Administrar un país durante 158 días de
aislamiento social domiciliario y enfrentar más de 10.000 casos de infectados
diarios parece estar afectando el sentido común de algunos dirigentes
argentinos.
Algunos
miembros del gobierno argentino parecen estar al borde de un ataque de nervios.
Posiblemente se deba al estrés generado por la pandemia del coronavirus Covid
19 o la impotencia de no poder encausar la crítica situación económica del
país, pero lo cierto es que ciertas aptitudes y declaraciones que efectúan propias
de un país gobernado por el realismo mágico de Gabriel García Márquez.
El
lunes 24 de agosto, el presidente Alberto Fernández, por ejemplo, recibió a
Cristina Castro, madre del joven desaparecido Facundo Astudillo Castro, que
lucha por saber que ocurrió con su hijo.
Facundo
Astudillo Castro, un joven humilde, desapareció el pasado 30 de abril cuando
iba de la localidad de Pedro Luro a la ciudad de Bahía Blanca, para buscar
algunas pertenencias de la casa de su novia.
En
medio de las medidas gubernamentales que restringían los desplazamientos entre
localidades e imponían el aislamiento social, Facundo recorría el sur de la
provincia de Buenos Aires viajando a dedo. Durante su recorrido, al menos en
dos ocasiones fue detenido por personal de la Policía de la Provincia que lo
intimó a retornar a su ciudad de origen y desistir de avanzar rumbo a Bahía
Blanca. A partir del 30 de abril, su celular dejó de funcionar y nunca más se
supo nada de él.
La
madre del joven, Cristina Castro una mujer sencilla de pueblo comenzó una
activa campaña para saber que había ocurrido con él. Ante la falta de
respuestas adecuadas por parte de la Policía, la justicia y las autoridades de
la provincia de Buenos Aires se dirigió a los medios de comunicación, a las
redes sociales y organizó marchas pidiendo por su aparición con vida con el
apoyo de sus vecinos y algunas organizaciones de defensa de los derechos
humanos.
No
obstante, Facundo Astudillo Castro sigue con paradero desconocido y se sospecha
que personal de la Policía Bonaerense se encuentran vinculados con su
desaparición.
Finalmente,
el 16 de agosto unos pescadores encontraron restos óseos humanos en un
cangrejal de la localidad de Villarino Viejo, una zona que debía atravesar
Facundo en su viaje rumbo a la casa de su novia en Bahía Blanca donde nunca
llegó.
La
incansable búsqueda de Cristina Castro encontró rápidamente apoyo popular
convirtiéndose en un problema para el gobierno provincial de Axel Kicillof y del
gobierno nacional del presidente Alberto Fernández.
Para
descomprimir la situación de cara a la opinión pública, el presidente Fernández
tomó la iniciativa de recibir a la madre del joven que nunca le había pedido
audiencia, para expresarle la preocupación del gobierno por esclarecer el
hecho.
Terminada
la reunión ninguna de las partes informó lo conversado, pero Cristina Castro
dijo sencillamente que el presidente le había obsequiado un cachorrito de su
perro Dylan.
Así,
la madre de un joven que lucha por encontrar a su hijo o al menos saber que
ocurrió con él y quién fue responsable de su desaparición, recibía de su
presidente un perrito. Igual que una niña triste a quién para hacerle olvidar
el dolor provocado por la muerte de un ser querido se le obsequia una mascota.
La
única respuesta que se ocurrió al presidente Fernández frente a esta tragedia
fue obsequiar un perrito. Patético.
Otro
patético caso de estrés agudo fue protagonizado por el expresidente peronista
Eduardo Duhalde. El piloto de tormenta que dirigió el país durante la crisis de
2002, quien es considerado por muchos como el auténtico artífice del traumático
final anticipado que tuvo la presidencia de Fernando De la Rúa, protagonizó ese
mismo lunes 24 un insólito hecho.
Duhalde
realizó explosivas declaraciones a la prensa sobre el futuro del país. Afirmó
tener conocimiento de que un sector de las fuerzas armadas estaban preparando
un golpe de Estado y agregó “que es ridículo pensar que el año que viene va
a haber elecciones”, en referencia a las elecciones legislativas de medio
turno que deberán llevarse a cabo en octubre de 2021.
Las
declaraciones del expresidente conmocionaron inmediatamente al país. Argentina
padeció golpes de Estado militares seguidos de gobiernos de facto en seis
ocasiones: 1930, 1943, 1955, 1962 , 1966 y 1976, además de una decena de
intentonas militares que no prosperaron pero alteraron la gobernabilidad.
Por lo
tanto, la posibilidad de una nueva interrupción del orden institucional y el
retorno de un gobierno militar no es un tema que la gente tome a la ligera.
La
postergación de las elecciones legislativas de 2021 también es una cuestión
políticamente muy sensible.
Cuando
todos los analistas evaluaban las declaraciones del expresidente para
determinar su veracidad y los motivos detrás de las mismas y elevaban las voces
de quienes censuraban a Duhalde por sus declaraciones y lo tildaban desde
imprudente hasta golpista, el dirigente peronista realizó un nuevo golpe de
timón.
Cuarenta
y ocho horas después de sus explosivas afirmaciones el expresidente Duhalde se
desdijo públicamente declarando: “No me reconozco diciendo lo que dije”
[…] “no lo tenía que decir”. Luego responsabilizo al aislamiento social
por su exabrupto agregando “No es un brote psicótico, es un instante, es un
desenganche de la realidad. No es un brote, es un momento, es un flash” y
completo sus declaraciones afirmando: “Se me escapó la tortuga”.
Frente
a este extraño dislate parece imposible no recordar al genial Astor Piazzola,
en su “Balada para un loco”, cuando decía “Yo sé que estoy piantao,
piantao…”
Para
terminar este listado de incongruencias en el accionar de los miembros del
gobierno argentino lo suministró la Secretaria de Acceso a la Salud de la
Nación, Carla Vizzotti.
La
médica Vizzotti alcanzó celebridad cuando el domingo 16 de agosto, en que se
festejaba el “Día del Niño”, tras informar el número de personas
infectadas y muertas por el Covid 19, por la Televisión Pública se puso a compartir
monerías con la payasa Filomena.
Ahora
en otro comportamiento insólito para un funcionario público de su novel declaró
muy suelta de cuerpo: “Necesitamos realmente jerarquizar las actividades de
más riesgo, las actividades en lugares cerrados, por tiempo prolongado, con
personas próximas, sin tapabocas, realizando acciones intensas como hablar
fuerte, como gritar, como cantar, como reírse, ni hablar toser o estornudar sin
cubrirse la boca con el pliegue del codo: son actividades que por más que la
persona que esté con nosotros no tenga síntomas, puede estar incubando el
virus, podemos ser parte de la cadena de transmisión.”
Es
decir que, para la Secretaria de Acceso a la Salud, los argentinos no sólo
deben permanecer en confinamiento domiciliario por tiempo indeterminado sino
que deben abstenerse de cantar o reírse. Un disparate más.
El
gobierno argentino no sólo esta desorientado y carece de un plan para hacer
frente a la crisis socioeconómica que enfrenta el país sino que algunos de sus
funcionarios parecen estar sufriendo una suerte de alienación producto de la
tensión acumulada que nubla su sentido de la oportunidad y los pone en
ridículo.
Mientras
tanto, muchos argentinos de dejan de preguntarse “¿Y dónde está el piloto?”.
Es decir, en manos de qué tipo de personajes están los destinos del país en los
tiempos convulsionados que se viven en el mundo.
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