CRISTINA
COMO RAÚL
No fue necesario que
Cristina Fernández de Kirchner comenzara a hablar de mudar la Capital para que
muchos comenzaran a recordar la situación que llevó a Raúl Alfonsín a resignar
su cargo seis meses antes de la finalización de su mandato presidencial. Ambos
presidentes pecaron de un voluntarismo extremo. Alfonsín creyó que el restablecimiento
del sistema republicano obraría mágicamente como una panacea para los
principales problemas que aquejaban a la sociedad argentina. Pronto se hizo
evidente que no era suficiente con invocar a la democracia para solucionar los
problemas educativos, sanitarios o alimenticios de los argentinos.
Los Kirchner creyeron que
apelar a un discurso seudo revolucionario y revivir el tema de las violaciones
a los derechos humanos en la década de los setenta era suficiente para
construir un “relato” que finalmente modificara la realidad. Pero, cuando se
agotó la bonanza proveniente de las retenciones al agro, el saqueo a las cajas
del ANSeS y al Banco Central; como así también a la expoliación impositiva, en
lo gobierno no supo cómo hacer para seguir financiando el festival de
subsidios, la maquinaria clientelística y la gigantesca corrupción que rodeaba
al oficialismo. A la galera del gobierno se le acabaron todos los conejos.
Ambos finales de ciclo se
parecen, aunque, justo es decirlo, la calidad institucional y la inserción
internacional del país que Don Raúl logró dista mucho de la calamitosa
situación imperante actualmente en el país.
Incluso, la calidad política
de los cuadros dirigentes que en ese entonces provenían tanto del Movimiento de Renovación y Cambio , como
de la agrupación juvenil conocida bajo la denominación de “La Coordinadora”, era muy superior a la que exhiben actualmente
los militantes y dirigentes provenientes de esos rejuntados kirchneristas
denominado Unidos y Organizados y “La Campora”. El propio Axel Kicillof
está muy lejos de la capacidad técnico – profesional que exhibió en su momento
el ministro de Economía Juan Vital Sourouille y su equipo. Kicillof jamás sería
capaz de diseñar una planificación económica de la complejidad del “Plan
Austral”, sencillamente porque hasta el momento no ha sido capaz de diseñar e
implementar un plan económico coherente.
Entre los colaboradores del
ministro Axel Kicillof no se registran profesionales reconocidos en los medios
económicos, además sus conflictos y discrepancias con el presidente del Banco
Central Juan Carlos Fabrega son frecuentes.
Kicillof insiste en que
tiene “todo estudiado”, pero lo
cierto es que desde que ha tomado el timón de la economía nacional no ha hecho
más que improvisar y aplicar medidas coyunturales que en muchos casos se
contradicen.
UN
CUADRO COMPLICADO
Es por ello que hoy el país
enfrenta una combinación de dos males: fuerte recesión con inflación desbocada.
El principal factor que potencia la baja del consumo consiste en una sumatoria
de factores, en especial la caída del empleo y la creciente disminución en los
salarios reales.
Menores contrataciones,
suspensiones y despidos redujeron el empleo del 42,2 al 41,4% de la población
urbana. Equivalente a una pérdida de casi 200.000 puestos de trabajo. Mientras
que entre los ocupados, casi el 10% -más de 150.000 personas- trabaja pocas
horas.
Al mismo tiempo, los
ingresos tuvieron mejoras nominales pero por debajo de la inflación, con una
caída del poder de compra que amenaza situarse entre el 9 y 10%. Entre los
salarios medios y altos, la reducción es mayor por el incremento de las
deducciones por el impuesto a las ganancias.
El resultado de este cuadro
es un crecimiento en términos reales de tan sólo el 0,4% en las ventas de los
supermercados en el segundo trimestre del año, con caídas del 15,6% en carnes y
37,9% en verduras y frutas, mientras que el consumo de pan se incrementó un
56,4% en el último año. El descenso en el consumo de los sectores populares es
el más elevado desde la crisis del 2001 – 2002, además en los últimos meses
hubo una caída del 10% de las exportaciones y una reducción del 9% en las
importaciones, factores que acentúan la recesión.
Mientras que la inflación se
ubica bien lejos de los 25 puntos que registró el año pasado. Ahora se mantiene
en el rango de entre 35 y 40% anual, hecho que sitúa a Argentina como el
segundo país con mayor inflación en Latinoamérica –sólo superado por Venezuela
país que este gobierno parece tomar como referencia en muchos campos- y uno de
los países con mayor inflación del mundo. Además, la inflación argentina supera
veinte veces el promedio de inflación de los países de la región, una situación
que no se vivía desde los últimos meses del gobierno de Raúl Alfonsín.
Además, las reservas son
escasas y además el precio de la soja está descendiendo abruptamente, el rojo
fiscal va camino de los U$S 230.000 millones y, de tanto exprimirlas las arcas
del Banco Central y de la ANSeS flaquean. Mientras tanto la brecha entre la
cotización oficial y el dólar ilegal o blue
se ubica en el 70%, una diferencia que no se registraba desde enero, cuando se
produjo una devaluación del 22%. Sin embargo, la brecha entre el dólar oficial
y el ilegal se ha ampliado tanto que muchos economistas auguran una nueva
devaluación que nuevamente impactará fuertemente sobre la inflación.
Todo este proceso se
desarrolla en momentos en que, pese a toda la retórica oficialista, el país
ingresa en un nuevo default. O, como señalan algunos economistas, sin haber
salido nunca del default anunciado en diciembre de 2001, ahora se profundiza el
cuadro.
MESES
DE ANGUSTIA
En este marco, el gobierno
de Cristina Fernández de Kirchner no cuenta con ideas ni capital político para
revertir esta crisis ni para sobrellevar los difíciles catorce meses que le
restan de mandato.
Los últimos años, cuando la
situación económica y social no era tan grave en diciembre, con cualquier tipo
de detonante, se producían ocupaciones ilegales de terrenos y saqueos a
comercios que siempre ocasionaban alguna víctima fatal. Ahora que se incrementa
la conflictividad sindical y social, cabe preguntarnos cuanto falta para que
comiencen a producirse estos lamentables acontecimientos que todos tememos y
repudiamos y que hará entonces un gobierno en retirada, aislado
internacionalmente, en default y debilitado por el surgimiento en su seno de
múltiples candidaturas presidenciales.
No sería más inteligente ir
pensando seriamente en un adelanto de las elecciones para que un nuevo gobierno
encuentre las soluciones que el “genial” ministro
Kicillof no es capaz de encontrar. Especialmente, si consideramos que el futuro
gobierno, aun tomando las medidas económicas acertadas, demora aproximadamente
dos años en recuperar los niveles de actividad, controlar la inflación y
aliviar la situación social de los sectores más postergados.
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