miércoles, 10 de diciembre de 2025

El caftán marroquí, patrimonio de la humanidad: una victoria cultural en plena pugna diplomática entre Rabat y Argel


 

El reconocimiento de la UNESCO del caftán marroquí como patrimonio cultural de la humanidad culmina tras años de disputas culturales en el Magreb y refuerza el ascenso del soft power marroquí bajo Mohammed VI

Contenido:

En una sala repleta de delegaciones exhaustas y asesores jurídicos consultando compulsivamente sus carpetas, el Comité del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO aprobó este miércoles, en Nueva Delhi, la inscripción del caftán marroquí en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural de la Humanidad. La decisión, celebrada con aplausos por las delegaciones africanas, árabes y europeas, puso fin a una de las controversias diplomáticas más ásperas entre Marruecos y Argelia en los últimos años, una disputa que trascendió lo textil para convertirse en un símbolo de la rivalidad estratégica entre ambos vecinos.

El expediente presentado por Rabat destacaba “el arte, las tradiciones y el saber hacer” asociados a esta prenda de más de doce siglos, convertida en emblema identitario, en industria cultural y en icono de la alta costura internacional. Pero la candidatura marroquí debió atravesar un sinuoso laberinto de objeciones argelinas, enmiendas de última hora, discursos encendidos y un pulso diplomático que, según fuentes presentes en la sesión, “amenazó con descarrilar la calma ritual de la UNESCO”.

Un debate tenso y un paso atrás argelino

Durante la sesión, la delegación argelina, que ya había difundido campañas en prensa, redes y foros culturales para disputar la autoría histórica del caftán, presentó enmiendas en las que reclamaba que el expediente mencionara “una herencia compartida” y denunciaba supuestas “modificaciones sustanciales” fuera de plazo. Argel alegó que más de cincuenta prendas incluidas en el dosier marroquí reproducían elementos inscriptos previamente por su país.

Las objeciones no prosperaron. Un amplio bloque —España, Francia, Zambia, Paraguay y Haití entre otros— se alineó con Rabat y con el dictamen técnico de los evaluadores, quienes confirmaron que Marruecos había cumplido los cinco criterios exigidos por la Convención. La presión diplomática aisló a Argel: tras más de una hora de deliberaciones tensas, la delegación argelina aceptó retirar sus enmiendas, a cambio de sustituir la expresión “patrimonio compartido” por “patrimonio difundido”, un término neutral que reconoce la expansión regional de una práctica sin atribuir su autoría.

Es un día triste, porque los valores que nos reúnen aquí se están pisoteando”, lamentó el embajador marroquí ante la UNESCO, Samir Addahre, durante el debate. Por su parte, Mustapha Jellok, director del patrimonio cultural en el Ministerio de Cultura de Rabat, celebró la inscripción como una victoria de la historia sobre la propaganda, en referencia velada a las campañas argelinas.

Una prenda que condensa historia, identidad y sofisticación

El caftán marroquí —túnica larga, de mangas amplias, abierta al frente y confeccionada tradicionalmente en seda, brocados o tejidos locales— es mucho más que una pieza de indumentaria. Su historia, de raíces persas y trayecto otomano antes de arraigar en Marruecos, se entrelazó con el ceremonial de la corte, con los rituales familiares y con la vida cotidiana de las ciudades reales.

Un oficio transmitido por gremios familiares

El proceso de creación del caftán involucra una compleja cadena artesanal:

  • Tejedores, responsables de los ricos paños de seda y algodón;
  • Maâlem (maestros artesanos marroquíes) y bordadoras, que ejecutan los trabajos de bordado a mano, lentejuelas, pedrería y motivos florales;
  • Sastres especializados, herederos de técnicas transmitidas de generación en generación;
  • Artesanos del sfifa (una cinta trenzada finamente, hecha con hilos de seda, seda artificial, algodón o fibras metálicas -doradas o plateadas-), los característicos trenzados y botones que distinguen al caftán del resto de las túnicas magrebíes.

Las ciudades de Fez, Marrakech, Rabat y Tetuán desarrollaron escuelas estéticas propias, cuyos patrones se han preservado a pesar de la industrialización. Es justamente esta pervivencia artesanal lo que la UNESCO ha querido salvaguardar.

Del zoco a la alta costura

El caftán dio un salto global en los años sesenta, cuando Yves Saint Laurent quedó fascinado por la estética marroquí durante sus estancias en Marrakech. Su reinterpretación de la prenda no solo la incorporó a la moda parisina, sino que impulsó su adopción por celebridades como Elizabeth Taylor, Grace Kelly o Jackie Kennedy, convirtiéndola en un símbolo bohemio y sofisticado.

Hoy, Dior, Valentino, Elie Saab y otras casas de alta costura lo integran regularmente en sus colecciones, mientras que el prêt-à-porter lo ha adaptado como prenda veraniega y cosmopolita. Y sin embargo, la versión marroquí —la más antigua documentada en el Magreb— mantiene rasgos inconfundibles: la abertura central, las capas interiores, la riqueza de sus tejidos y la delicadeza de sus bordados, que en ocasiones demandan meses de trabajo.

Una disputa cultural con fuerte trasfondo geopolítico

La pugna entre Marruecos y Argelia por la autoría del caftán no es un episodio aislado, sino parte de una tensión histórica entre dos potencias regionales cuyas relaciones diplomáticas están rotas desde 2021. El litigio del Sáhara Occidental, la competencia por la influencia en el Sahel, el cierre de fronteras y las estrategias divergentes frente a Europa y al mundo árabe han alimentado un clima de rivalidad que se proyecta incluso sobre el terreno cultural.

Para Rabat, el reconocimiento del caftán por la UNESCO constituye no solo un triunfo simbólico, sino una forma de reforzar la narrativa de una identidad cultural sólida, diferenciada y globalmente reconocida. Para Argelia, en cambio, la inscripción supone un revés diplomático difícil de disimular, especialmente después de su insistente campaña para atribuir un origen compartido a la prenda.

El ascenso del soft power marroquí bajo Mohammed VI

La inscripción del caftán en la UNESCO se inscribe en un patrón más amplio: la notable expansión del soft power marroquí durante los últimos veinte años. Bajo el reinado de Mohammed VI, Marruecos ha desplegado una combinación de diplomacia cultural, influencia deportiva, iniciativas educativas y presencia económica en África que lo han convertido en un actor cada vez más relevante.

Cultura y patrimonio: una política de Estado

Marruecos acumula en la UNESCO una lista considerable de elementos inmateriales reconocidos —henna, cuscús, tbourida, malhún, Jemaa el-Fna— que refuerzan una narrativa de diversidad y tradición. El caftán se suma ahora como pieza cumbre de esta estrategia, especialmente en un año de intensos avances en organismos multilaterales.

El fútbol como embajador global

El éxito de la selección marroquí en el Mundial de Qatar 2022, su clasificación histórica a semifinales y la consolidación de su liga y de sus academias juveniles han convertido al fútbol nacional en una herramienta de proyección exterior. El país acogerá parte del Mundial de 2030, lo que reforzará su visibilidad planetaria y su atractivo turístico.

La épica deportiva se ha transformado en un activo diplomático: Marruecos aparece ante millones de espectadores como un país moderno, hospitalario y culturalmente vibrante.

3. Diplomacia africana y reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara

El “dossier Sáhara” es el eje estructurante de la diplomacia marroquí. En los últimos años, el país ha logrado una extensa red de apoyos africanos y árabes, y ha visto consolidarse en Naciones Unidas una lectura más favorable a su posición, complementada con los acuerdos de autonomía regional que Rabat promovió como solución política (concretada a través de la aprobación por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de la resolución histórica 2797). La creciente apertura de consulados en Dajla y El Aaiún por parte de países africanos, asiáticos y latinoamericanos es un indicador elocuente de este desplazamiento diplomático.

El reconocimiento internacional del caftán se interpreta en Rabat dentro de esta misma lógica: cada victoria cultural contribuye a reforzar una narrativa estatal coherente, segura de sí misma y proyectada hacia el exterior.

Un Estado que se piensa a sí mismo como plataforma regional

La modernización de infraestructuras, la expansión de la aerolínea Royal Air Maroc, las inversiones en energías renovables y la creciente presencia empresarial marroquí en África occidental completan un ecosistema que potencia el magnetismo cultural del país.

Un símbolo que trasciende la moda

Con su reconocimiento por parte de la UNESCO, el caftán se consagra como patrimonio vivo y universal, un puente entre la tradición y la modernidad, entre la artesanía y la alta costura, entre el Magreb y el mundo. Pero también se ha convertido en un espejo de las dinámicas políticas del norte de África: un objeto de belleza, identidad y prestigio que revela, en su trayectoria internacional, la intensidad de la rivalidad entre Marruecos y Argelia y la capacidad de Rabat para transformar su cultura en diplomacia.

En un contexto en el que los Estados buscan proyectarse más allá del poder militar y económico, el triunfo del caftán —como antes el éxito del fútbol marroquí, la expansión diplomática africana o los avances sobre el Sáhara— confirma el ascenso de un soft power marroquí que, bajo el reinado de Mohammed VI, ha dejado de ser accesorio para convertirse en una herramienta central de influencia global.

 

No hay comentarios: