lunes, 22 de diciembre de 2025

Las tierras raras, el nuevo eje invisible del poder global


  

De la transición energética a la industria militar, estos diecisiete elementos químicos se han convertido en un recurso estratégico comparable al petróleo del siglo XX. China domina su producción y refinado, Estados Unidos y Europa buscan reducir su dependencia y países como la Argentina aparecen en el radar geopolítico como reservas aún poco explotadas, atravesadas por dilemas ambientales, económicos y de soberanía.

Contenido:

Las tierras raras ya no son una cuestión de laboratorio ni una nota al pie en los informes científicos. En los últimos años han pasado a ocupar un lugar central en la disputa por el poder global, al punto de convertirse en uno de los insumos más sensibles de la economía mundial y de la seguridad internacional. Invisibles para el gran público, pero omnipresentes en la vida cotidiana, estos elementos químicos sostienen desde los teléfonos inteligentes hasta los misiles de última generación, desde los aerogeneradores que simbolizan la transición energética hasta los sistemas de guiado que definen la superioridad militar de las potencias.

Pese a su nombre, las tierras raras no son ni tierras ni particularmente raras. El término designa a un grupo de 17 elementos químicos —el escandio, el itrio y los quince lantánidos— relativamente abundantes en la corteza terrestre. Su “rareza” reside en otra parte: rara vez aparecen en concentraciones suficientemente altas como para que su explotación sea rentable y, sobre todo, su separación y refinado son procesos técnicamente complejos, costosos y altamente contaminantes. Ese cuello de botella explica por qué el verdadero poder no reside solo en poseer yacimientos, sino en dominar la cadena industrial que va de la mina al producto final.

Entre estos elementos hay nombres que se repiten una y otra vez en los documentos estratégicos. El neodimio y el praseodimio son esenciales para fabricar imanes permanentes de altísima potencia, indispensables para los motores de los vehículos eléctricos, las turbinas eólicas, los drones y los discos duros. El disprosio y el terbio aportan estabilidad térmica a esos imanes. El europio y el itrio permiten la luminiscencia de pantallas, luces LED y sistemas de señalización. El lantano y el cerio son claves en catalizadores industriales y refinerías, mientras que el gadolinio cumple un rol central en la medicina y la industria nuclear. La mitad del consumo mundial de tierras raras se concentra en imanes y procesos de catálisis, los segmentos de mayor valor económico y mayor sensibilidad geopolítica.

Su importancia económica se ha disparado al calor de la transición energética. Lejos de reducir la dependencia de los recursos naturales, el paso de los combustibles fósiles a las energías renovables ha trasladado esa dependencia hacia nuevos minerales críticos. La Agencia Internacional de la Energía estima que, si el mundo pretende cumplir los objetivos climáticos, la demanda de tierras raras deberá multiplicarse por diez antes de 2030. En ese escenario, garantizar el suministro se ha convertido en una prioridad estratégica comparable a la seguridad energética del siglo pasado.

El componente militar refuerza aún más esa centralidad. Las tierras raras están presentes en radares, sistemas de visión nocturna, satélites, misiles de precisión, aviones de combate y submarinos. La tecnología que define el equilibrio de poder en los conflictos contemporáneos depende de estos materiales. Por eso figuran en las listas de “minerales críticos” de Estados Unidos, la Unión Europea y sus aliados, y por eso su control se ha vuelto un asunto de seguridad nacional.

El mapa global muestra un dominio claro: China. El gigante asiático concentra cerca de la mitad de las reservas mundiales y controla alrededor del 70 % de la producción y casi el 90 % de la capacidad de refinado. Durante décadas, Pekín aceptó los costos ambientales y sociales que Occidente rechazó, desarrolló conocimiento técnico, infraestructura industrial y una política de largo plazo que hoy le permite utilizar las tierras raras como una poderosa herramienta geopolítica. Las restricciones a la exportación y los controles administrativos se han convertido en un instrumento de presión en el marco de las disputas comerciales y tecnológicas con Estados Unidos y Europa.

Washington, que fue pionero en la explotación de estos minerales en la segunda mitad del siglo XX, perdió terreno y ahora intenta recuperar capacidades. Australia, Canadá, Brasil, Vietnam, Rusia y Groenlandia aparecen como proveedores alternativos en una estrategia de diversificación destinada a reducir la dependencia china. Europa, por su parte, promueve la exploración, el reciclaje y la reapertura de minas, aunque choca con resistencias sociales y regulaciones ambientales estrictas que encarecen y ralentizan los proyectos.

Esta competencia ha dado lugar a una nueva carrera extractiva global, una suerte de guerra fría mineral en la que se combinan inversiones, acuerdos diplomáticos, presiones comerciales y conflictos indirectos. Ucrania, con importantes reservas, se ha convertido en un ejemplo de cómo los minerales críticos se entrelazan con la geopolítica de la guerra, la ayuda militar y la reconstrucción económica.

En ese tablero aparece también la Argentina. Estudios oficiales han identificado la presencia de tierras raras en provincias como Salta, Jujuy, San Luis, Santiago del Estero, Córdoba, Buenos Aires, Chubut y Santa Cruz, además de indicios en la plataforma continental. Sin embargo, la experiencia productiva es mínima y remota: la única explotación registrada data de mediados del siglo XX. El país cuenta con capacidades científicas relevantes, universidades y centros de investigación que trabajan sobre estos elementos, pero enfrenta obstáculos estructurales: falta de inversiones, ausencia de tecnología de refinado, marcos regulatorios inestables y un debate social cada vez más intenso sobre los impactos ambientales de la megaminería.

La atención internacional sobre los minerales críticos ha vuelto a colocar a la Argentina en el radar de las grandes potencias. Memorandos de entendimiento, acuerdos de cooperación y promesas de financiamiento se entrelazan con la urgencia económica y con un modelo que vuelve a apostar por la explotación de recursos naturales como vía rápida de inserción global. El interrogante de fondo es si el país logrará convertir ese potencial en una estrategia de desarrollo industrial y tecnológico o si reproducirá, una vez más, un esquema primario-exportador, ahora bajo el ropaje verde de la transición energética.

Las tierras raras condensan, en definitiva, las tensiones del mundo contemporáneo. Son indispensables para la descarbonización y la revolución digital, pero su extracción conlleva costos ambientales elevados. Prometen autonomía energética, pero generan nuevas dependencias geopolíticas. Para la Argentina y para buena parte del Sur Global, el desafío consiste en decidir si estos minerales serán una palanca de soberanía y valor agregado o apenas el último botín de una competencia global cada vez más áspera y desigual.

 

sábado, 20 de diciembre de 2025


 Entrevista a Hach Ahmed Bericalla, Secretario del Movimiento Saharaui por la Paz

He tenido la posibilidad de realizar una entrevista al primer secretario del Movimiento Saharaui por la paz. Seguidamente transcribo nuestro diálogo.

 

1.- Adalberto Agozino: Para un mejor conocimiento del público latinoamericano, ¿cómo definiría al Movimiento Saharaui para la Paz?

Hach Ahmed Bericalla: Una propuesta oportuna razonable, realista y viable para lograr una solución digna a los saharauis tras medio siglo de guerra, dolor y exilio.

 

2.- A. A.:¿Cuándo, cómo y por qué nació el MSP?

H. A. B.: Nació para colmar un déficit democrático y la ausencia de un debate sincero dentro del Polisario. Es el fruto de una reflexión inevitable de gente que ha sufrido en carne propia las consecuencias del conflicto y que ya no comparte la idea de un viaje hacia ninguna parte ni de sacrificios inútiles

 

3.- A. A.: ¿Quiénes integran el MSP? ¿Cuáles son sus dirigentes?

H. A. B.: El MSP reúne a un conjunto heterogéneo de personalidades  y grupos representativos de la sociedad saharaui: desde ex militares que construyeron las glorias del pasado hasta notables descendientes de los miembros de la Asamblea del Sáhara durante la época española pasando por ex diplomáticos y altos cargos civiles del Polisario e incluso supervivientes de la represión que ejerció el Polisario durante los años de plomo en los campamentos de Tindouf. También personalidades y cuadros, mujeres y hombres jóvenes que nunca salieron del territorio.. Creo que es un mosaico  muy representativo de la opinión mayoritaria hoy día en el Sáhara Occidental.

 

4.- A. A.: ¿Desde su nacimiento, cuáles han sido los principales logros del MSP?.

H. A. B.: El principal logro es superar sanos y salvos  la enorme y feroz campaña de descrédito, manipulación y linchamiento social que suele desatar la maquinaria de propaganda del Polisario para desacreditar cualquier intento de salir de su “redil” y expresar libremente una opinión política. En estos cinco o seis años de existencia el MSP ha logrado afianzarse como el intento más serio y coherente de proponer una alternativa al proyecto utópico del Polisario.

En el territorio y en los campamentos de Tindouf, así como en Mauritania y en la diáspora contamos ya con una estructura organizativa sólida, un discurso político pragmático sólido y convincente

 En el plano Internacional el MSP ha tenido una presencia notable en los continentes americano y europeo. Visitamos Argentina, Paraguay, Estados Unidos y las instituciones europeas en Bruselas. Hemos organizado tres conferencias internacionales por la Paz con una presencia significativa de personalidades políticas de peso, la última de ellas en Canarias (España) a principios del año en curso. En términos generales el balance no es magro si se tiene en cuenta que el MSP nació en el comienzo de la epidemia de COVID, abril de 2020 y no contamos con el apoyo de ninguna potencia.

En términos políticos y de opinión publica creo que hemos demostrado que en la sociedad saharaui es posible y necesario el multipartidismo tras medio siglo de monopolio por parte del Polisario y que hay opciones alternativas y salidas honorables frente a  la capitulación y la incertidumbre de las utopías.

En el primer semestre del año 2026 tenemos la oportunidad de hacer balance del proyecto a través de nuestro Segundo Congreso. El desafío no sólo estriba en afianzarnos para incidir en el curso de los acontecimientos y por consiguiente en la solución, sino en ser una referencia en la etapa post solución.

 

5.- A. A.: ¿Cuál es la relación del MSP con  otras organizaciones internacionales?

H. A. B.: Hemos abierto muchos canales de comunicación con distintas fuerzas políticas en Europa y los países de la región y algunas incursiones en las instituciones europeas. Este año el MSP ha conocido una progresión diplomática sin precedente como ha sido el ingreso como miembro de la Internacional Socialista y la participación en sus dos últimos Consejos en Estambul (Turquía) y la Valeta ( Malta). También ha sido importante la participación por primera vez en la Cuarta Comisión de la ONU en octubre pasado. Por primera vez emergió en estás tribunas una voz saharaui diferente que apuesta por la paz, por la solución sin vencidos ni ganadores, por la democracia y la pluralidad. Estás son las señas y el principal activo del MSP.

 

6.- A. A.: ¿Podría describir brevemente los objetivos que persigue el MSP a corto y mediano plazo?

H. A. B.: A corto plazo, sin duda es contribuir a que no se pierda la oportunidad representada por la nueva dinámica en favor de un arreglo político. No se sabe a ciencia cierta los próximos eventos ni la agenda que maneja el enviado de la ONU. Tenemos la sensación y se percibe indicios serios de que el año 2026 será decisivo.

A medio plazo entrar en la etapa de la consolidación de nuestro proyecto para estar listo de cara a la etapa post solución. El segundo Congreso será la ocasión para catapultar el MSP hacia el futuro de paz, reconciliación y convivencia  y prosperidad conque sueñan los saharauis en su conjunto

 

7.- A. A.: ¿Cuáles son los vínculos actuales con Naciones Unidas?

H. A. B.: Como le dije participamos por primera vez en la sesiones de la Cuarta Comision en octubre pasado.Nuestra intervención no ha dejado lugar a dudas respecto a nuestra independencia y al equilibrio, moderación y pragmatismo de nuestro enfoque. Pero quizá lo más relevante hasta ahora es la comunicación abierta que tenemos con el Enviado de la ONU y con el Secretario General, Antonio Guterres. Esperamos y deseamos que se democratice el proceso político y  podamos tener la posibilidad de contribuir a los diálogos.  Creo que es la mejor receta para salir del círculo vicioso que por décadas han alimentado dos posturas irreconcionables y evitar un nuevo colapso de las negociaciones…

 

8.- A. A.: ¿Qué propone el MSP para resolver el conflicto del Sáhara?.

H. A. B.: Nuestra propuesta sin entrar en detalles es una formula política en la que no haya vencidos ni vencedores. Soy de los que creen firmemente en el milagro de la paz y que cueste lo que cueste y con todas las desventajas que pueda implicar es el mejor destino que podemos ofrecer a nuestra gente tras medio siglo de sufrimiento y desesperanza. Por muy pesimista que pueda ser y aunque no hay punto de comparación siempre será infinitamente mejor que la “paz” de Gaza suscrita por potencias muy influyentes.

9.- A. A.: ¿Cuál es la posición del MSP con respecto de la Propuesta para la Negociación de un Estatuto de Autonomía para la región del Sáhara presentada, en 2007, por el Reino de Marruecos?

H. A. B.: Respecto a la propuesta tal y como quedó resumida en 2007 nuestra opinión es la que manifestamos en su momento: el contenido era insuficiente pero puede suponer un punto de partida para la búsqueda del arreglo. Esperamos la nueva versión, más ampliada y detallada que las autoridades marroquíes prometieron presentar tras la última resolución del Consejo de Seguridad. Soy optimista. Creo que el futuro es prometedor.

 

10.- A. A.: ¿Qué opina el MSP sobre la reciente resolución de Naciones Unidas considerando al Estatuto de Autonomía como la única solución posible y justa para el diferendo del Sáhara?

H. A. B.: Debo decir que es un escenario que no nos pillo por sorpresa y que lo anticipamos desde el primer momento. Lo que sorprende es la firmeza con la que ha sido formulada la resolución 2797 por parte de la nueva administración del Presidente Trump y la mayoría de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Ciertamente ha supuesto un cambio sustancial del concepto de la legalidad internacional respecto al problema saharaui. Ha cerrado todas las opciones mas allá de la propuesta autonómica marroquí. Es evidente que se trata de un paquete que se toma, o se toma. No hay otra opción. Lo mas relevante es que se insiste en que la solución final debe ser “auténtica” y presumimos que contara con garantías internacionales sólidas.

 

11.- A. A.: ¿El MSP está dispuesto a entablar negociaciones públicas con el Reino de Marruecos?

H. A. B.: Desde luego. De hecho, en las últimas dos Conferencias hemos propuesto la creación de una comisión amplia para el diálogo que incluye, junto a una representación del movimiento, notables tribales y otros representante de la sociedad civil saharaui. No hay otro instrumento mas legitimo, plural y democrático para sellar la solución final.

12.- A. A.: ¿Cómo imagina usted debería ser la hoja de ruta para avanzar en una solución posible y justa para ese diferendo?

H. A. B.: Ya hicimos publica en la Conferencia de Dakar de 2023 nuestra propia hoja de ruta. Sigue vigente. En términos generales define los contornos de un acuerdo sobre el Estatuto Especial para la nueva entidad saharaui. Hay aspectos que habrá que ajustar en un  proceso negociador pero la propuesta cubre el conjunto de recursos, instituciones y las competencias exclusivas así como los vínculos de co-soberanía y los de soberanía entre el Sáhara Occidental y el Reino de Marruecos.. La hoja de ruta prevee el desarme, la reinserción y el desplazamiento y asentamiento de decenas de miles de refugiados, la amnistía general, la compensación de las víctimas, la cobertura social de las viudas y huérfanos y familias afectadas. Es una propuesta para poner encima de la mesa e incluso compartir con el Enviado de la ONU y las demás partes.

 

13.- A. A.: ¿Qué debe hacer Marruecos para avanzar en este proceso?

H. A. B.: Abrir una vía paralela y no depender de los plazos y ritmos que pueda marcar un proceso negociador de la ONU que se arrastra desde 1991. En esta última etapa la mayor parte de las guerras, crisis y controversias se han resuelto mediante un modo de “diplomacia multilateral alternativa” al margen de los organismos internacionales. La ONU suele llegar tarde.

 

14.- A. A.:  A su criterio cuál sería una “hoja de ruta” aceptable y justa para llevar a cabo el retorno de la población de los campamentos de Tinduf a su hogar en el Sáhara marroquí.

H. A. B.: En nuestra hoja de ruta de contempla esa importante y decisivos etapa. Se propone construir no menos de 40 mil viviendas sociales y 50 mil nuevos  puestos de trabajo. Habrá que detallar un plan íntegro que persuada a gente que lleva medio siglo viviendo en condiciones difíciles pero al menos recibe una ración de supervivencia. Incluso para esa etapa sugerimos la creación de un fondo internacional para la reconstrucción.

La población es pequeña y los recursos deberían ser suficientes para aspirar a niveles de prosperidad notables .Pero evidentemente será crucial la buena gobernanza y la corrección, a través de leyes firmes anomalías y excesos como la corrupción, el enriquecimiento  ilícito, el nepotismo y otras prácticas indeseables.

 

15.- A. A.:  En base a su conocimiento personal de la dirigencia del Frente Polisario y la información que posee sobre lo que ocurre en los campamentos de Tinduf, ¿Cuál será la actitud del esta organización respecto a la reciente resolución de Naciones Unidas?

H. A. B.: Creo que está en una posición poco envidiable. Por un lado, la presión que implica la nueva dinámica resultante de la resolución 2797 y por el otro los condicionantes y limites de un discurso inflexible forjado por décadas. El liderazgo se ha vuelto rehén de sus posiciones radicales. En la actualidad se carece de carisma y autoridad moral para desplazarse hacia enfoques más moderados. No tengo duda que puede haber, incluso hay dirigentes que a nivel individual tienen opiniones distintas pero la ausencia de un debate interno abierto dificulta la reflexión y el tránsito hacia visiones de conjunto más pragmáticas. De aquí la necesidad y oportunidad de voces como el del MSP.

 

16.- A. A.: ¿Cuál debe ser el papel que debe cumplir Argelia en este proceso?

H. A. B.: Argelia no desconoce la realidad y complejidad del momento. Tambien esta ante un disyuntiva: elegir entre la lealtad a principios de solidaridad sagrados o participar en una dinámica indetenible y lograr las mayores ventajas posibles o lo que es lo mismo, perder lo menos posible como potencia influyente en la región..

 

17.- A. A.: ¿Cómo imagina el futuro del Sáhara en los próximos años?.

H. A. B.: Yo soy optimista. Me imagino un futuro mucho mejor que el pasado. Y no es ,”pedir peras al olmo”. No cesare de repetir que cualquier paz es mejor que la guerra más heroica.

 

18.- A. A.: ¿Qué mensaje final enviaría a la comunidad internacional interesada en el futuro del pueblo saharaui?

H. A. B.: Mi confianza no es literalmente en la Comunudad Internacional sino en lo que los saharauis como victimas y actores principales estamos dispuestos a hacer por nosotros mismos, por nuestras futuras generaciones. La guerra y el exilio permanente son las peores opciones.

 

Adalberto Agozino: Muchas gracias Hach Ahmed por su tiempo. Seguiremos atentamente las actividades del Movimiento Saharaui por la Paz.

viernes, 19 de diciembre de 2025

¿Debe ser el presidente Donald Trump considerado como “el hombre del año 2025”?


Donald Trump en su segundo mandato presidencial ha logrado situarse en el centro del escenario global. ¿Este este hecho suficiente para que obtenga el premio Nobel a la Paz o incluso para ser designado “Hombre del Año”. El debate está abierto

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No por consenso, ni por aplauso unánime o por estatura moral, sino por impacto, capacidad de disrupción y centralidad política. Donald J. Trump vuelve a ocupar el centro del escenario global y, le guste o no al mundo, define buena parte de la agenda de 2025. Su figura domina la política estadounidense, condiciona a aliados y adversarios, y actúa como un poderoso catalizador de transformaciones que exceden con mucho las fronteras de Estados Unidos. Por esa razón —y no por adhesión ideológica ni valoración moral— el presidente estadounidense debe ser considerado el hombre del año.

El regreso de Trump a la Casa Blanca, tras haber sido derrotado en 2020 y luego de atravesar un período marcado por causas judiciales, enfrentamientos institucionales y una polarización extrema que incluso ha llevado a un intento de terminar con su vida; constituye un hecho de enorme densidad histórica. No se trata únicamente de una alternancia política ni de un cambio de signo partidario. Es la consagración de un fenómeno político persistente, resistente al desgaste y capaz de reinventarse en condiciones adversas. El trumpismo, lejos de diluirse tras su primera presidencia, se consolidó como una fuerza estructural del sistema político estadounidense y encontró en 2024 la vía para regresar al poder con mayor cohesión y con una agenda más definida.

Este retorno ha reconfigurado el clima político interno. Trump ya no gobierna como un outsider que irrumpe en Washington desconociendo sus códigos, sino como un dirigente que ha aprendido a utilizar los resortes del Estado, a disciplinar a su partido y a rodearse de cuadros leales. En 2025, su liderazgo es menos improvisado y más consciente de sus objetivos. El presidente ha reducido el margen de autonomía de la burocracia tradicional, ha impuesto su impronta sobre el Partido Republicano y ha reforzado una lógica de confrontación permanente que se ha convertido en el eje del debate público.

El trumpismo, en este segundo mandato, se presenta como una propuesta de orden frente a lo que describe como el caos heredado. Trump habla a sectores amplios de la sociedad estadounidense que se sienten desplazados por la globalización, por la transformación cultural acelerada y por unas élites políticas y económicas a las que perciben como distantes. Ese vínculo emocional, más que programático, explica buena parte de su fortaleza. El presidente no solo canaliza el malestar; lo organiza políticamente y lo convierte en una identidad colectiva reconocible, capaz de sostenerse en el tiempo.

La polarización, lejos de atenuarse, se ha profundizado. Trump no busca reducirla ni administrarla: la utiliza como herramienta de gobierno. Su liderazgo obliga a tomar partido, a definirse a favor o en contra, y desplaza el centro de gravedad del debate hacia dilemas fundamentales sobre soberanía, identidad nacional, inmigración, globalización y el papel del Estado. En ese sentido, Trump no solo gobierna Estados Unidos: impone temas, lenguajes y marcos interpretativos que se replican en otros países.

El impacto internacional de su regreso ha sido inmediato. En política exterior, Trump ha reafirmado una visión transaccional y pragmática, en la que los compromisos multilaterales quedan subordinados al interés nacional entendido en términos estrictos. La presión sobre los aliados de la OTAN para que aumenten su gasto militar, el cuestionamiento de organismos internacionales y el uso de la política comercial como instrumento de poder han alterado equilibrios que parecían consolidados desde el final de la Guerra Fría.

Europa ha debido acelerar debates largamente postergados sobre su autonomía estratégica, consciente de que Estados Unidos ya no garantiza de manera automática su rol de paraguas defensivo. América Latina observa una Casa Blanca menos interesada en la retórica democrática y más enfocada en resultados concretos en materia de comercio y control migratorio. En Asia, la relación con China se ha definido definitivamente como una competencia estratégica total, no solo comercial, sino también tecnológica y geopolítica.

Trump no persigue el consenso internacional ni la construcción paciente de acuerdos multilaterales. Persigue ventajas. Su diplomacia se basa en la presión directa, en la amenaza creíble y en la negociación personalizada con líderes extranjeros. Ese estilo, criticado por su imprevisibilidad, ha demostrado sin embargo una notable capacidad para forzar movimientos en el tablero global. En 2025, ningún actor relevante ignora que una decisión tomada en Washington puede alterar de forma abrupta cadenas de suministro, alianzas militares o mercados financieros.

En el plano interno, su forma de ejercer el poder continúa desafiando los equilibrios institucionales tradicionales. Su relación conflictiva con la prensa, su desconfianza hacia el aparato burocrático y su tendencia a personalizar las decisiones han generado fricciones constantes con el Poder Judicial y con sectores del establishment político. Pero esa misma tensión ha reabierto debates de fondo sobre los límites del poder presidencial, el rol de los jueces y la función de los medios en una democracia profundamente fragmentada.

Trump incomoda porque expone las fragilidades del sistema estadounidense. Su figura funciona como un espejo que devuelve una imagen poco complaciente de una democracia atravesada por desigualdades, resentimientos y una crisis de representación. En ese sentido, su centralidad no es solo política, sino también simbólica. Trump es, al mismo tiempo, causa y consecuencia de una transformación más profunda.

El último discurso del presidente, pronunciado desde la Casa Blanca y difundido en cadena nacional, volvió a confirmar esa lógica de poder como narrativa permanente. No fue un mensaje institucional en sentido clásico, sino una pieza híbrida en la que se mezclaron balance de gestión, promesa de futuro y confrontación política. Trump habló como gobierna: simplificando, polarizando y personalizando. Reivindicó logros económicos, prometió un nuevo ciclo de crecimiento y volvió a señalar a inmigrantes y élites políticas como responsables de los problemas estructurales del país.

Incluso medidas concretas, como el anuncio de un pago único para miembros de las fuerzas armadas, fueron presentadas envueltas en un fuerte simbolismo patriótico. La política pública aparece así convertida en gesto, en mensaje identitario, en reafirmación de una idea de nación que Trump presenta como amenazada y en proceso de recuperación bajo su liderazgo.

Ser considerado el hombre del año no implica ser el más admirado ni el más virtuoso. Implica ser el más influyente. En 2025, ninguna conversación relevante sobre política internacional, economía global, democracia o soberanía puede prescindir de Donald Trump. Sus decisiones generan adhesión fervorosa o rechazo visceral, pero nunca indiferencia. Marca la agenda, condiciona estrategias y obliga a reaccionar.

Trump encarna el espíritu de una época signada por el cuestionamiento del orden establecido, el ascenso de los nacionalismos y la crisis de las élites tradicionales. Representa, con todas sus contradicciones, el signo de los tiempos. Por eso, más allá de simpatías o rechazos, se impone como la figura que mejor define el año político que atravesamos. El hombre del año 2025 no es el más consensual, sino el más decisivo. Y en ese terreno, Donald J. Trump sigue sin tener rivales.

 

 

jueves, 18 de diciembre de 2025

El rey Mohammed VI moviliza al Estado marroquí frente al invierno más duro: una respuesta coordinada para proteger a los más vulnerables


 

Las duras condiciones climáticas que se abaten sobre el territorio de Marruecos ha despertado la preocupación del Rey Mohammed VI, siempre antento a las necesidades de todos los marroquíes, quien ha impartido estrictas directivas para paliar el impacto climático.

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Por instrucciones directas de Su Majestad el rey Mohammed VI, Marruecos ha activado en las últimas semanas un amplio dispositivo institucional, logístico y humanitario destinado a atemperar los efectos de una de las temporadas invernales más severas de los últimos años. Olas de frío intenso, precipitaciones excepcionales y nevadas copiosas en las zonas montañosas han obligado al Reino a desplegar una respuesta de Estado que combina previsión, asistencia social y presencia territorial reforzada, con un objetivo claro: proteger a las poblaciones más expuestas y evitar que la adversidad climática derive en una crisis humanitaria.

El epicentro de esta estrategia es el Plan Nacional de Lucha contra los Efectos de las Olas de Frío para la temporada invernal 2025-2026, puesto en marcha en ejecución de las Altas Instrucciones Reales y coordinado por el Ministerio del Interior. El plan afecta a 28 provincias y prefecturas, muchas de ellas situadas en el Alto y Medio Atlas, donde las condiciones geográficas y la dispersión de los asentamientos multiplican la vulnerabilidad de las comunidades rurales.

Una movilización sin precedentes

El Ministerio del Interior activó su centro nacional de pilotaje y vigilancia, al tiempo que ordenó la creación y puesta en funcionamiento de comités provinciales de seguimiento, encargados de supervisar en tiempo real la evolución de la situación meteorológica y coordinar las respuestas sobre el terreno. Walis y gobernadores recibieron instrucciones precisas para reforzar la vigilancia, anticipar riesgos y adoptar medidas preventivas capaces de limitar daños humanos y materiales, en coherencia con las orientaciones marcadas desde el Palacio.

La estrategia se apoya en una actualización exhaustiva de los datos de campo, la ampliación del ámbito de intervención y la diversificación de los medios de actuación, con especial atención a las aldeas aisladas (douares) y a las zonas de gran altitud, donde la nieve puede superar los 80 centímetros y cortar los accesos durante días enteros.

La operación “Gran Frío”: solidaridad como política de Estado

En paralelo a la acción gubernamental, la Fundación Mohammed V para la Solidaridad lanzó, por Altas Instrucciones del monarca, la operación “Gran Frío”, concebida como una respuesta humanitaria de emergencia frente al descenso brusco de las temperaturas. De alcance nacional, la operación beneficiará a 73.000 hogares considerados vulnerables, que recibirán alimentos básicos y mantas, con prioridad para las familias más expuestas a los avatares climáticos.

El despliegue logístico es considerable. Equipos formados por personal médico, asistentes sociales y cuadros de la Dirección General de los Servicios Sociales de las Fuerzas Armadas Reales trabajan sobre el terreno en estrecha coordinación con las autoridades locales, las Fuerzas Armadas Reales y la Gendarmería Real. El objetivo es llegar incluso a los núcleos más remotos, donde el aislamiento geográfico convierte cada invierno en un desafío existencial.

Infraestructuras, ganado y comunicaciones

La respuesta estatal no se limita a la ayuda alimentaria. El dispositivo incluye el suministro regular de productos de primera necesidad y material de calefacción, el despliegue preventivo de medios logísticos cerca de ejes viales susceptibles de quedar bloqueados y la garantía de intervenciones inmediatas en situaciones críticas. También se ha previsto el aporte de forraje para proteger al ganado, un elemento clave para la subsistencia de muchas familias rurales

La continuidad de los enlaces viales y telefónicos figura entre las prioridades del plan, en un contexto en el que las perturbaciones meteorológicas ya han provocado tragedias, como las inundaciones en la provincia de Safi, que causaron decenas de víctimas mortales y pusieron de relieve la violencia de los fenómenos climáticos que atraviesa el país.

Llamamiento a la prudencia

Consciente de que ninguna política preventiva es eficaz sin la colaboración ciudadana, el Ministerio del Interior ha instado a la población a extremar la vigilancia, respetar las consignas de seguridad y evitar desplazamientos innecesarios por vías susceptibles de quedar interrumpidas. La Dirección General de Meteorología, por su parte, recomienda seguir de forma periódica los boletines de alerta en un periodo marcado por una inestabilidad atmosférica excepcional

El invierno como prueba de gobernanza

Más allá de la coyuntura climática, la respuesta articulada por Marruecos pone de relieve un modelo de gobernanza en el que la anticipación, la coordinación interinstitucional y la solidaridad se erigen como ejes centrales. Las Altas Directivas del rey Mohammed VI han convertido el invierno en una prueba de la capacidad del Estado para proteger a sus ciudadanos, especialmente a aquellos que viven en los márgenes geográficos y sociales del país.

En un contexto global de creciente vulnerabilidad climática, Marruecos ensaya así una respuesta que combina autoridad política, presencia territorial y acción social, con la ambición de que el rigor del frío no se traduzca en abandono ni en olvido.

 

Mensaje a la Nación del presidente Donald Trump


 

El último discurso del presidente Donald Trump, pronunciado desde la Casa Blanca y difundido en cadena nacional, volvió a confirmar una de las constantes más notorias de su liderazgo: la dificultad —o la negativa deliberada— a separar el ejercicio del poder del combate político.

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La alocución presidencial no fue una pieza de balance institucional ni un mensaje de gobierno en sentido clásico. Fue, más bien, un texto híbrido, a medio camino entre el informe presidencial y el mitin electoral, en la que Trump reafirmó su identidad política, consolidó a su electorado y dejó entrever las líneas de conflicto que marcarán el tramo siguiente de su mandato.

Desde el inicio, el discurso estuvo atravesado por una lógica de confrontación. Trump abrió su mensaje con referencias a la inmigración y a lo que denominó los “errores del sistema político anterior”, estableciendo un marco narrativo ya conocido: los problemas estructurales de Estados Unidos no serían el resultado de dinámicas complejas o de procesos de largo plazo, sino la consecuencia directa de decisiones tomadas por élites irresponsables, distantes del “pueblo real”. En esa construcción, el presidente volvió a presentarse como el líder que corrige, repara y endereza un país que —según su relato— había sido deliberadamente mal gestionado.

Economía: optimismo retórico y simplificación política

Uno de los ejes centrales del discurso fue la economía. Trump defendió con énfasis su gestión, aseguró que la inflación estaba bajo control y prometió un “boom económico” para 2026. El tono fue triunfalista, casi categórico, como si el futuro inmediato estuviera ya garantizado por la sola voluntad presidencial. Sin embargo, el mensaje omitió matices: no hubo referencias detalladas a los costos del ajuste, a las tensiones persistentes en el mercado laboral ni a los factores internacionales que siguen condicionando el desempeño económico estadounidense.

La economía, en boca de Trump, aparece reducida a un relato moral: cuando gobiernan sus adversarios, hay inflación, estancamiento y decadencia; cuando gobierna él, el crecimiento es inevitable. Esta simplificación, eficaz en términos políticos, evita deliberadamente la complejidad de una economía que sigue mostrando señales mixtas y cuya evolución depende de actores —como la Reserva Federal— que no están bajo control directo del Ejecutivo.

La Reserva Federal y el desafío institucional

Precisamente, uno de los pasajes más delicados del discurso fue la referencia a la política monetaria. Trump sugirió que el próximo presidente de la Reserva Federal debería estar alineado con la Casa Blanca y ser partidario de recortes drásticos de las tasas de interés. Aunque formulada en un tono aparentemente informal, la afirmación supone un cuestionamiento explícito a la independencia del banco central, uno de los pilares del sistema económico estadounidense desde hace décadas.

No es la primera vez que Trump tensiona esa frontera, pero el contexto otorga a sus palabras un peso mayor. En un momento de fragilidad global, la insinuación de que la política monetaria debería subordinarse al poder político introduce una dosis adicional de incertidumbre. Para los mercados y para amplios sectores del establishment económico, este punto fue probablemente el más inquietante del discurso.

El “dividendo patriótico” y la política del símbolo

El anuncio más concreto fue la promesa de un pago único de 1.776 dólares para miembros de las fuerzas armadas. La cifra, lejos de ser casual, remite al año de la independencia estadounidense y condensa el estilo trumpista: política pública convertida en gesto simbólico, patriotismo elevado a argumento central y segmentación muy precisa del destinatario.

El mensaje es doble. Por un lado, Trump refuerza su vínculo con las fuerzas armadas, a las que presenta como depositarias del sacrificio nacional. Por otro, utiliza el simbolismo histórico para inscribir una medida puntual en un relato épico de nación, identidad y grandeza recuperada. No se trata tanto del impacto económico del pago como de su valor político y emocional.

Política exterior: la grandilocuencia como método

En materia internacional, el presidente volvió a recurrir a afirmaciones de alcance maximalista. Habló de conflictos “resueltos”, de avances decisivos en Medio Oriente y de un liderazgo estadounidense restaurado. El lenguaje fue absoluto, carente de condicionales, como si la complejidad de los escenarios internacionales pudiera sintetizarse en una frase contundente.

Este enfoque, habitual en Trump, tiene una función clara: proyectar fuerza, decisión y eficacia. Pero también deja flancos abiertos, ya que la realidad internacional rara vez se acomoda a declaraciones unilaterales. La distancia entre la retórica de la paz lograda y la persistencia de tensiones sobre el terreno es un recordatorio de los límites del discurso como instrumento de política exterior.

Un discurso para los propios

En términos políticos, el mensaje estuvo claramente orientado a la base electoral del presidente. No hubo intentos visibles de tender puentes hacia sectores moderados ni de construir consensos amplios. La lógica fue la de la reafirmación identitaria: nosotros contra ellos, el pueblo contra el sistema, el líder contra las élites.

Esa estrategia, eficaz para movilizar apoyos y dominar la agenda mediática, profundiza al mismo tiempo la polarización. Las críticas de la oposición —que calificó el discurso como un acto de campaña encubierto— no tardaron en llegar, al igual que el debate sobre el uso del formato institucional para mensajes de fuerte carga partidaria.

Conclusión: el poder como narrativa

El último discurso de Donald Trump no buscó convencer a los indecisos ni explicar con detalle una hoja de ruta gubernamental. Su objetivo fue otro: reafirmar una narrativa de poder, fortaleza y confrontación permanente. Trump habló como gobierna: simplificando, polarizando y personalizando los procesos políticos.

El resultado es un mensaje eficaz en términos de movilización, pero problemático desde una perspectiva institucional. En su afán por presentarse como el único garante del orden y la prosperidad, el presidente vuelve a tensionar equilibrios fundamentales del sistema estadounidense. La incógnita, una vez más, no es si el discurso consolidará a sus seguidores —eso parece asegurado—, sino qué costo tendrá, a medio plazo, para la estabilidad política y económica del país.

viernes, 12 de diciembre de 2025

Marruecos acelera su ofensiva diplomática tras el éxito alcanzado con la Resolución 2797, de Naciones Unidas, sobre el Sáhara


 

La diplomacia del Reino de Marruecos, encadena apoyos en África y Europa, guiada por las altas directrices estratégicas de Mohammed VI

La diplomacia marroquí vive semanas de actividad febril. Desde que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 2797, que consolida el plan de autonomía propuesto por Rabat como la base “más seria y creíble” para resolver el diferendo del Sáhara Occidental, el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino ha desplegado una ofensiva diplomática para fijar estos logros en el tablero internacional y evitar retrocesos.

La estrategia, según fuentes diplomáticas consultadas en Rabat, sigue “las directrices estratégicas impartidas por Su Majestad el Rey Mohammed VI”, cuyo discurso marcó una agenda inequívoca: aislar las posiciones contrarias al reconocimiento internacional del plan de autonomía, ampliar la red de apoyos en África, Europa y el mundo árabe, y traducir ese respaldo político en alianzas económicas, de seguridad y cooperación.

En apenas una semana, Marruecos selló avances de enorme relevancia en Burkina Faso y Países Bajos, dos países con peso en la Unión Africana y la Unión Europea respectivamente. Ambos han adoptado posiciones mucho más explícitas a favor de la propuesta marroquí para el Sáhara, subrayando —en términos diplomáticos poco habituales— la legitimidad del plan de autonomía y la centralidad de Rabat en la arquitectura de seguridad regional.

Burkina Faso: un apoyo “firme y constante” a la marroquidad del Sáhara

La primera señal de la nueva etapa llegó desde Uagadugú. Allí, el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Nasser Bourita, y su homólogo burkinés, Karamoko Jean Marie Traoré, copresidieron la 5ª Sesión de la Comisión Mixta de Cooperación, que concluyó con un comunicado conjunto de inusual claridad política.

Burkina Faso, país clave en la Alianza de Estados del Sahel, reiteró su “apoyo firme y constante a la integridad territorial y a la soberanía de Marruecos sobre la totalidad de su territorio, incluida la región del Sáhara”

El Gobierno burkinés celebró además la Resolución 2797, a la que calificó de “histórica” porque “consagra el plan de autonomía marroquí”.

En declaraciones posteriores, Traoré insistió en que el plan de autonomía del Reino constituye “la única base seria, creíble y duradera” para resolver el conflicto, destacando el “creciente consenso internacional impulsado por Su Majestad el Rey Mohammed VI” en torno a esta propuesta.

Bourita agradeció públicamente el respaldo “incondicional” de Burkina Faso en foros regionales e internacionales, recordando que este país abrió ya en 2020 un Consulado General en Dajla, gesto diplomático de primera magnitud que solo los aliados más firmes han adoptado.

La visita culminó con la firma de 12 acuerdos de cooperación, que abarcan desde seguridad y protección civil hasta agricultura, comercio, vivienda, planificación urbana y formación profesional. Entre ellos destaca un tratado de colaboración en materia de seguridad, central para un país —Burkina Faso— sumido en una lucha intensa contra el terrorismo yihadista.

“El encuentro subraya la solidez y profundidad de los lazos entre nuestros países, basados en la fraternidad, el respeto mutuo y la cooperación fructífera”, declaró Bourita, quien recalcó la solidaridad de Marruecos con las autoridades del Sahel en su lucha contra el extremismo violento.

Para Uagadugú, según expresó Traoré, la implicación de Marruecos “refuerza la convicción de que nuestras consultas deben continuar en los foros internacionales” y consolida a Rabat como uno de los socios más fiables de la región.

Países Bajos: un giro europeo hacia la autonomía bajo soberanía marroquí

Cinco días después de la cita africana, la diplomacia marroquí sumó otro apoyo de peso, esta vez en Europa. En La Haya, Nasser Bourita se reunió con el ministro neerlandés de Asuntos Exteriores y de Asilo y Migración, David Van Weel, con quien adoptó una declaración conjunta que supone una inflexión notable en la posición histórica de Países Bajos.

El documento afirma que “una verdadera autonomía bajo soberanía marroquí es la solución más viable para poner fin definitivamente al diferendo regional del Sáhara”

La frase, de una contundencia poco común en la diplomacia europea, refleja un alineamiento creciente de la UE con la postura defendida por Rabat desde 2007.

La declaración subraya que esta posición se inscribe en la “dinámica internacional impulsada por Su Majestad el Rey Mohammed VI”, que en la última década ha convertido la cuestión del Sáhara en el eje central de la política exterior marroquí.

Países Bajos también acogió favorablemente la Resolución 2797 y expresó su pleno apoyo a los esfuerzos del secretario general de la ONU y de su enviado personal para facilitar negociaciones “basadas en la Iniciativa de Autonomía de Marruecos”, con el objetivo de lograr una solución “justa, duradera y mutuamente aceptable”.

Este respaldo, según diplomáticos europeos consultados, se produce en un contexto de reconfiguración geopolítica en el que la estabilidad del Magreb y el Sahel se ha convertido en prioridad estratégica para la UE. El interés neerlandés por reforzar la cooperación en migración, seguridad y energía con el Reino explicaría en parte este giro.

La estrategia del Reino: diplomacia activa, alianzas múltiples y un mensaje unificado

La actividad diplomática actual no es improvisada. Forma parte de un plan delineado desde el Palacio Real tras la aprobación de la Resolución 2797, cuyo texto consolidó internacionalmente el marco político defendido por Rabat.

El Ministerio de Asuntos Exteriores ha intensificado:

  • las visitas bilaterales en África occidental,
  • los contactos con países europeos reticentes o ambiguos,
  • la coordinación con aliados del Golfo,
  • y la movilización de misiones diplomáticas en organismos multilaterales.

El objetivo, según un funcionario marroquí que pide anonimato, es “traducir cada apoyo político en un hecho consumado diplomático”: nuevos consulados en las provincias del sur, declaraciones conjuntas explícitas, acuerdos económicos vinculados a la estabilidad del territorio y la expansión del reconocimiento al plan de autonomía.

Un momento clave para Rabat

Para Marruecos, la combinación del apoyo explícito de Burkina Faso y Países Bajos tiene un valor simbólico y estratégico: uno procede del corazón del Sahel, región donde Rabat quiere consolidarse como actor de seguridad, y el otro de Europa occidental, donde busca afianzar una red de socios alineados con su visión del Sáhara.

La ofensiva diplomática continuará en las próximas semanas. Fuentes marroquíes confirman que se preparan nuevas visitas de alto nivel en África y Oriente Próximo, así como una intensificación de contactos con países latinoamericanos que han mostrado apertura a revisar su postura.

La brújula está clara y ha sido fijada desde lo más alto del Estado: defender la soberanía nacional, consolidar el consenso internacional sobre la autonomía y convertir la Resolución 2797 en un punto de no retorno.

En palabras de un diplomático del Reino: La estrategia de Marruecos es paciente, constante y guiada por una visión a largo plazo del Rey Mohammed VI. El Sáhara no es un dossier más: es la prioridad absoluta de nuestra política exterior.

 

La disputa por el Pacífico: China y Japón cara a cara.


 

Las tensiones entre China y Japón han dejado de ser episodios episódicos en mapas regionales para convertirse en un proceso sostenido que reconfigura el equilibrio de poder en el Indo-Pacífico.

Contenido

El conflicto entre China y Japón ha dejado ser solo de rencillas históricas o de choques puntuales por islotes: la disputa incorpora hoy capacidades navales en expansión, políticas de rearme, redes de alianzas entrelazadas y una interdependencia económica profunda que actúa a la vez como freno y como palanca de presión. El asunto más inflamable —y el que podría transformar una crisis regional en una crisis global— es el destino político de Taiwán.

Una dura memoria histórica.

Las heridas del pasado —la ocupación japonesa en China en el primer tercio del siglo XX, las atrocidades cometidas por las tropas invasoras que forman parte de la memoria colectiva china, y la narrativa nacionalista japonesa sobre su propio renacimiento— condicionan los marcos simbólicos en los que se interpretan las acciones recientes. Estas memorias no explican por sí solas la rivalidad contemporánea, pero funcionan como combustible para líderes y opinadores cuando la crisis escala.

La cuestión de Taiwán

Para Pekín, Taiwán es la mayor “cuestión nacional” pendiente desde 1949: la reunificación, en la visión oficial, no es negociable a largo plazo. Para Tokio —y sobre todo para su élite estratégica y sus planificadores militares—, la posibilidad de un cambio forzado del statu quo por parte de China implicaría la pérdida de profundidad estratégica, el control de rutas marítimas críticas y la proximidad de una potencia hostil a las puertas del archipiélago japonés. Esa combinación convierte a Taiwán en el elemento nuclear de la rivalidad sino-japonesa.

Disputas territoriales: las Senkaku/Diaoyu

El foco inmediato de roce son las islas Senkaku (japonés) / Diaoyu (chino). Aunque pequeñas y deshabitadas, esas islas simbolizan la soberanía y poseen una relevancia estratégica por su situación en rutas marítimas y por posibles recursos submarinos. En los últimos años, la presencia sostenida de buques gubernamentales chinos y de aeronaves en las zonas contiguas ha establecido patrones de roce que elevan la probabilidad de incidentes inadvertidos.

La modernización china

La República Popular ha llevado a cabo, en décadas recientes, una modernización naval y aérea masiva. Instituciones analíticas y servicios de inteligencia estiman que la People’s Liberation Army Navy (PLAN) se ha convertido en la armada más numerosa (aunque no la más desarrollada tecnológicamente) por número de unidades y crece con rapidez en los navíos de superficie, submarinos y portaaviones, alcanzando cifras que proyectan una mayor capacidad de proyección en el Pacífico occidental durante la próxima década. Ese crecimiento busca crear una estrategia de A2/AD (anti-access/area denial) que complique la intervención externa en un posible conflicto por Taiwán.

La respuesta japonesa

Tokio ha impulsado un cambio doctrinal y presupuestario que rompe con las restricciones tácitas de la posguerra: presupuestos récord, compras de sistemas de misiles de largo alcance, fortalecimiento de capacidades antisubmarinas y un renovado papel operativo de las Fuerzas de Autodefensa. Incluso, la primer ministro Takaichi ha insinuado su disposición a revisar los Tres Principios No Nucleares -no posser, no desarrollar y no permitir la entrada de armas nucleares en territorio nacional.

En Japón, la retórica oficial ha dejado de circunscribirse a la defensa estrictamente territorial y mira con más ambición a la protección de rutas marítimas y puntos clave como el estrecho de Taiwán.

Multiplicación de incidentes

Los datos públicos y los informes periodísticos muestran un incremento en la frecuencia de incursiones aéreas y navales, el uso de drones militares y la aparición de operaciones conjuntas entre China y Rusia en áreas próximas a Japón. Estos hechos aumentan la densidad del “espacio de fricción” y reducen los márgenes de error. Un ejemplo reciente —dos bombarderos rusos y aviones chinos realizando patrullas conjuntas cerca de Okinawa— ilustra la nueva normalidad de operaciones multinacionales que complican la gestión de crisis.

Economía: la interdependencia

Pese a la creciente tensión política y militar, China y Japón mantienen un comercio bilateral intenso y una integración productiva notable. En 2024, la participación de China en el comercio japonés seguía siendo sustancial (en torno a una quinta parte del comercio total de Japón), con flujos significativos de piezas intermedias, semiconductores, maquinaria y manufacturas. Esta interdependencia crea costos inmediatos —cadenas de suministro, inversión, universidades, turismo— que actúan como inhibidores de una ruptura abierta.

E-comercio como instrumento estratégico

Al mismo tiempo, Pekín ha demostrado su disposición a usar medidas económicas para castigar o presionar: restricciones a importaciones, boicots no oficiales y controles de exportación de insumos estratégicos (por ejemplo, tierras raras en episodios pasados). Esa capacidad de infligir daños económicos a Japón —y de interrumpir cadenas globales donde Japón participa— se convierte en un elemento táctico en la caja de herramientas chinas.

Desacoplamiento tecnológico y relocalización

Como respuesta, Japón (junto a Estados Unidos y socios) impulsa estrategias para reducir la dependencia en piezas clave y semiconductores, potenciar la “reshoring” y diversificar proveedores. Ese proceso, aunque real, es costoso y lento: las interdependencias tecnológicas tardan en deshacerse, lo que da a la vez margen y vulnerabilidad a ambos lados.

Los otros actores internacionales

Estados Unidos: garante y actor activador

Washington continúa siendo el actor decisivo. El paraguas de seguridad estadounidense y su presencia naval en la región son un elemento disuasorio clave para China y un pilar para la política japonesa. Sin embargo, la naturaleza exacta del compromiso —hasta qué punto EE. UU. intervendría militarmente en un ataque a Taiwán— es materia de debate y de señales mixtas en la prensa política. En la práctica, la cooperación trilateral y multilateral (EE. UU.–Japón–Australia; QUAD; AUKUS) refuerza disuasión y coordinación.

Rusia

El acercamiento estratégico y operacional entre Pekín y Moscú con ejercicios conjuntos añade un matiz adicional: un apoyo ruso, sea político o encubierto, puede ampliar las opciones estratégicas de China y complicar la ecuación de Tokio y Washington. Las patrullas aéreas conjuntas son una manifestación visible de esa sintonía táctica.

Corea del Sur

Aunque mantiene rivalidades históricas con Japón, ha estrechado cooperación militar por temor al avance chino y a la amenaza nuclear norcoreana.

Australia

Ha incrementado su presencia estratégica en la región operando como un socio firme de Washington y Tokio. A través de AUKUS busca fortalecer la disuasión naval ante Pekín.

ASEAN y países intermedios

Los estados del sudeste asiático buscan evitar ser arrastrados a una elección binaria. Su reacción es pragmática: evitar confrontaciones abiertas, expandir relaciones económicas con China y EE. UU., y tratar de institucionalizar mecanismos de gestión de crisis. Sin embargo, una escalada alrededor de Taiwán presionaría a estos países a tomar posiciones más definidas.

Europa y otras potencias

La Unión Europea ha mostrado preocupación por la estabilidad regional y ha endurecido su tono hacia ciertas prácticas chinas, aunque sus incentivos económicos con Beijing actúan como contrapeso. Australia, por su parte, es un socio regional proactivo en seguridad.

Dinámicas que definen el riesgo y las limitaciones al conflicto

Capacidad de proyección vs. costos económicos: China adquiere capacidades para operar más allá del primer arco insular, pero sus cadenas de valor y las sanciones potenciales contra sectores clave le imponen límites estratégicos reales. Japón, aún con rearme, depende del paraguas norteamericano y de la continuidad de suministros globales.

Crisis por accidente: La densidad de patrullas, interceptaciones y ejercicios aumenta la probabilidad de incidentes accidentales (radar apuntado, colisiones en la mar, derribo de drones) que pueden escalar rápidamente por errores de cálculo o nacionalismo retórico. Casos recientes de radar y maniobras aéreas muestran esa fragilidad.

Integración tecnológica: El grado de dependencia en semiconductores, maquinaria y piezas hace que una guerra no sea una opción rentable para ninguna de las partes sin sufrir daños económicos severos y prolongados. Sin embargo, esa misma dependencia puede ser usada como arma política.

Alianzas y ambigüedad estratégica: La ambigüedad calculada de EE. UU. sobre escenarios concretos puede tener un efecto disuasorio hoy y, al mismo tiempo, crear incertidumbre a largo plazo sobre los compromisos de intervención. Paradójicamente, señales demasiado explícitas o demasiado tibias ambas pueden incentivar riesgos.

Tres escenarios posibles

A continuación se presentan tres trayectorias diferenciadas, con giros internos, actores implicados y consecuencias económicas, militares y políticas.

Escenario A — Tensión sostenida y gestión de crisis (escenario base, alta probabilidad en 1–5 años)

Descripción: Aumento de maniobras y ejercicios, incursiones y episodios de coerción económica, sin enfrentamiento armado directo. Intercambios diplomáticos ásperos, sanciones sectoriales localizadas, cortes pasajeros de comercio y una carrera sostenida de rearme. Estados Unidos refuerza su presencia; Japón continúa su reconfiguración militar; China mantiene presión híbrida.

Consecuencias: Costos comerciales y financieros moderados, inversión en defensa y cadenas de suministro; aumento de la seguridad colectiva entre aliados (más ejercicios, inteligencia compartida); normalización de niveles más altos de “fricción”.
Probabilidad: alta.

Comentarios: Este escenario prolonga el statu quo inestable: suficiente para erosionar confianza y aumentar el riesgo de choque accidental, pero no para desencadenar un conflicto abierto que arrastre a grandes potencias.

Escenario B — Crisis aguda y confrontación localizada (probabilidad moderada)

Descripción: Un incidente naval o el derribo/colisión de un avión o dron desencadena una crisis regional. China establece bloqueos parciales, cortes de suministro selectivos y coacción sobre empresas japonesas en territorio chino. Japón aplica medidas defensivas y coordina con EE. UU. para patrullas de libertad de navegación. Rusia, dependiendo de su alineamiento, puede intensificar presión en el Mar de Japón.


Consecuencias: Perturbaciones importantes en rutas comerciales, subida de precios energéticos y de materias primas, sanciones recíprocas, escalada de nacionalismo interno en ambos países, riesgo de errores que expandan el conflicto. La contención exige diplomacia intensa de terceros (UE, ASEAN, Naciones Unidas).
Probabilidad: moderada.


Comentarios: La capacidad de moderación de actores externos (EE. UU., mediadores neutrales) determinará si la crisis retrocede o pasa a un escenario aún más grave.

Escenario C — Confrontación amplia por Taiwán (baja probabilidad en el corto plazo, creciente a largo plazo)

Descripción: Un intento de reunificación por la fuerza por parte de China, o una serie de pasos coercitivos que erosionan la voluntad de Taiwán, desembocan en un enfrentamiento. EE. UU., por tratados y por cálculo estratégico, y Japón, por amenazas directas a su seguridad, se ven forzados a intervenir militarmente. El conflicto se convierte en una guerra regional con efectos globales.


Consecuencias: Disrupción masiva del comercio mundial (semiconductores, energía), alto número de víctimas, riesgo de uso de armas más avanzadas, desplazamientos y una reconfiguración duradera de la arquitectura de seguridad mundial. Posibles sanciones económicas severas, realineamientos diplomáticos y crisis humanitarias.

Probabilidad: baja a medio plazo, pero en aumento conforme China aumenta capacidades y si la percepción de ventana de oportunidad crece.

Comentarios: Este escenario es el peor caso y exige en todos los frentes (disuasión, diplomacia, resiliencia económica) un trabajo sostenido para evitarlo.

Probable evolución en la próxima década: ¿estabilización o deriva hacia la confrontación?

La lectura más prudente de señales y capacidades sugiere una evolución hacia la tensión crónica: un ciclo de escaladas y congelamientos, en el que episodios agudos (incidentes en el mar o en la zona aérea) serán frecuentes, pero la combinación de costos económicos y el riesgo de intervención de potencias externas mantendrá, por ahora, el conflicto por debajo del umbral de guerra abierta. Sin embargo, la trayectoria no es lineal: la velocidad de rearme chino, la respuesta japonesa y las señales de Washington podrán acelerar o frenar la dinámica. En la práctica, la región transitará un nuevo equilibrio de poder donde la disuasión y la resiliencia económica se volverán factores decisivos.

Recomendaciones de gestión

  1. Fortalecer canales de comunicación militares: acuerdos de “hotline” y protocolos de interceptación para reducir riesgos accidentales.
  2. Diversificación de cadenas de suministro: acelerar procesos de relocalización y creación de stocks estratégicos para reducir vulnerabilidad económica.
  3. Diplomacia preventiva multilateral: involucrar a ASEAN, UE y organismos multilaterales para crear plataformas de mediación que reduzcan incentivos a la coerción.
  4. Coordinación aliada sensible: EE. UU., Japón y socios deben combinar disuasión creíble con mensajes claros sobre el coste de la agresión y mecanismos precisos de respuesta.
  5. Narrativa y gestión de la opinión pública: evitar escaladas retóricas que cierren las ventanas diplomáticas y prepararse para gestionar crisis informativas y económicas.

Estas medidas no garantizan la paz, pero sí reducen probabilidades de error y amplían las herramientas de manejo de crisis.

Conclusión: un tablero reconfigurado

El Indo-Pacífico ha vuelto a convertirse en el eje central de la rivalidad entre grandes potencias. Japón y China, aunque interdependientes económicamente, han entrado en una carrera de capacidades y alianzas que transformará la seguridad regional. Taiwán es el detonante con mayor potencial disruptivo, pero la nueva normalidad es la coexistencia de cooperación económica y competencia estratégica intensa. La política prudente —combinando disuasión, diplomacia y resiliencia económica— será la que marque la diferencia entre una década de fricción crónica y un estallido cuyas consecuencias podrían ser globales.