El Acuerdo Bilateral de Inversiones
suscripto con la Unión Europea constituye un claro y decisivo avance del
gigantes asiático en el escenario internacional y una nueva preocupación para
los Estados Unidos.
Bien
podríamos imaginarnos, sin temor a equivocarnos, a Úrsula von de Leyen,
presidenta de la Comisión Europea, diciéndole al presidente electo
estadounidense Biden: “Lo siento Joe no es nada personal. Son sólo negocios”.
Con
esa emblemática frase de Michael Corleone en el film El Padrino, la dirigente
comunitaria podría resumir la firma del acuerdo bilateral de inversiones entre
la Unión Europea y China, dos de los mayores mercados del mundo.
La
Unión Europea y China estuvieron negociando el acuerdo ahora firmado desde
2013. China es el principal socio comercial de la Europa comunitaria con
intercambios de mil millones de dólares por día. Mientras que para China la
Unión Europea es también su principal socio comercial.
En un
acto de realpolitics diplomática y económica la Unión Europea abandono sus
objeciones a China por negarse a ratificar los convenios de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), el trato dado a los musulmanes uigures de la
región de Xinjiang o a los disidentes que defienden la autonomía de Hong Kong
entre otras objeciones vinculadas con los derechos humanos en ese país.
El
acuerdo de inversiones entre ambos bloques abrirá la puerta a que las empresas
europeas puedan operar en el país asiático, eliminando trabas y limitaciones
legales que han impedido que las empresas del espacio comunitario tengan el
mismo acceso al mercado chino que las empresas del país asiático han tenido al
mercado europeo.
Entre
las limitaciones que elimina el nuevo acuerdo figuran los impedimentos que
obligan a las empresas extranjeras a contar con un socio chino para operar
libremente en el país asiático. También facilita las inversiones europeas al
eliminar la transferencia forzada de tecnología y otras prácticas chinas
consideradas “distorsivas” en Occidente.
Por su
parte, el gigante asiático, a través de este acuerdo, obtiene un acceso pleno
al mercado europeo suprimiendo las protecciones aplicadas por la Unión Europea
para sus sectores “estratégicos”.
Huawei,
su líder mundial en telefonía inteligente, por ejemplo, estaba hasta ahora excluido
del mercado de equipos para la red 5G en muchos de los países de la Unión. Así,
Beijing que esta avanzando en la tecnología 6G, obtiene garantía de acceso pelo
a los mercados públicos del bloque europeo en los sectores de
telecomunicaciones y las infraestructuras de energía.
UN
NUEVO PASO DE CHINA HACIA EL PREDOMINIO MUNDIAL
La importancia de China para el mundo es cada
vez mayor. En los últimos 10 años, más de 35% del crecimiento de la
economía mundial ha sido obra de la demanda china.
La tendencia se aceleró con 74,6% de aumento del producto (+6,2%
a +6,4%) en 2019 que fue obra del consumo doméstico, acompañado por un alza de
los ingresos individuales reales de 8,1% anual en este periodo, por encima del
PBI nominal.
El resultado fue que, a partir de 2008, el saldo neto de la
balanza comercial ha sido nulo o negativo; y el superávit de cuenta corriente
que ascendió a +11% del PBI en 2007 (+14% si se le suma la inversión
extranjera) ahora es cero o negativo.
De ahí que 98% del auge de la economía china fue obra de la
demanda doméstica. Esto hace que China dependa cada vez menos de la economía
mundial para expandir su PBI, el segundo del mundo (US$13.9 billones).
Este fenómeno central de la economía mundial está acompañado por
un alza excepcional de su intercambio global. En ese contexto, China se
transformó en la principal potencia exportadora global a partir de 2009,
superando a los Estados Unidos y Alemania.
También se convirtió en la principal nación comercial del
sistema (exportaciones + importaciones) a partir de 2013, con una participación
en el intercambio mundial sólo superada por Gran Bretaña en la Primera
Revolución Industrial (1780/1840). La participación china en el comercio
mundial de bienes pasó de 1,9% del total en el año 2000 al 11,4% en 2019. Sobre
186 países en el mundo, China es el mayor socio comercial de 144.
La transnacionalización de las compañías chinas también se
intensificó; y el número de empresas de esa nacionalidad que operan en el mundo
creció 16% anual a partir de 2010 (pasó de 10.167 a 37.164 desde entonces).
El Índice Global Fortune 500, que fija cuáles son las 500
principales empresas trasnacionales del mundo, incluyó a 110 compañías chinas
en 2018 (126 firmas son estadounidenses); y en el 1% de las que ofrecieron
mayores ganancias, 10% son chinas (eran 1% en el período 1995 - 1997).
Este proceso de participación en el mundo no es sólo de las
compañías chinas. El total de estudiantes de posgrado chinos en el extranjero ascendió
a 608.400 en 2018, dieciséis veces más que en año 2000, y más de 350.000 estudian
en universidades y centros de investigación de los Estados Unidos.
El gasto en investigación y desarrollo científico y tecnológico
de China se multiplicó por 32 veces en las últimas dos décadas: de U$S 9.000
millones de dólares Enel año 2000 a U$$
293.000 millones en 2018; el segundo del mundo después de Estados Unidos.
Todo esto ha ocurrido cuando las importaciones de patentes y
propiedad intelectual han crecido incesantemente. En 2017, China importó
tecnologías (pago de patentes) por U$S 29.000 millones; y 31% de ese total
provino de los Estados EE.UU., 21% de Japón, y 10% de Alemania.
La integración del sector de alta tecnología del sistema
productivo chino (economía digital) con el sistema global es prácticamente
total; y al gigante asiático le corresponden más de 40% de las ventas globales
de Internet móvil (smartphones) en 2018; y el porcentaje de vehículos
eléctricos que produce y vende superó 64% del total global.
El correlato de este hecho es que las diez principales high tech
estadounidenses, encabezadas por Apple, obtienen entre el 14% y el 30% de sus
ingresos del mercado chino.
Junto con los Estados Unidos, China está a la cabeza de la
innovación tecnológica, sobre todo en las tres tecnologías decisivas del siglo
XXI: Inteligencia Artificial (AI), Internet de las Cosas (IoT) y robotización.
Esto obliga estructuralmente a China a acentuar su integración al mundo, sobre
todo con los Estados Unidos.
La regla es la siguiente: a medida que se incrementa la
complejidad y densidad del desarrollo tecnológico, la cooperación entre China y
los Estados Unidos se hace cada vez más necesaria, en especial respecto a la
tecnología crucial de la nueva revolución industrial, que es la Inteligencia
Artificial (AI). En ella, China disputa la primacía con los Estados Unidos en
un proceso inseparable de competencia y cooperación.
Más de 58% de la población china integrará el segmento de “alta
afluencia” en 2030 (U$S 45.000 a U$S 55.000 anuales), con un nivel de
consumo que sería 65% al 70% del estadounidense.
El objetivo chino es lograr que la “economía digital”
abarque 60% del producto en 2030; y para eso es esencial la participación de
las empresas High Tech estadounidenses. El stock de inversión extranjera (IED)
alcanza hoy a U$S 2,4 billones, y se duplicaría en los próximos diez años.
El acuerdo con los Estados Unidos es el próximo paso para la
diplomacia china; y lo que el presidente Xi deberá negociar lo más pronto
posible con la Administración Biden cuando esta asuma el pleno control del
país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario