El presidente Joe Biden envía un claro
mensaje con la designación de un prestigioso internacionalista al frente de la
Agencia Central de Inteligencia.
Tradicionalmente,
la política estadounidense se caracterizó por gozar de una cierta continuidad.
Es cierto que cada presidente (especialmente si pertenecían a distintos
partidos) tenía su propia agenda y compromisos de campaña con el electorado y
los grupos de poder que los habían llevado hasta la Oficina Oval, pero la
política estadounidense gozaba por lo general de gran consenso y estabilidad.
Por lo
general, un gobierno estadounidense no cambiaba bruscamente la política internacional
de su predecesor. En otras palabras la política internacional y las alianzas de
los Estados Unidos no cambiaban radicalmente cada cuatro años.
Esta
tradición cambio con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. El
temperamental empresario carecía de experiencia en la función pública y estaba
dispuesto a hacer la cosas y tomar las decisiones a su propio estilo que en
aprender como eran los procedimientos tradicionales o en buscar consensos con
la oposición demócrata.
En
muchos sentidos la “era Trump” marcó una ruptura con las presidencias
anteriores. Ahora, la llegada de Joe Biden a la presidencia marca un retorno a
la tradición administrativa y de gestión presidencial tradicional. Una suerte
de “restauración” de la democracia republicana estadounidense y en gran medida
un retorno de los hombres y las políticas vigentes durante la Administración Obama
en la cual Biden era el vicepresidente.
Las
primeras designaciones de funcionario claves por parte del presidente Joe Biden
apuntan en tal sentido. Esto resulta evidente en la designación del nuevo
director de la Agencia Central de Inteligencia.
Trump
tuvo una difícil relación con los servicios de inteligencia, tanto con el FBI
como con la CIA. Biden pretende revertir esa situación para lo cual envió una
clara señal de la importancia que tendrá en su Administración el aparato de
inteligencia y seguridad nacional al designar al frente de la Agencia Central
de Inteligencia a un peso pesado del mundo diplomático estadounidense: Willians
Burns.
Nacido
en 1956, en Fort Bragg, Carolina del Norte. Se graduó en Historia en la
Universidad La Salle y en Relaciones Internacionales por St. John´s College de
Oxford. Posteriormente obtuvo una maestría y doctorado en Filosofía en la
Universidad La Salle.
Este
amigo personal de Bill Gates, habla fluidamente ruso, árabe y francés, posee
cuatro doctorados honoris causa y tres premios presidenciales, además de diversas
distinciones nacionales e internacionales.
Durante
la Administración Reagan, en 1982, se incorporó al Cuerpo Diplomático de los
Estados Unidos donde pasó treinta y dos años hasta su retiro en octubre de 2014.
En enero de 2015 se convirtió en el noveno director del más antiguo e
influyente think tank estadounidense sobre temas internacionales: La Fundación
Carnegie para la Paz Internacional.
Desde su
posición en la Fundación Carnegie no ahorró críticas al manejo de la política
exterior por parte del presidente Trump. En 2019, por ejemplo, rechazó con
duros argumentos la destitución de la embajadora en Ucrania, Maire Yovanovitch,
en represalia por impedir las maniobras de ciertos estrechos colaboradores del
primer mandatario que trataban de obtener pruebas para atacar al entonces
candidato demócrata Joe Biden.
En su
paso por el Departamento de Estado se desempeño como Secretario Ejecutivo del
Departamento de Estado, asistente especial de los secretario Warren Christopher
y Madeleine Albricht, ministro consejero de Asuntos Políticos de la Embajada de
los Estados Unidos en Moscú, Director interino y subdirector principal del
personal de planificación de políticas del Departamento de Estado y asistente especial
del presidente y director senior para Asuntos del Cercano Oriente y Asia
Meridional en el Consejo de Seguridad Nacional.
Embajador
en Jordania entre 1998 y 2001, Subsecretario de Estado para Cercano Oriente
entre 2001 y 2005, Embajador en la Federación de Rusia entre 2005 y 2008,
Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos de 2008 a 2011.
En
2013, junto a Jake Sullivan lideró el canal bilateral secreto entre los Estados
Unidos e Irán que condujo al acuerdo interino entre Irán y P5+1 y luego al
acuerdo nuclear con Irán.
Burns
será el primer diplomático de carrera en conducir la Agencia Central de
Inteligencia una poderosa estructura con veintiún mil funcionarios distribuidos
por todo el planeta.
Podría
argumentarse su falta de experiencia en temas de inteligencia, pero un análisis
más detenido de su trayectoria en el campo internacional, los cargos que ha
desempeñado, las funciones analíticas que los mismos requieren y las negociaciones
vinculadas con la seguridad nacional que ha llevado a cabo indican que esta
sobre capacitado para ese cargo. Esto hace pensar que no encontrará mayores
problemas para que su postulación sea aprobada por el Congreso.
Incluso,
podría especularse que la designación de un funcionario de tal alto perfil para
director de la Agencia Central de Inteligencia es parte de una política destinada
a devolverle a esta agencia la relevancia y prestigio que tuvo hasta los
atentados del 11 de septiembre de 2001 o que Burns es un candidato de reserva
para ocupar el Departamento de Estado al primer cambio de gabinete que resuelva
el presidente Biden.
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