LA POLÍTICA DEL AVESTRUZ
Por el Dr. Adalberto C. Agozino
El último mes de año 2013 ha sido difícil de sobrellevar para los
atribulados argentinos. Recordemos que se inició con las huelgas policiales y
los saqueos que asolaron a las principales ciudades del centro y norte del
país. Luego llegaron las elevadas temperaturas, que al aumentar bruscamente el
consumo, desnudaron las falencias del sistema de provisión eléctrica dejando
sin luz ni agua a 1.800.000 usuarios de la Capital Federal y el conurbano bonaerense.
Todo ello en medio de un panorama de bolsillos flacos por efecto de la
inflación en ascenso que, tan sólo en este, mes sumó un incremento del más del
4% en general y más del 6% en el rubro alimentación.
A ello se agregó un balance anual por demás desalentador. La Argentina alcanzó
en el año pasado una inflación del 30%. Este indicador, la situó segunda en el
continente americano, siendo sólo superada por Venezuela con el 56%. Mientras
tanto, las reservas monetarias disminuyeron en 2013 unos 13.000 millones de
dólares y quebraron la barrera de menos
de 30.000 millones de esa moneda. El dólar oficial sufrió una depreciación
anual del 32%. Se incrementó el costo del transporte público en la ciudad y la
provincia de Bs. As., entre un 66 y 150%.
El espiral inflacionario se aceleró debido a los abultados incrementos
otorgados al personal de las policías provinciales, después de las salvajes
huelgas de comienzos de mes. Otros gremios –en especial los estatales y
docentes- reclaman reajustes similares. Creando el círculo vicioso que todos
los argentinos de más de 50 años recuerdan tristemente. Es de esperar que hacia
el fin del verano, con el inicio de las clases, la puja salarial se tornara aún
más intensa y conflictiva.
Es lógico que esta combinación de factores terminara por alterar el humor
social de los argentinos llevándolos a la crispación. Especialmente porque
desde el gobierno se sigue apelando a la “política del avestruz”, es decir,
ocultar la cabeza y esperar que la tormenta pase.
En los últimos cien días, la Presidente sólo se ha dirigido al pueblo en
dos ocasiones. En la primera para presentar a su perrito Simón y en la segunda
para desmentir una posible e inconstitucional tercera candidatura presidencial.
El silencio de Cristina Kirchner llegó incluso a omitir el tradicional saludo
navideño que todos los presidentes dirigen a su pueblo al llegar las
festividades de fin de año.
Esta ha sido también la política aplicada por el gobierno de Fernández de
Kirchner en cada crisis: silencio e inactividad gubernamental esperando que
amaine la tormenta o milagrosamente surja algún hecho que modifique
favorablemente el clima social.
Tal vez, este hecho sea una cruel e inesperada tragedia personal que
conmocione y despierte la empatía del pueblo con su doliente gobernante. Quizá
que un argentino sea elegido algo así como Papa o surja algún otro contratiempo
en la salud presidencial que desvíe la atención del público. Hoy, la esperanza
de un sector del gobierno gira en torno a la llegada del Mundial de Futbol,
donde la expectativa popular estará centrada en la posibilidad de que el
Seleccionado Nacional obtenga la copa o al menos se mantenga jugando la mayor
parte del campeonato, para desviar la atención de la población de los problemas
más urgentes del país.
Todo parecer servir a los artífices del relato para ganar un poco más de
tiempo, aguardar a que el paso de los meses mejore la imagen presidencia en las
encuestas de opinión para que el gobierno pueda transitar su viacrucis final
con los menores sufrimientos posibles.
Diariamente, el gobierno de Cristina Fernández ve como la acumulación de
errores y la inoperancia de sus funcionarios erosiona su legitimidad. No la de
origen. Porque nada ni nadie cuestiona el 54% de los votos que hace dos años
consagraron a Cristina como presidente de los argentinos por un nuevo período.
Sino la otra parte que constituye la auténtica legitimidad de un gobierno. La
legitimidad de ejercicio, es decir, la idoneidad y eficacia en la gestión
exitosa de los asuntos públicos, que consolida la gobernabilidad de cualquier
administración.
En este sentido, el segundo mandato de la presidente tiene poco que ofrecer.
Desde el año 2006, el gobierno kichnerista ha gastado 600.200 millones de pesos
en subsidios. Entre ellos 28.000 millones de pesos anuales en subsidios al
transporte que no fueron suficientes para evitar la tragedia de la estación de
Once y el accidente de la estación de Castelar, ambas del ferrocarril
Sarmiento. Ni los 77.000 millones de pesos invertidos todos los años en el
sector energético que no fueron suficientes para asegurar que los porteños
transitaran la última Navidad en paz con agua y luz eléctrica. Por otra parte,
desde el año 2000, el tamaño del Estado que era del 26,5% del PBI se incrementó
hasta alcanzar su actual 42,5% del PBI. El kirchnerismo gobernó durante gran
parte de este período.
Además del cepo al dólar y de los escándalos de corrupción, que afectan al
Vicepresidente de la Nación y los oscuros vínculos financieros entre la
Presidente y el empresario Lázaro Báez, el país atraviesa un aislamiento
internacional que es un hecho inédito para un gobierno constitucional de la
Argentina. Por último, pero no menos importante, cabe mencionar el
amordazamiento y la persecución política y fiscal a cualquier expresión de
periodismo independiente.
Todo ello es suficiente para que la “década ganada” se torne poco creíble
para la mayoría de los argentinos. La pérdida constante de legitimidad de
ejercicio orada a ritmo creciente la gobernabilidad del actual gobierno.
Algunos sectores de la oposición han percibido esta situación y se aprestan a
aprovecharla. Eso explica el incremento de las reuniones y los rápidos acuerdos
electorales a que han llegado algunos dirigentes hasta hace poco enfrentados.
Aunque nadie se atreve a “mencionar la soga en la casa del ahorcado”, ciertos
sectores políticos –tanto oficialistas como opositores- se aprestan para
enfrentar cualquier eventual adelantamiento de los comicios presidenciales del
2015. Para el caso de que la salud presidencial o la salud del país así lo
requiera.
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