Todos los animales son iguales, pero algunos
animales son más iguales que otros.
George Orwell
La famosa frase del
escritor socialista George Orwell en su libro “Rebelión en la granja” define en
gran medida hasta donde llega la pasión igualitaria de los populistas como los
líderes del partido español Unidos Podemos, Pablo Iglesias y su esposa Irene
Montero que en menos de una década como políticos han acumulado un patrimonio conjunto
de 1.600.000 euros.
Todos
los políticos populistas hacen del “igualitarismo extremo” uno de los
dogmas centrales de su propuesta política. Para ellos distribuir la riqueza
consiste en sacarles su patrimonio a aquellas personas que a su juicio tienen
demasiada riqueza para distribuirla entre quienes menos tienen, comenzando por
su supuesto entre sus propios partidarios.
Por
lo general, se trata de un proceso destinado en realidad en distribuir pobreza.
Porque los populismos han demostrado históricamente, en todo tiempo y lugar, su
incapacidad para crear nueva riqueza. Es suficiente con ver la situación en que
se encuentra Cuba después de más de sesenta años de la pesadilla castrista o
Venezuela tras algo más de veinte años de dictadura chavista.
Los
políticos populistas también se caracterizan por distribuir la riqueza (y las
vacunas contra el Covid) comenzando por ellos mismos y sus secuaces.
Una
de las críticas que con mayor frecuencia se ha realizado a las democracias
liberales es que los ricos (empresarios, magnates financieros y otros) emplean
su riqueza para financiar su acceso al poder político. Es posible que esto sea
así, pero al menos se trata de individuos que se enriquecieron con su trabajo,
esfuerzo e inteligencia.
Los
políticos populistas, en general, se caracterizan precisamente por lo
contrario. Suelen iniciarse en la política sin haber trabajado o ejercido una
profesión en el sector privado. Pero, una vez convertidos en funcionarios
públicos (elegidos por el voto popular, proyectado por su militancia partidaria
o por su lealtad al caudillo de turno) pasan de un cargo a otro, cobrando
jugosos salarios y acumulando otros beneficios, esté su partido en el gobierno
o en la oposición.
Cuanto
más patrimonio mal habido acumulan suelen tornarse más críticos de los ricos a
quienes acusan de no ser solidarios con los pobres.
Habitualmente,
dejan el barrio popular en que nacieron y se criaron para adquirir lujosas
viviendas, visten ropas de marcas internacionales, tienen la última y más
costosa tecnología en materia de telefonía y computación y veranean en lujoso
centros turísticos del extranjero pero pregonan ser parte del “pueblo” y
defender sus intereses frente a “los poderes económicos concentrados” y
otras entelequias.
Están
en contra de la propiedad privada, defienden denodadamente a los hospitales y
escuelas y universidades públicas pero no los usan. Sus hijos estudian en
exclusivas escuelas privadas bilingües preparándose para sus estudios en el
extranjero. Están siempre ansioso por viajar a Miami para visitar con sus hijos
Disneyland y hacer shopping. Si se enferman se hacen atender o internar en las
más costosas clínicas médicas privadas. Como hizo en su momento la entonces
presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
La
corrupción populista suele intentar justificarse bajo el argumento de que hacer
política es muy costoso y requiere de abundantes fondos para financiar una
campaña electoral. Por lo cual para hacer política “hay que hacer caja”
y “contener” (o sea financiar) a los “compañeros” (es decir a los
militantes del partido), como solía
decir el expresidente Néstor Kirchner. El problema es que, además de ser ilegal
y éticamente repudiable la corrupción, nunca se sabe que parte del dinero
recaudado ilícitamente se destina a la política y que parte va a parar a las
finanzas personales del político.
En
los Estados Unidos los políticos que han dejado sus cargos suelen incrementar
sus ingresos como lobistas de grandes empresas, escribiendo sus memorias y como
conferencistas motivacionales profesionales.
En
América Latina los pocos políticos que dejan sus cargos han comenzado a imitar
esas prácticas. Cristina Fernández de Kirchner y, recientemente, Mauricio
Macri, han publicado sus memorias. Otro políticos buscan cargos internacionales
la chilena Michelle Bachelet después de ocupar otros cargos es la Alta
Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mauricio Macri se
desempeña como presidente ejecutivo de la Fundación FIFA.
Los
políticos españoles combinan todas estas actividades. Se convierten en lobistas
de grandes grupos económicos, el expresidente de Gobierno Felipe González se
incorporó a la junta directiva de Gas Natural Fenosa y su suceso José María
Aznar hizo lo propio como consejero externo de Endesa y está asociado a otras
cinco corporaciones multinacionales, incluido como asesor del Presidente para
España y Vicepresidente Global de KPMG, una de las firmas de asesoría legal y
financiera más importantes del mundo.
También
ocupan diversos cargos honoríficos, publican libros, dan conferencias, realizan
asesorías y al igual que los artistas y deportistas célebres “venden” su
presencia para eventos promocionando a candidatos presidenciales, apoyando a
gobiernos con problemas de imagen internacional y causas políticas
ideológicamente afines.
El
expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, por ejemplo, se ha
destacado como un activo lobista en favor de la dictadura chavista de Nicolás
Maduro en Venezuela.
No
obstante, quienes más habilidad han demostrado para recolectar fondos a través
de los más diversos procedimientos combinados de lobby y relaciones públicas a
nivel internacional no son políticos retirados sino políticos en plena
actividad pública pertenecientes al partido Unidos Podemos.
Dirigentes
como Pablo Iglesias Turrión, su esposa Irene Montero Gil, Juanma del Olmo,
Iñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, y antes de su expulsión Carolina Bescansa,
han “comercializado” su imagen y presencia para defender los intereses
de países como Irán, Venezuela, Nicaragua, Ecuador (en tiempos de Correa), Bolivia
y Argentina durante los gobiernos de Cristina Kirchner y de brindar proyección
internacional a grupos de izquierda y separatistas desde la Madres de Plaza de
Mayo al Frente Polisario.
Estas
actividades les han permitido cobrar sustanciosos honorarios en concepto de “asesorías
internacionales”, como conferencistas bien pagos en congresos y eventos
diversos, para patrocinar proyectos de investigación e incluso han cobrado por
dejarse fotografiar con candidatos presidenciales en campaña. Recientemente
Iglesias se ha fotografiado con el candidato presidencial ecuatoriano Andrés
Arauz, que responde a Rafael Correa.
No
puede sorprender entonces que el jerarca de Podemos, Pablo Iglesias Turrión
después de una carrera política fulgurante de tan solo siete años en que se
basó especialmente en criticar por sus privilegios a la clase política española
y denigrar a la monarquía, a quienes denominaba “la casta”. Hoy en
ejercicio de la vicepresidencia segunda del gobierno de coalición encabezado
por el socialista Pedro Sánchez, haya acumulado un importante patrimonio y
adquirido una residencia de lujo en un costoso vecindario madrileño.
Pablo
Iglesias inició su carrera política en 2014, desde 2003 había sido docente e
investigador de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense
de Madrid, en ese entonces declaró un patrimonio de 45.000 euros y en sus
discursos enfatizaba que “nunca se iban a ir del barrio” ni vivirían en “lujosos
chalets”, que “siempre donaría una parte de su sueldo” al partido y
que “nunca cambiarían, ni se convertirían en casta”.
Su
pareja, la ministra de Igualdad Irene Montero, también se inició en Podemos en
2014, pero en ese entonces declaró un patrimonio de tan solo 6.000 euros.
Hoy
Pablo Iglesias e Irene Montero han declarado un patrimonio y bienes conjunto de
1.600.000 euros según datos consignados en el Boletín Oficial del Estado.
Ambos
viven junto a sus tres hijos en un chalet de 268 m² en un terreno de 2.000 m² en
el exclusivo barrio de Galapagar. Los dirigentes de Podemos adquirieron el
inmueble, en 2019, pagando por el mismo 615.000 euros solicitando una hipoteca
de 540.000 euros, que fue concedida por la entidad financiera Caja de
Ingenieros, entidad que alberga los fondos del partido en otras cuentas.
Muchos
analistas, incluso dentro de Podemos, se preguntan como ha podido la pareja de
políticos populistas españoles reunir un patrimonio tan importante en tan corto
tiempo cuando los estatutos de Podemos obligan a los dirigentes que ocupan
cargos públicos a cobrar un máximo de tres salarios mínimos mensuales (algo más
de unos 2.700 euros) y a donar el excedente al partido.
Evidentemente,
los dirigentes populistas españoles, al igual que la familia Kirchner en
Argentina, han encontrado la forma de distribuir la riqueza comenzando
precisamente por enriquecerse primero ellos.
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