdo de octubre de 2025 aparece como un éxito de su diplomacia, aunque la sostenibilidad del arreglo depende de muchos factores en la región.

Consecuencias transversales

Más allá del teatro bélico, los efectos se extendieron a la diplomacia (una nueva oleada de mediaciones regionales), a la economía (caída del turismo, aumento del costo de la seguridad, impacto en el comercio marítimo), y a la sociedad (refugiados, trauma colectivo, radicalización y desgaste de la confianza en las instituciones). La reconstrucción de Gaza exige recursos y garantías de seguridad que los donantes internacionales y las potencias regionales aún no han acordado plenamente; la fragmentación política palestina dificulta además la entrega ordenada de ayuda y la gobernabilidad postconflicto.

Tres escenarios posibles tras el acuerdo Israel–Hamás

El acuerdo anunciado en octubre de 2025 abre una ventana de oportunidad, pero no garantiza una paz duradera. A continuación se detallan tres escenarios plausibles, con sus riesgos y probabilidades relativas.

Escenario 1 — Consolidación vigilada: tregua duradera con supervisión internacional (probabilidad: moderada)

En este escenario, la primera fase del acuerdo avanza: intercambio de prisioneros y rehenes, retirada de tropas israelíes de áreas urbanas y entrada sostenida de ayuda humanitaria. Mediadores (Egipto, Qatar, Turquía y la ONU) establecen mecanismos de verificación y una presencia civil internacional que supervisa la reconstrucción. Hamás se compromete a una política de menor hostilidad —no desmantelamiento inmediato, pero sí control sobre ataques— a cambio de una mejora palpable en las condiciones de vida en Gaza. La violencia se reduce considerablemente, y aunque la cuestión política final (estado, fronteras, soberanía) queda para negociaciones posteriores, la calma reduce ganancias para actores externos y limita la expansión del conflicto a terceros países. Este resultado exige que las grandes potencias (EE. UU., la UE) garanticen recursos sostenibles y que Hezbolá y los hutíes perciban que sus objetivos estratégicos pueden ser alcanzados sin escaladas adicionales.

Escenario 2 — Frontera de baja intensidad: tregua precaria y episodios de violencia (probabilidad: alta)

Aquí la tregua se mantiene de forma intermitente: se producen intercambios de prisioneros y alivios humanitarios, pero las raíces del conflicto —ausencia de una solución política global, frágil gobernanza en Gaza, presiones de los grupos armados y agendas regionales— generan rebrotes periódicos de violencia. Los incidentes pueden venir tanto de facciones disidentes dentro de Gaza como de Hezbolá en Líbano o ataques esporádicos desde Siria y Yemen. El comercio marítimo mejora pero permanece vulnerable a acciones de los hutíes; la reconstrucción es lenta y la inestabilidad política persiste. Este escenario alarga el sufrimiento civil y mantiene la presencia de actores internacionales en calidad de pacificadores temporales.

Escenario 3 — Deslizamiento hacia escalada regional (probabilidad: baja pero con alto impacto)

Si la implementación del acuerdo fracasa —por incumplimientos percibidos, un ataque sangriento que reactive la lógica de venganza, o una intervención directa de potencias regionales— el conflicto podría convertirse nuevamente en un enfrentamiento generalizado que arrastre a El Líbano (Hezbolá), Siria, fuerzas iraníes y una respuesta naval sostenida contra los hutíes. En ese caso, la fragmentación y la multiplicación de frentes podrían conducir a una guerra por delegación prolongada que paralice la reconstrucción, aumente las bajas civiles y desestabilice aún más a los gobiernos implicados. Aunque hoy este desenlace no parece el más probable, sus consecuencias serían estratégicamente devastadoras y costosas para todas las partes.

¿Qué hace falta para que la paz prospere?

Tres condiciones parecen imprescindibles para que el alto el fuego evolucione hacia una paz sostenible: 1) un mecanismo de verificación y presión internacional que impida la reanudación rápida de las hostilidades; 2) un plan creíble y transparente de reconstrucción de Gaza con garantías de que la ayuda no será desviada y que mejore las condiciones materiales de la población; y 3) una estrategia regional que incluya a Irán, Líbano, Turquía y actores del Golfo en acuerdos que reduzcan la lógica de guerra por delegación. Sin esos elementos, el acuerdo será, como otros en la historia de la zona, una pausa frágil entre episodios de violencia.

Epílogo

A dos años del 7 de octubre de 2023, el saldo es al mismo tiempo cuantitativo —números que miden muertos, heridos, desplazados y destrucción— y cualitativo: sociedades fragmentadas, generaciones arrancadas de su infancia, odios perdurables y deseos de venganza, tejidos urbanos y políticos rotos. El acuerdo de 2025 ofrece la primera posibilidad real de una tregua extensa desde aquel octubre de 2023; sin embargo, la paz no será sólo la ausencia de fuego, sino la construcción compleja y lenta de condiciones de seguridad, justicia y dignidad para civiles de ambas orillas. La historia inmediata de esta región, como tantas veces, dependerá no sólo de lo que acuerden los Estados y las milicias, sino de la voluntad internacional y regional para transformar un cese de hostilidades en un proyecto de convivencia.

domingo, 5 de octubre de 2025

Audaz y realista la diplomacia comercial de Marruecos, proyecta al Reino en el escenario Internacional


 

Bajo el certero liderazgo del rey Mohammed VI, Marruecos ha convertido la diplomacia comercial en el eje vertebrador de su política exterior y en una herramienta de desarrollo económico nacional.

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A lo largo de los últimos años, Rabat ha multiplicado sus acuerdos de libre comercio y asociaciones estratégicas, consolidando su posición como “puerta de África” y como actor económico de peso en el espacio euroatlántico y africano.

El reciente acuerdo agrícola rubricado con la Unión Europea en octubre de 2025 y la consolidación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos ejemplifican esta nueva etapa de expansión. Ambos hitos reflejan una diplomacia económica activa y planificada, impulsada directamente por las directrices reales que orientan la acción exterior hacia la apertura, la atracción de inversiones y la integración del Reino en las principales corrientes del comercio mundial.

Una diplomacia económica al servicio del desarrollo

El propio monarca ha subrayado en diversas ocasiones que la diplomacia marroquí debe situarse “al servicio del desarrollo nacional”. Con este propósito, Rabat ha reestructurado su aparato diplomático con la creación de la Dirección General de la Diplomacia Económica dentro del Ministerio de Asuntos Exteriores y el nombramiento de agregados económicos en la mayoría de sus embajadas.

Esta política permite capitalizar una amplia red diplomática —más de 110 embajadas y 60 consulados— y articular una agenda exterior orientada a la captación de inversiones, la promoción del producto marroquí y la apertura de nuevos mercados.

Desde el año 2000, Marruecos ha suscrito más de 1.000 acuerdos con países africanos y alrededor de 7.500 convenios internacionales, dos tercios de ellos durante el reinado de Mohammed VI. El resultado es un entramado de vínculos comerciales que abarca el mundo árabe, el Mediterráneo, Europa y América del Norte.

El acuerdo agrícola con la Unión Europea: una alianza renovada

El acuerdo agrícola firmado el 4 de octubre de 2025 en Bruselas marca un punto de inflexión en la asociación Marruecos–Unión Europea. El texto, suscrito por el embajador Ahmed Réda Chami ante la Unión Europea, amplía los beneficios comerciales de las provincias del sur del Reino, cuyos productos agrícolas disfrutarán de las mismas condiciones preferenciales que los del resto del país.

Además, introduce mejoras técnicas que facilitan la exportación y promueven la transparencia mediante un nuevo etiquetado que indica las regiones de origen —Laayún-Sakia el Hamra y Dajla-Ued Eddahab—. Esta medida no sólo refuerza la integración económica nacional, sino que consolida la legitimidad de Marruecos sobre sus territorios del sur a través de mecanismos comerciales.

El acuerdo es también la confirmación de una asociación multidimensional con la Unión Europea, que se remonta al Acuerdo de Asociación de 1996 y al Estatuto Avanzado de 2008. Bruselas y Rabat comparten intereses en materia de energía renovable, migración, seguridad y agricultura. En palabras de diplomáticos europeos, “Marruecos se ha convertido en el socio más estable y fiable de la UE en África y el mundo árabe”.

La asociación con Estados Unidos: un modelo africano

Al otro lado del Atlántico, Marruecos es el único país africano con un tratado de libre comercio con Estados Unidos, firmado en 2005 y plenamente vigente. Dos décadas después, el comercio bilateral se ha multiplicado por ocho, y el Reino se ha posicionado como el principal socio norteamericano en el norte de África

Un reciente informe del Departamento de Estado de EE. UU. publicado en octubre de 2025 reitera esta visión: Marruecos es “la puerta de entrada a África”, un país con estabilidad política, seguridad jurídica y una infraestructura logística avanzada, centrada en nodos como Casablanca Finance City y el puerto de Tánger Med.

Washington destaca también la convergencia de su cooperación con los objetivos del Nuevo Modelo de Desarrollo y la Estrategia Digital 2030 impulsados por el rey Mohammed VI. Estos programas buscan diversificar la economía, aumentar el peso de las energías renovables hasta el 40 % en 2035 y generar 240.000 empleos tecnológicos.

Diversificación global: África, el Golfo y América del Norte

El nuevo activismo exterior no se limita a Europa y América. Marruecos ha tejido alianzas estratégicas con Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y hermanos países africanos francófonos. El lanzamiento de líneas marítimas directas entre Tánger Med y el puerto saudí de Yeda o los proyectos conjuntos en energía y turismo con Riad ilustran la voluntad de equilibrar la balanza comercial y potenciar los flujos de inversión.

En África, el Reino mantiene una presencia empresarial sólida en sectores de infraestructura, finanzas, telecomunicaciones y agricultura. Marruecos se ha convertido en el segundo inversor africano en el continente, solo detrás de Sudáfrica, con una estrategia que combina intereses económicos con diplomacia cultural y religiosa.

El Centro Regional de Inversiones de Tánger-Tetuán-Alhucemas refleja esta vitalidad: solo en el primer semestre de 2024 gestionó inversiones por valor de 40.800 millones de dírhams (más de 4.000 millones de dólares), un 72 % más que el año anterior

Una visión real de largo alcance

Los avances de Marruecos en materia de comercio internacional no son casuales. Responden a una visión estratégica delineada por el rey Mohammed VI desde su ascensión al trono en 1999: convertir al Reino en un polo de estabilidad, modernidad y apertura en el norte de África.

En su discurso del Día Nacional de la Diplomacia Marroquí, el soberano definió a los embajadores como “soldados al servicio de los objetivos económicos del país”. Esta directriz se ha traducido en una diplomacia pragmática y orientada a resultados, que combina el prestigio político con la búsqueda de inversiones y la creación de empleo.

El éxito de esta política se mide tanto en la creciente integración de Marruecos en la economía global como en su capacidad para influir en las agendas regionales. Con acuerdos que abarcan desde la Unión Europea y Estados Unidos, hasta Turquía, Canadá o la Comunidad Económica y Monetaria del África Central, Rabat se posiciona como un actor bisagra entre África, Europa y América.

Hacia una nueva arquitectura comercial internacional

La diplomacia comercial marroquí se inscribe en un contexto mundial marcado por la transición energética, la digitalización y la competencia por los mercados africanos. Marruecos ha sabido leer esta coyuntura y proyectarse como un socio estable, previsible y abierto, capaz de ofrecer garantías a las empresas extranjeras y oportunidades a las locales.

Los acuerdos con Bruselas y Washington son las dos caras de una misma moneda: la consolidación de un modelo diplomático que combina apertura y soberanía, modernización y estabilidad. Un modelo que, según las palabras del presidente de la Comisión de la Unión Africana, “ha hecho de Marruecos un hub africano y un referente en la diplomacia económica continental”.

Con la mirada puesta en la organización del Mundial de Fútbol de 2030 junto a España y Portugal, y en la transición hacia una economía verde y digital, el Reino de Marruecos reafirma su papel como puente entre continentes y ejemplo de cómo una diplomacia inteligente puede transformar un país en un actor global.

 

jueves, 2 de octubre de 2025

El plan de paz de Trump para Gaza


 

Donald Trump ha vuelto a situar a Medio Oriente en el centro del tablero internacional con la presentación de un plan de paz de veinte puntos para Gaza.

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Este lunes acompañado por Benjamín Netanyahu en la Casa Blanca, el presidente estadounidense planteó una hoja de ruta que, de aceptarse, supondría el fin de la guerra que desde 2023 devasta la Franja y abriría paso a una etapa de transición bajo tutela internacional.

El plan, sin embargo, ha sido recibido con lecturas opuestas. Mientras Israel y gran parte del mundo árabe lo avalan, Hamás se encuentra ante un dilema existencial: aceptar un desarme que significaría su disolución política o rechazar la propuesta y exponerse a una ofensiva militar sin precedentes.

Un marco de veinte puntos

El proyecto contempla un alto el fuego inmediato, la liberación de rehenes israelíes y de prisioneros palestinos, la retirada gradual del ejército israelí, la entrada masiva de ayuda humanitaria y la creación de una “Junta de Paz” encabezada por el propio Trump y en la que participaría Tony Blair, además de expertos internacionales y palestinos no vinculados a milicias.

El texto exige la desmilitarización total de Hamás y la destrucción de su infraestructura bélica. En paralelo, una Fuerza Internacional de Estabilización, integrada por países árabes y apoyada por EE. UU., asumiría la seguridad en el territorio y entrenaría a un nuevo cuerpo policial palestino.

Aunque el plan menciona la “posibilidad futura” de un Estado palestino, evita comprometer un calendario, dejando la cuestión en suspenso. Ese silencio es, para muchos, su mayor debilidad.

Los aspectos positivos del plan

El mayor logro de la iniciativa reside en su capacidad de generar un consenso regional inédito. Qatar, Egipto, Arabia Saudí, Jordania, Emiratos Árabes Unidos y Turquía han mostrado su apoyo al plan, aislando políticamente a Hamás y empujándolo a negociar. También la Autoridad Palestina ha expresado disposición a participar en la reconstrucción, aunque con reservas.

En el terreno, la propuesta ofrece una perspectiva inmediata de alivio humanitario: el desbloqueo de la Franja, el envío masivo de medicinas, alimentos y agua, y el inicio de un plan de reconstrucción económica supervisado por la ONU. Para los más de 1,5 millones de gazatíes desplazados, agotados tras dos años de guerra, el plan representa la única esperanza de frenar la catástrofe.

Además, el acuerdo permitiría recuperar a los rehenes aún en poder de Hamás, un reclamo prioritario para la sociedad israelí.

Los aspectos negativos: protectorado y rendición

El plan también acumula críticas severas. Organizaciones palestinas y voces de la sociedad civil lo califican de “rendición impuesta” que excluye a los propios palestinos de decidir su futuro. El diseño de una Gaza administrada por una Junta de Paz liderada por Trump se interpreta como un modelo paternalista, o incluso neocolonial.

Otro punto controvertido es el desarme obligatorio de Hamás. Para el movimiento islamista, renunciar a sus armas equivale a disolverse. La Yihad Islámica Palestina ya ha rechazado de plano el plan, y sectores duros de Hamás advierten que aceptarlo sería suicida.

También en Israel hay divisiones. Netanyahu apoya el plan, pero enfrenta la oposición de sus socios de ultraderecha, que lo acusan de “fracaso diplomático”. Para ellos, el fin de la guerra limitaría sus aspiraciones de recuperar Gaza por la fuerza y pondría en riesgo la coalición de gobierno.

Por último, la ausencia de un horizonte claro para un Estado palestino mantiene abierta la herida histórica del conflicto.

Cómo interpretan el plan los actores involucrados

Estados Unidos

Para Trump, el plan representa un triunfo personal y diplomático. El presidente lo calificó de “uno de los días más grandes de la civilización”, presentándose no solo como mediador, sino como garante y protagonista directo del proceso. Washington interpreta el acuerdo como un “punto de no retorno” en el que Hamás debe elegir entre desarmarse o desaparecer. La administración republicana subraya, además, que el plan podría consolidar los Acuerdos de Abraham de 2020 y extender la normalización entre Israel y el mundo árabe.

Para el presidente Donad Trump, en lo personal, lograr un alto alfuego duradero en Gaza lo acercaría a su objetivo de obtener el Premio Nobel de la Paz, equiparándose con su rival demócrata Barack Obama, y le dejaría las manos libres para su segundo obtetivo: imponer la paz entre Ucrania y Rusia.

Israel
Netanyahu respalda públicamente el plan porque cumple con los objetivos militares: debilitar a Hamás, liberar a los rehenes y asegurar que Gaza no vuelva a ser una amenaza. Pero en el interior de su gobierno la propuesta provoca fisuras. Los socios de ultraderecha acusan al primer ministro de “claudicar” y advierten que aceptar el plan podría significar el final de la coalición. Netanyahu, pragmático, mantiene un doble discurso: apoya el texto ante la comunidad internacional, pero insinúa ante sus aliados que Israel mantendrá presencia militar en partes de Gaza, incluso si el plan avanza.

Hamás
El grupo islamista percibe el plan como una “rendición impuesta”. Sus líderes rechazan de plano la exigencia de desarme y ven con recelo la creación de una Fuerza Internacional de Estabilización, que consideran una nueva forma de ocupación. Al mismo tiempo, Hamás afronta divisiones internas: mientras la facción política en Doha evalúa un sí condicionado, los mandos militares dentro de Gaza insisten en continuar la resistencia armada. Para la milicia, entregar de golpe a todos los rehenes supondría quedarse sin su última carta de negociación

La Autoridad Palestina (ANP)

La dirigencia de Fatah en Cisjordania celebra los esfuerzos diplomáticos de Washington, pero denuncia que el plan legitima la exclusión de los palestinos de la toma de decisiones. Mahmoud Abbas ha mostrado disposición a participar en la reconstrucción de Gaza, aunque dirigentes de su círculo advierten que el esquema podría fracturar aún más la unidad nacional palestina.

El club de los mediadores árabes (Qatar, Egipto, Turquía)

Estos países han desempeñado un papel esencial. Qatar y Egipto presionan a Hamás para aceptar la iniciativa, conscientes de que un rechazo podría desencadenar una ofensiva israelí devastadora. Turquía, tradicional aliada del grupo islamista, intenta suavizar las condiciones del plan, pero también se muestra pragmática: prefiere un acuerdo imperfecto antes que un Gaza arrasada. Para el bloque árabe, el plan supone la oportunidad de estabilizar la región y evitar un desbordamiento del conflicto.

La Liga Árabe

La organización panárabe está dividida. Algunos Estados lo consideran un punto de partida positivo, mientras que otros lo tachan de “suicida” por las exigencias de desarme inmediato y la indefinición sobre la retirada israelí. El secretario adjunto Hosam Zaki alertó de que el texto contiene cláusulas “inaceptables” y que la falta de concreción deja a los palestinos en una situación vulnerable.

Europa y la ONU

La Unión Europea ha recibido el plan con cautela, valorando la apertura humanitaria pero recordando que la solución debe incluir el derecho de autodeterminación palestino. Naciones Unidas lo interpreta como una oportunidad para abrir un corredor humanitario estable, aunque advierte de que la “Junta de Paz” no puede sustituir la voluntad soberana de los palestinos.

La sociedad civil en Gaza

Los testimonios recogidos en medios internacionales revelan una postura ambivalente. Muchos gazatíes desconfían de Trump y de Israel, pero al mismo tiempo confiesan que apoyarían “cualquier plan que acabe con la guerra”. Exhaustos y devastados, priorizan el alto el fuego inmediato por encima de la arquitectura política que pueda surgir después.

Tres escenarios posibles

  1. Aceptación condicionada de Hamás

Hamás, bajo presión de Qatar, Egipto y Turquía, podría aceptar el plan con reservas, exigiendo garantías sobre la retirada total de Israel y revisiones en las cláusulas sobre desarme y gobernanza. Sería el escenario más estable a corto plazo, aunque con enormes dificultades de implementación y tensiones internas dentro del movimiento palestino.

  1. Rechazo y escalada militar

Si Hamás opta por rechazar la propuesta, Trump ya ha dado “luz verde” a Israel para intensificar la ofensiva. Este escenario conduciría a una guerra total en Gaza, con un saldo devastador en vidas humanas y el riesgo de una crisis regional mayor. Netanyahu, respaldado por Washington, podría buscar la destrucción definitiva de Hamás.

  1. Aceptación parcial y bloqueo político

Una tercera opción sería un sí ambiguo por parte de Hamás, que aceptase el alto el fuego y la liberación de rehenes, pero dilatase su desarme y su salida del poder. Esto permitiría un alivio inmediato de la situación humanitaria, pero mantendría un conflicto latente. El resultado sería una Gaza fragmentada, bajo control parcial de fuerzas internacionales, con una paz frágil y susceptible de romperse en cualquier momento.

Entre la esperanza y el abismo

El plan de Trump para Gaza no garantiza la paz, pero redefine los términos del conflicto. Por primera vez en dos décadas, la comunidad internacional y gran parte del mundo árabe se alinean en torno a una propuesta que podría acabar con la guerra. Pero esa misma unidad deja a Hamás en la encrucijada: aceptar una desmovilización que amenaza su existencia, o arrastrar a Gaza a un desenlace aún más sangriento.

El reloj corre. Trump ha dado apenas “tres o cuatro días” para una respuesta. En Oriente Próximo, como tantas veces, la paz depende de una delgada línea entre la diplomacia y la guerra.

 

lunes, 29 de septiembre de 2025

Adiós a Said El Jadidi, un querido amigo marroquí y una voz que enlazaba culturas


 

 Hay noticias sobre las que a todo periodista le resulta duro escribir, las que hablan de la muerte de un querido amigo. La muerte de mi querido amigo, el periodista marroquí Said El Jadidi me ha provocado un dolor que me hace difícil el escribir y solo encuentro fuerzas para hacerlo porque sé que el habría esperado que así lo hiciera.

No solo ha partido un periodista de raza y un pionero del periodismo en español en Marruecos; se ha marchado un amigo, un hermano mayor que con su voz serena y su sonrisa cálida me enseñó como forjar lazos de amistad entre Marruecos y el mundo hispano y latinoamericano.

El hombre detrás del periodista

Said había nacido en Tetuán, y siempre llevaba esa tierra en la mirada. Se formó en Inglaterra y España, pero jamás perdió el pulso de Marruecos. Volvió porque sentía que aquí estaba su misión: tender puentes. Lo hizo desde la Radio Televisión Marroquí, donde se convirtió en el primer presentador de informativos en español. Quienes lo vimos en esa pantalla recordamos no solo la impecable dicción, sino también la tranquilidad que transmitía, como si dijera: “Confía, esta noticia está contada con respeto”.

Un puente entre orillas

Su verdadero legado está en haber demostrado que Marruecos y el mundo hispano no son extraños, sino vecinos que pueden entenderse. Said hablaba en español con acento marroquí, y lo hacía con orgullo. En cada artículo, en cada informativo, en su portal Info Marruecos o en su blog Con Acento Marroquí, con el que tuve el honor de colaborar, él nos recordaba que las palabras no tienen fronteras.

A veces bromeaba diciendo: “Soy más español que muchos españoles y más marroquí que muchos marroquíes”. En realidad, era ambas cosas a la vez: un ciudadano del diálogo.

El maestro discreto

Nunca le gustó presumir de sus logros, aunque eran muchos. Colaboró con El País, con TVE, con medios latinoamericanos, y en los noventa fue condecorado por España con la Orden al Mérito Civil. Pero si uno le preguntaba, cambiaba de tema. Él prefería hablar de literatura, de música o de fútbol. Y, sobre todo, le gustaba hablar de la vida, con esa calma contagiosa que lo hacía un conversador único.

Muchos periodistas marroquíes, españoles y argentinos lo considerábamos un maestro, aunque él nunca aceptó ese título. Para Said, enseñar consistía en abrir puertas, no en dar lecciones. A mi particularmente, me abrió las puertas de sus publicaciones con una generosidad poco común en estos tiempos.

El amigo que se nos va

La última vez que lo vi, fue también nuestro primer encuentro personal ocurrió durante mi última visita a Rabat en 2018. Said tuvo la deferencia de viajar desde Tetuán a Rabat, tan solo para compartir un breve encuentro de una hora en el hotel donde me alojaba. Yo integraba una delegación de la Asociación de Amigos del Reino de Marruecos en Argentina y tenía una agenda muy estricta.

En esa oportunidad, intercambiamos algunos presente y mucho afecto. Luego hablamos de los vínculos entre Argentina y Marruecos. En ese momento no imaginaba que sería nuestra despedida. Hoy, al recordar esa mañana, siento un nudo en la garganta.

Su ausencia duele, pero también deja una herencia enorme: la certeza de que el periodismo puede ser diálogo, respeto y puente entre los países hermanos.

Hasta siempre, amigo Said

Decir adiós a Said El Jadidi no es sencillo. Su voz se ha apagado, pero quienes lo conocimos sabemos que seguirá resonando en cada crónica en español sobre la realidad marroquí.

Descansa en paz, querido amigo. Gracias por la luz, por la calma, por la sonrisa. Donde quiera que Dios te haya recibido hasta allí llegara como siempre mi fraternal abrazo.

 

Moldavia: un tablero geopolítico en tensión


 

El domingo 28 de septiembre de 2025 Moldavia celebró unas elecciones parlamentarias observadas con atención por Bruselas, Moscú y las capitales vecinas.

Contenido:

El resultado de los comicios del pasado domingo —una victoria clara del Partido de la Acción y la Solidaridad (PAS), la formación pro-europea vinculada a la presidenta Maia Sandu— reafirma el giro occidental de la política moldava y abre una nueva fase en la relación con Rusia y en el intento de Chişinău por aproximarse a la Unión Europea. Según conteos y recuentos oficiales, PAS obtuvo algo más del 50% de los votos y una mayoría de escaños que le permite gobernar con relativa comodidad y en solitario. La votación estuvo marcada por incidentes de desinformación, amenazas y acusaciones de intentos de injerencia desde Moscú.

¿Por qué importa Moldavia en el escenario europeo?

Moldavia es, en términos geoestratégicos, un país pequeño, con apenas 2,6 millones de habitantes y un PIB per capita de los más bajos de Europa, pero situado en un lugar crítico: limita con Ucrania y está a dos horas de avión de la capital de Rumanía, miembro de la OTAN y la UE. Además de su posición en la orilla occidental del Dniéster, Moldavia contiene dos factores que multiplican su importancia: la existencia de la región separatista de Transnistria y una extensa diáspora que influye en la política interior. El avance de un gobierno pro-europeo en Chişinău no es sólo una decisión doméstica: constituye un movimiento que, si se consolida, cambia el equilibrio en la periferia oriental de la UE y plantea desafíos directos a la capacidad de Rusia para proyectar influencia en la región. Esa trascendencia es hoy la razón por la que la UE, Estados Unidos y la OTAN siguen con máximo interés los pasos de Moldavia.

Moldavia y Rusia: memoria histórica

La relación entre Moldavia y Rusia tiene raíces profundas en la historia soviética. La república moldava formó parte de la Unión Soviética como la República Socialista Soviética de Moldavia; allí se implementaron políticas de ingeniería cultural y demográfica que acabaron por consolidar identidades y líneas divisorias (entre la Moldova de lengua románica y las poblaciones rusófonas/ukrainófonas, especialmente en la franja del Dniéster). Tras la disolución de la URSS, la independencia de 1991 dejó múltiples legados: economía dependiente de mercados orientales, infraestructuras energéticas conectadas a Rusia y la huella de ejércitos y aparatos administrativos rusos que favorecieron, a comienzos de los 90, la creación de la entidad de facto de Transnistria, un seudo Estado que carece de reconocimiento internacional y donde Rusia mantiene 1.500 efectivos de su Ejército. Esa historia explica por qué Moscú conserva palancas (idioma, redes empresariales, militares y mediáticas) que van más allá de la mera vecindad.

Qué puede cambiar si Moldavia avanza hacia la UE o la OTAN

Un avance real hacia la adhesión a la Unión Europea o la OTAN implicaría transformaciones de largo alcance —económicas, institucionales y de seguridad— y a la vez provocaría reacciones de Moscú porque reduciría las zonas grises donde ejerce influencia.

  • Si Moldavia se acerca a la UE: la integración económica y la convergencia regulatoria harían que las empresas y las élites moldavas se anclaran progresivamente al mercado europeo. Habría incentivos masivos para reformas anticorrupción y judiciales. Sin embargo, la UE no ofrece de inmediato garantías de seguridad; por tanto, aunque el acercamiento debilitaría la influencia rusa en lo económico y mediático, no eliminaría el riesgo de coerción a través de energía, desinformación o apoyos a movimientos locales prorrusos.
  • Si Moldavia intentara acercarse a la OTAN: la opción es la más explosiva geopolíticamente. La OTAN es una alianza de seguridad; la adhesión de un país con un conflicto congelado (Transnistria) y presencia militar rusa en su territorio virtualmente garantiza una nueva línea de fricción con Moscú. En la práctica, la entrada en la OTAN es políticamente más difícil y más remota que la adhesión a la UE, pero su mera discusión aumentaría la tensión regional y la probabilidad de medidas de presión de Rusia.

Los instrumentos de presión de Rusia sobre Moldavia hoy

Rusia dispone de varios resortes para influir en Chişinău: presencia militar (las fuerzas vinculadas a Transnistria), control (parcial) de suministros energéticos, la influencia sobre sectores rusófonos y la capacidad de desinformación y operaciones cibernéticas (prácticas documentadas en los últimos procesos electorales). Tras las elecciones, Moscú ya señaló críticas sobre el proceso. Por ejemplo, denuncias por la limitación de mesas de votación en Rusia para la diáspora. El Kremlin ha denunciado que mientras que en España se abrieron 15 centros de votación, en Rusia solo funcionaron 2 centros. También criticó que no se permitieran observadores rusos de la Duma Estatal en la misión de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) y advirtió sobre supuestas irregularidades, en una narrativa que sirve tanto para justificar medidas como para erosionar la legitimidad del gobierno vencedor.

Tres escenarios probables para Moldavia y sus relaciones con Rusia

A continuación se plantean los tres escenarios que reúnen mayor probabilidad en el horizonte de mediano plazo. Los escenarios no son mutuamente excluyentes; contienen variables que pueden superponerse.

1) Consolidación pro-europea (escenario optimista pero exigente) — Probabilidad: media

Descripción: Con mayoría parlamentaria estable, el gobierno de PAS impulsa reformas administrativas, avances hacia la armonización legislativa con la UE y una campaña diplomática efectiva. La UE responde con asistencia técnica, acuerdos sectoriales y un calendario de acercamiento que concrete la candidatura otorgada en 2022. La economía mejora gradualmente y la migración y diáspora siguen estrechando los vínculos con Europa.

Riesgos y límites: la adhesión plena es larga; las reformas internas son costosas políticamente y pueden generar resistencias. Rusia recurre a presiones energéticas, campañas mediáticas y apoyo encubierto a actores prorrusos (principalmente en Transnistria y Gagauzia), pero sin escalada militar directa. Resultado: Moldavia se desplaza hacia la órbita europea, reduce la dependencia rusa y las tensiones se gestionan a través de la diplomacia y la asistencia occidental.

2) Estancamiento y conflicto híbrido (escenario más probable) — Probabilidad: alta

Descripción: PAS gobierna, pero la combinación de tensiones domésticas (economía, corrupción persistente) y las tácticas de Rusia (desinformación, limitación de mercado energético, movilización de la diáspora prorrusa) generan un estancamiento. Transnistria continúa como zona de inestabilidad latente; incidentes fronterizos, cortes de gas o bloqueos comerciales se vuelven instrumentos recurrentes.

Riesgo real: episodios de violencia local o campañas masivas de protesta organizadas desde el exterior que buscan desgastar al gobierno pro-UE. La integración europea avanza a ritmo lento; la OTAN permanece fuera del horizonte inmediato. Resultado: consolidación incompleta del rumbo europeo, continuas crisis de baja intensidad y alta vulnerabilidad estratégica. Este escenario es el más consistente con la historia reciente y el patrón de “presión sin guerra” que ha caracterizado la política rusa en la periferia.

3) Retroceso hacia la neutralidad forzada o compromiso (escenario pesimista) — Probabilidad: baja-media

Descripción: Si los factores económicos y sociales se combinan con una campaña política prorrusa eficaz (y con fallos de la coalición gobernante), Moldavia puede ver un retroceso: acuerdos de “neutralidad reforzada”, compromisos sobre el estatus de Transnistria o gobiernos que busquen un equilibrio entre Occidente y Moscú.

Condicionantes: tal retroceso requeriría una derrota política clara del bloque pro-europeo en alguna votación clave o una crisis económica que movilice a las clases populares contra las reformas. Resultado: un periodo de mayor ambigüedad estratégica donde ni la UE ni Rusia obtienen una victoria decisiva; la región se estabiliza en un limbo que en el largo plazo puede perpetuar la fragilidad democrática y económica de Moldavia

Riesgos inmediatos y recomendaciones estratégicas

Riesgos principales: escalada de operaciones de desinformación, uso del suministro energético como palanca coercitiva, instrumentalización de la diáspora y, sobre todo, el factor Transnistria, donde la presencia de efectivos y armamento ligados a Rusia constituye la amenaza más directa a la integridad territorial.

Recomendaciones generales (para actores occidentales y para Chişinău):

  • Aumentar la asistencia técnica para reformas judiciales y anticorrupción; la legitimidad interna es la mejor defensa contra campañas externas.
  • Diversificar el aprovisionamiento energético y blindar la infraestructura crítica.
  • Intensificar el apoyo a la sociedad civil y medios independientes para contrarrestar la desinformación.
  • Mantener canales diplomáticos con Rusia para reducir el riesgo de escalada, a la vez que se refuerzan las garantías políticas y económicas desde la UE.

Conclusión

Las elecciones del 28 de septiembre confirman un momento clave: el electorado moldavo, al menos en esta vuelta, se ha pronunciado mayoritariamente a favor de un proyecto pro-europeo. Pero la realidad estratégica de Moldavia —fronteras con Ucrania, la anomalía de Transnistria y la historia de vínculos soviéticos— convierte a ese mandato en el primer eslabón de una carrera incómoda. La evolución dependerá tanto de la capacidad del gobierno para traducir votos en reformas y prosperidad, como de la habilidad de la Unión Europea y sus aliados para ofrecer incentivos creíbles y protección frente a la amplia gama de tácticas que Rusia ya ha utilizado en la región. En el mejor de los casos, Moldavia puede desplazar su anclaje hacia Europa sin rupturas; en el peor, la disputa por su órbita seguirá siendo fuente de inestabilidad —pero ahora queda claro que el mapa político interno ha dado un paso en la dirección de Bruselas.