Las tensiones entre el presidente electo y
su vicepresidente son cada día más inocultables e impiden la formación del
futuro gabinete a menos de una semana para el cambio de gobierno
BUENOS AIRES, 3 de diciembre de 2019
Los
analistas políticos en Argentina viven en una total incertidumbre. En un hecho
absolutamente inédito, a menos de una semana para el cambio de gobierno, nadie
conoce el nombre de los integrantes del gabinete y otros altos cargos que
acompañaran al presidente Alberto Fernández.
Es que
las discrepancias entre el presidente electo y su vicepresidente son cada vez
más inocultables.
Recordemos
las palabras que eligió Cristina Fernández de Kirchner (CFK) para anunciar la
fórmula presidencial de su espacio político. “Le he pedido a Alberto
Fernández que sea nuestro candidato a presidente”, dijo la expresidente
Cristina Kirchner, marcando así que era ella y solo ella la encargada de
decidir quién debía gobernar en Argentina.
Las
diferencias entre ambos dirigentes fueron evidentes desde el primer momento.
Comenzaron por el hecho claro y sobresaliente de que el Frente de Todos está
constituido en esencia por la alianza entre dos partidos. Por un lado el
Partido Justicialista con sus gobernadores y sindicatos. Por el otro, por el
partido creado por CFK, la Unidad Ciudadana. A estos dos grandes partidos se
agregan agrupaciones menores y diversos movimientos sociales.
Incluso
durante la campaña presidencial el candidato a presidente y su vice mantuvieron
sedes partidarias separadas. Alberto Fernández se estableció en unas oficinas
cedidas por el sindicato de porteros, el SUTHER liderado por Víctor Santamaría,
situadas en la calle México. Mientras que Máximo Kirchner y su madre operaban
desde el Instituto Patria o el departamento de la calle Juncal y Uruguay.
Por
otra parte, Alberto Fernández, en los días de la campaña se reunió con todos los sectores del
peronismo. Con los dirigentes sindicales y los gobernadores e incluso con aquellas
figuras del peronismo que se habían distanciado del matrimonio Kirchner heridos
por el trato que este dispensaba a sus colaboradores. Comenzando por Sergio
Massa y siguiendo con Gustavo Béliz, Martín Redrado, Florencio Randazzo, Vilma
Ibarra, etc. Su intención fue sumar a todo el espectro ideológico del peronismo
en un único frente electoral.
Alberto
incluso cortejó con insinuaciones y promesas al exministro Roberto Lavagna para
que mantuviera su candidatura y así dividiera el voto anti-kirchnerista.
Mientras
tanto, Cristina Fernández compartiendo esa estrategia, mantuvo un prudente
silencio. Así pasó la mayor parte del tiempo en Cuba evitando definirse y para
no enfrentar a la prensa. Su única participación en la campaña electoral
consistió en las escasas y muy controladas presentaciones de su libro. En esas
oportunidades, Cristina jugaba el juego que mejor conocía más disfrutaba.
Pronunciar largos monólogos frente a un auditorio compaciente que sonríe y
aplaude.
Cristina
permitió en esa etapa que Alberto Fernández hiciera todo tipo de promesas y
creyera que realmente tendría una autonomía que en realidad no estaba dispuesta
a permitirle. Mientras tanto alimentaba calladamente sus antiguos rencores y
sospechas.
Tras
la victoria electoral Cristina Kirchner retorno para reclamar el rol central en
la toma de decisiones del futuro gobierno.
“Les
deje que armaran el gobierno y me llenaron todos los casilleros con gente que
me odia”, aseguran que dijo cuando recibió la nómina de quienes
integrarían el nuevo gobierno.
Como
una forma de ratificar su jefatura, tomó la lapicera y tachó a aquellos
postulantes que no eran de su agrado. Todo el mundo político sabe que Cristina
no es una persona que olvide o perdone los antiguos agravios o disidencias.
UNA
RESPUESTA INFORTUNADA
Pero
ayer proporcionó un nuevo ejemplo de hasta dónde puede llegar su rencor y las
ansias de revancha que guían su accionar.
Durante
el segundo debate presidencial, el economista liberal José Luis Espert
descolocó al candidato del Frente de Todos con un ataque directo. “Parece
ser que en un gobierno en que hubo una asociación ilícita, ¿usted no vio nada o
fue cómplice de eso?”, pregunto Espert intempestivamente a Alberto
Fernández.
Para
sorpresa del auditorio, Alberto Fernández no intentó defender a los gobiernos
del matrimonio Kirchner, tampoco negó la existencia de una “asociación
ilícita”, solo atinó a defenderse a sí mismo.
Por el
contrario, el ex jefe de gabinete de Néstor y Cristina Kirchner pareció
reconocer la veracidad de la acusación de Espert al replicar: “Cuando tuve
diferencias, renuncié y me fui a casa. Y desde que me fui nunca un juez me citó
a dar explicaciones”.
La
respuesta del candidato que ella eligió para presidente parece haberla herido
profundamente. Quizá por eso CFK aprovechó su declaración indagatoria ante el
Tribunal Oral Federal N° 2, en la causa por el direccionamiento de la obra
pública en la provincia de Santa Cruz para devolver a Alberto Fernández algo de
su propia medicina.
“El
responsable en materia administrativa y penal es el Jefe de Gabinete porque es
quien ejecuta el presupuesto. Van a tener un problema porque van a tener que
citar al Presidente de la República. Pero será interesante escuchar lo que
tiene para decirles”, dijo la expresidente y hoy vicepresidente
electa.
Con
una sola frase Cristina ajustó cuentas con Alberto Fernández por sus dichos en
el debate presidencial y por el hecho de que este último nunca fue perseguido o
citado por la justicia como otros exfuncionarios kirchneristas. Cristina
Fernández no es la única que se hace esa pregunta en estos días.
Aunque
Alberto Fernández intente por todos los medios no tener conflictos con su
vicepresidente y crear un frente unido entre peronistas tradicionales y
kirchneristas, resulta evidente que ella no parece muy dispuesta a olvidar los
hechos y dichos que la separaron de algunos dirigentes en el pasado.
Muy
mala señal para un gobierno que aún no comenzado y que deberá gobernar en un
país con una profunda crisis socioeconómica que dura años y donde los ánimos de
la sociedad están particularmente enervados.
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