La
política exterior de los Estados Unidos se rige por la famosa norma establecida
en el siglo XIX por el pragmático Primer Ministro inglés Lord Palmerston
resumida en “No tenemos (Inglaterra) aliados eternos, y no tenemos (Inglaterra)
enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra
obligación es vigilarlos”, así parece entenderlo el presidente Biden cuando
decide buscar un enemigo externo para cohesionar el frente interno de su país.
El
nuevo presidente estadounidense Joe Biden busca por todos los medios
diferenciarse de su predecesor el republicano Donald Trump y en se afán termina
por complicarse abriendo frentes innecesarios e incurriendo en el mismo tipo de
declaraciones conflictivas que caracterizaron al magante inmobiliario durante
su Administración.
Donald
Trump nunca pudo superar totalmente las sospechas de mantener, a través de
asesores cercanos e incluso familiares, canales informales de comunicación con
el gobierno ruso. Algo que es una anatema para un político estadounidense y
mucho más si es un presidente.
Aprovechando
la difusión del informe elaborado por Barry A. Zulaf, el “ombudsman
analítico” de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, sobre las
interferencias extranjeras en las elecciones presidenciales del 2020, el
presidente Biden intentó tomar distancia de Rusia e incrementar su censura
sobre el presidente Putin pero terminó originando un incidente diplomático con
el Kremlin.
En
una extensa entrevista (la de mayor duración desde que asumió su cargo) que
concedió a programa de la cadena ABC News, “Good Morning America”,
conducido por el popular periodista George Stephanopoulos, el pasado lunes, el
presidente se vio sorprendido por el periodista, cuando con relación al envenenamiento
del dirigente opositor ruso Alexei Navalny, al preguntarle si creía que Putin
era “un asesino”.
El
presidente de 78 años, luego de reflexionar por un segundo respondió algo
dubitativo “Mmmm…sí, lo pienso”.
Durante
la campaña electoral, Biden había despertado dudas sobre su capacidad de
responder con rapidez y precisión por sus aparente lagunas mentales o la lentitud
para reaccionar en ciertos momentos de tensión y en esta ocasión pareció
suceder precisamente una situación así.
Los
presidentes democráticos no suelen referirse en forma agresiva o despectiva
hacia otros mandatarios con quienes luego deben negociar y reunirse en cumbres
internacionales. Este tipo de lenguaje suele estar reservado para uso exclusivo
de los dictadores populistas como Nicolás Maduro o Fidel Castro en su tiempo
que no dudaban en insultar a los jefes de Estado que los censuraban por sus restricciones
a las libertades individuales o las violaciones a los derechos humanos.
Si
Donald Trump hubiera calificado de asesino al presidente chino XI Jinping, por
ejemplo, la prensa lo hubiera crucificado pero, tratándose del sufrido Joe
Biden, un presidente demócrata y progresista, el periodismo se escudó en la
tradición de los “cien días de luna de miel” otorgados a un nuevo presidente
que asume el cargo para dejar pasar el tema sin mayores cuestionamientos.
A
quienes no les agradó demasiado el lapsus presidencial fue a los rusos. El
Kremlin reaccionó llamando a consultas al embajador estadounidense en Moscú y
retiraron a su representante en Washington, Anatoli Antonov.
Por
su parte, Vladimir Putin pareció controlar su enfado por el insultó y respondió
irónicamente recomendando a Biden “mantenerse saludable. Le deseo buena
salud”, en una elíptica referencia a que el presidente estadounidense
podría no estar en pleno uso de sus capacidades intelectuales y que él lo
sabía. Completó la respuesta con un desafío a su homólogo estadounidense,
retándolo a una conversación “franca y abierta” pero “online, en vivo”
y lo antes posible.
Luego
en una video conferencia con residentes y representantes de la península de
Crimea, en el séptimo aniversario de su anexión a la Federación de Rusia se
refiriéndose al tema precisó: “Nosotros, aunque ellos piensen que somos
iguales, no lo somos. Somos diferentes, tenemos un código genético, cultural y
moral diferente. Pero sabemos defender nuestros propios intereses. Y vamos a
trabajar con ellos, pero en aquellas áreas que nos interesan. Y en condiciones
que consideramos beneficiosas. Y tendrán que tenerlo en cuentas”.
Algunos
analistas internacionales, como el mexicano Raúl Tortolero, consideran que el
duro calificativo aplicado a Putin por Biden en realidad responde un plan
geopolítico destinado a, por un lado, diferenciarse de Trump y, por el otro,
unificar a la opinión pública en apoyo de su Administración frente al
incremento de tensiones con un rival internacional.
Sin
Donald Trump fue cuestionado por sus vínculos con Rusia, el presidente Biden
debería ser sospechado por algunas relaciones no muy claras con respecto a
China. En 2018, su hijo Hunter Biden fue investigado por la fiscalía del Estado
de Delawere por sus negocios en China. En especial, por haber recibido un
costoso “regalo” de parte del magnate chino Ye Jianming. El “presente”
recibido por Hunter fue un diamante de 2,8 quilates valorado en U$S 80.000.-
dólares.
También
la embajadora designada por Biden como representante estadounidense en Naciones
Unidas, la afroamericana Linda Thomas Greenfield fue cuestionada en el Congreso
estadounidense durante sus audiencias de confirmación por haber recibido dinero
del gobierno chino como pago por una conferencia pronunciada en 2019 para el
Instituto Confucio de la Universidad Estatal de Savannah.
Es
quizá por ello que Joe Biden ha elegido confrontar con Rusia mientras parece pasar
por alto que China presenta el mayor reto a la hegemonía global de los Estados
Unidos.
Es
que el presidente Biden necesita unificar su frente interno. En medio de una
pandemia mundial, con una economía en recesión y la deuda externa casi
duplicada de los 2,5 billones de dólares a 4,59 billones (datos de 2019) y la
población profundamente dividida y enfrentada ideológicamente, tras unas
elecciones sospechadas de fraudulentas, donde 75 millones de americanos no
votaron por él, el presidente necesita de una causa nacional y una causa
externa para cerrar la herida.
Sin
embargo, el verdadero rival por la hegemonía mundial que enfrentan los Estados
Unidos en China y Rusia, así lo reflejan los principales indicadores.
El
gigante asiático es, desde 2020, el principal socio comercial de la Unión
Europea, superando a los Estados Unidos, con un intercambio de 586.000 millones
de euros, contra 555.000 millones.
Además,
India, Japón y Australia, países que intentaban frenar el expansionismo chino
ahora tienen como principal socio comercial a China.
El
intercambio comercial chino – indio ascendió en 2020 a 77.700 millones de
dólares, ante solo 75.900 millones de los Estados Unidos con India.
China
es también el mayor socio comercial de Japón y su más grande mercado. China
representa el 20% del comercio total de Japón.
Según
el Banco Mundial, en 2018, las importaciones japonesas de productos chinos
ascendieron a U$S 173.612 millones de dólares. Las importaciones de Japón desde
los Estados Unidos sumaron menos de la mitad: U$S 83.571 millones de dólares.
Japón exportó a China un valor de U$S 155.053 millones de dólares y a los
Estados Unidos U$S 140.664 millones.
Por
otro lado, China es también el principal socio comercial de los Estados Unidos,
superando a Canadá y México.
El
intercambio de China con los Estados Unidos, en 2020, ascendió a U$S 560.097
millones de dólares y con México a solo U$S 538.066 millones de dólares.
Pero,
Biden en lugar de rivalizar con los chinos prefiere confrontar con el Kremlin.
Estados Unidos sancionó a comienzos de marzo a siete altos dirigentes rusos
como represalia por el envenenamiento de Navalny. El miércoles 17 de marzo , el
respuesta de los que calificó como “empleo de armas químicas”, la
secretaría de Comercio de los Estados Unidos anunció que expandía las
restricciones para la exportación de productos sensibles hacia Rusia, sin dar
mayores detalles.
Por
lo tanto, todo parece indicar que para el presidente Biden los intereses de los
Estados Unidos en esta etapas residen en confrontar con Rusia y mantener una tácita
asociación comercial con China. Deberemos esperar un tiempo para saber cuales
son los resultados de la estrategia elegida por el presidente americano.
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