El capitán Juan D. Perón formó parte de las tropas que derrocaron al
presidente constitucional Hipólito Yrigoyen en 1930. Este es el relato de su
participación en el primer golpe de Estado triunfante en Argentina hace ochenta
años.
¿ERA PERÓN UN TRABAJADOR?
El peronismo considera a Juan D. Perón como “el
primer trabajador”, o al menos así se lo destaca en la apologética marcha “Los
muchachos peronistas”. Lo cual no deja de ser un hecho curioso porque los
únicos “trabajos” que desempeñó Perón en sus 78 años de vida fueron como
militar o presidente de la Nación.
Para considerar a Perón como “trabajador”
habría que interpretar que la profesión militar es un trabajo más y permitirles
a los militares realizar huelgas para reclamar aumentos de sueldo, mejores
condiciones de trabajo u obtener más y mejores equipamientos. Incluso
reconocerles el derecho a realizar jornadas laborales de tan solo ocho horas,
cobrar por horas extra y trabajo riesgoso, etc. Incluso debería permitírseles crear
sindicatos que los protejan, hacer reclamos colectivos e integrarse a la CGT.
Todo un desvarió, la profesión militar no es un
trabajo ni siquiera para las tropas mercenarias o de “empresas de servicios
militares” tal como se los denomina en la actualidad.
Por lo tanto, considera a Perón un trabajador es tan
solo otra faceta del “relato peronista”, o sea la versión distorsionada
de la historia e incluso de realidad objetiva a que acostumbre este movimiento
político.
Ahora bien, Perón fue un militar. Un militar que
sufrió las influencias del corporativismo autoritario, antidemocrático y
golpista que estaba vigente en la década de 1930. Bajo la influencia de este
ideario tuvo una activa participación en los golpes de Estado del 6 de
septiembre de 1930 y 4 de junio de 1943. Todo ello antes de convertirse en un
dirigente político que llegó al poder por medios constitucionales y que
curiosamente también se convirtió en víctima de un golpe de Estado, cuando el
16 de septiembre de 1955, la llamada “Revolución Libertadora” lo derrocó y sus
camaradas militares lo obligaron a exilarse durante los diecisiete años
siguientes.
La participación del coronel Juan D. Perón en el golpe
de Estado de 1943 y en el gobierno de facto de 1943 y 1946 es bien conocida. No
así su intervención en el primer golpe de Estado que interrumpió el orden
constitucional y republicano en el país.
Por el tanto, parece oportuno dejar al propio Juan D.
Perón que relate cuales fueron sus intenciones y actividades en el golpe de
Estado del 6 de septiembre de 1930.
EL GOLPE DE 1930
En 1930, mientras el mundo comenzaba a entrar en la “Gran
Depresión”. Un periodo de crisis económica que derribó gobiernos y permitió
el acceso al poder a los movimientos fascistas. En Argentina, el gobierno
radical del anciano caudillo Hipólito Irigoyen no se mostraba a la altura de
las circunstancias.
Fue entonces cuando los militares comenzaron a
conspirar. Dos grupos complotaban contra el gobierno radical. Los
nacionalistas, encabezados por el Teniente General ® José Félix Uriburu (1868 –
1932). Un miembro de la élite tradicional, más político que militar. Participó
de la Revolución del Parque. Edecán militar de su tío, el presidente José Evaristo
Uriburu (1894 -1898); interrumpió su carrera militar para cumplir un mandato
como diputado por la provincia de Salta por el Partido Unión Provincial de
Salta. Pasó algunos años en Alemania antes y durante la Primera Guerra Mundial.
Allí cultivó la amistad del Alto Mando Alemán y adquirió gran admiración por la
organización y el sistema militar germano. Sus amigos y colegas alemanes le
dieron el apodo afectuoso de “Von Pepe”.
Además del grupo de conspiradores encabezado por
Uriburu, otros militares se disponían a derribar al presidente constitucional.
Este sector agrupaba a militares de ideas liberales e incluso radicales del
sector antipersonalista o anti-yrigoyenista. El líder de este grupo era el
general Agustín P. Justo. Un militar de vocación intelectual, que se había
recibido de ingeniero civil en la Universidad Nacional de Buenos Aires, entusiasta
de la botánica y coleccionista de
libros. A este sector se incorporó inicialmente el capitán Perón. Pero, como a
último momento el general Justo desistió de encabezar el levantamiento, Perón
se sumó a las fuerzas que comandadas por Uriburu protagonizaron el primer golpe
de Estado exitoso de la Argentina.
De su participación efectiva en las acciones del 6 de
septiembre de 1930, el propio Juan D. Perón escribió el relato que hemos
mencionado a pedido del entonces teniente coronel José María Sarobe para la
obra colectiva publicada como “Memoria de la Revolución del 6 de septiembre de
1930”. Veamos los párrafos más destacados del mismo.
“En los últimos días del mes de junio de 1930, se
presentó en mi despacho del Estado Mayor General del Ejército, donde servía yo,
el mayor Ángel Solari, viejo y querido amigo mío. Los comentarios generales en
esos días eran alrededor de los ascensos acordados por el P.E. y las
innumerables enormidades que como función de gobierno, imponía en todas partes
de la República. Ya se comentaba sin mesura alguna y se criticaba abiertamente
los actos del gobierno depuesto el 6 de septiembre.”
“El mayor Solari conocía mis opiniones al respecto e
indudablemente no entró con rodeos sino que se limitó a decirme: ‘Yo no aguanto
más. Ha llegado el momento de hacer algo. El general Uriburu está con
intenciones de organizar un movimiento armado’. Y me preguntó: ‘¿Vos no estás
comprometido con nadie?’. “Absolutamente”, le contesté. ‘Entonces, contamos con
vos”, me recalcó. ‘Sí’, le contesté, ‘pero es necesario saber antes qué se
proponen’. Ante esta contestación mía, me dijo que esa misma noche nos
reuniríamos con el general Uriburu”.
Después de la reunión con Uriburu la impresión de
Perón sobre la preparación del golpe de Estado fue la siguiente: […] “La reunión se había prolongado por
espacio de cinco horas y siendo las tres de la mañana, salimos a la calle con
el espíritu tranquilo, pero con profundos pensamientos sobre la cuestión. Yo
pensaba que el general Uriburu era el hombre que siempre conocí, un perfecto
caballero y hombre de bien, hasta conspirando. Veía en él a un hombre puro,
bien inspirado y decidido a jugarse en la última etapa, la cara más brava de su
vida. Pensé que era un hombre de los que necesitábamos, pero él solo no
representaba toda la acción que colectivamente iríamos a realizar. Era
necesario en mi concepto ver que los hombres más allegados a él fueran tan
puros y decentes como él. Y confieso que en mis tribulaciones, llegué a
convencerme de la necesidad de buscar a otros, pues los que estaban más junto a
él, no llenaban las condiciones que yo atribuía necesarias a esos colaboradores.”
Sobre su participación directa en los acontecimientos
golpistas del 6 de septiembre, Perón hace el siguiente relato: Primero menciona
que concurrió junto con Teniente Coronel Descalzo a la Escuela Superior de
Guerra y desde allí se trasladó al Regimiento de Granaderos a Caballo donde si
bien fracasó en su intento de sublevar la totalidad del regimiento, logró sumar
al levantamiento a dos escuadrones de Granaderos en camiones. También
obtuvieron dos auto - ametralladora. Sarobe se hizo cargo de la conducción de
uno y Perón del otro. Veamos el relato de las acciones que siguieron en las
palabras del propio Perón:
“Yo me tomé uno de los autos blindados y me encontré
con un suboficial que había sido aspirante de mi Compañía en la Escuela de
Suboficiales. Le di orden de partir y salimos. Los dos escuadrones de
Granaderos que estaban dentro del cuartel salieron en camiones. En el otro
automóvil blindado iba el Tcnl. Descalzo. Escoltamos con los dos a los camiones
en que conducíamos a los Oficiales y la tropa. El del Tcnl. adelante, el mío
detrás de la columna. Puestos en marcha revisé la dotación de ametralladoras y
munición, tenía cuatro ametralladoras y doce bandas completas.”
“El camión que iba a la cola de la columna empezó a
ratear y marchaba despacio. Debido al intenso tráfico que había en la Avenida
Alvear, y a la distancia que había tomado, se perdió de la columna; nuestro
auto blindado, como consecuencia siguió su camino. Ordené entonces dirigirse a
la Casa de Gobierno por el Paseo Colón.”
“Cuando llegamos a la Casa Rosada, flameaba en ésta un
mantel, como bandera de parlamento. El pueblo que en esos momentos empezaba a
reunirse, en enorme cantidad, estaba agolpado en las puertas del palacio. Como
era de suponer hizo irrupción e invadió toda la casa en un instante a los
gritos de ‘viva la Patria’, ‘muera el peludo’ …, ‘se acabó’, etc. Cuando
llegaba mi automóvil blindado a la explanada de Rivadavia y 25 de Mayo en el
balcón del primer piso había numerosos ciudadanos que tenían un busto de mármol
blanco y que lo lanzaron a la calle donde se rompió en pedazos, uno de los
cuales me entregó un ciudadano que me dijo ‘Tome mi Capitán, guárdelo de
recuerdo, que mientras la patria tenga soldados como Ustedes no entra ningún
peludo más a esta casa’. Yo lo guardé y lo tengo como recuerdo en mi poder”.
“Adivinaba los desmanes que ese populacho
ensoberbecido estaría haciendo en el interior del palacio. Entré con tres
soldados del automóvil blindado que estaban desarmados y entre los cuatro
desalojamos lo más que pudimos a la gente. Puse guardia en todas las puertas
con la misión de dejar salir pero no entrar.”
“Recuerdo un episodio gracioso que me ocurrió en una
de las puertas. Un ciudadano salía gritando: “Viva la revolución” y llevaba una
bandera argentina arrollada debajo de un brazo. Lo detuve en la puerta y le
dije qué hacía. Me contestó: “llevó una bandera para los muchachos, mi
Oficial”. Pero aquello no era solo una bandera según se podía apreciar. Se la
quité y el hombre desapareció entre aquel maremagno de personas. Dentro de la
bandera había una máquina de escribir.”
“En una de las escaleras me encontré con el Capitán
Sauglas, que bajaba, me comunicó que en el despacho presidencial se encontraba
el Doctor Martínez; que quería renunciar y no tenía a quien entregar la
renuncia.”
“Salí de la casa y sentí ruido de los disparos de
cañón en dirección al Congreso. Subí al auto blindado y ordené ‘Al Congreso’.
En el viaje cargamos las ametralladoras y ocupamos cada uno su puesto. Por la
Avenida de Mayo no se podía andar sino muy despacio, si no se quería atropellar
a la gente que la cubría totalmente. Sin embargo llegamos a la plaza del
Congreso lo más rápido que pudimos. Ya había cesado el fuego. Hice una pasada
por frente al Congreso y en ese momento los cadetes entraban al palacio por las
puertas del frente.”
“Busqué al general Uriburu por varias partes y me
dijeron algunos que se había retirado herido, otros que se había marchado a la
casa de Gobierno, en fin, las más variadas versiones. Sólo encontré al coronel
Juan Pistarini, que estaba en la Plaza del Congreso. Lo subí al auto y lo llevé
a la Casa de Gobierno. Una vez en ella, supe que ya había llegado el general
Uriburu. Comprendí entonces que el peligro ya no estaba allí adentro, sino en
la defensa de la casa. Hable con el Tcnl Descalzo que en ese momento llegaba
con el otro automóvil y nos propusimos hacer guardia y dar la seguridad
necesaria contra cualquier evento.”
Aunque Perón nunca lo mencionó en su relato sobre los
sucesos del 6 de septiembre, existe una fotografía que lo muestra subido al
estribo del automóvil que conducía al general Uriburu.
La participación de Perón en el golpe de Estado no le
proporcionó ninguna ventaja personal. No obtuvo ni cargos políticos ni mejoras
en su destino militar. Por el contrario, entre abril y mayo de 1931 fue
trasladado a la frontera con Bolivia para participar de una comisión “reservada”
demarcadora de límites entre Argentina, Bolivia y Paraguay. Aunque ascendió
normalmente a mayor en diciembre de 1930.
El desplazamiento de Perón a una “comisión
reservada” poco relevante en plena selva del chaco salteño, una zona inhóspita en el norte del país fue
parte de una puja entre militares nacionalistas y liberales. Es decir, entre
partidarios de Uriburu y partidarios de Justo. Unas seis semanas después de la
instalación del gobierno de Uriburu, se relevó al Tcnl Descalzo de su cargo de
profesor en la Escuela Superior de Guerra y se lo destinó al remoto distrito
militar de Formosa; y poco después Sarobe estaba a bordo de un barco, enviado
como agregado militar a la Embajada de Japón. Además, media docena de coroneles
y tenientes coroneles a quienes los uriburistas consideraban peligrosos para
sus planes fueron destinados a cargos similares, que equivalían a una forma de
exilio diplomático.
El desplazamiento de los militares partidarios del
general Agustín P. Justo después del 6 de septiembre de 1930 es un ejemplo más
de que las revoluciones siempre terminan devorando a sus propios hijos. Si
embargo, muchos de estos oficiales recuperarán sus cargos de relevancia. En
1932, Perón ascendió a mayor y fue designado ayudante de campo del ministro de
Guerra, el 26 de enero de 1936 fue designado agregado militar en la embajada
argentina en Chile. Retornó a Argentina a comienzos de 1938, siendo destinado
al Estado Mayor General de Ejército. A comienzos de 1939, con el grado Teniente
Coronel, fue enviado a Italia para
instruirse como oficial de tropas de montaña. Regresó al país el 8 de enero de
1941, ascendido a coronel y designado Director de la Escuela de Tropas de
Montaña. A comienzos de 1943, retornó al Estado Mayor General de Ejército como
jefe de las Tropas de Montaña. El coronel Perón estaba listo para convertirse
en Subsecretario de Trabajo y Previsión, después del golpe de Estado del 4 de
junio de 1943, y transformarse en “el primer trabajador”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario