El historiador británico John Keegan en su
libro “La inteligencia militar. Conocer al enemigo de Napoleón a Al Qaeda”
realiza un breve relato de las operaciones especiales de inteligencia durante
la Guerra de Malvinas.
La Guerra
de Malvinas es un hecho demasiado reciente para que los historiadores tengan
acceso a los informes clasificados que permitan esclarecer muchos de los
acontecimientos ocurridos durante este conflicto.
Sin
embargo, algunas pistas sobre las operaciones realizadas y planificadas y no
concretadas por las fuerzas británicas en el territorio continental argentino.
En esta forma se termina con el mito de que la guerra sólo se limitó a las Islas
y al perímetro de seguridad marítimo establecido por el Reino Unido.
La Guerra
de Malvinas no fue una guerra limitada sino una guerra total que no se extendió
más allá de las Islas porque no fue necesario para los británicos ampliar el
teatro de operaciones. Sin embargo, intentaron operaciones en el continente que
hasta el momento permanecen ocultas. Sin embargo, el siguiente relato de Keegan
que comparto con el lector proporciona una clara idea de las mismas.
“La
presencia argentina en Georgia del Sur era considerada una afrenta
-relata John Keegan-, a pesar de su ubicación a mil cuatrocientos cuarenta
kilómetros del grupo de las Malvinas; pero también una oportunidad. Durante el
prolongado periodo de preparación, mientras la fuerza especial se iba
trasladando hacia el sur escalonadamente durante los meses de marzo y abril, el
gobierno se sintió cada vez más presionado a calmar la ansiedad de la opinión
pública con noticias alentadoras, y la recuperación de Georgia del Sur podía
satisfacer ese propósito. Por consiguiente, una partida mixta compuesta por
marines británicos y fuerzas del SAS fue enviada hacia el objetivo a bordo del Antrim;
en medio de condiciones ambientales extremas y con equipamiento inadecuado,
estas fuerzas llegaron a la costa, y completaron su misión entre el 21 y 24 de
abril. Las tropas argentinas que habían reemplazado a los chatarreros se rindieron
fácilmente. Los marines y el SAS no sufrieron bajas, pese a que en más de una
ocasión muchos estuvieron a punto de perder la vida en accidentes.
“Tras
la expedición a Georgia del Sur, el SAS actuó directamente en las operaciones
preliminares en las Malvinas junto a la SBS, su equivalente en la marina
británica; y en una etapa posterior también tomó parte activa en el combate,
mientras intentaba una serie de incursiones (que aún permanecen en el misterio)
en tierra firme argentina con el propósito de dar aviso temprano sobre ataques
aéreos argentinos, pero también de interceptarlos con ataques por sorpresa.
“La
primera misión importante de las fuerzas especiales contra el grupo de las
islas Malvinas fue lanzada a principios de mayo. Seis equipos de la SBS y siete
patrullas del SAS de cuatro hombres cada una fueron transportados en helicóptero
desde la flota; la SBS con la misión específica de seleccionar playas para
desembarcos, y el SAS para obtener información sobre la ubicación de las tropas
argentinas. Una de las patrullas del SAS se ocultó en Bluff Cove, más tarde uno
de los lugares secundarios de desembarco en la costa oeste de la isla Soledad
(o East Falkland), la isla principal; otra en Puerto Darwin, cerca de San
Carlos, punto inicial y principal de desembarco; tres, frente a Puerto Stanley,
en la capital situada en la isla Soledad; y tres, en la casi deshabitada isla
Gran Malvina. Fue allí donde las fuerzas del SAS causaron el primer
derramamiento de sangre. El 14 de mayo, cuarenta y cinco hombres del escuadrón
D, guiados hasta su destino por una patrulla insertada tres días antes, aterrizaron
en helicóptero con el fin de atacar la pista aérea de la isla Pebble, donde la
fuerza aérea argentina había estacionado once aeronaves del tipo Pucara
destinadas a ataques terrestres y protegidas por cien efectivos. Los
combatientes del SAS estaban acompañados por observadores de avanzada del
comando 29 del regimiento británico de artillería para orientar el fuego de las
fragatas cercanas a la costa. En medio del bombardeo, las tropas del SAS
colocaron cargas de demolición que destruyeron todas las aeronaves enemigas, y
lograron retirarse ilesos dejando tras de sí a un oficial argentino muerto y
dos soldados heridos.
“A
esta acción siguieron otras dos, ejecutadas de manera independiente por las
fuerzas especiales, una el 21 de mayo, día del desembarco principal en San
Carlos Water, con el fin de ocupar Fanning Head, asentada sobre el acceso al
objetivo, y otra entre el 25 y el 27 de mayo para tomar posiciones de observación
en las alturas del monte Kent, desde donde era posible visualizar Puerto Stanley.
Ambas acciones fueron coronadas por el éxito. Los argentinos que defendían
Fanning Head fueron desplazados por la SBS, que antes del desembarco principal
también envió patrullas a Campa Menta Bay, Eagle Hill, Johnson’s Harbour, San
Carlos y Puerto San Carlos. Ya el 20 de mayo, una patrulla del SAS había
asestado un fuerte golpe a la capacidad argentina para desplegar sus tropas
contra la cabeza de puente, cuando una vez tomada la posición encontró una zona
de estacionamiento de helicópteros enemigos y destruyó las cuatro aeronaves
tipo Chinook y Puma que aguardaban allí. Las dos unidades (22 SAS y SBS)
continuaron participando en operaciones realizadas en las islas después de los
desembarcos y hasta la rendición de los argentinos el 14 de junio.
“No
obstante, tras el hundimiento el 4 de mayo del buque Sheffield por un misil
Exocet, el único pensamiento de los controladores de las fuerzas especiales era
emplearlas para que pudieran avisar sobre los ataques con Exocet o eliminar sus
portadores, los Super Étendard. En cualquier caso, era imprescindible
desembarcar en tierra firme argentina. En la noche del 17 al 18 de mayo, se
intentó la penetración con un equipo SAS de reconocimiento lanzado desde un
helicóptero contra la base de Río Grande, con la misión de evaluar el estado de
sus defensas y retirarse sin ser detectado a territorio chileno, donde se
habían dispuesto las condiciones necesarias. Pero cuando estaba a punto de
aterrizar su helicóptero, el piloto estimó que la aeronave había sido detectada
y que debía tratar de escapar hacia Chile, así que tras una estampida rumbo
oeste lanzó a sus pasajeros del SAS para que cruzaran la frontera a pie,
aterrizó dentro del territorio chileno e incendió la nave. Posteriormente, el
piloto y su tripulación fueron repatriados, no sin antes ofrecer explicaciones
poco convincentes de que su presencia en el espacio aéreo de ese país obedecía
a que habían perdido el rumbo. Los invasores del SAS fueron encontrados por un
agente de enlace encubierto, trasladados a Santiago y escondidos allí hasta el
final de la guerra.
“El
segundo elemento del plan para eliminar a los Super Étendard de Río Grande
fracasó porque los efectivos designados para el cumplimiento de la misión
estaban convencidos de que no tenía futuro. El plan requería lanzar desde un
avión Hércules C-130, sobre la pista, a tres grupos de efectivos (un total de
cuarenta y cinco hombres), que debían someter a los defensores de la base,
destruir los Super Étendard, matar a los pilotos (que deberían atrapar en sus
dormitorios) y después marcharse a toda velocidad, atravesando el campo hasta
Chile, país neutral. Tanto la parte diplomática como la práctica de la
operación eran discutibles, y la confianza de los soldados no aumentó al
percatarse de que los únicos mapas de la región databan de 1939 o habían sido
copiados del Times Atlas. Así las cosas, en la última reunión informativa antes
de su partida de Inglaterra, dos experimentados sargentos afirmaron que no
deseaban participar, evidentemente un acontecimiento inédito en la historia del
SAS. En vista de sus dudas, el oficial a cargo se vio obligado a cancelar la
operación y mantener a los restantes soldados en tierra. Algunos pensaron que a
los que disidentes se les debía dar de baja del servicio, mientras que otros
consideraron que la razón estaba de su parte.
“Las
razones de los estrategas para preparar una operación tan arriesgada quedó
demostrada el 15 de mayo, cuando dos Super Étendard, reabastecidos al norte de
las islas, se acercaron a la flota desde una dirección inesperada y lanzaron
sus Exocet, uno de los cuales fue desviado por el lanzamiento del señuelo y
cayó al mar, mientras que el otro, atraído por el enorme volumen del barco
contenedor Atlantic Conveyor, impactó en el blanco. El Conveyor se incendió y
se hundió, llevándose consigo gran cantidad de equipamiento de vital
importancia, incluidos tres grandes helicópteros tipo Chinook de transporte de
tropas y diez Wessex destinados a trasladar la infantería hasta Puerto Stanley.
La pérdida de estos equipos condenó a la infantería a caminar, lo que dilató
peligrosamente la etapa final de la campaña terrestre.
“Sin
embargo, después del ataque contra el Conveyor, a los argentinos les quedaba
solamente un Exocet. Además, en los fieros combates sostenidos del 21 al 23 de
mayo entre la fuerza especial británica y unidades aéreas enemigas con
equipamiento convencional, se logró destruir veintitrés de sus aeronaves, con
lo que las bajas argentinas ascendieron a un tercio de sus fuerzas. Los pilotos
argentinos combatieron durante la campaña con gran coraje e inusitada
habilidad, pero las batallas aéreas sobre San Carlos Water sellaron su derrota.
No obstante, todavía el 8 de junio lograron otro triunfo espectacular en Bluff
Cove; pero ya en ese momento las fuerzas terrestres británicas habían ocupado
las alturas que rodeaban Puerto Stanley, donde las tropas del país austral
acantonadas empezaban a mostrar su disposición a rendirse.
“Se ha
sugerido, aunque no se ha confirmado, que la capacidad de la fuerza especial
para defenderse de los ataques aéreos fue reforzada en el mes de mayo con la
inserción, no detectada, de otra misión de reconocimiento del SAS en territorio
argentino, así como por el despliegue de submarinos nucleares cerca de la costa
conformando una barrera. De hecho, no se han revelado todos los elementos del
sistema de aviso británico durante las tres semanas (del 21 de mayo al 14 de
junio) a las que se extendió la fase de intensos combates, y la suerte por sí
sola no explica la victoria, ya que la cobertura aérea disponible era limitada,
con solo treinta y seis aviones tipo Harrier antes de las pérdidas, y una
insatisfactoria defensa antimisil de la flota. El elevado volumen total de
pérdidas causadas a los argentinos, incluidos treinta y un Skyhawk y veintiséis
Mirage, indica una obtención de avisos demasiado sistemática como para que se
deba a la casualidad.
“La
fuerza especial sufrió dos graves derrotas en materia de inteligencia, ambas
atribuibles al factor humano. En el transcurso de la campaña por la
recuperación de Georgia del Sur, se hicieron varios intentos por rescatar a un
grupo del SAS de una posición insostenible debido a la atroz temperatura antártica;
intentos que tan solo fructificaron cuando, contra todo pronóstico, un tercer helicóptero
logró extraer tanto al grupo en cuestión como a las tripulaciones de los otros
dos perdidos en el intento. La única razón por la que se emprendió la misión fue
porque un oficial del ejército, experimentado en la exploración de Georgia del
Sur, le aseguró a los planificadores que la misión original era factible; pero
el episodio fue una dolorosa advertencia de que la información de expertos es
tan susceptible de error como cualquier otra forma de inteligencia. El segundo
fracaso fue todavía más grave. Al comienzo de la campaña, el 4 de mayo, un
avión Sea Harrier proveniente del portaaviones Invincible fue derribado durante
un ataque contra la base de Pucara en la isla Gran Malvina, y en las ropas del
piloto un oficial de la inteligencia argentina encontró sus notas que, al
descifrarlas, revelaron la posición desde la cual operaba la flota al este de
las islas Malvinas. Hasta ese momento, la flota había logrado ocultarse del
enemigo en la inmensidad del océano, pero lo suficientemente cerca como para
combatir en la que se esperaba fuera una batalla victoriosa por la supremacía
aérea sobre las islas. Después del 4 de mayo, fecha en que también fue hundido
el Sheffield por un misil Exocet, el almirante Woodward se vio obligado a
retirar la flota más lejos del radio de acción de las aeronaves argentinas y
acercarse a las islas solo cuando era absolutamente necesario.
“Los
británicos habían marchado a la guerra pensando que su alarde de fuerza
lograría la retirada de los argentinos mediante una negociación diplomática,
pero el hundimiento del Sheffield y la pérdida del primer Sea Harrier les
obligaron a admitir que el conflicto iba en serio. Aunque con el desembarco de
las tropas el 21 de mayo, al ver que los reclutas argentinos eran vencidos por
la capacidad ofensiva superior del ejército regular británico, creció el
optimismo de que la resistencia se derrumbaría. En las tres primeras semanas de
la contienda se registró un equilibrio entre las partes; en ese momento, un
golpe de éxito de la inteligencia argentina que les hubiera permitido lanzar un
Exocet contra uno de los portaaviones británicos o uno de los grandes barcos
que transportaba tropas, el Canberra o el QE2, habría inclinado la balanza a su
favor. Pero tal como ocurrieron las cosas, sin acceso a la inteligencia de
satélites o de señales de Estados Unidos que sí tuvieron los británicos, y con
sus propios recursos de inteligencia inadecuados, los argentinos se vieron
obligados a llevar a cabo sus operaciones en base a conjeturas y a la suerte; y
no fue suficiente con ninguna de las dos.”
Como
puede apreciarse del relato precedente la inteligencia suministrada por los
Estados Aliados a su aliado histórico, el Reino Unido, fue decisivo para que
este se impusiera en el conflicto al menos en corto tiempo y con un número
reducido de perdidas humanas y materiales.
También
suministra pruebas irrefutables de que el Reino Unido atacó objetivos en el
territorio continental argentino y que si sus operaciones en las Islas Malvinas
no se hubieran desarrollado con la eficacia alcanzada seguramente hubieran
incrementado sus operaciones contra ciudades e instalaciones en el territorio
continental argentino sin ningún tipo de limitaciones.
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