Inesperadamente, la situación política de
Argelia se agrava con la muerte del Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas
y hombre fuerte del régimen, el general Gaïd Salah, el lunes 23 de diciembre.
El general Gaïd
Salah, Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, desde 2004, y viceministro
de Defensa desde 2013, falleció hoy sorpresivamente de un infarto a los 79
años, en el Hospital Militar Central de Aïn Naadja, situado al sur de Argel.
Salah fue un
sólido aliado del expresidente Abdelaziz Bouteflika a lo largo de catorce de
los veinte años en que este gobernó. Sin embargo, cuando el 22 de febrero
pasado comenzaron las manifestaciones opositoras a un quinto mandato del
anciano presidente, Salah comenzó a tomar distancia hasta forzar su renuncia el
2 de abril de este año.
Para preservar
al régimen argelino, Salah instaló un gobierno de facto a cargo de dirigentes civiles, el presidente interino y
presidente del senado Abdelkader Bensalah y el primer ministro Nouredin Bedaui.
Los designados también habían sido parte de los elencos que acompañaron en su
momento a Bouteflika.
Para ganar
tiempo y encontrar un sucesor adecuado al depuesto presidente, Salah suspendió
las elecciones previstas para el 4 de julio y comenzó una campaña de “manos limpias”.
Para ganar
tiempo y buscar un candidato potable, el general Salah decidió entonces
avanzar con la purga de las figuras más impopulares del régimen.
Con el argumento
de terminar con la corrupción que rodeaba al presidente Bouteflika, el general
Salah emprendió una campaña contra sus posibles rivales por el poder. Sus
primeras víctimas fueron el hermano menor del depuesto presidente, Said
Bouteflika y el otrora todo poderoso director del Départament du Renseignement
et de la Sécurité (DRS) el servicio de inteligencia y seguridad, el general
Mohamed Medienne alias “Tawfik”. Ambos terminaron condenados a diez años de
cárcel.
Pero la purga de
altos cargos no se detuvo allí. También perdieron sus posiciones y fueron
encarcelados el ex ministro de Defensa Khalde Nazer, el antecesor de Bouteflika
y fundador del partido oficialista Reagrupamiento Nacional para la Democracia,
Liamine Zeroual, el general Athman Tartag, alias “Bachir”, el
ex primer ministro Ahmed Ouyahia, el ex gobernador del Banco Central y ministro
de Finanzas, Mohamed Loukal y el empresario Ali Haddad, director ejecutivo de
la empresa constructora ETRHB, principal concesionaria de obra pública del
país, y director de la central patronal argelina. Estos últimos
también recibieron condenas de entre diez y quince años de cárcel.
Las elecciones
presidenciales finalmente se concretaron el pasado 12 de diciembre. Nuevamente,
el general Salah ejerció su influencia y el triunfador de los comicios fue un
hombre de su propia tribu, el ex primer ministro de Bouteflika, Abdelmadjid
Tebboune.
El nuevo
presidente de 75 años era también otro conspicuo exponente de la generación que
llevó a Argelia a la independencia en 1962. El régimen sólo había llevado a
cabo un cambio cosmético que no conformó en absoluto a los jóvenes que
protagonizaban la “Hirak” (protesta) y que rechazaron el continuismo descarado
del régimen.
Tebboune asumió
la presidencia el jueves 19 e inmediatamente condecoró al general Gaïd Salah
con la Orden del Mérito Nacional, la máxima distinción que puede ofrecer
Argelia a uno de sus ciudadanos.
Ahora la sorpresiva
muerte de Salah deja al nuevo presidente, surgido de las elecciones con menor
participación de la historia de Argelia, sin su principal apoyo. En medio de un
país que lleva más de diez meses de manifestaciones opositoras todos los martes
y viernes demandando un real reforma institucional y política y con una
compleja situación económica.
En los últimos años, la economía de Argelia comenzó
a derrumbarse y el régimen se vio forzado a ser más represivo. Desde junio de
2014, cuando el barril de petróleo Brent costaba 98 euros, el precio de los
hidrocarburos comenzó a descender hasta situarse en 44 euros por barril. Ahora,
se ha recuperado considerablemente posicionándose en 66 euros. Pero en el
proceso, la economía argelina ha sufrido una reducción del 50% de sus ingresos
provenientes en un 95% de sus exportaciones de hidrocarburos.
La falta de recursos hizo imposible el
mantenimiento de la amplia variedad de subsidios a la población, que
tradicionalmente han servido de paliativo para evitar protestas populares. El
gobierno argelino ha debió aumentar algunos impuestos, subir un 20% el precio
de los combustibles, la electricidad, el gas y los alimentos de primera
necesidad.
La crisis económica, la corrupción endémica del
régimen, el envejecimiento y la falta de renovación de los elencos gobernantes y
la falta de oportunidades son los principales factores que alimentan la crisis
y que el nuevo presidente deberá resolver para lograr consolidar la
gobernabilidad del país.
Para colmo de males, la brusca desaparición del
general Gaïd Salah deja abierta la posibilidad de una lucha por el control del
Ejército, en un país donde las fuerzas armadas son uno de los pilares del
sistema político, especialmente después del llamado “decenio negro”, la
cruenta guerra civil contra los islamistas que desangró a Argelia entre 1992 y 2002
y que aún es un cruel recuerdo para la sociedad argelina.
El país magrebí
no sólo es el Estado más extenso de
África sino también un importante socio comercial de Europa y un protagonista
central en temas de seguridad en el Mediterráneo por ello su estabilidad es un
tema sensible para los gobiernos europeos.
Argelia es el
tercer proveedor de gas de Europa y el octavo mayor productor del mundo. Es el
principal socio energético de España, país al que vende el 54% del gas que
consume a través del proyecto “Medgaz”, gestionado por las empresas
españolas Cepsa y Gas Natural Fenosa y la compañía estatal de hidrocarburos
argelina Sonatrach que opera el oleoducto que parte del corazón de Argelia,
cruza el Mediterráneo y desemboca en Almería.
Argelia es,
además, segundo cliente comercial de España, sólo por detrás de Marruecos, con
una balanza favorable al país árabe de 1.900 millones de euros anuales.
En 2017, España
fue el quinto proveedor de Argelia y su tercer cliente: las exportaciones ese
año superaron los 2.670 millones de euros, mientras que las importaciones
alcanzaron los 4.580 millones de euros.
Italia es el
principal socio comercial de Argelia, y principal destino de sus exportaciones,
con cerca de 6.000 millones de euros, con Francia en tercera posición seguida a
gran distancia de Estados Unidos y Turquía.
Argelia mantiene
con estos países -y con la Unión Europea en su conjunto- diversos acuerdos en
cuestiones de seguridad, lucha contra el terrorismo yihadista, el crimen
organizado y la inmigración irregular.
En Francia
reside una gran colectividad argelina. Muchos de sus miembros cuentan incluso
con doble nacionalidad. En tanto que los argelinos, con el 17,9%, constituyen
la segunda nacionalidad de migrantes irregulares que llegan cada año a España.
Argelia, es
además, una de las puertas de acceso a las costas del Norte África para los
inmigrantes irregulares provenientes del Sahel.
Al mismo tiempo,
Argelia mantiene sólidos vínculos históricos y actuales con otro tipo de
gobiernos. En especial con Rusia, China, Cuba e Irán, sin dejar de lado a la
impredecible Corea del Norte.
Por lo
tanto, los problemas de gobernabilidad que enfrenta desde hace años Argelia es seguido con preocupación de sus socios
europeos. La muerte del general Salah y los cuestionamientos a la legalidad del
presidente Tebboune dejan abierta la posibilidad de más cambios, de un
incremento en la actividad del terrorismo yihadista e incluso de un retorno de
los partidos islamistas radicalizados.
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