Después de diez meses de protestas
callejeras ininterrumpidas, el régimen autoritario de Abdelaziz Bouteflika, el
destituido presidente argelino, se perpetúa con un nuevo presidente que fue su
ex primer ministro elegido en dudosos comicios.
El
pasado jueves 12 de diciembre un reducido número de votantes argelinos
concurrió a alguno de los 61.000 centros de votación desplegados por todo el
país, bajo la férrea custodia de la policía y los militares, para expresar su preferencia
entre los cinco exministros del presidente Abdelaziz Bouteflika, destituido por
el Ejército en un auténtico golpe de Estado que Europa y la ONU han preferido
ignorar.
Bouteflika,
de 80 años, gobernó Argelia durante los últimos veinte años con el apoyo de las
fuerzas armadas rodeado de un elenco de ancianos funcionarios remanentes de la
generación que condujo al país hacia su independencia en 1962.
Los
argelinos se resignaron a que Abdelaziz Bouteflika ganará las elecciones con
porcentajes que superaban el 80% (en 2009, con el 90,2%) y que eran la envidia
de los políticos occidentales. Incluso, Bouteflika se impuso en los comicios
del 2014, después de que, en 2013, un accidente cerebro arterial lo redujo a
una suerte de fantasma que gobernaba, con mirada de ausente, desde una silla de
ruedas y casi sin poder hablar.
Las
cosas se complicaron para el régimen gerontocrático de Argelia en febrero de
este año, cuando el anciano dictador expresó su voluntad de competir por un
quinto mandato presidencial consecutivo. Los jóvenes estudiantes y
profesionales ganaron inmediatamente las calles en una protesta pacífica que el
régimen no pudo conjurar con represión e intimidación. Había nacido el
movimiento de la “hirak” (Protesta) que sin líderes claros demanda
cambios en la élite gobernante.
En
abril, el general Gaïd Salah (76 años), el jefe de Estado Mayor y hasta entonces
sólido aliado de Bouteflika, asumió la iniciativa política y removió al
presidente, suspendió las elecciones presidenciales.
Se
instaló un gobierno de facto a cargo de un civil, el presidente interino y presidente del Senado, Abdelkader
Bensalah; y el primer ministro, Nouredin Bedaui a quienes consideran también parte
del entorno del expresidente Bouteflika.
El nuevo gobierno se apresuró a organizar los
comicios del último jueves creando para ello, la Autoridad Nacional
Independiente de las Elecciones (ANIE).
La ANIE solo aceptó a cinco de los veintitrés candidatos
presidenciales. Todos los elegidos eran exministros de Bouteflika.
Los jóvenes que llevaban a cabo movimientos de
la Hirak rechazaron la manipulación electoral y resolvieron boicotear las
elecciones exigiendo una auténtica democratización de los elencos políticos que
excluyera a todas las figuras vinculadas con el expresidente.
Probablemente, por ello la participación electoral
fue muy escasa. El régimen debió aceptar que solo el 41,14% de los argelinos en
condiciones de votar concurrieron a los comicios.
Es decir, que la participación electoral fue
unos diez puntos menos que en los comicios de 2014 (50,7%) y una marcada
diferencia con el 74,56% de asistencia registrada en 2009.
La tendencia descendente en la participación
electoral indica el progresivo rechazo y escepticismo de los argelinos al
sistema político autoritario y seudodemocrático que consideran corrupto e
ineficaz.
“La cifra de participación resulta dudosa, pero
es posible. Hay mucha gente que votó en busca de estabilidad. También hay que
tener en consideración que las personas dependientes del Estado fueron
presionadas para votar. Por ejemplo, todos los miembros de las fuerzas de
seguridad, que superan el millón, estaban obligados a hacerlo”, dice el periodista Alí Bukhlef, del diario
Liberté. “Más sospechosa me parece una victoria tan aplastante de Tebboune,
un hombre sin más carisma o apoyo popular que el resto de los candidatos. Él es
solo la fachada civil que necesita el régimen”, añadió.
El exprimer ministro Abdelmadjid Tebboune consiguió la victoria directa en primera vuelta de
las elecciones presidenciales al obtener un 58.15% de los votos, según los
resultados anunciados el viernes 13 por el jefe de la Autoridad nacional
Electoral Independiente, Mohamed Charfi, en rueda de prensa.
Tebboune logró una ventaja de más de cuarenta puntos porcentuales sobre
el segundo candidato en la votación, el ex ministro de Turismo Abdelkader
Bengrina, que obtuvo un escaso 17,38%. Ninguno de los restantes tres candidatos
que compitieron superaron el once por ciento de los votos.
Abdelmadjid Tebboune, era claramente el
candidato del Ejército por ser de la misma tribu que el Jefe de Estado Mayor,
Ahmed Gaïd Salah. Tebboune nació el 17 noviembre de 1945 en Mechria y también
pertenece a la generación de la Independencia.
Ha desarrollado una carrera
como “apparátchitk” -burócrata profesional- del
régimen argelino. Se graduó en la segunda promoción “Larbi
Ben M’Hidi” de la Escuela Nacional de Administración, en 1969, en
estudios de economía y finanzas. Inmediatamente comenzó su carrera de
funcionario público como aprendiz de administrador y luego como director de la
wilaya de Saoura. Pasó a ocupar cargos político – administrativos, en 1975, al
ascender como secretario general (subprefecto) de la wilaya de Batna.
Ejerció diversos cargos ministeriales
entre 1999 y 2017. Finalmente, el 25 de mayo de 2017 fue designado
Primer Ministro. Será el funcionario que menos tiempo permanezca en ese cargo.
El 15 de agosto de 2017 es forzado a renunciar.
En octubre 2019 cuando ya era
candidato presidencial debió enfrentar un escándalo generado por el inicio del
juicio a su hijo Khaled -en prisión desde el 20 de junio de 2018- acusado de
traficar con 701 kg. de cocaína desde el puerto de Orán. Esto llevó a la
renuncia de su jefe de campaña. Poco después, el periódico Ennahar lo
acusó de mantener vínculos con el empresario Omar Oliat, preso por evasión de
impuestos.
Además,
Tebboune se enfrenta a la crisis económica más grave que Argelia ha
atravesado en décadas. Tras diez meses de estancamiento económico a causa de la
inestabilidad política, y cuando las exportaciones energéticas, que suponen el
95% de los ingresos del Estado, han descendido un 12,5% este año. Con precios
internacionales del petróleo y gas en baja, las reservas en divisas del país se
han desplomado. Además, la reducción en un 9% del gasto fiscal sumió al país en
la recesión.
Esto hace pensar que Abdelmadjid Tebboune, cuya legitimidad está seriamente
cuestionada por una parte de la sociedad argelina, le espera una difícil tarea.
La política de ajuste fiscal y suba de impuestos que deberá aplicar seguramente
incrementarán el malestar y alimentaran las protestas que se producen todos los
martes y viernes en el país magrebí.
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