El candidato presidencial del Frente de Todos,
Alberto Fernández recluta a las “viudas del kirchnerismo” para conformar su
elenco ministerial. Se trata de figuras que se alejaron del gobierno
kirchnerista disgustados con el liderazgo, personalista, autoritario y
discrecional de Cristina Fernández.
En
1988, el peronismo tuvo su última elección interna para elegir un candidato
presidencial. En ese entonces los aspirantes eran dos figuras de la llamada “Renovación
Peronista”: el economista y gobernador de la provincia de Buenos Aires,
Antonio Cafiero y el abogado y gobernador de la provincia de La Rioja, Carlos
S. Menem.
Cafiero
era el candidato de los sindicalistas y de la Iglesia Católica. Había sido
ministro de Juan D. Perón en su primera presidencia y de su esposa María Estela
Martínez Cartas en los años setenta. Sufrió cárcel y persecución durante el
gobierno militar. Se trataba de un político socialdemócrata con sólidos
antecedentes profesionales y académicos. Rápidamente reclutó a los cuadros jóvenes
intelectuales del partido: José Manuel De la Sota, Carlos Grosso, José Luis Manzano,
Hernán Patiño Meyer, Julián Licastro, etc. Incluso tenía muy buen diálogo con
el radicalismo y en especial con el entonces presidente Raúl Alfonsín a quien
aspiraba suceder.
Menem
estaba en las antípodas de su rival. Se trataba de un dirigente populista del
interior del país. Su larga cabellera y sus pobladas patillas rememoraban a los
caudillos federales del siglo XIX a quienes el candidato admiraba. Su acento
riojano acentuaba el “deja vu” gauchesco, aunque en realidad Menem era
un argentino de primera generación sus padres eran sirios y musulmanes. Su
esposa también era hija de sirios y ambos se habían casado por el rito
musulmán. Contaba con el apoyo del viejo caudillo catamarqueño Vicente Leónidas
Saadi, que controlaba la gobernación de su provincia y el bloque peronista del
Senado de la Nación. También lo apoyaban algunos gobernadores del interior como
el mendocino Octavio Bordón y figuras como los Conte Gran en San Juan o el intendente
de Lomas de Zamora, Eduardo Duhalde. Pero, su discurso populista poco articulado
y su vida personal llena de incidentes con vedetes y como corredor de autos era
motivo de burla por el electorado de la clase media porteña.
Nadie
pensaba que Carlos S. Menem tuviera la menor oportunidad frente al aceitado
aparato partidario controlado por Antonio Cafiero. Sin embargo, Menem apeló a
la “técnica de la ambulancia”. Comenzó a recoger a todos los “muertos
o heridos” que dejaba el cafierismo.
Es decir, abrió sus equipos y su círculo de confianza a todos aquellos
dirigentes peronistas que se distanciaban de Cafiero o que no encontraban un
lugar en el entorno del candidato rival.
Pronto,
Menem había reclutado un extenso y variado elenco de políticos enojados con Cafiero.
Estos cuadros y el rechazo del electorado con Alfonsín y sus políticas socialdemócratas
terminaron por darle a Menem una aplastante victoria en la elección interna y
luego en los comicios presidenciales. El resto es conocido Menem gobernó a la Argentina
por una década.
Alberto
Fernández también parece estar recurriendo a la “técnica de la ambulancia”.
Para evitar sufrir la suerte de Héctor J. Cámpora, que gobernó escasos 49 días
antes de que se lo forzara a dimitir para posibilitar el acceso a la
presidencia por tercera vez a Juan D. Perón, Fernández recluta cuadros
políticos peronistas enfrentados con su candidata a vicepresidente Cristina
Kirchner.
Se
trata en general de dirigentes que formaron parte del gobierno de Néstor
Kirchner que más temprano o más tarde terminaron alejándose del kirchnerismo
por diferencias en el estilo de gobierno de los Kirchner.
El
propio Alberto Fernández fue uno de los que se fue del gobierno kirchnerista
por discrepancias con la política seguida con el campo y el enfrentamiento con
el grupo Clarín. Con los años, Alberto fue un duro censor de las políticas y de
la figura de su hoy candidata a vicepresidente.
Alberto
sabe que tiene profundas discrepancias con los planes de gobierno de Cristina,
con su alineamiento internacional e incluso con los sectores políticos que la
acompañan. Esas diferencias terminarán por hacerse insostenibles en algún
momento y parece dispuesta a dar una pelea por su permanencia en la
presidencia.
Para
ello recluta cuadros que le sean adeptos y, de preferencia, sean figuras que no
tengan un lugar cerca de Cristina Kirchner. Alberto la conoce bien. Sabe que la
expresidente no acepta los segundos lugares y que es una persona rencorosa que
no olvida los agravios reales o imaginarios que cree se le infieren.
Así
que se rodea de figuras odiadas por la expresidente: comenzando por Sergio
Massa, y siguiendo con Gustavo Beliz, Felipe Sóla, Martín Redrado, Florencio
Randazzo y hasta posiblemente de Roberto Lavagna y su hijo.
A
ellos se suman otras figuras menos resistidas por el kirchnerismo pero más
cercanas a Alberto Fernández, el sindicalista del SUTHER, Víctor Santa María,
Nicolás Trotta, Eduardo “El Gordo” Valdez, etc.
La
pregunta es si Cristina Fernández de Kirchner aceptará la presencia de estos “albertistas”
en un futuro gabinete del Frente de Todos o irá inmediatamente a la
confrontación exigiendo su marginación.
Para
muchos todavía está presente lo que sucedió el mayo de 1973 cuando el mismo día
de la asunción del presidente Héctor J. Cámpora los integrantes de la Tendencia
Revolucionaria del peronismo comenzaron a ocupar dependencias estatales
para imponer a sus propias autoridades desconociendo a las designadas por orden
del Juan D. Perón.
Pronto,
el “gobierno popular” del Frejuli perdió el control y la suerte de
Cámpora como presidente delegado quedó sellada inmediatamente.
Podrán
convivir armónicamente los peronistas con el proyecto de “socialismo del
siglo XXI” que impulsa Cristina Fernández de Kirchner y los dirigentes de
La Cámpora o el país asistirá a una nueva confrontación dentro de su gobierno.
Pronto
lo sabremos. Por el momento, Alberto Fernández sigue activamente seduciendo
dirigentes peronistas refractarios con la figura de Cristina Kirchner y cargándolos
en su “ambulancia”.
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