Los intentos de expropiaciones de
explotaciones y los ataques a establecimientos rurales con destrucción de
silo-bolsas y carneo de animales amenazan a la principal industria exportadora
de Argentina.
El
agro argentino es un complejo y sofisticado sector productivo, que empleando tecnología
innovadora produce anualmente alimentos para cubrir las necesidades básicas de
cuatrocientos millones de personas.
Además,
es el único sector productivo que no fue afectado por la recesión provocada por
las desastrosas políticas aplicadas por los gobiernos de las últimas dos
décadas, por no ir más atrás.
Ni siquiera la parálisis de la economía provocada por el aislamiento social y el
cese de actividades impuesto por la pandemia del coronavirus ha interrumpido el
funcionamiento de esta verdadera “locomotora” económica que es el campo
argentino.
Porque,
pese a quién le pese, al menos desde el siglo XVII la Argentina -o sus
predecesores: el Virreinato del Río de la Plata y las Provincias Unidas del Río
de la Plata- ha sido esencialmente un país agroexportadores.
Son
precisamente las “retenciones” a las exportaciones agrícolas, que desde
el 2002 expolian al campo argentino, la fuente de recursos que permiten las dispendiosas
políticas sociales que el kirchnerismo implementa para premiar a los sectores
más carenciados de la sociedad. Precisamente, donde reside la base electoral
que ha permitido al kirchnerismo gobernar al país trece de los últimos veinte
años.
Ahora,
esta fuente de divisas se ve amenazada tanto por los intentos de expropiación
de algunos complejos agroalimentarios endeudados, como Vicentín, Sancor, etc.,
como por la voracidad fiscal sin límite que crea un impuesto tras otro, como
por crecientes hechos delictivos que afectan a la propiedad y amenazan la
subsistencia de los esforzados productores.
Grupos organizados vandalizan cada vez con mayor frecuencia los establecimientos agrícolas. Desde diciembre pasado hasta hoy, han sido dañados 57 silo bolsas, que almacenaban doscientas toneladas cada una, haciendo un total de 11.400 toneladas de cereal dañado y una pérdida montaria de 627.000 dólares para los productores.
No sólo cortaron los silos bolsas -cada uno de ellos cuesta U$S 400
dólares estadounidenses- y dispersaron su contenido sino que rociaron los granos
con venenos agrícolas para que el productor no los pudiera aprovechar ni para
alimentar ganado o revenderlos.
Los
ataques a los silo-bolsas son un daño alevoso e intencional que tiene ningún
otro propósito que el político.
Con su
ataque el saboteador no obtiene ningún beneficio económico. Por el contrario,
es una actividad costosa y riesgosa. El saboteador debe en algunos casos
trasladarse varios kilómetros a altas horas de la noche, exponerse a ser
detenido por las autoridades o ser reprimido por el productos si lo sorprende
in fraganti.
Entonces,
cabe preguntarse: ¿Por qué lo hace o quién le paga para hacerlo?
Indudablemente,
si el único móvil de estos ataques es político. ¿Qué partido o sector
ideológico puede estar interesado en perjudicar a los productores rurales?
La respuesta
es sencilla. Si hablamos de un partido político el único es el kirchnerismo -no
el peronismo- y si pensamos en un sector ideológico debemos fijarnos en la
izquierda radicalizada.
Recordemos,
que para la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner la soja es solo “un
yuyo” y que desde el “Instituto Patria” se impulsa la reforma
agraria para colectivizar el campo y se propician las ocupaciones de tierras.
Precisamente,
un dirigente cercano a Vicepresidenta, el abogado Juan Grabois, líder de la Confederación
de Trabajadores de la Economía Popular, una agrupación integrante del
oficialista Frente de Todos dijo, el pasado seis de marzo: “El 1% de
parásitos que viven de la renta extraordinaria de la tierra que es de todos,
que tienen unas propiedades de extensiones faraónicas únicamente como producto
de una serie de genocidios y latrocinios de la historia argentina y que son un
elemento de atraso y de dependencia para nuestro país, que si no barremos
definitivamente nunca vamos a poder tener niveles de dignidad adecuados para
una vida normal.”
Por el
momento, no existen pruebas concretas de quién esta detrás de estos ataques al
campo pero lo cierto es que ningún integrante del gobierno nacional ni el
presidente ni ninguno de sus ministros han condenado públicamente estos hechos de
vandalismo que son cada vez más frecuentes y que se muestran en los noticieros
de la televisión, en la radio y en las tapas de los diarios de circulación
nacional.
No
obstante, el gobierno del Frente de Todos se obstina en ignorarlos. Ni el
hiperactivo ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Sergio
Berni, que adora concurrir a todo lugar donde están las cámaras de la
televisión, se ha hecho presente en alguno de los establecimientos agrícolas
atacados o se ha reunido con los productores afectados.
Reiteramos,
no sabemos quien está detrás de estos actos de sabotaje, pero como se dice en
el campo: si un animal camina como un pato, tiene pico y patas de pato y defeca
como un pato, probablemente se trate de un pato…
No hay comentarios:
Publicar un comentario