Intereses
geopolíticos, rencores religiosos y étnicos y un pasado de sangrientas guerras
se combinan en el Mediterráneo Oriental para crear una situación explosiva
entre dos países que son aliados en la OTAN.
Desde
que en 1397 los turcos ocuparon Atenas, los territorios que hoy forman parte de
Grecia fueron anexados al gran imperio que los otomanos fundaron en 1299.
Durante los siguientes cuatro siglos Grecia fue una provincia del Imperio
Otomano, hasta que en 1821 los griegos se rebelaron contra sus invasores y tras
una sangrienta contienda, recuperaron su independencia en 1823.
Sin
embargo, ser vecinos de un imperio como el otomano significaba mantenerse en
continua beligerancia. Además, en la mayoría de las islas y costas del Egeo la
población predominante era étnicamente griega, pese a que seguía bajo la
dominación turca. En 1897, estalló nuevamente la guerra entre turcos y griegos
por el control de la isla de Creta.
Tras
su derrota en la Primera Guerra Mundial como aliado de las Potencias Centrales,
el enorme pero arcaico Imperio Otomano se vio fragmentado por los vencedores.
Gran Bretaña y Francia lograron que la Sociedad de las Naciones le entregaran
en mandato grandes territorios en Medio Oriente. Los griegos aprovecharon la
ocasión para realizar grandes ofensivas en la zona de Tracia. Con los aliados a
punto de invadir las ciudades de Estambul e Izmir, en diciembre de 1918, los
griegos vieron la oportunidad de recuperar las zonas que consideraban sus
territorios ancestrales. Sin embargo, el movimiento nacionalista de los “Jóvenes
Turcos” liderado por Mustafá Kemal Atatürk sorprendió a las potencias
europeas y ganó la independencia de Turquía en 1923.
Luego
de ocho meses de intensas negociaciones y presiones militares, el 24 de julio
de 1923, Grecia y Turquía suscribieron el Tratado de Lausana, que ponía fin al
estado de guerra entre ambos estados y establecía las fronteras de Turquía. El
país otomano recuperó las islas Imbros y Tenedos en el mar Egeo y la región de
Tracia oriental. Pero perdió el control de grandes territorios. Grecia
recuperó, tras muchos siglos de hegemonía turca, el control sobre sus islas y
las aguas circundantes.
También
en 1923 y como parte de las negociaciones de Lausana, Turquía y Grecia trataron
de solucionar el problema de las minorías étnicas dentro de sus respectivos
estados a través de un masivo intercambio de poblaciones. Cuando estalló la
Gran Guerra en 1914, vivían casi dos millones de griegos ortodoxos en Turquía y
más de cuatrocientos mil musulmanes en Grecia. El racismo y la discriminación
estaba a la orden del día en ambas naciones como se evidenció con los más de
quinientos mil griegos que perecieron asesinados en el interior de Turquía
entre 1919 y 1922.
El
intercambio de poblaciones llevó a que los musulmanes desaparecieran de Grecia
al ser reubicados en ciudades turcas. En tanto que un millón doscientos mil
griegos salieron de Anatolia hacia las islas griegas del Egeo. En 1930 la
minoría griega residente en Turquía era de tan sólo ciento cincuenta mil
individuos que vivían en un estado de discriminación y violencia profesaban su
propia religión y hablaban su lengua. Llevaban siglos habitando en lo que ahora
era suelo turco, pero su integración fue imposible. Leyes como las de 1932
(limitando los puestos de trabajo a los que podían acceder los individuos de
religión ortodoxa) o en 1942 (imponiendo impuestos a las familias griegas)
trataron de eliminar a esta población de Turquía. El golpe final llegó en 1955
con el infame pogromo de Estambul, que llevó a una masa enfurecida de
habitantes de la ciudad a destrozar negocios griegos y a matar a varios
integrantes de esa minoría.
Los
incidentes estallaron después de que un diario local anunció que el ejército
griego había bombardeado la casa natal de Atatürk en las ciudad de Salónica. La
información era falsa pero igualmente desató una ola de violencia incontrolada
donde los turcos arrasaron el barrio griego quemando viviendas, dando golpizas
y asesinado a algunas personas. Después de esos incidentes la emigración de los
griegos se aceleró y dos décadas más tarde solo quedaban unos tres mil
quinientos griegos en Turquía.
LA
GUERRA DE CHIPRE
En
1960, Turquía, Grecia y el Reino Unido -junto a las comunidades turcochipriota
y grecochipriota- suscribieron un tratado que declaraba la independencia de la
isla y la posesión británica de las bases de Acrotiri y Dhekelia. El arzobispo
grecochipriota Makarios III asumió la presidencia, de modo que la constitución
indica que los turcochipriotas estarán a cargo de la vicepresidencia y tendrán
poder de veto. Esa peculiar constitución que le fue impuesta dificultó su
funcionamiento como Estado y las relaciones entre greco y turcochipriotas se
hicieron tensas, desembocando en las explosiones de violencia intercomunitaria
de 1963 y 1967, agravada en la zona fronteriza entre ambas comunidades.
En la isla los habitantes se dividían en una mayoría del
80% de griegos ortodoxos y un 20% de turcos musulmanes. El movimiento
nacionalista grecochipriota Organización Nacional de Combatientes Chipriotas
(EOKA), que se había formado para combatir el dominio británico, siguió activo
después de la independencia luchando por la unión con Grecia.
El 15 de julio de 1974, estalló un golpe de Estado
organizado por dictadura griega de la Junta de Coroneles en Atenas, que
nombraron en su lugar a Nikos Sampson, con la intención de lograr la “Enosis”
unión de la isla con Grecia.
Turquía, preocupada por la anexión de la isla, lanzó la “Operación
Attila”, una invasión con una fuerza de treinta mil soldados, treinta
vehículos blindados, transportados por 33 navíos de guerra.
Turquía argumentó que sus acciones para invadir la isla
habían sido realizadas en conformidad con el Tratado de Garantía, promulgado en
1960. Y así, tomó control de más del 35% del territorio al norte del país y
dividió la isla a lo largo de lo que hoy se conoce como “La Línea Verde”,
una zona desmilitarizada de más de ciento sesenta kilómetros que divide la isla y su capital, Nicosia, en
dos partes.
Los turcochipriotas establecieron un gobierno
independiente que llamaron Estado Federado Truco de Chipre que solo es
reconocido por Turquía y en 1983 proclamaron la República Turca del Norte de
Chipre. En este proceso ciento sesenta mil grecochipriotas que vivían en el
norte fueron expulsados hacia el sur.
El sur, por su parte permaneció independiente bajo el
control de la República de Chipre. Unos cincuenta mil turcochipriotas que
residían en el sur se trasladaron hacia el norte ocupando las propiedades de
los grecochipriotas exiliados.
La invasión de Turquía y la subsiguiente ocupación y
declaración de independencia de los turcochipriotas fueron condenadas por
varias resoluciones de Naciones Unidas, que han sido ratificadas cada año.
En 2003 se logró que las autoridades turcochipriotas del
norte redujeras las restricciones a los contactos a través de la Línea Verde y
ambas comunidades pudieron cruzarla por primera vez en treinta años.
En 2004, las Naciones Unidas presentaron un plan para la
realización de referendo para la reunificación de la isla. El 65% de los
turcochipriotas apoyo el plan, pero 74% de los grecochipriotas lo rechazó argumentando
de éste favorecida al lado turco.
Por el momento las
negociaciones para modificar el statu quo en la isla se encuentran paralizadas.
LAS
NUEVAS TENSIONES
Tras unos años de tensa calma, en la década de los
noventa, Grecia y Turquía vivieron un incremento de las tensiones. La disputa
por el espacio en el Egeo se convirtió en el tema central de las relaciones
incidentes mantuvieron en vilo a la región. Cazas turcos sobrevolando islas
griegas, aviones griegos estrellándose sobre islas turcas, violaciones
constantes del espacio aéreo. Todo ello por la diferente interpretación del
derecho del mar. Grecia que adhiere a la Convención del Tratado de Derecho de
Mar aprobado por Naciones Unidas reclama un mar territorial de doce millas y
una Zona Económica Exclusiva adyacente de otras ciento ochenta y ocho millas.
Turquía que no firmó la Convención de Derecho de Mar solo acepta un mar
territorial de seis millas náuticas.
Además, pese a que desde 1923 debía estar clara la
soberanía de cada país sobre sus islas, desde 1996 ambos países discuten por el
control de los islotes Imia-Kardak, dos rocas sin vida en medio del mar y sin
valor aparente, pero con un gran simbolismo nacionalista. Tras una serie de
desembarcos secretos por parte de los dos ejércitos, los islotes estuvieron a
punto de detonar una nueva guerra entre dos países que son aliados en la OTAN.
También en la última década del siglo pasado otro foco de
tensión entre ambos países del Egeo se generó por los incendios provocados.
Entre 1995 y 1997, aparentemente agentes secretos turcos provocaron incendios
de gran magnitud en Grecia y, en respuesta, ciudadanos griegos hicieron otro
tanto en bosques turcos.
En 1999, dos grandes sismos sacudieron tanto a Grecia
como Turquía provocando destrucción y muerte. La solidaridad en medio de la
catástrofe provocó una breve distensión. En 2004 Recep Tayyip Erdogan se
convirtió en el primer presidente turco en visitar Grecia después de medio
siglo de relaciones congeladas, y en 2008 su homólogo Kostas Karamanlis hizo lo
propio acudiendo a Estambul.
ZONAS ECONÓMICAS EXCLUSIVAS Y GAS
La situación se modificó con el hallazgo de vastas
reservas de gas natural y petróleo en el este del mar Mediterráneo. En 2010, un
informe del Servicio Geológico de los Estados Unidos estimó la existencia de
más de tres mil millones de metros cúbicos de gas y 1.700 millones de barriles
de petróleo en las costas de Chipre, Israel, la Franja de Gaza, Sira y El
Líbano.
Las compañías petroleras ExxonMobil de los Estados
Unidos, ENI de Italia y Total de Francia descubrieron yacimientos de gas en
aguas de Chipre y aún se están descubriendo campos de gas, como los yacimientos
de “Zhor”, en las costas de Egipto, “Leviatán” en Israel y “Afrodita”
en Chipre.
Esos yacimientos de gas si bien no son suficientes para
satisfacer la demanda europea, pero sí son importantes para lograr lo que se
conoce como seguridad energética: múltiples fuentes y múltiples rutas. En esta
forma la Unión Europea sería menos dependiente del gas proveniente de Rusia.
Las reservas de gas del Mediterráneo Oriental tienen el
potencial de llegar al 5% de las reservas globales de este hidrocarburo.
El gobierno turco de Recept Tayyip Erdogan no quiere
quedarse al margen de los beneficios que genere la explotación de estos
yacimientos de gas. En 2019, el gobierno turco envió a aguas chipriotas dos
buques de perforación, el Fatih y el Yavuz, y se ha negado a retirarlos a pesar
de la protesta de la República de Chipre y de la Unión Europea, que calificaron
la acción turca como ilegal.
Las tensiones en la región se agravaron aún más cuando
Turquía suscribió en noviembre de 2019 un acuerdo con uno de los dos gobiernos
paralelos que se disputan el control en la guerra de Libia. El acuerdo, con el Gobierno
Del Acuerdo Nacional, basado en Trípoli y reconocido por Naciones Unidas, crea
una zona económica exclusiva que va desde el sur de Turquía hasta el norte de
Libia.
Inmediatamente Grecia calificó el nuevo corredor marítimo
como “absurdo”, ya que se sobrepone a aguas de la isla griega de Creta y
presentó su protesta ante Naciones Unidas.
El acuerdo entre Turquía y Libia obstaculiza los planes
de Grecia y otros países de la región para un posible gasoducto de dos mil
kilómetros de extensión hacia Europa y desafía las zonas económicas exclusivas
de Grecia, Chipre y Egipto.
Debido al incremento de tensiones en la región y a los
intereses compartidos con otros países, Grecia se ha aproximado a Israel y el
Parlamento griego ratificó un nuevo acuerdo de cooperación militar con Estados
Unidos y, paralelamente, incrementó su colaboración con Francia.
En enero de 2019, Grecia, Chipre, Israel, Italia,
Jordania y la Autoridad Nacional Palestina establecieron el “Foro de Gas del
Este del Mediterráneo” con sede en el Cairo.
En julio de 2020, el presidente Recep Tayyp Erdogan
introdujo un elemento más de tensión en las relaciones con Grecia al permitir
la reconversión en mezquita del templo de Santa Sofía en Estambul, un ícono del
cristianismo ortodoxo.
El
6 de agosto, Grecia y Egipto acordaron la delimitación de la zona marítima entre los dos
países. El ministro de Asuntos Exteriores de Egipto, Sameh Shoukry aseguró que
el acuerdo con Grecia permitiría a los países avanzar con los planes de
exploración de hidrocarburos. Su homólogo griego, Nikos
Dendias dijo que el acuerdo con Egipto “reconfirma y consagra el efecto y el
derecho de nuestras islas a una plataforma continental y una zona económica
exclusiva”. “Respeta las disposiciones del derecho internacional y del
derecho del mar. También cumple con las reglas de buenas relaciones de vecindad
y contribuye a la estabilidad y seguridad en nuestra región”, agregó
Dendias.
Tanto para Grecia como para Egipto, esta unión supone avanzar en la utilización de los recursos
disponibles en esta ZEE. El Cairo podrá explorar en busca de petróleo y gas en
las zonas económicas occidentales ubicadas en las
fronteras marítimas con las de Grecia y, además, ambos países tendrán derecho a
buscar y explorar en el Mediterráneo oriental.
Ankara criticó el acuerdo marítimo entre
Grecia y Egipto, y su Ministerio de Asuntos Exteriores negó la existencia de
una frontera marítima entre Grecia y Egipto. “Con respecto a
Turquía, el llamado acuerdo de delimitación firmado es nulo y sin valor. El
área supuestamente delimitada se encuentra dentro de la plataforma continental
turca según lo declarado a las Naciones Unidas”, denunció
Mevlüt Çavusoglu, responsable de la cartera de exteriores.
Turquía mantiene un largo enfrentamiento en diversos campos. El Cairo responsabiliza a Ankara por apoyar a los islamistas Hermanos Musulmanes y, en el conflicto libio sostiene las aspiraciones del general Jalifa Haftar. Erdogan por su parte, sostiene tanto a los Hermanos Musulmanes como al Gobierno del Acuerdo Nacional de Fayez al Sarraj, en Libia
Según el ex ministro de Asuntos Exteriores adjunto de Egipto, Mohammed Hegazy en declaraciones al portal de noticias Arab News, el motivo de la oposición activa de Ankara radica en que tras el acuerdo entre Atenas y El Cairo, así como el de Grecia con Italia, Turquía ya no tiene un punto de entrada marítimo a Libia, siguiendo la normativa del derecho internacional.
El acuerdo de Ankara con el Gobierno de Acuerdo Nacional con sede en Trípoli trazó una línea diagonal desde la plataforma continental de Libia y las aguas de Turquía. Esta delimitación ignoró y desplazó las reclamaciones reconocidas de Chipre y Grecia, pero la administración de Erdogan afirmó que era legal porque, a diferencia de la Unión Europea y Naciones Unidas, no reconocía las islas (como las griegas y Chipre) con derecho a aguas territoriales más allá de su línea costera inmediata.
El 10 de agosto de 2020, en medio de la parálisis originada por la pandemia de Coronavirus Covid-19, y mientras ambos países realizaban conversaciones para solucionar sus diferencias con respecto a la soberanía de las aguas, Turquía realizó otro acto de provocación al enviar buques oceanográficos y comenzar maniobras navales con fuego real en aguas del Mediterráneo Oriental que ambos países consideran como propias, entre las islas griegas de Kastelorizo y Rodas.
Ankara envió los buques sísmicos “Oruc Reis”, “Ataman” y “Cengiz” Han custodiados por navíos de guerra para realizar exploraciones sísmicas hasta el 23 de agosto. Mientras el ministro de Energía y Recursos Naturales, Fatih Donmez declaraba que las actividades de exploración de hidrocarburos en el Mediterráneo y el mar Negro continuarán “sin detenerse” para alcanzar la “independencia energética turca”.
El primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, puso a las fuerzas armadas de su país en estado de alerta, convocó inmediatamente al Consejo Nacional de Seguridad para analizar la situación y habló con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michael y el secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg.
Como puede apreciarse en el Mediterráneo Oriental se cruzan demasiados intereses geopolíticos y antiguos rencores étnicos y religiosos como para que no exista el peligro de un escalamiento del conflicto a breve plazo.
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