La denominada “Crisis de Guerguerat”
constituye un incidente más en ese conflicto artificial de tiempos de la Guerra
Fría en torno a la soberanía del Sáhara que, durante cuarenta años, ha
mantenido dividido e inestable a todo el Magreb.
La
denominada “Crisis de Guerguerat” se inició el 21 de octubre de 2020
cuando milicianos armados del Frente Polisario comenzaron a obstruir el
tránsito y destruir la cinta asfáltica en la zona desmilitarizada de cinco
kilómetros de ancho entre la aduana marroquí de Guerguerat, en las provincias
del Sur, y la aduana de la República Islámica de Mauritania.
En
geopolítica no es aconsejable dejar espacios vacíos porque alguien termina por
aprovecharlos y esto es precisamente lo que ocurrió en Guerguerat.
El
Frente Polisario, en especial desde la muerte de líder histórico Mohamed
Abdelaziz y su reemplazo por Brahim Ghali en 2016, vive un proceso de gradual e
ininterrumpida decadencia que se ha acelerado en los últimos años.
El
Polisario ha perdido apoyo internacionalmente ha medida que la mayoría de los
países que en algún momento reconocieron a la inexistente República Árabe
Saharaui Democrática adoptaron una posición menos ideológica y más realista y
retiraron ese apoyo diplomático.
Al
mismo tiempo, Marruecos, de la mano del sabio rey Mohammed VI, retornó a la
Unión Africana, en 2017, quitándole al Polisario el único ámbito internacional
multilateral donde tenía algún tipo de presencia.
Además,
muchos países africanos comenzaron gradualmente a abrir oficinas consulares en
las ciudades de Dakhla y El Aaiún en el Sáhara, reconociendo de hecho la
soberanía marroquí sobre el territorio en disputa.
También
su principal sponsor, Argelia vivió una prolongada crisis de gobernabilidad con
el golpe de Estado que puso fin a la reelección indefinida del enfermo y
anciano presidente Abdelaziz Bouteflika, en 2019, y el surgimiento del
movimiento democratizador de protesta “Hirak”. Crisis que no se ha
solucionado sino tan sólo pospuesto por la pandemia del coronavirus.
El
repliegue diplomático de Argelia dejó huérfano de apoyo internacional al Frente
Polisario.
Simultáneamente,
la pandemia del covid-19 al restringir los viajes y los eventos públicos han
afectado la mayoría de las actividades proselitistas internacional que permiten
al Polisario recaudar fondos, hacer propaganda y mantener su vigencia como
supuesto “movimiento de liberación”, tales como el Programa Vacaciones
en Paz, los festivales de cine y literatura, el “turismo revolucionario”
y la asistencia a reuniones de Naciones Unidas, congresos de derechos humanos y
otros.
Es
decir, que la pandemia también, bueno es reiterarlo, redujo sustancialmente la
presencia internacional del Frente Polisario.
Hasta
la ONU -que no ha logrado nombrar a un nuevo enviado especial desde que, en
mayo de 2019, Horst Köhler reconoció su impotencia para reconducir el proceso-
ha terminado por aceptar el marco definido por Marruecos. De hecho, como ha
ocurrido el pasado 30 de octubre al renovar el mandato de la Misión de las
Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental -MINURSO-, ha
suprimido toda referencia a la celebración del referéndum para la
autodeterminación, sustituyéndolo por un “arreglo entre las partes”.
A lo
que se suma que ninguno de los miembros del Grupo de Países Amigos del
Secretario General de la ONU para este tema -Estados Unidos, Reino Unido,
Rusia, Francia y España- se ha mostrado dispuesto a modificar la naturaleza de
la MINURSO para otorgarle funciones en el control de la vigencia de los
derechos humanos como pretende el Polisario.
El
golpe de gracia para el envejecido liderazgo saharaui fue la consolidación de
un grupo disidente -salido de las propias filas del Frente Polisario-, el
Movimiento Saharaui por la Paz que divide y disputa la representación de la
población marroquí alojada en los campamentos argelinos de Tinduf.
Llegados
a este punto, los dirigentes polisarios necesitaban de un incidente que les
permitiera cohesionar sus filas, terminar con la sangría de cuadros y
militantes hacia la disidencia y generar un rebrote de simpatía y solidaridad
hacia su causa de minoría perseguida. Esto seguramente redundaría en un mayor
aporte de fondos y ayuda humanitaria para los separatistas.
Estas
fueron las razones que llevaron al Frente Polisario a montar la provocación de
Guerguerat. Sabían que seguramente serían repelidos y de que no estaban en
condiciones de enfrentar a las Fuerzas Armadas Reales. Pero solo buscaban un
incidente propagandísticos para reverdecer sus laurales revolucionarios y
frenar su decadencia.
El
Reino de Marruecos se impuso sobre el terreno terminó con la zona de
amortiguación, pavimentó totalmente la ruta y controla la frontera con
Mauritania.
No
obstante, el Frente Polisario logró su objetivo de victimizarse y montar otra
campaña propagandística en busca de fondos para su sostener su accionar. Pero,
esta maniobra es de corto alcance y no será suficiente para revertir la
indeclinable tendencia hacia la decadencia y la desaparición que enfrenta el
Frente Polisario.
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