El reconocimiento de la UNESCO del
caftán marroquí como patrimonio cultural de la humanidad culmina tras años de
disputas culturales en el Magreb y refuerza el ascenso del soft power marroquí
bajo Mohammed VI
Contenido:
En
una sala repleta de delegaciones exhaustas y asesores jurídicos consultando
compulsivamente sus carpetas, el Comité del Patrimonio Cultural Inmaterial de
la UNESCO aprobó este miércoles, en Nueva Delhi, la inscripción del caftán
marroquí en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural de la
Humanidad. La decisión, celebrada con aplausos por las delegaciones africanas,
árabes y europeas, puso fin a una de las controversias diplomáticas más
ásperas entre Marruecos y Argelia en los últimos años, una disputa que
trascendió lo textil para convertirse en un símbolo de la rivalidad estratégica
entre ambos vecinos.
El
expediente presentado por Rabat destacaba “el arte, las tradiciones y el
saber hacer” asociados a esta prenda de más de doce siglos, convertida en
emblema identitario, en industria cultural y en icono de la alta costura
internacional. Pero la candidatura marroquí debió atravesar un sinuoso
laberinto de objeciones argelinas, enmiendas de última hora, discursos
encendidos y un pulso diplomático que, según fuentes presentes en la sesión, “amenazó
con descarrilar la calma ritual de la UNESCO”.
Un
debate tenso y un paso atrás argelino
Durante
la sesión, la delegación argelina, que ya había difundido campañas en prensa,
redes y foros culturales para disputar la autoría histórica del caftán,
presentó enmiendas en las que reclamaba que el expediente mencionara “una
herencia compartida” y denunciaba supuestas “modificaciones
sustanciales” fuera de plazo. Argel alegó que más de cincuenta prendas
incluidas en el dosier marroquí reproducían elementos inscriptos previamente
por su país.
Las
objeciones no prosperaron. Un amplio bloque —España, Francia, Zambia, Paraguay
y Haití entre otros— se alineó con Rabat y con el dictamen técnico de los
evaluadores, quienes confirmaron que Marruecos había cumplido los cinco
criterios exigidos por la Convención. La presión diplomática aisló a Argel:
tras más de una hora de deliberaciones tensas, la delegación argelina aceptó
retirar sus enmiendas, a cambio de sustituir la expresión “patrimonio
compartido” por “patrimonio difundido”, un término neutral que
reconoce la expansión regional de una práctica sin atribuir su autoría.
“Es
un día triste, porque los valores que nos reúnen aquí se están pisoteando”,
lamentó el embajador marroquí ante la UNESCO, Samir Addahre, durante el debate.
Por su parte, Mustapha Jellok, director del patrimonio cultural en el
Ministerio de Cultura de Rabat, celebró la inscripción como “una victoria
de la historia sobre la propaganda”, en referencia velada a las
campañas argelinas.
Una
prenda que condensa historia, identidad y sofisticación
El
caftán marroquí —túnica larga, de mangas amplias, abierta al frente y
confeccionada tradicionalmente en seda, brocados o tejidos locales— es mucho
más que una pieza de indumentaria. Su historia, de raíces persas y trayecto
otomano antes de arraigar en Marruecos, se entrelazó con el ceremonial de la
corte, con los rituales familiares y con la vida cotidiana de las ciudades reales.
Un
oficio transmitido por gremios familiares
El
proceso de creación del caftán involucra una compleja cadena artesanal:
- Tejedores,
responsables de los ricos paños de seda y algodón;
- Maâlem (maestros
artesanos marroquíes) y bordadoras, que ejecutan los trabajos de bordado
a mano, lentejuelas, pedrería y motivos florales;
- Sastres especializados,
herederos de técnicas transmitidas de generación en generación;
- Artesanos del sfifa (una
cinta trenzada finamente, hecha con hilos de seda, seda artificial,
algodón o fibras metálicas -doradas o plateadas-), los característicos
trenzados y botones que distinguen al caftán del resto de las túnicas
magrebíes.
Las
ciudades de Fez, Marrakech, Rabat y Tetuán desarrollaron escuelas estéticas
propias, cuyos patrones se han preservado a pesar de la industrialización. Es
justamente esta pervivencia artesanal lo que la UNESCO ha querido salvaguardar.
Del
zoco a la alta costura
El
caftán dio un salto global en los años sesenta, cuando Yves Saint Laurent
quedó fascinado por la estética marroquí durante sus estancias en Marrakech. Su
reinterpretación de la prenda no solo la incorporó a la moda parisina, sino que
impulsó su adopción por celebridades como Elizabeth Taylor, Grace Kelly o
Jackie Kennedy, convirtiéndola en un símbolo bohemio y sofisticado.
Hoy,
Dior, Valentino, Elie Saab y otras casas de alta costura lo integran
regularmente en sus colecciones, mientras que el prêt-à-porter lo ha adaptado
como prenda veraniega y cosmopolita. Y sin embargo, la versión marroquí —la más
antigua documentada en el Magreb— mantiene rasgos inconfundibles: la abertura
central, las capas interiores, la riqueza de sus tejidos y la delicadeza de sus
bordados, que en ocasiones demandan meses de trabajo.
Una
disputa cultural con fuerte trasfondo geopolítico
La
pugna entre Marruecos y Argelia por la autoría del caftán no es un episodio
aislado, sino parte de una tensión histórica entre dos potencias regionales
cuyas relaciones diplomáticas están rotas desde 2021. El litigio del Sáhara
Occidental, la competencia por la influencia en el Sahel, el cierre de
fronteras y las estrategias divergentes frente a Europa y al mundo árabe han
alimentado un clima de rivalidad que se proyecta incluso sobre el terreno
cultural.
Para
Rabat, el reconocimiento del caftán por la UNESCO constituye no solo un triunfo
simbólico, sino una forma de reforzar la narrativa de una identidad cultural
sólida, diferenciada y globalmente reconocida. Para Argelia, en cambio, la
inscripción supone un revés diplomático difícil de disimular, especialmente
después de su insistente campaña para atribuir un origen compartido a la
prenda.
El
ascenso del soft power marroquí bajo Mohammed VI
La
inscripción del caftán en la UNESCO se inscribe en un patrón más amplio: la
notable expansión del soft power marroquí durante los últimos veinte
años. Bajo el reinado de Mohammed VI, Marruecos ha desplegado una
combinación de diplomacia cultural, influencia deportiva, iniciativas
educativas y presencia económica en África que lo han convertido en un actor
cada vez más relevante.
Cultura
y patrimonio: una política de Estado
Marruecos
acumula en la UNESCO una lista considerable de elementos inmateriales
reconocidos —henna, cuscús, tbourida, malhún, Jemaa el-Fna— que refuerzan una
narrativa de diversidad y tradición. El caftán se suma ahora como pieza cumbre
de esta estrategia, especialmente en un año de intensos avances en organismos
multilaterales.
El
fútbol como embajador global
El
éxito de la selección marroquí en el Mundial de Qatar 2022, su clasificación
histórica a semifinales y la consolidación de su liga y de sus academias
juveniles han convertido al fútbol nacional en una herramienta de proyección
exterior. El país acogerá parte del Mundial de 2030, lo que reforzará su
visibilidad planetaria y su atractivo turístico.
La
épica deportiva se ha transformado en un activo diplomático: Marruecos aparece
ante millones de espectadores como un país moderno, hospitalario y
culturalmente vibrante.
3.
Diplomacia africana y reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara
El
“dossier Sáhara” es el eje estructurante de la diplomacia marroquí. En
los últimos años, el país ha logrado una extensa red de apoyos africanos y
árabes, y ha visto consolidarse en Naciones Unidas una lectura más favorable a
su posición, complementada con los acuerdos de autonomía regional que Rabat
promovió como solución política (concretada a través de la aprobación por el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de la resolución histórica 2797).
La creciente apertura de consulados en Dajla y El Aaiún por parte de países
africanos, asiáticos y latinoamericanos es un indicador elocuente de este
desplazamiento diplomático.
El
reconocimiento internacional del caftán se interpreta en Rabat dentro de esta
misma lógica: cada victoria cultural contribuye a reforzar una narrativa
estatal coherente, segura de sí misma y proyectada hacia el exterior.
Un
Estado que se piensa a sí mismo como plataforma regional
La
modernización de infraestructuras, la expansión de la aerolínea Royal Air
Maroc, las inversiones en energías renovables y la creciente presencia
empresarial marroquí en África occidental completan un ecosistema que potencia
el magnetismo cultural del país.
Un
símbolo que trasciende la moda
Con
su reconocimiento por parte de la UNESCO, el caftán se consagra como patrimonio
vivo y universal, un puente entre la tradición y la modernidad, entre la
artesanía y la alta costura, entre el Magreb y el mundo. Pero también se ha
convertido en un espejo de las dinámicas políticas del norte de África: un
objeto de belleza, identidad y prestigio que revela, en su trayectoria
internacional, la intensidad de la rivalidad entre Marruecos y Argelia y la
capacidad de Rabat para transformar su cultura en diplomacia.
En
un contexto en el que los Estados buscan proyectarse más allá del poder militar
y económico, el triunfo del caftán —como antes el éxito del fútbol marroquí, la
expansión diplomática africana o los avances sobre el Sáhara— confirma el
ascenso de un soft power marroquí que, bajo el reinado de Mohammed VI,
ha dejado de ser accesorio para convertirse en una herramienta central de
influencia global.

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