El 20 de junio no
sólo se conmemora el Día de Bandera, para los peronista, al menos, es el día en
que el general Perón regresó definitivamente a su patria después de diecisiete años
de forzado exilio. Para algunos de nosotros, que hemos vivido esa jornada,
recordamos con dolor al 20 de junio de 1973, en que el enfrentamiento entre los
sectores de izquierda y derecha del peronismo, en proximidades del Aeropuerto
Internacional Ministro Pistarini, mientras aguardaban el regreso de su líder,
terminó ensangrentando los bosques de Ezeiza.
Escribir sobre
estos temas se torna necesario toda vez que existen sectores dispuestos a
convertir a la historia argentina en un relato y en confundir a las nuevas
generaciones, que tuvieron la suerte de no ser testigos de esos días aciagos
pero, que hoy se preguntan sobre las causas de la decadencia argentina.
LOS PREPARATIVOS
Al aproximarse el 20 de junio de 1973, fecha fijada para el retorno definitivo de Perón, el pulso del país parecía detenerse y todas las expectativas se relacionaban con este suceso. En ese entonces, existía una disociación entre el desempeño formal del gobierno, en manos del odontólogo Héctor J. Cámpora, y la ubicación del poder político real, que residía sin duda en Perón. Tal disociación habría de resolverse, por lo tanto, con el arribo al país del líder justicialista, que se convertiría en árbitro de la situación.
Como una consecuencia de los desbordes protagonizados por los sectores juveniles durante la asunción del tercer gobierno peronista, el 25 de mayo, esta vez Perón dejó la organización del acto de recepción bajo la responsabilidad de los sectores verticalistas y sindicales del movimiento. Se creó la “Comisión Organizadora por el regreso Definitivo del General Perón a la Patria” que centralizó las tareas bajo la autoridad del Consejo Nacional del Partido Justicialista.
La comisión estaba dirigida por el “delegado militar” de Perón y Subsecretario de Deportes y Turismo del Ministerio de Bienestar Social, Teniente Coronel ® Jorge Osinde. La integraban además Norma Kennedy por la rama femenina, el secretario general del Movimiento, Juan Manuel Abal Medina; por las 62 Organizaciones Lorenzo Miguel y por la CGT, José I. Rucci. Varios “coordinadores de área” completaban esa comisión entre ellos: Alberto Brito Lima, del derechista Comando de Organización, en Transporte y el cantante y director de cine Leonardo Favio en Ornamentación y Sonido.
Los sectores
identificados con la Tendencia
Revolucionaria y con el presidente Cámpora, fueron marginados de la
preparación del evento. Al respecto Juan Manuel Abal Medina, reconoció que fue
excluido de las reuniones de esa comisión y cuando quiso participar no pudo
hacerlo. Algo similar ocurrió con la policía de la provincia de Buenos Aires, a
pesar que el acto central se realizaría en su jurisdicción. Ello se debía a que
tanto el gobernador Oscar Bidegain, como el subjefe de la policía bonaerense,
Julio Troxler –un sobreviviente de los fusilados en los basurales de José León
Suárez en junio de 1956-, mantenían fluidos contactos con ese sector.[i]
Los organizadores resolvieron levantar una tribuna sobre el puente denominado “El trébol” en la intersección de la Autopista General Richieri y el camino de comunicación con la ruta 205, a unos tres kilómetros del Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Reservaron espacio en el palco oficial para la comitiva que acompañaría a Perón, para una orquesta sinfónica nacional y para el periodismo. También se determinó el lugar donde aterrizaría el helicóptero que trasladaría al general Perón desde el aeropuerto al palco. El ministerio de Bienestar Social tomó a su cargo la instalación de 117 puestos de auxilio, fijos y móviles, y siete hospitales de campaña, además de poner en estado de alerta a todos los nosocomios de la zona. Como precaución, el Ministerio editó y distribuyó una cartilla con instrucciones elementales.
SANGRE EN LOS BOSQUES
El 20 de junio de
1973, una gigantesca manifestación de aproximadamente un millón de personas se
había congregado pacíficamente en el lugar del acto para recibir al líder
peronista. Fogatas, bombos y estribillos, darían marco al histórico encuentro
del líder con su pueblo. Con un pueblo que, con su tumultuosa presencia, seguía
haciendo notar su propósito de ser protagonista y no mero espectador de la
historia. No obstante, lo que debía ser una fiesta popular degeneró en una
abierta confrontación armada entre grupos peronistas que enlutó al país. Los
incidentes se originaron en la puja de sectores peronistas ideológicamente
antagónicos que intentaban ocupar los lugares centrales al palco donde hablaría
Perón.
Por un lado estaban
los sectores sindicales aliados en esta ocasión al lópezrreguismo, con grupos
portando armas largas. Por el otro las columnas de la Tendencia Revolucionaria. Era
notorio que los sectores militantes, de uno y otro signo, procurarían aportar su presencia masiva para obrar con
una “primera impresión” sobre el
ánimo de Perón. Ello dio lugar a una pugna por la ubicación, por los primeros
300 metros en las proximidades del palco.
La ubicación
principal fue tempranamente ocupada –desde la tarde del 19- por las columnas de
la UOM, la Juventud Sindical Peronista –que respondía a la CGT- y los grupos
derechistas del Comando de Organización –que respondía a Alberto Brito Lima- y
el Comando Nacionalista Universitario -CNU-. Estos sectores tenían el propósito
de evitar que la Tendencia hiciera valer
su mayor poder de convocatoria y movilización.
Según Verbitsky: “El 19 de junio mil civiles armados hasta
los dientes ocuparon posiciones cerca del palco, por indicación del teniente
coronel Osinde” [...] “Detrás del vallado se identificaron con brazaletes
verdes y un escudo negro los guardias de la Juventud Sindical. Los custodios
del estrado empuñaban carabinas, escopetas de caño recortado, ametralladoras y
pistolas”.[ii]
Durante la noche
se escucharon algunos disparos y gritos pero, en los distintos campamentos que
habían organizado los asistentes para atemperar el frío de junio mientras
esperaban la llegada del general al día siguiente, la gente no les prestó mayor
atención. El clima festivo imperaba por doquier, la situación sería muy
distinta en la mañana siguiente.
En las primeras
horas del día 20, la Columna Sur de
la Tendencia avanzó por la ruta 205 y
avenida Jorge Newbery, intentando rodear la parte trasera del palco, para pasar
al otro lado y ubicar el grueso de sus militantes frente al estrado central. La
columna estaba acompañada de micros -suministrados por algunas
intendencias- y su conducción se
desplazaba en un jeep, cuyos ocupantes tenían armas cortas y una ametralladora.
Los líderes de la columna la mantuvieron compactada, para evitar que sus
integrantes se dispersaran, los militantes iban tomados de las manos para
impedir el ingreso de desconocidos y evitar provocaciones. Portaban pancartas y
banderas de FAR y Montoneros. Verbitsky explica gráficamente como pretendían
acercarse al palco: “Un centenar de
militantes de Berisso abriría el vallado del Comando de Organización, a
cadenazos, como era habitual por uno y otro bando en esos años turbulentos”.[iii]
Los incidentes,
que comenzaron desde temprano, se incrementaron hacia las 14.30 horas cuando
las columnas de la Tendencia hicieron su aproximación final hacia el palco y
sus fueron recibido con disparos por parte de sus ocupantes.
Pese a haber roto
el cordón, sólo los primeros trescientos manifestantes llegaron hasta el palco
de invitados especiales, detrás de los responsables. El resto fue detenido por
la densidad de la manifestación.
Mientras tanto, la
conducción de la Tendencia se
encontraba en la zona del palco en un micro suministrado por la Universidad de Buenos
Aires al que se le había agregado algún tipo de blindaje. En esta forma lo
testimonia Juan Manuel Abal Medina: “Así llegamos a ese día y se producen los
hechos que son conocidos. Sin duda la agresión partió del palco, esto está más
que probado. Pero también es cierto que una columna de Montoneros con un camión
que llevaba algún blindaje al frente, donde iba entre otros Rodolfo
[Galimberti], intentó forzar el paso para ponerse frente al palco y tuvo una
disputa por el control del acto. En mi opinión era una disputa suicida para
todos. Pero bueno, era el clima de efervescencia que se vivía.”[iv]
Este testimonio
coincide con el relato del dirigente montonero Roberto Cirilo Perdía: “Con
otros compañeros y montados en un viejo colectivo nos aproximamos al palco,
junto a una parte de nuestras columnas. Allí, sobre el centro de la calzada y a
unos 80 ó 100 metros del palco, imaginábamos vivir uno de los mejores momentos
de nuestras vidas.”
“Fuimos sorprendidos, horas más tarde, cuando sentimos
algunos disparos. Proyectiles sin rumbo comenzaron a rebotar en la carrocería
del vehículo donde estábamos”.[v]
Según el diario
Clarín, del 21 de junio de 1973: “Desde
anteayer, cerca de mil civiles armados, algunos con metralletas, ocuparon
posiciones cerca del palco. Su consigna era impedir que se acercaran al palco
columnas con carteles de la Juventud Peronista, la Juventud Universitaria
Peronista, la Juventud Trabajadora Peronista, las FAR, los Montoneros, Guardia
de Hierro, Frente Estudiantil Nacional y el Encuadramiento”.
Al margen de esta
confrontación entre los sectores más politizados del peronismo quedó la amplia
mayoría de los concurrentes al acto. Miles de personas no directamente
encuadrados en algún grupo del peronismo, en muchos casos familias con niños
pequeños, ancianos nostálgicos de otro peronismo o simples curiosos –como quien
escribe estas líneas- que habían concurrido a lo que pensaban sería una fiesta
popular y que de pronto se encontraron en medio del fuego cruzado de los
violentos de izquierda y derecha.
En el campo
cercano al palco, los asistentes no sabían muy bien quien era amigo y quien no.
Alguien disparaba indiscriminadamente hacia un lado y desde allí otro
replicaba. En medio, gritos, insultos y personas que corrían tratando de
cubrirse para salir del campo de tiro. Desesperada la gente corría angustiada,
muchas veces llorando con desesperación. De pronto, alguien caía herido y era
socorrido. Nunca estaba clara la identidad ni la pertenencia ideológica de los
heridos ni de los eventuales socorristas. Pronto el caos total imperó en los
bosques de Ezeiza.
Con la
desconcentración silenciosa de la gente y un doloroso saldo de muertos y
heridos, que –aunque no existen registros fidedignos- arrojaron un saldo 13
muertos y 365 heridos por armas de fuego[vi],
culminaba la jornada. Inmediatamente después comenzarían las acusaciones mutuas
y el enrostramiento de responsabilidades.
Así relató los
hechos la revista Panorama, del 28 de junio de 1973: “Juan Perón aterrizó en la base aérea militar de Morón en la tarde del
miércoles 20. Pocos kilómetros al sur, entre los arboles jóvenes de Ezeiza,
frente al palco y los dos millones de personas que esperaban su presencia, el
seco trepitar de las ráfagas de metralla marcó con sangre las disidencias
internas del justicialismo”. [vii]
Al día siguiente
Perón pronunció un discurso que cayó como un balde de agua fría para los
sectores afines con la Tendencia.
Perón habló de la necesidad de establecer una paz constructiva, y de volver al
orden legal y constitucional. Formuló para ello, una convocatoria a todos los
argentinos, a las fuerzas armadas, sectores políticos, económicos y sociales. “El justicialismo no ha sido nunca ni sectario
ni excluyente” –dijo- “Llama hoy a
todos los argentinos sin distinción de banderías. Es preciso llegar a una sola
clase de argentinos: los que luchan por la salvación de la Patria, gravemente
comprometida en su destino por los enemigos de afuera y de adentro”.
Evidentemente era
necesario restablecer una imagen de orden y solidez, y el gobierno procuraba
hacerlo así. Pero su suerte estaba echada.
“Montoneros –relata Perdía-, a través de su equipo de
inteligencia dirigido por Rodolfo Walsh, elaboró un completo informe sobre los
sucesos de Ezeiza. Por el vertiginoso ritmo y el rumbo que fueron tomando los
acontecimientos no fue publicado en su momento. Muchos años después de
desaparecido Rodolfo Walsh, Horacio Verbitsky actualizó la información y le dio
estado público”.[viii]
La forma en que el informe tomo estado público parece ser el libro ”Ezeiza”, de Verbitsky , que es sin duda
la obra mejor documentada sobre estos sucesos y que hemos empleado como fuente
principal para realizar esta crónica.
EL OCASO DE LA TENDENCIA
Los sucesos del 20
de junio de 1973, que se conocen con el trágico nombre de “la masacre de Ezeiza”, marcan un punto de clivaje en el desarrollo
de la Tendencia Revolucionaria. La
izquierda peronista había incrementado el número de sus integrantes
incorporando sectores juveniles desde finales de la década del sesenta. También
fueron los mayores beneficiarios de la expectativa que despertaba la
perspectiva del regreso de Perón. Ernesto Jauretche tiene una curiosa –pero
acertada- forma de denominar a este proceso: lo llama “el engorde” y lo
describe en la siguiente forma: “El
engorde tuvo tres vertientes perfectamente diferenciadas: dos, provenientes de
las capas medias estudiantiles y profesionales; la otra, de las agrupaciones
políticas y sindicales del peronismo combativo.”
“La primera se caracterizó por la extrema juventud del
grueso de los militantes. Es la época del florecimiento de la UES y la JUP, que
más adelante nutrieron de ‘soldados’ al Ejército Montonero.”
“Otra fue la llamada ‘brigada 11 de marzo’[ix],
que aludía al oportunismo de políticos, profesionales y además recién llegados
a ocupar los lugares ganados por otros en años de lucha.”
“La última, de edades algo mayores, alimentó las filas de la
JP en el territorio y la JTP en las fábricas. Fueron los activistas que
hicieron el ‘rodriguazo’.”[x]
Sin embargo, sus
dirigentes demostrarían, en pocos meses de 1973, no estar totalmente preparados
para conducir a su sector en un proceso histórico tan complejo como el que les cupo
en suerte protagonizar.
Tras la asunción
de Cámpora, se lanzaron con entusiasmo e imprudencia a capturar espacios de
poder dentro del Movimiento Peronista y del “Gobierno
Popular”. Así abrieron todos los frentes al mismo tiempo. Atacaron
simultáneamente a todos los sectores del Movimiento – e incluso de la sociedad-
que se unieron en una alianza informal para frenar su avance.
Por su falta de
experiencia política –y de madurez- no alcanzaban a comprender que carecían de
suficientes cuadros preparados para gobernar. Aún cuando esta carencia no había
impedido que la juventud recibiera el veinticinco por ciento de los cargos
electivos, en las listas del 11 de marzo, tal como había establecido Perón.
Los desbordes
populares que impulsaron –ocupación de oficinas públicas y fábricas, remoción
de funcionarios, etc. Contribuyeron a crear la impresión que el gobierno de Cámpora
se debatía en el caos y la anarquía. Esta imagen fue aprovechada por los enemigos
de Cámpora dentro del Movimiento –el lópezrreguismo, los sindicalistas, etc.-
para desacreditarlo ante los ojos del “General”.
También los
sectores antiperonistas, los militares y los grupos conservadores,
interpretaban el clima de descompresión, típico de un proceso de transición a
la democracia, como una situación “prerrevolucionaria”
que anunciaba el peligro de una “guerra
civil”.
Su incapacidad
política para manejarse en medio de esta turbulencia política y social impidió
a la Tendencia Revolucionaria
percibir que descuidaban los espacios de poder que el mismo Perón le había
adjudicado y que su accionar imprudente sólo contribuía a erosionar la
estabilidad de los dirigentes que detentaban cargos oficiales y partidarios.
Cuando tomaron conciencia
de ello –después de los sucesos de Ezeiza- fue demasiado tarde. Perón llegó a
la conclusión que no podía controlar la imprudencia y los ímpetus
revolucionarios de los sectores juveniles y de izquierda. Comenzó así un
proceso de acción y reacción entre Perón y la juventud que no habría de
detenerse ni con la muerte del anciano líder.
Perón comenzó a
recortar drásticamente el poder de la Tendencia
Revolucionaria desplazando a los
dirigentes que le eran adictos. Comenzando por el mismo Cámpora que dejaría la
presidencia, el 13 de julio siguiente,
tras escasos 49 días de caótica gestión. Finalmente, José I. Rucci, Secretario
General de la CGT, pagaría con su vida por la violencia en Ezeiza, pero, esa es
otra historia…
[i] PERDIA, Roberto Cirilo:
Op. Cit. Pág. 167.
[iii] VERBITSKY, Horacio: Op.
Cit. 109.
[iv] JAURETCHE, Ernesto: Op.
Cit. Pág. 198.
[v] PERDIA, Roberto Cirilo:
Op. Cit. Pág. 170
[vii] MACEYRA, Horacio: Op.
Cit. Pág. 82
[viii] PERDIA, Roberto Cirilo:
Op. Cit. 173.
[ix] BRIGADA 11 DE MARZO DE
1973: Se refiere a quienes se sumaron al peronismo después del triunfo en los
comicios presidenciales celebrados ese día.
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