jueves, 30 de octubre de 2025

Sudán: la tragedia guerra que el mundo insiste en ignorar


Sudán, cuna de civilizaciones antiguas, vuelve a ser rehén de sus propias heridas y de la indiferencia del mundo. Mientras Gaza y Ucrania dominan los titulares, la guerra sudanesa se libra sin testigos. Una tragedia africana que no tiene cámaras, pero sí millones de víctimas olvidadas.

Contenido:

Durante más de dos años, Sudán ha sido escenario de una guerra civil que amenaza con borrar del mapa a uno de los países más vastos y complejos de África. Lo que comenzó en abril de 2023 como una pugna de poder entre dos generales —Abdel Fattah al-Burhan, jefe del Ejército regular, y Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti, líder de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR)— se ha transformado en una catástrofe humanitaria de proporciones bíblicas.

Un conflicto nacido del fracaso de la transición

Ambos jefes militares habían sido aliados en el derrocamiento del dictador Omar al-Bashir, en 2019, tras tres décadas de régimen autoritario. La caída del viejo autócrata abrió un breve paréntesis de esperanza: una transición hacia la democracia que duró lo que tardaron los uniformados en volver a tomar el poder con el golpe de octubre de 2021. Desde entonces, Sudán se deslizó hacia el caos.

El detonante del conflicto fue la disputa sobre cómo integrar a las FAR —una milicia poderosa y autónoma nacida de los temibles Janjawed de Darfur— dentro del Ejército regular. En realidad, se trataba de una lucha por el poder y los recursos: el oro, las rutas del contrabando y el control del Nilo.

Dos generales, un país desangrado

Al-Burhan, que encarna la estructura tradicional del Ejército, controla el espacio aéreo, Port Sudán y buena parte del norte del país, con el respaldo de Egipto e Irán. Hemedti, en cambio, lidera una fuerza paramilitar financiada por el oro de Darfur y antiguos apoyos de los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita. Su milicia dispone de armamento pesado, drones de origen extranjero y un aparato económico paralelo.

Ambos generales se presentan como salvadores de la nación, pero sus ejércitos han convertido las ciudades en ruinas. Jartum, la capital, fue bombardeada hasta quedar irreconocible. La región de Darfur, en el oeste, es hoy un infierno de ejecuciones, violaciones y desplazamientos masivos.

La masacre de El Fasher: el nuevo rostro del horror

A finales de octubre de 2025, las FAR tomaron la ciudad de El Fasher, último bastión del Ejército en Darfur. La ofensiva se saldó con más de 2.000 civiles desarmados asesinados, en su mayoría mujeres y niños, según Naciones Unidas, en lo que Amnistía Internacional calificó de “matanza planificada”. Durante la captura los paramilitares llevaron a cabo ejecuciones sumarias, ataques a civiles en las rutas de escape y redadas casa por casa donde violaban a las mujeres y niñas que encontraban.

Durante la captura, los paramilitares arrasaron barrios enteros y ejecutaron a centenares de mujeres y niños que huían por las carreteras. Los principales objetivos de las FAR fueron los grupos no árabes, entre ellos los pueblos Fur, Zaghawa y Masalit. Imágenes satelitales mostraron manchas de sangre en las calles. En el Hospital de Maternidad Saudí, 460 personas fueron ejecutadas a sangre fría, incluidos pacientes y personal médico. “Era como un campo de matanza”, relató un testigo a Reuters.

La ONU estima que alrededor de 35.000 personas han huido de la ciudad de El Fasher tan solo desde el domingo 26 de octubre, mientras que UNICEF advierte que “los 130.000 niños que viven en El Fasher corren el riesgo de sufrir graves violaciones a su integridad física.

Un país en ruinas

Sudán se ha convertido en un Estado fallido. No hay Gobierno operativo, ni sistema judicial, ni red sanitaria. Más del 70 % de los hospitales han dejado de funcionar. Médicos sin Fronteras denuncia el secuestro de profesionales sanitarios para atender a los combatientes. Los brotes de cólera, sarampión y difteria se multiplican sin control.

Treinta millones de personas —más de la mitad de la población— dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir. Pero la respuesta internacional apenas cubre el 6,6 % de los fondos solicitados por la ONU. Los países vecinos, como Chad, Egipto y Sudán del Sur, acogen a millones de refugiados en condiciones precarias.

El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados calcula que 13 millones de personas han abandonado sus hogares, y que una de cada seis personas desplazadas del planeta hoy es sudanesa.

Las víctimas invisibles

Las principales víctimas son mujeres y niños, que constituyen el 88 % de los desplazados. La violencia sexual es utilizada como arma de guerra. Amnistía Internacional documenta violaciones sistemáticas y esclavitud sexual, crímenes que podrían tipificarse como de lesa humanidad.

“Los Janjaweed no tuvieron piedad de nadie”, cuenta Umm Amena, una madre de cuatro hijos que logró huir de Darfur tras dos días de masacres. En los campos de refugiados, el hambre se mezcla con la desesperanza: los menores mueren de desnutrición o enfermedades tratables.

Una guerra por el oro y el Nilo

Detrás del conflicto late un tablero geopolítico más amplio. Rusia, a través del ex grupo Wagner, ha explotado minas de oro sudanesas desde 2017 y aspira a instalar una base naval en Port Sudán, en el Mar Rojo. Los Emiratos y Arabia Saudita ven en el país un punto estratégico para controlar las rutas del comercio africano. Egipto teme que la desintegración de su vecino afecte al caudal del Nilo y agrave su disputa con Etiopía por la presa del Gran Renacimiento.

Sudán es, en definitiva, la bisagra entre el Sahel, el Cuerno de África y el Mar Rojo, una región donde confluyen intereses de potencias globales y rivales regionales.

El naufragio diplomático

La comunidad internacional ha fracasado estrepitosamente en su intento de mediar. Ni la ONU, ni la Unión Africana, ni los gobiernos árabes han logrado imponer un alto el fuego. Las treguas duran horas y los acuerdos de paz son papel mojado. Las conferencias en Londres o Nairobi se celebran sin los protagonistas del conflicto, y la guerra sigue su curso.

“Vergüenza para los perpetradores, pero también para los gobiernos que permiten que esta barbarie continúe”, declaró Erika Guevara Rosas, de Amnistía Internacional, en el segundo aniversario del conflicto.

De la revolución al desencanto

En 2019, miles de jóvenes y mujeres protagonizaron una revolución pacífica que hizo caer a Omar al-Bashir. Hoy, muchos de esos mismos manifestantes han muerto, están exiliados exiliados o guardan silencio. Su sueño de democracia fue devorado por los mismos militares que prometieron protegerlo.

Sudán, hoy constituye una tragedia africana con millones de víctimas inocentes que el mundo insiste en ignorar.

 

No hay comentarios: