El
electorado de centro derecha busca un Bolsonaro argentino que introduzca un
auténtico cambio en el país.
Los
argentinos de centro derecha han estado muy atentos a los sucesos en Europa que
indican un avance electoral de las expresiones políticas nacionalistas,
conservadoras y de derecha en general. En especial después de que en Brasil
llegara a la presidencia Jair Bolsonaro y en España el partido VOX alcanzara
una fuerte representación parlamentaria.
En
gran medida, el electorado de centro derecha se encuentra desilusionado por el
mediocre desempeño del gobierno de Mauricio Macri. En especial, porque
esperaban que Cambiemos rectificara muchas de las políticas populistas del
kirchnerismo y que llevara a la cárcel a los dirigentes corruptos.
En
Argentina, un importante sector del electorado es provida y se opone a la
legalización del aborto, rechaza la enseñanza de educación sexual en las
escuelas, recela de la ideología de género convertida en bandera política de
los partidos de izquierda, condena firmemente a la interpretación “garantista”
de la legislación penal que instala una suerte de “puerta giratoria” en
comisarías y cárceles para que los delincuentes detenidos en fragante delito
recobren rápidamente la libertad.
Esos
mismos votantes consideran que el gasto social (con demasiados planes sociales,
jubilaciones otorgadas sin los correspondientes aportes y subsidios de todo
tipo) se ha desbordado convirtiéndose en un medio de vida para un sector de la
población que no busca reintegrarse al mercado laboral.
Al
mismo tiempo, interpreta que el gasto social termina por ser solventado por los
impuestos abonados por los trabajadores en relación de dependencia y los
pequeños comerciantes a través del impuesto a las ganancias. Trabajadores que
integran la cada vez más reducida clase media.
Otros
votantes están cansados del clima de protesta social permanente que, desde
2001, obstruye las calles del centro de la ciudad de Buenos Aires y muchas
rutas nacionales obligando a mantener un costoso dispositivo de seguridad que
distrae hombres y recursos a la lucha contra la delincuencia.
Por
último, ven con preocupación el avance del consumo de drogas y alcohol en la
juventud sin que los gobiernos implementen medidas eficaces para evitarlo.
Ese
electorado moderado busca un líder dispuesto a aplicar “mano dura” para
encauzar al país y terminar con el despilfarro, la corrupción, el desorden y la
delincuencia. Pero no ha encontrado ni su Donald Trump ni su Jair Bolsonaro.
En
Argentina, la derecha conservadora carece de un líder lo suficientemente
carismático y confiable como para atraer el voto independiente que descree cada
vez más de la oferta tradicional de peronistas y radicales que se alternaron
con muy poca eficacia administradora en el gobierno nacional durante los
últimos 36 años de democracia.
En
enero de 2019 surgió con cierta fuerza la candidatura del diputado nacional por
Salta Alfredo Olmedo. Este pintoresco personaje comenzó a recorrer los canales
de televisión con su biblia en la mano y a realizar algunos actos partidarios
por el gran Buenos Aires. Pero tras algunos desaciertos y deserciones (en
especial la de si efímero vicepresidente Juan Bautista “Tata” Yofre) la
candidatura del salteño se desinfló y hoy se duda incluso de su postulación
como candidato a gobernador de Salta.
Algo
similar ocurrió con la candidatura del economista liberal José Luis Espert con
su Partido Libertario. Al carecer de personería jurídica para competir en los
comicios presidenciales, Espert se encontró forzado a forjar una alianza
electoral con el diputado por el Mercosur Alberto Assef, titular del partido
UNIR que si cuenta con personería nacional. Pero, el acercamiento de Espert a
Assef provocó la ruptura con un importante sector de sus partidarios y apoyos
financieros, entre ellos los que respondían a la conducción del voluble
economista Javier G. Milei.
Es así
como ahora, la derecha pone sus esperanzas en el ex militar Juan José Gómez
Centurión (61), un veterano de la Guerra de Malvinas y antiguo “carapintada”
que se alzó en dos ocasiones (Semana Santa de 1987 y Monte Caseros de 1988)
contra la autoridad del presidente Raúl R. Alfonsín.
Entre
2010 y 2019, Gómez Centurión fue funcionario del Pro. En el gobierno de
Mauricio Macri primero fue director de la Dirección Nacional de Aduanas y luego
vicepresidente del Banco Nación.
En los
últimos días, luego de renunciar a su cargo en el gobierno, Gómez Centurión
logró el apoyo del minúsculo Partido Conservador Popular que cuenta con personería
jurídica reconocida en las provincias de Buenos Aires, Salta, Santa Fe,
Corrientes y San Juan. Gómez Centurión todavía deberá encontrar un partido que
le aporte personería jurídica en otros tres distritos electorales distintos
para llegar a los ocho distritos que le exige la ley electoral para poder
presentar una candidatura presidencial y candidatos en una elección nacional.
Si
logra concretar esta alianza electoral aún deberá superar la prueba de lograr
al menos el 1,5% de los votos del padrón nacional en las elecciones Primarias
Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del próximo 11 de agosto para luego
poder competir en las elecciones presidenciales del 27 de octubre próximo.
Por
otra parte, la fiscalización de una elección nacional y el recuento de votos es
un gran desafío para cualquier partido político, mucho más para un candidato
sin partido propio.
Gómez
Centurión por el momento solo cuenta con el apoyo de figuras de segundo orden
en la política argentina como la exdiputada PRO, Cynthia Hotton, referente
política de las iglesias cristinas y Gabriel Ballerini, quien supuestamente
también aportaría votos del electorado evangelista. El ex militar aspira a
llegar a algún tipo de acuerdo electoral con José Luis Espert que unifique las
candidaturas de derecha pero, al menos por el momento, esto parece algo poco
probable.
El
mayor problema que enfrenta Juan José Gómez Centurión es que se trata de una
figura aún desconocida para gran parte del electorado y que su pobre desempeño
en las encuestas y la falta de recursos impiden que figuras de envergadura
apoyen su candidatura y que los aportantes en campañas electorales inviertan en
su campaña.
Una
estrategia electoral más segura hubiera consistido en concentrar esfuerzos y
recursos tan sólo en la ciudad de Buenos Aires y en algunos municipios
bonaerenses, especialmente de la zona norte, donde la clase media es más
numerosa y donde la presencia de las iglesias cristianas es mayor. También allí
hay más votantes de Cambiemos desilusionados y vive una gran cantidad de
familias militares.
En
esta forma, Gómez Centurión podría ir consolidando una estructura partidaria
propia, su partido Nos, sin desechar por ello alianzas con otros partidos. Iría
constituyendo una representación parlamentaria (diputados nacionales,
provinciales, de la ciudad y concejales en los concejos municipales) que le
daría presencia y poder de negociación en la política nacional.
También
en un territorio más concentrado sería más eficiente la fiscalización de los
comicios y el recuento de votos.
En
esta forma el ex militar ganaría presencia pública. Gómez Centurión no debe
olvidar que en 2021 hay nuevamente elecciones parlamentarias de medio tiempo y
allí tendrá posibilidades de incrementar su núcleo partidario con vistas a
competir con mayores posibilidades por la presidencia en 2023, cuando tendrá
tan solo 65 años.
Pero
esta no ha sido la estrategia elegida por el ex funcionario de Cambiemos, por
lo tanto, parece que el electorado de derecha tampoco tendrá en estas
elecciones presidenciales una candidatura competitiva.
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