Ponencia presentada
por el Dr. Adalberto C. Agozino en las V Jornadas de Historia organizadas por
la Fundación Nuestra Historia, en Bs. As., del 2 y 3 de octubre de 2019.
INTRODUCCIÓN
La casi totalidad de
los estudios dedicados al análisis de los partidos políticos argentinos se han
ocupado de explorar su obra de gobierno y legislativa o sus aportes en el campo
de las ideas políticas; descuidando, en esta forma, otra línea de investigación
de suma importancia: la que implica el análisis de la estructura que, como
fuerza política específica tienen estos partidos, es decir, analizando la
mecánica institucional del partido, la metodología empleada para captar el
apoyo de los votantes, la composición social de los cuadros dirigentes, el
estrato social que le sirve de apoyatura y muy especialmente el uso que hacen
de los recursos del Estado al alcanzar el poder. Es decir, el conjunto de funciones
que pueden denominarse dinámica interna de los partidos políticos. Por lo tanto
en nuestros días carecemos de una teoría general de los partidos políticos
ajustada a las características específicas de nuestro país.
Esta carencia se
debe, en parte, al hecho de que los partidos políticos –o las fuerzas políticas
que puedan merecer tal título- se incorporan tardíamente a la vida nacional.
Hasta la reforma electoral del año 1912 –que introduce el voto obligatorio,
universal masculino y secreto- no podemos hablar con propiedad de partidos
políticos. No obstante, algunos autores –en especial los provenientes del
ámbito de la Historia-
han empleado con cierta licencia esta categoría politológica, denominando “partidos”
a lo que en realidad son únicamente “facciones”[i].
Así hay quienes no dudan en hablar de un “partido morenista” en 1810 y
más tarde de un partido unitario y un partido federal.
Por otra parte, este
descuido es comprensible si se toma en cuenta que las débiles estructuras que
constituyen nuestros partidos políticos no han sido debidamente estudiadas ni
sistematizadas por los politólogos. Los escasos intentos de aplicar categorías
para sus similares del hemisferio norte, debido a que estaban concebidas para
una realidad histórico estructural distinta, no avanzaron más allá de una
clasificación según sus orientaciones
ideológicas, cuyo significado se daba así por descontado habitualmente, sobre
la base de presunta familiaridad de los rótulos, y así obtuvieron una lista de
categorías que tan obvia como silenciosamente se recostaba sobre la vieja
división europea de “derecha” –por ejemplo: los nacionalistas de “NOS”- ; “centro”
–por ejemplo: “Propuesta Republicana” o “PRO”- e “izquierda” –por ejemplo: el Partido
Obrero-. Cuando la facilidad del descuento se agotaba, surgían las especies
peculiares o atípicas –por ejemplo: “bonapartismo” para designar al peronismo-,
pero éstas son atípicas respecto de una tipicidad que no estaba debidamente
constituida, ni fundada y daban pie para una competencia realmente ilustrativa
en materia de ingenio, en cuanto a bautizarlas de algún modo, otra vez familiar
a nuestras concepciones extranjerizantes.
Nos encontramos así
ante un problema casi insoluble: la ausencia de una teoría general aplicable a
las fuerzas políticas argentinas.
El presente trabajo
pretende aportar ideas para la formulación de una teoría capaz de compensar –al
menos en parte- esta carencia. Así proponemos reemplazar el clásico estudio de
los partidos políticos argentinos por el de los “Estilos Políticos Argentinos”,
introduciendo así una nueva y original categoría politológica que juzgamos más
adecuada a nuestra realidad.
A los efectos de un
mejor encuadre del problema se resolvió circunscribir el estudio a un análisis
de los orígenes y evolución de las primeras fuerzas políticas que alcanzaron la
conducción del Estado argentino, a los efectos de comprobar la validez y el
funcionamiento del modelo propuesto, de modo de sentar las bases para más
profundas investigaciones.
La metodología
empleada no presenta ninguna originalidad ya que no es sino una adaptación de
técnicas sumamente difundidas y comprobadas en el campo de las ciencias
sociales. En este caso específico dicha metodología se aplica a las fuerzas políticas con el objeto de en
tratar de introducir objetividad en un dominio en el que la pasión y las
percepciones distorsionas son muy frecuentes. Se trata de trazar un cuadro
general de estudio, haciendo el balance a todas las cuestiones esenciales,
coordinando las unas con las otras para hacer resaltar a la vez su dependencia
recíproca y su importancia respectiva. Este esfuerzo de sistematización ha
parecido importante, ya que la ciencia política no progresará verdaderamente en
tanto que sus investigaciones conserven un carácter atomizado que revela más
subjetividad que ciencia.
Por último, este
trabajo trata de explicar desde las primeras observaciones –tan numerosas,
variadas y extensas como ha sido posible, pero necesariamente fragmentarias o
insuficientes- hipótesis susceptibles de guiar futuras investigaciones que
posibiliten el avance del análisis político aplicado a los hechos históricos,
comprendiendo que todo fenómeno político es naturalmente objeto de la historia,
aunque no todo hecho histórico constituye un fenómeno político.
No habrá que sorprenderse
de encontrar una deliberada intención de transportar la técnica de los “modelos”
a la Ciencia Política ,
que restablece bajo apariencias el uso metódico de las hipótesis en la ciencia.
Se ha tratado de construir, no mediante procedimientos matemáticos y
estadísticos, sino por el empleo de todos los medios de investigación posibles,
los modelos, es decir, conjuntos coherentes de hipótesis con un carácter más o
menos conjetural, en los que el único valor es el de propiciar y orientar las
investigaciones ulteriores, destinadas a verificarlos o destruirlos.
Para ponerlos en
palabras de Max Weber: “No son más que ensayos para poner orden en el caos de
los hechos que hemos incorporado al círculo de nuestros intereses, en cada
ocasión sobre la base del estado de nuestro conocimiento y de las estructuras
conceptuales de las que disponemos cada vez”[ii]
El principal modelo empleado
es el esquema que encierra el concepto de Estilo Político. El modelo adoptado fue ideado
originariamente por el doctor Carlos Strasser y expuesto en un artículo
publicado en la
Revista Latinoamericana de Sociología, denominado “Formaciones
Político – Ideológicas en América Latina”[iii].
En el presente
trabajo el modelo concebido por Strasser se aplica con leves modificaciones y
exclusivamente al análisis de la actividad de los partidos políticos en
Argentina entre 1880 y 2015. En consecuencia definimos al Estilo Político, como
una entidad político – histórica conformada por la sumatoria de los siguientes
elementos y sus relaciones:
·
Una estructura burocrática de partido, más o menos
articulada y destinada a situar a sus integrantes en cargos gubernamentales a
través de su participación en procesos electorales.
·
Una propuesta político - ideológica adaptada a un
momento concreto de la vida nacional.
·
Una modalidad de liderazgo político.
·
Uno o más estratos sociales de referencia que
proporcionan tanto apoyo electoral como sirven de canal de reclutamiento de
cuadros políticos.
·
Un nivel de participación política, determinado por
el contexto histórico – estructural que sirve de marco a los elementos y
relaciones anteriores, las que a su vez son una función de dicho contexto.
Para una mejor
comprensión del modelo propuesto creemos necesaria una más precisa
caracterización de algunos elementos enunciados.
Con respecto a los
partidos políticos –la organización burocrática destinada a situar a sus
miembros en cargos de gobierno- por ejemplo, la mayor parte de los estudios
relativos a ellos se dedican sobre todo al análisis de sus doctrinas. Esta
orientación se deriva de la noción liberal que considera al partido, ante todo,
como un grupo ideológico. “Un partido es una agrupación de personas que
profesan la misma doctrina política” escribía Benjamín Constant en 1816[iv].
Esta concepción ha originado obras interesantes y numerosas, entre las que se
destaca el volumen pionero de Maurice Duverger[v]
aparecido en 1951 –quien se ocupó de un tema que hasta entonces carecía de una
teoría general-, que más que estudios sociopolíticos forman parte de la
historia de las ideas políticas. Pero, en el marco de un estudio de estilos y
no de partidos políticos, resulta más importante describir la influencia de las
doctrinas sobre las estructuras, que es por lo demás mucho menos importante de
lo que pudiera creerse. David Hume[vi] observa finamente en su obra “Essay on
Parties” –1760- que el programa desempeña un papel esencial, que sirve para
coligar individuos dispersos, pero que la organización pasa luego al primer
plano, convirtiéndose en accesoria la plataforma. Esta realidad no podría
expresarse mejor con menos palabras.
Por otra parte, en
estos últimos años, la concepción marxista del “partido – clase”, sucediendo a
la noción liberal del “partido doctrina”, ha orientado los estudios en sentido
diferente. Se han buscado las relaciones entre el nivel de vida, la profesión,
la educación y la filiación política. En la actualidad no son pocos, sino casi
todos, los estudiosos que señalan la relación existente entre la
estratificación social y los partidos políticos, en principio general, existe y
es básica. Pero muchos de esos estudiosos agregan a continuación que, sin
embargo, la misma debe hacer lugar a una cantidad de refinamientos o enlaces de
otro tipo, y, además, que ni siempre ni necesariamente es ella la base.
No obstante, lo uno
anula lo otro. Invirtiendo el comentario, todavía nos encontramos con uno de
los consensos más difundidos de la Ciencia Política , aunque se deben tener en cuenta
otras variables y aun cuando se debe considerar la importancia específica de
cada una, en principio y por lo general, hay una fuerte relación entre partidos
políticos y estratos sociales.
Uno de los clivajes,
en función de los cuales actúa la mayoría de los partidos políticos es, según
queda dicho, estratificacional. El clivaje se actualiza, renueva y manifiesta
ante cada emergencia o tratamiento de asuntos de interés público. Es una
oposición de intereses – ideas – valores entre distintos estratos sociales.
Para el período en estudio; en que tiene lugar una participación política de
todos los sectores sociales, las divisiones más claras y fijas en la pirámide
social corresponden a los clivajes
políticos más generales y permanentes.
No obstante, la
composición social de éstos, no será tampoco más que la doctrina el objeto
principal de este estudio, esencialmente orientado hacia la mecánica
institucional de las fuerzas políticas, la metodología empleada para captar el
apoyo de los votantes – o sea, el fenómeno que los teóricos americanos
denominan “la máquina” designando algunas formas que a veces revisten sus
partidos y los comunistas llaman “aparato” refiriéndose a la “Organización”
–con una mayúscula sintomática- y muy especialmente el uso que en cada estilo
se hace del “patronazgo oficial”. Entendiendo por tal el empleo de los recursos
del Estado –concesiones, créditos, empleos públicos y dádivas diversas- para
favorecer a grupos sociales o individuos a los efectos de condicionar su
comportamiento político.
En la conformación de
un estilo político, la aptitud de liderazgo superando condiciones adversas y
combinando los diversos factores para obtener determinados resultados es una
condición necesaria en la producción de ciertos fenómenos políticos. En
numerosas instancias ésta es una variable crucial, dependiendo la concreción de
alianzas, de las estrategias y tácticas aplicadas por los líderes en sus
esfuerzos de acceder al poder.
Hay que aventurarse,
pues, en un terreno virgen especialmente difícil. La organización de los
partidos descansa esencialmente en prácticas y costumbres no escritas; es casi
enteramente consuetudinaria. Los estatutos y reglamentos interiores no
describen nunca más que una pequeña parte de la realidad: raramente se los
aplica de manera estricta. Por otra parte, la vida de los partidos se rodea
voluntariamente de misterio: si no se obtiene fácilmente de ellos datos
precisos, incluso elementales. Se esta aquí en un sistema jurídico primitivo,
donde las leyes y los ritos son secretos, donde los iniciados los desnudan
hurañamente a la vista de los profanos. Sólo los viejos militantes del partido
conocen bien los pliegos de su organización y las sutilezas de las intrigas que
anudan en ella. Pero raramente poseen un espíritu científico que les permitiría
conservar la objetividad necesaria; y no hablan gustosamente de ello.
LA PERIODIZACIÓN
En cuanto a la periodización,
el presente trabajo analiza los estilos políticos predominantes entre dos
extremos históricos que, por análisis, también la sociología del desarrollo ha
exagerado o idealizado; el “orden tradicional” y el “orden del siglo XXI”. Es
decir, el momento en que comienzan a funcionar las instituciones
constitucionales, tras la federalización de la ciudad de Buenos Aires y el fin
de las luchas civiles, en –1880- en uno de sus límites y el final del segundo
gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en el otro.
Los cambios en que
concretamente consistió la transición son ilustrados por la cantidad y el
crecimiento de la población, el asiento rural o urbano de aquella, la población
absoluta y relativa en las capitales, las proporciones internas y las
tendencias en cuanto al crecimiento y la distribución de la población, las
migraciones internas y la migración extranjera, la distribución de la población
económicamente activa –estructura ocupacional-, el desarrollo del alfabetismo y
la educación, los datos sobre estratificación social, la organización obrera y
el sindicalismo.
El desarrollo
político también guarda relación, aunque no de un modo tan directo ni paralelo,
a causa de su relativa autonomía, con las transformaciones económicas y
sociales, con las cuales asimismo interactúan.
A los efectos del
presenta trabajo entenderemos junto a Dowse y Hughes por participación política
a “aquellas actividades voluntarias mediante las cuales los miembros de una
sociedad intervienen en la selección de los gobernantes y directa o
indirectamente en la formación de la política gubernamental”.[vii]
El grado de
participación política de la población, medido por la legislación de derechos
electorales y las cifras y porcentajes de votación, ha servido de criterio más
neto para determinar dentro del período establecido la existencia de cinco
etapas, que coinciden –a grandes rasgos- con el predominio de un estilo político,
ellas son:
Etapa de
Participación Limitada (1853 – 1912)
La etapa se inicia al
final de las luchas civiles, con la organización constitucional del país. En
este período el Estado nacional inicia el monopolio de la fuerza a los efectos de
pacificar al país, eliminando a los elementos anárquicos constituidos por aborígenes
y montoneros. Su misión es ocupar y poblar el territorio nacional determinando
sus límites internacionales.
Hacia la mitad del
período –1880- se consolida el gobierno nacional, federalizando la ciudad de
Buenos Aires organizando el aparato estatal, alcanzando un alto nivel de
consenso entre los miembros de la clase dirigente que permite el desarrollo de
los primeros partidos políticos propiamente dichos y la puesta en marcha de los
primeros procesos electorales, aún en forma primitiva.
La actividad política
se encuentra condicionada por los medios materiales disponibles en un país
extenso y despoblado, el escaso nivel educativo de la población, el exiguo
interés del electorado por la actividad partidaria frente al monopolio que
sobre toda la actividad política ejercían los miembros de la elite tradicional.
En esta etapa la
estructura política que más se aproxima a la concepción de un partido político
moderno es el “Partido Autonomista Nacional” –P.A.N.- aunque, en verdad todavía
constituye una poco articulada alianza electoral entre grupos de la elite
porteña con las elites del interior del país. De ideología liberal y
funcionamiento estacional se ponía en marcha unos meses antes del comicio y
entraba nuevamente en letargo al día siguiente de las elecciones.
El P.A.N. fue
hegemónicamente controlado por el General Julio Argentino Roca. Líder formal,
burocrático y autoritario que controló la política argentina durante casi tres
décadas –1878 / 1914, prácticamente hasta el momento de su muerte. Fue uno de
los tres argentinos – los otros fueron Carlos Menem y Cristina Fernández de
Kirchner- que elegidos presidente en dos oportunidades pudo concluir íntegramente
ambos mandatos. Siendo el único que lo hizo en presidencia no consecutivas.
Esta es la etapa del
predominio del estilo político de los notables. Empleamos la denominación de “Estilo
de los Notales” para denominar a un estilo político que otros autores no
dudarían en calificar de “conservadores”[viii]
o del “patriciado”[ix].
Hemos preferido la denominación de “notables” sobre el de conservadores
porque el conservadurismo tiene un sentido amplio que configura quizá una ubicación
frente a la evolución de los problemas del mundo y, como veremos, esta no era
la actitud con que los miembros de la elite tradicional se enfrentaron a las
exigencias de su tiempo, sino que fueron grandes innovadores y modernizadores.
Por otra parte, si bien reconocemos que tanto el término de “notables”
como el de “patriciado” hacen referencia a las elites sociales
tradicionales, pero el primero es el empleado por Maurice Duverger en su obra: “Los
Partidos Políticos” que, como expresáramos, nos proporciona el marco de una
teoría general de los partidos y por lo tanto, no creemos conveniente
apartarnos innecesariamente de dicha teoría.
Etapa de
Participación Ampliada (1912 – 1930)
Se prefigura a
comienzos de la segunda década del siglo XX, es decir, que se inicia en la
última parte de la etapa precedente y se concreta cuando el régimen establecido
de inspiración liberal y formas oligárquicas, es desplazado del gobierno por un
partido de orientación reformista, encabezado por un líder carismático y populista,
conformando un nuevo gobierno que, aunque mantuvo la orientación liberal y los
compromisos internacionales forjados en la etapa anterior, introdujo, sin
embargo, en la acción gubernamental, una orientación anti conservadora y anti
oligárquica.
Corresponde al
momento en que la “rebelión de las masas” descripta por José Ortega y
Gasset comienza a hacerse notar en la sociedad argentina.
La ampliación de la
participación política responde entre otras causas a la aplicación de un
conjunto de innovaciones institucionales, entre las que cabe mencionar:
v La extensión de los beneficios del régimen de enseñanza estatal, común u
obligatoria a los estratos medios de origen inmigratorio.
v La aplicación del servicio militar obligatorio, que difundió entre los
hijos de los inmigrantes el amor a la nueva patria y el desarrollo de la
responsabilidad cívica.
v La implementación de una reforma electoral que al transformar la
participación en el acto comicial de “voluntaria” en “obligatoria” forzó a la
politización de vastos sectores de la ciudadanía, en especial en los medios
urbanos.El principio mismo de una participación política ampliada, con el
consiguiente incremento de las prácticas democratizadoras, acompañadas por un
mayor arbitraje del Estado en todos aquellos aspectos vinculados con la mejora
en las condiciones de vida y la posibilidad de ascenso social para los sectores
medios urbanos, son percibidos, como conquistas legítimamente adquiridas. Estos derechos, obtenidos a través de una
mayor participación política de los estratos medios no podrán ser derogados sin
que el gobierno que pretenda volver atrás el reloj de la historia deba asumir,
al mismo tiempo, altos costos en materia de legitimidad y paz social.
Esta fue la etapa de
predominio del “Estilo Político Radical”, que se desarrollo entre 1912 y 1930.
En que aparece el primer partido político con verdadero apoyo popular en la
historia argentina; y el más antiguo del país: la “Unión Cívica Radical”.
Es también la época
de predominio político de Hipólito Yrigoyen, “el hombre del misterio”, como
denominara Manuel Gálvez. Un líder democrático, que cultivará un estilo de
liderazgo permisivo y, por momentos, hasta caótico, pero no por ello menos
efectivo. Yrigoyen moldeó la política argentina por casi cincuenta años –1880 /
1930- y fue arbitro absoluto de la misma desde su arribo al poder, en 1916,
hasta su derrocamiento, en 1930, por el primer golpe de Estado militar exitoso
desde la formación del Estado Argentino.
Etapa de
Participación Tutelada (1930 – 1943)
El lapso comprendido
entre los golpes de Estado de 1930 y 1943 constituye una larga década que los
historiadores con simpatías radicales gustan denominar “La década infame”, como
si fuera factible encontrar en la historia argentina una década más “infame”
que otra. ¿Cuáles fueron más infames los años treinta con sus golpes de Estado,
negociados y corrupción o los años setenta con sus golpes de Estado, su danza
macabra de terrorismo y represión genocida? ¿Qué personaje histórico es más
reprobable José F. Uriburu o José López Rega? Considerar a algunas décadas como
“infames” y a otras como “ganadas” es realizar historiografía
militantes y no científica.
Más allá de las
denominaciones impactantes y las polémicas historiográficas –¿o políticas?-, cabe
concluir que entre 1930 y 1943 se opera una suerte de “Restauración de los
notables”, quienes afrontan los costos ya referidos en materia de legitimidad y
paz social, implementaron un régimen conservador – oligárquico que solo se
sustento en base al fraude electoral, la proscripción y el tácito consentimiento
de las Fuerzas Armadas constituidas en el último respaldo del régimen.
Durante este breve
periodo el control del Gobierno reposa, por primera vez, no en un partido
hegemónico –como lo fueran el P.A.N. o la U.C .R. en los períodos anteriores- sino en una
coalición de sectores oligárquicos: la “Concordancia” conformada por los
restos fósiles provenientes del antiguo P.A.N. esta vez bajo la denominación de
Partido Demócrata Nacional, elementos oligárquicos originariamente enrolados en
el radicalismo y que con el correr del tiempo conformaron la U.C .R. Antipersonalista, a los
que se sumaba el ala liberal conservadora del Partido Socialista bajo el título
del Partido Socialista Independiente.
Una alianza política,
como es lógico suponer, sólo podía ser conducida por otro líder formal,
burocrático y autoritario que gobernaba sin apoyo popular: el General Agustín
Pedro Justo, que como Roca reunía condiciones de miembro de la elite, caudillo
militar y hábil político a la vez.
La Restauración de
los Notables fue efímera porque, tal como afirmaba Bismarck: “las bayonetas
sirven para todo menos para sentarse sobre ellas”. Pronto los militares dejaron de sostener un
régimen oligárquico y antipopular que no satisfacía sus aspiraciones de
transformación económica y política ni garantizaba una adecuada defensa nacional.
Etapa de
Participación Masiva (1943 - 1989)
Esta etapa marca la directa irrupción de las masas
populares en la vida nacional. Se inicia con el pleno desarrollo de la
estructura sindical y la formación de una alianza de clases que une los intereses
de los sectores obreros con los del empresariado industrial, merced a la
existencia de un Estado dirigista e interventor que obra como arbitro en las
relaciones entre ambos sectores.
Dicha alianza sólo
fue posible por la convergencia de los siguientes factores:
v Un incremento en la participación electoral, producto de la ampliación de
los derechos electorales a la mujer y rol desempeñado por los nuevos medios de
comunicación masivos –en especial la radio- en la difusión de las actividades
políticas.
v Entre los participantes figuran verdaderas masas urbano – populares; así
numéricamente, por sus características de organización y por su concentración
son “masas”, en mérito a su significación porcentual sobre los totales de la
población, resultan poseedoras de un caudal electoral decisivo. Según algunos
autores, ciertos rasgos psicológicos de estas masas –comprensibles por
asociación con su origen migratorio provincial- son mayores determinantes de su
captación por movimientos políticos populistas, nacionalistas y paternalistas.
v El desarrollo de un partido político de masas, con cuadros provenientes
de los sectores urbano – populares y un sistema de financiamientos claramente
democrático. En la formación de este
partido intervienen elementos pertenecientes a la clase política tradicional
que aportan los conocimientos técnicos y la experiencia necesaria para alcanzar éxitos electorales de
importancia y asegurar un eficaz desempeño de la acción de gobierno.
v La aparición de un “modelo nacional” basado en la combinación de
elementos populistas, desarrollistas e industrialistas.
Esta etapa política
estará regida por el “Estilo Político Peronista”, que se desarrolla entre 1943 –
1955, 1973 – 1976 y 1989 - 1999. Allí la figura carismática de un líder: el General
Juan Domingo Perón, quien controlará la política argentina por los siguientes
treinta años hasta su muerte en 1974, alcanzará el raro privilegio de ser el
único argentino electo a la presidencia en tres oportunidades. Perón creó el
primer gran partido de masas de la historia argentina, conformando el sistema
bipartidista que ha regido en la
Argentina del siglo XX.
Etapa de Participación
Total (2001 - 2015)
La participación debe
considerarse total cuando la actividad política deja de ser esencialmente electoral
y legislativa para trasladarse a las calles e incorporar en mayor o menor grado
acciones violentas.
Esta modalidad de participación
hace irrupción en Argentina en forma gradual a partir del estallido social en
la localidad de Cutral-Co, en la provincia de Neuquén, en 1996. Fue el momento
en que el vocabulario político incorporó el concepto de “piquetero” para
designar a los activistas políticos que empleaban la interrupción del tráfico vehicular
en las rutas nacionales y en los puentes internacionales como medio de participación
política.
Los piqueteros retoman
muchos de los elementos y prácticas de las luchas obreras de la décadas
anteriores -el mismo término “piquete” fue tomado de los antiguos “piquetes
de fábrica” que se organizaban en los accesos al lugar de trabajo al comenzar
una huelga-. Pero esta prolongación metodológica no fue incorporada mecánicamente,
sino transformándola bajo la condición de “sin trabajo”.
La lógica del obrero
sindicalizado -dice Pilar Ferreyra[x]-
se basa en un tiempo y espacio dentro de su lugar de empleo. La lógica de los
piqueteros es la del hombre y mujer desocupados que conservan la memoria de aquellos
tiempos en que fueron trabajadores asalariados y hoy están empobrecidos debido
a la falta de ingresos o la intermitente entrada y salida del mercado informal
de trabajo. Sin fábricas ni oficinas y en situación de vulnerabilidad extrema,
la calle se transforma en el espacio en el cual el “piquetero” se hace “visible”
ante la opinión pública e interactúa con las autoridades. La clave del corte de
ruta es la repercusión de una actividad política.
El corte de rutas y
calles se convierte en la forma de participación de quienes no tienen más
recursos que su capacidad de obstruir o interrumpir el normal desarrollo de las
actividades sociales y económicas ocupando el espacio público con su presencia.
En este sentido es patrimonio común de todos los pobladores excluidos de la
actividad económica formal: obreros desocupados, jubilados, habitantes de
barrios marginales, inmigrantes sin trabajo ni vivienda, etc.
El fenómeno de los
piqueteros como forma de participación política se explica no sólo por el
incremento de la desocupación y la marginalidad sino también por el incremento
del clientelismo, por los errores de una política social basada en el
asistencialismo a través de la distribución de “planes sociales” y “cajas
del Plan Alimentario Nacional o bolsones de comida” y la “Asignación
Universal por Hijo” que si bien atenúan los efectos más severos de la pobreza.
No la solucionan y por el contrario la consolidan permitiendo su utilización política.
Podemos decir que los
piqueteros y la protesta social endémica que vive el país, al menos desde
diciembre de 2001, es en cierta medida una nueva forma de participación
política más amplia e intensa que se ha consolidado como un “subproducto de la
política criolla”, que ha terminado en muchos casos desbordando a sus
creadores: los políticos kirchneristas.
Por último cabe
mencionar, que otro elemento que en esta etapa expandió la participación tornándola
total fue la incorporación a la actividad electoral a los extranjeros con
residencia legal en el país para cargos municipales y provinciales, de las
personas privadas de libertad a partir de un fallo de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación en 2002, la participación voluntaria de los jóvenes menores
de 16 años a través de la Ley de Voto Joven – Ley 26.774, del 31/10/2012- y le
voto de los argentinos residentes en el exterior (360.000 electores
potenciales) facilitada por el Decreto 403/2017.
En esta etapa
que transcurre desde el momento del derrocamiento del gobierno de la Alianza por
el Trabajo, la Justicia y la Educación que llevó a la presidencia al binomio
Fernando De la Rúa – Carlos “Chacho” Álvarez, en diciembre de 2001, y el retorno
del peronismo al poder a través de la presidencia de Eduardo Duhalde.
El sentimiento
popular de repudio a la clase política que demandaba “Que se vayan todos”
generó las condiciones para que antiguos miembros de la “Tendencia
Revolucionaria” del peronismo en la década del setenta accediera al poder
de la mano del matrimonio formado por Néstor Kirchner y Cristina Fernández de
Kirchner y su versión transversalista que incorporaba a algunas organizaciones sociales
provenientes de la izquierda (Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, el Centro de
Estudios Sociales y Legales, la Agrupación H.I.J.O.S, etc.) en su “Frente para
la Victoria”.
Una vez en el
gobierno, el kirchnerismo fue abandonando el programa tradicional del peronismo
y su alianza con la conducción sindical para establecer una relación
clientelística con los sectores marginales mediante la ampliación del número de
planes sociales, aumentando la distribución de alimentos, la “Asignación
Universal por Hijo” y el otorgamiento de jubilaciones sin aportes a “amas de
casa” y otros beneficiarios.
El liderazgo
político se consolidó inicialmente en una diarquía gobernante formada por
Néstor Carlos Kirchner y su esposa Cristina Fernández de Kirchner que
compartían el gobierno y el poder transformándolo en la práctica en una parte
de patrimonio conyugal.
A la muerte de
Néstor Kirchner, 2010, la diarquía gobernante debe necesariamente reformularse
y lo hace con el reemplazó del dirigente fallecido por su hijo Máximo Kirchner.
En esta forma el liderazgo político que en el peronismo tradicional se trasmitía
de Juan D. Perón a sus esposas (María Eva Duarte o María Estela Martínez Carta)
con el kirchnerismo se hará extensiva a los hijos convirtiéndolo en una suerte
de trasmisión dinástica similar al proceso político existente en Corea del
Norte desde su creación como Estado al final de la Segunda Guerra Mundial.
CUADRO
COMPARATIVO
El siguiente cuadro grafica la
estructural de los distintos Estilos Políticos que se han alternado en el
gobierno del país y que son responsables de su actual situación política.
EN
SINTESIS
El propósito del presente trabajo
será demostrar la validez del modelo propuesto: “El Estilo Político”,
como categoría politológica aplicable al estudio del comportamiento de las
fuerzas políticas argentinas, a través del análisis de esa actividad durante el
período comprendido entre el comienzo del funcionamiento real de las
instituciones previstas por la Constitución Nacional –1853-, recién con la
llegada a la presidencia de Julio A. Roca, en 1880, y el final del segundo
gobierno de Cristina Fernández de Kirchner –2015-, es decir, durante un lapso
aproximado de más de ciento treinta años.
Finalmente, se ruega no olvidar el
carácter altamente conjetural de la mayor parte de las conclusiones formuladas
en este trabajo. Dentro de cincuenta años, quizá, será posible describir el
funcionamiento real de los estilos políticos. Por el momento, esta en la edad
de las cosmogonías. Llegada a la madurez, la ciencia las juzga severamente, pero
sin éstas no habría ciencia o su progreso sería lento
[i] SARTORI, Giovanni: “Partidos
y sistemas políticos” Ed. Alianza 3º Edición Madrid 1980, Pág. 53.
[ii]
WEBER, Max: “Ensayos sobre la teoría de la ciencia”. Ps. 202 a 204,
citado en ARON, Raymond: “Las etapas del pensamiento sociológico”. Ed.
Siglo Veinte. Bs. As. 1985. Dos tomos. Tomo II. P. 229.
[iii]
STRASSER, Carlos: “Formaciones
Político – Ideológicas en América Latina”. Artículo publicado en la
Revista Latinoamericana de Sociología. Número 26, publicada por el Centro de
Investigaciones Sociales del Instituto Torcuato Di Tella. Bs. As. Pág. 38 a 76.
[iv]
CONSTANT, Benjamin: citado en NEUMAN, Sigmund: “Los partidos políticos modernos” Ed. Tecnos. 2º Edición. Madrid 1965. Pág. 117.
[v]
DUVERGER, Maurice: “Los partidos
políticos”. Ed. Fondo de Cultura Económica. 5º Edición. México 1969.
[vi]
HUME, David: citado en SCHATTSCHEIDER, E. E. “Régimen de partidos” Ed.
Tecnos. 2º Edición. Madrid. 1969.
[vii] DOWSE, Robert E. y John
A. HUGHES: Sociología Política. Ed. Alianza. Madrid. 1972. P. 359.
[viii]
AZARETTO, Roberto: “Historia de las
fuerzas conservadoras” Ed. Centro Editor de América Latina. Bs. As.
1983. Pág. 11.
[ix]
RAMOS, Abelardo J.: “Revolución y
contrarrevolución en la Argentina”. Ed. Plus Ultra. Bs. As. 1965. 2
Vols. Pág. 169.
[x]
FERREYRA, Pilar: Señales en las rutas argentinas, artículo publicado en el
diario Clarín. Suplemento Zona. Bs. As. 24/6/2001.
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