Los organismos internacionales comienzan a pedir
cuentas a Argelia por su complicidad en las violaciones a los derechos humanos
cometidos por los separatistas del Frente Polisario en los campamentos
argelinos de Tindouf
Durante
décadas en Frente Polisario ha cometido toda clase de violaciones a los
derechos humanos contra la población marroquí de origen saharaui retenida
ilegalmente en los campamentos de Tindouf al sur de Argelia.
Esas
violaciones comprenden diversos tipos de delitos de lesa humanidad que van
desde la desaparición forzada de los pobladores disidentes, encarcelamiento sin
juicio previo y aplicación de tormentos a los detenidos, persecución y
aplicación de censura previa a los opositores y hasta el robo sistemático de la
ayuda humanitaria que envían las organizaciones internacionales para cubrir las
necesidades alimenticias y sanitarias de esa población.
Además,
a lo largo de más de cuarenta años los separatistas polisarios se negaron a
realizar un censo de los habitantes de los campamentos y a entregarles
documentos de identidad, al solo efecto de tenerlos controlados.
Estamos
hablando de gente que sufre una suerte de moderna esclavitud ideológica que los
obliga a vivir recluidos en una suerte de campos de concentración, con simples
jaimas -tiendas de campaña-sobre el suelo contaminado de la tórrida hamada
-terreno pedregoso-, sin agua potable ni cloacas y siempre controlados y
vigilados tanto por las milicias del Polisario como por los organismos de
seguridad y militares argelinos que supervisan todo lo que sucede en estos
campamentos.
Las
violaciones a los derechos humanos de la población de los campamentos no
finaliza con su reclusión forzada en el sur de Argelia sino que se incrementa
con la “militarización” forzada de los niños desde la más temprana edad
y la presión que se ejerce todos los años contra las familias para que envíen a
las niñas pequeñas a participar del Programa Vacaciones en Paz en España, aún
sabiendo que existe el riesgo de que sean retenidas bajo cualquier pretexto por
las familias de acogida en la Península.
Se
trata de una parte de un pueblo al que se le ha impedido año tras año vivir dignamente,
en libertad y con autonomía en su territorio ancestral de Marruecos, tal como
le ha ofrecido generosamente el Rey Mohammed VI, desde 2007, con su Iniciativa
para la Negociación de un Régimen de Autonomía para la Región del Sáhara.
Frente
a esta tragedia humanitaria, durante mucho tiempo los organismo internacionales
fueron indiferentes a todas las tropelías que cometía el Frente Polisario.
Preferían creer la versión de que eran los representantes de un pueblo que
luchaba por su independencia con la ayuda de Argelia. Cuando en realidad, el
Frente Polisario era una organización armada autoproclamada como representante
de un grupo de población que nunca pudo decidir sobre su destino y que debía su
existencia a los intereses geopolíticos de Argelia y a sus ambiciones
desmedidas de hegemonía en el Magreb.
Así
que durante estos años, el Frente Polisario gozó de impunidad para violar los
derechos humanos en Tindouf. Todo ello pese a que Naciones Unidas había
establecido claramente, en 2001, que “un Estado es responsable por la falta
de debida diligencia sino ha tomado medidas para prevenir o castigar las
violaciones al derecho internacional de los derechos humanos cometidos por particulares
o grupos cuya conducta reconoce y asume como propia.”
Pero
las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Frente Polisario y
Argelia son tantas y tan frecuentes que Naciones Unidas no ha podido seguir tolerándolas
en silencio.
Un
claro ejemplo de este cambio de actitud es el caso del dirigente disidente El
Fadel Breica, un miembro del Movimiento Saharaui para el Cambio, a quien tuve
el gusto de entrevistar en marzo pasado en Ginebra.
Mientras
tomábamos un café y la pandemia de coronavirus comenzaba a dejar vacía la sede de Naciones Unidas, Fadel, un hombre sencillo
y cortes, pero firme y claro en sus convicciones, que tras años de forzado
exilio madrileño se expresa correctamente en español, me relato sus
padecimientos a manos del Frente Polisario.
Fadel
retornó a los campamentos de Tindouf, como en otras ocasiones, para visitar a
su familia. El 18 de junio de 2019 fue detenido fuera de todo marco legal por
agentes del aparato de seguridad del Frente Polisario, empleando fuerza extrema
para meterlo en un vehículo. Algo similar ocurrió simultáneamente con dos miembros
del grupo disidente Iniciativa Saharaui para el Cambio, Mulay Abba Buzeid y
Mahmud Zeidan.
En el
caso de Fadel permaneció incomunicado durante diez días, sin ningún acceso al
mundo exterior o que sus familiares supieran que había sido de él, fue privado
de la protección de la ley y con su integridad física y psicológica en serio
riesgo.
Según él
pudo entender durante los interrogatorios, la causa principal de su detención ilegal
y de las torturas que le fueron aplicadas era su lucha por los derechos de los
disidentes que eran victimas de violaciones a los derechos humanos a manos del
Frente Polisario. En especial su participación en una sentada de protesta
frente a la embajada de Argelia en Madrid. La misma era una forma de reclamo
para saber cual había sido la suerte sufrida por un miembro de su tribu, el exsecretario
general del Polisario, Ahmed Khalil Braih, su primo, que fue raptado en enero
de 2009 en la ciudad de Argel. Ahmed Khalili Braih había expresado públicamente
sus diferencias por los actos de corrupción en el seno de la dirección del
Polisario, en particular el robo de la ayuda humanitaria para su posterior
comercialización ilegal en mercados informales del Sahel.
Fadel
permaneció como prisionero, sin nombre en una celda sin número, del “gulag”
polisario durante cuatro meses hasta que fue liberado y expulsado de Tindouf debido
a la presión internacional y al hecho de que contaba con nacionalidad española.
Su relato es conmovedor y sincero. También es un claro ejemplo de lo poco que
valen los derechos humanos y la libertad de expresión para los separatistas del
Polisario.
Afortunadamente,
el martirio al que fue sometido El Fadel Breica no ha permanecido oculto. Ahora
el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en su 87° Sesión (27 de abril
al 1° de mayo de 2020), emitió el dictamen N°7/2020 respecto al caso de El
Fadel Breica instando al
Gobierno de Argelia a garantizar que se lleve a cabo una investigación profunda
e independiente sobre las circunstancias de los hechos citados y a tomar las medidas necesarias contra
los responsables de la violación de sus derechos.
Que se proceda a la indemnización por los
daños sufridos, en particular y en la forma de conformidad con el derecho
internacional. Que el Gobierno
utilice todos los medios a su alcance para difundir este dictamen lo más
ampliamente posible. Y que comunique las informaciones requeridas dentro de los
seis meses que siguen a la transmisión de este dictamen. Se
reserva, sin embargo, el derecho de tomar medidas de seguimiento si nuevas
informaciones preocupantes sobre el asunto atraen su atención.
Eso le
permitirá informar al Consejo de los Derechos Humanos acerca de los progresos
logrados en el marco de la aplicación de sus recomendaciones o, si por el
contrario, no se hizo nada en este sentido. Con el dictamen de
este organismo, se ha abierto el camino para que cientos de víctimas y sus
sometidos exijan cuentas de sus verdugos y reparación material y moral de los
daños sufridos.
Al
mismo tiempo ha comenzado a caer el telón que permitía al opaco régimen dictatorial
de Argelia, que se ha presentado ante el mundo como una democracia más cuando,
en realidad, es un régimen policial controlado por los militares que ha frenado
sistemáticamente la integración de los países del Magreb con sus ambiciones
geopolíticas de hegemonía.
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