El Hambre y
la desesperación llevan a las personas a cometer actos atroces, apareciendo la
antropofagia como la única alternativa a una muerte horrible, más que como la
expresión de una patología aberrante.
Una larga y horrible tradición
Pese a su título, esta crónica se vincula más a un
relato de Edgar Alan Poe u Horacio Quiroga, que a uno de los cuentos infantiles
de los hermanos Green. Es que los seres que motivan nuestra narración están más
cerca de los cuervos, los gatos negros o las gallinas degolladas de los cuentos
de horror de que la adorable Caperucita Roja devorada por el cruel lobo, aunque
ellos también devoren a sus infortunadas víctimas y ningún cazador pueda
rescatarlas.
Los perversos personajes que nos ocupan se
caracterizan por sentir una muy fuerte atracción por sus semejantes, o mejor
dicho, por la carne de sus semejantes. Sí amigo lector, usted lo ha adivinado,
este es un relato de caníbales.
Ahora bien, a estas alturas el lector se estará
preguntando qué vinculaciones pueden existir entre los antropófagos y la vida
cotidiana de la Rusia actual. Seguramente alguien podrá decir ¿No irá usted a
venir con el cuento de que hay caníbales en Rusia? Pues bien, aunque parezca
uno de los célebres “créase o no” de Ripley, los caníbales parecen formar parte
del paisaje social de la Rusia post soviética.
Es que, entre miserias y calamidades cotidianas, los
sufridos ciudadanos rusos no paran de descubrir barbaridades que añadir a la ya
extraordinaria historia criminal reciente de este país (1995). Ahora se
sorprenden y horrorizan al saber que se están produciendo frecuentes casos de
antropofagia en sectores marginales de la sociedad rusa.
En realidad, los actos de canibalismo no son algo
desconocido en la Rusia de este siglo. A fines de la década de los años veinte
y comienzo de los treinta, durante la colectivización forzada del agro llevada
a cabo por Iósif Stalin, se produjo una hambruna generalizada, el temible “holodomor”
(muerte por hambre), que terminó en aberrantes actos de canibalismo.
Durante la llamada “guerra al kulak”[i], cuando los campesinos
eran perseguidos y se les expropiaba sus ganados y sus cosechas para alimentar
al proletariado de las grandes ciudades, en áreas predominantemente rurales,
como en Ucrania, el hambre y la desesperación llevaron a la gente a cometer
toda clase de atrocidades.[ii]
Al parecer el canibalismo comenzó cuando algunos
hambrientos desesperados devoraron los cadáveres de sus semejantes muertos por
inanición. El siguiente paso llevó al secuestro de niños para devorarlos.
Incluso existen relatos de sobrevivientes según los
cuales ciertas familias llegaron a intercambiar sus niños más pequeños y
débiles. Los niños eran inmediatamente sacrificados y devorados para permitir
así la supervivencia de los restantes miembros del grupo. Al parecer la
desesperación de la gente puede llevarla a cualquier exceso. Aunque este relato
guarda indudables contactos con lo descrito por Curcio Malaparte en su novela La
Piel, existen amplias pruebas que corroboran estas afirmaciones.
Pocos años más tarde, en la Gran Guerra Patria[iii], durante el glorioso
sitio de Leningrado, se repitieron casos de necrofagia que obligaron a los
soldados del Ejército Soviético a fusilar a quienes se alimentaban de
cadáveres. Recordemos que durante los 500 días en que se prolongó el cerco
alemán, el abastecimiento de la población se redujo hasta ser solo 150 gramos
de harina (no de pan, sino de harina) por persona adulta por día. En estas
condiciones es lógico comprender que la población llegara a cualquier extremo
para sobrevivir.
Claro está que hacemos referencia a casos extremos
donde se pone en juego la supervivencia. La historia de la humanidad recoge
otros ejemplos de antropofagia por necesidad. Los mismos por lo general
tuvieron lugar en ciudades cercadas y sometidas al hambre. Recordemos el
magistral relato de Manuel Mujica Láinez, titulado “El hambre”, en su
libro de cuentos “Misteriosa Buenos Aires”. Mujica Láinez recrea con
maestría los padecimientos, el hambre y la desesperación de los conquistadores
españoles que acompañaron a Don Pedro de Mendoza, en la fundación, en 1536, del
puerto de Santa María del Buen Aire y luego fueron asediados por los indios y
sometidos a tortura del hambre extrema.
Allí también debió castigarse con la horca a quienes
protagonizaron actos de canibalismo. Más recientemente, incluso de produjo un
hecho de necrofagia protagonizado por un grupo de rugbyes uruguayos perdidos en
la cordillera de los Andes, tras un accidente aéreo. Los sobrevivientes
aislados en la cima de las montañas debieron comer la carne de los cadáveres de
sus parientes y amigos para sobrevivir hasta ser rescatados.
En todos estos casos la antropofagia se presentaba más
como la única alternativa a una horrible muerte, que como una aberrante
patología de individuos desviados. Lo que más sorprende de los hechos que se
han producido recientemente en Rusia es la frecuencia con que los criminales
eligen alimentarse con la carne de sus semejantes, sin ninguna razón evidente
que lo explique.
El carnicero de Rostov
Estas afirmaciones podrían navegar en un mar de dudas
a menos que se suministren ejemplos de esta crónica de horror. Toda referencia
a actos de canibalismo en Rusia debe sin duda comenzar por el célebre caso de Andréi
Chikatilo, conocido como el Carnicero de Rostov, aunque estos hechos ocurrieron
en Ucrania cuando este país era una república de la URSS.
Chikatilo fue un asesino en serie que ultimó al menos
a 52 jóvenes personas y devoró parte de los cuerpos de sus víctimas.
El caso de Chikatilo hace aparecer como un simple
aficionado al personaje cinematográfico de Hannibal Lecter -Aníbal, el
caníbal-, creado por el actor Anthony Hopkins en la película “The silence of
the lambs” -El silencio de los corderos-. Si Hannibal Lecter era un
psiquiatra que terminaba devorando a sus pacientes, Andréi Chikatilo era un
profesor de filosofía marxista-leninista, miembro del Partido Comunista, que a
sus 56 años, era considerado por sus vecinos como un abuelo tranquilo y buen
padre de familia.
Ello no impidió que Chikatilo violara, mutilara y
asesinara, entre 1978 y 1990, a 21 muchachos, 14 niñas y 18 mujeres adultas,
según los datos recogidos por la policía soviética que en aquel entonces
rastreó sus andanzas por diversas regiones de Ucrania, el sur de Rusia e
incluso Kazajistán. A muchas de sus víctimas, para excitarse, les había comido
sus órganos sexuales o lenguas, y a otros les sacaba los ojos, pues no podía
resistir su mirada. En algunos casos, Chikatilo cometió esas atrocidades
mientras sus infortunadas víctimas agonizaban, según confesó al ser detenido.[iv]
¿Cómo llegó este filosofo, padre de dos hijos, con dos
nietos, a cometer actos tan atroces? Las motivaciones de Chikatilo siempre
permanecieron en la oscuridad, las autoridades no dieron mayores precisiones
sobre el caso, pero, sin embargo, el psiquiatra Alexander Bujanovski, quien se
había hecho cargo del caso desde 1984, y el único profesional que conversó con
Chikatilo en su cautiverio, desde 1990 hasta el juicio, realizó una revelación
aterradora: “Él era un niño aterrorizado por lo ocurrido con su hermano, que
había sido secuestrado, asesinado y devorado por un grupo de campesinos
hambrientos.” -en la época del Holodomor en el campo de Ucrania- “Lo
asustaba la idea de que un niño podía ser comido y lo recordó toda su vida,
pero también tenía un insano interés en el tema y sus fantasías más salvajes se
referían constantemente a ese episodio”, agregó el experto.[v]
Finalmente, Chikatilo terminó sus días en 1992,
ejecutado con un disparo en la nuca en la misma ciudad de Rostov, situada en la
desembocadura del río Don. Sin duda, el Carnicero de Rostov parece un personaje
extraído de la Historia universal de la infamia, de Jorge Luis Borges, pero su
ajusticiamiento estuvo lejos de poner fin, en el territorio de la antigua Unión
Soviética, al gusto de algunos individuos por la carne de sus semejantes.
Una pierna para merendar
Algún lector seguramente podría pensar que el caso de
Chikatilo, tiene por protagonista a un perturbado mental y que no puede de
ninguna manera crear una tendencia social o criminal. Veamos entonces otro caso
de canibalismo producido en circunstancias distintas.
El siguiente caso de antropofagia, está rodeado de
circunstancias de la mayor sordidez, como es el hecho de que la víctima fuera
compañera de quienes trataban de “merendársela” asando a la brasa una
pierna después de haberla asesinado. Entre todos los implicados, ninguno
superaba los 25 años.
En Moscú, los tiroteos callejeros y los ajustes de
cuentas entre las distintas bandas mafiosas están a la orden del día. No
sucedía lo mismo en la tranquila ciudad de Viatka – Kirov en los tiempos
soviéticos-, situada a 800 km al norte de Moscú, donde sin embargo, muchos
viajan hasta la capital distante a casi mil kilómetros, en busca de emociones.
Otros, sin embargo, tal vez recordaron que en esta misma ciudad, hace diez
años, se registró el caso de un psicópata – caníbal que asesinó a un familiar
para comerse su hígado.
En este caso no se trata de ningún maníaco ni de un
caso extremo de supervivencia. Los protagonistas de esta macabra historia son
cuatro jóvenes, sin domicilio ni trabajo fijo, que vivían a salto de mata de un
lado a otro de Rusia. Dos muchachos de 22 y 25 años y sus dos amigas de 22 y
19, que ya tenían antecedentes por pequeños robos en casi todos los lugares por
los que iban pasando. Ellos constituyen un reflejo de la degeneración moral que
han provocado en el sustrato de la sociedad rusa tanto los 74 años de comunismo
como la violenta transición incontrolada hacia la libertad.
Alcoholizados y sin rumbo fijo, los cuatro jóvenes
vivían montados en los trenes sin pagar los boletos. Viajaban de ciudad en
ciudad sin preocuparse más que de saber que podrían vender o robar para
conseguir vodka y dónde iban a celebrar la siguiente borrachera.
En la última de estas orgías etílicas, el 2 de agosto
de 1993, decidieron asesinar a una de las chicas y allí mismo, en un bosque de
los alrededores de Viatka asar unos trozos de carne de la pierna, que
previamente le habían amputado al cadáver. No tuvieron ni la precaución de
ocultar el cuerpo de la infortunada joven, y gracias a ello, un lugareño que
paseaba por allí pudo verlo y avisar a la policía.
Según los datos suministrados por un oficial de la
policía de la ciudad de Viatka, donde sucedieron estos hechos, la pandilla
llegó a finales de julio a la zona, situada a mil kilómetros al noreste de
Moscú, porque uno de ellos era originario de la región. El de más edad, sin
embargo, procedía de Cheliabinsk, en los Urales, a miles de kilómetros de
distancia de allí. De las dos mujeres, ni siquiera se conoce su último
domicilio.
Se trata de una pandilla de drogadictos y alcohólicos,
el verdadero lumpen de nuestra sociedad, comentó lapidariamente el capitán de
policía Alexei Ivánovich, que participó en la horrorosa detención de los tres jóvenes.
Instalados cerca de un pequeño bosque que está al lado
de la carretera que conduce al aeropuerto local, los cuatro vagabundos
esperaban poder robar algo en algunas de las “dachas”[vi] de la zona, que además de
objetos diversos en su interior, suelen tener un pequeño huerto en el jardín.
Pero en plena temporada veraniega, según han confesado, apenas lograban pasar
inadvertidos, con todas las parcelas bien vigiladas en esa época. Como no
pudieron ni robar objetos ni comer hortalizas, pronto empezaron a pasar hambre.
Llegado el momento, los cuatro se gastaron sus últimos
rubros en comprar vodka barato, a unos 500 rublos la botella, bastante
accesible si se tiene en consideración que un kilo de carne podía costar en ese
entonces más de 5.000 rublos. Borrachos hasta el límite pero sin comida, el 2
de agosto a media tarde, los dos muchachos y la chica más joven, decidieron que
iban a comerse a la cuarta miembro del grupo, que permanecía en ese momento
inconsciente por la borrachera.[vii]
Nina Bereshneva, de 22 años, no despertaría jamás.
Allí mismo le cortaron la yugular y no pudo ni darse cuenta de que estaba
muriendo. Cuando estuvo desangrada, el de mayor edad y presumiblemente el jefe
del grupo, eligió una pierna y la seccionó para poder cortar luego unos filetes
del muslo.
Con el resto del cadáver ahí al lado y mientras uno
preparaba el fuego, los otros decidieron buscar un poco de pan para acompañar
el macabro “festín” y se alejaron para pedir pan en alguna de las dachas.
A eso de las seis de la tarde, un vecino acertó a pasar por allí paseando,
cuando vio con sorpresa el cuerpo desmembrado de la infortunada víctima y el
vagabundo preparando las brasas para asar los filetes de carne humana.
Espantado por el terrible cuadro corrió a alertar a las autoridades que
concurrieron algo incrédulas al lugar a confirmar la denuncia del lugareño.
La detención de estos caníbales llevó algunas horas,
porque los dos que no estaban en el improvisado campamento cuando llegó la
policía trataron de subirse a un tren para huir. Pero, finalmente, fueron
apresados y los tres terminaron encerrados en la prisión de la ciudad a la
espera de ser sometidos a juicio. En esa ocasión la policía comentó a los
periodistas que investigaban el caso que se habían registrado otros hechos
similares, en que los vagabundos mataban a sus compañeros de desdichas para
venderlos como carne de vacuno y así obtener dinero con el que comprar vodka.[viii] Ante el hecho
descubierto poco se puede dudar de esta versión.
Hambre en el gulag siberiano[ix]
En caso de que el lector necesite más pruebas de que
la antropofagia es una práctica frecuente en los bajos fondos de la sociedad
rusa, veamos dos últimos ejemplos, producidos en fecha más reciente.
En la unidad penitenciaria U. B.14-9 estaban
encarcelados dos jóvenes malandrines, Alexei Gluzov, de 25 años, y Alexander
Maslich, de 23 años, años condenados por diversas tropelías. Robos, lesiones y
algún muerto los habían llevado a la cárcel siberiana. Después de algunos años
de prisión, llegó el 28 de julio de 1994, un día en que Alexei y Alexander
estaban hambrientos, aburridos o cansados del hacinamiento en su celda.
Mientras miraban al tercer ocupante del recinto, otro joven como ellos, Alexei
Dzyuba, de tan solo 23 años que dormía plácida y confiadamente. Fue entonces
cuando se les ocurrió que podían mejorar en algo su día. ¿Por qué no hacer un
pequeño “asadito”, si allí estaba el bueno de Alioshka para echarles una
mano? Mientras uno de ellos lo sujetaba en otro lo estrangulo con una cuerda.
Luego ambos reclusos trozaron las partes más carnosas
de su víctima y las asaron en la pequeña hornilla de su celda.[x] Los guardias, que
concurrieron al lugar atraídos por el fuerte olor de la carne asada, sorprendió
a los presidiarios cuando habían comenzado la comida y quedaron paralizados por
el horror, aunque más tarde reconocieron que el hecho no los había sorprendido
tanto porque existían precedentes…
Seguramente, se podrá decir en justificación de este
caso de antropofagia que las condiciones de los reclusos en una cárcel
siberiana que las condiciones de los reclusos en una cárcel siberiana son sin
duda atroces, casi sin instalaciones sanitarias, sin alimentación adecuada y
con una superpoblación tal que en ciertas ocasiones es de dos internos por
metro cuadrado. Se puede esperar en tales circunstancias que los hombres allí
recluidos terminen por comportarse como fieras.
Pero qué se puede pensar cuando se conoce una antigua
tradición de estas cárceles. Tanto en tiempos del azar, como después bajo la
dictadura de Stalin, muchos prisioneros y desterrados en Siberia eran
simplemente trasladados a una aldea muy apartada y dejados allí en libertad.
Así, por ejemplo, lo describe Anatoli Ribakov, en su libro “El terror”[xi]. Es que los reclusos no
tenían a dónde escapar en medio de miles de kilómetros de un desierto nevado, y
los pocos que se atrevían a intentarlo solían pagarlo con la vida. Sus
cadáveres aparecían la primavera siguiente cuando se retiraba la nieve, al
punto tal que esos cadáveres recibían el nombre de Podsnesznic, la misma
denominación que se aplica a las primeras flores silvestres que brotan en el
mismo instante en que se derrite la nieve.
Pero, como siempre había alguien que en medio de la
locura y la desesperación estaba dispuesto a intentar la aventura en esos
infiernos helados, cuenta la tradición que cuando dos o más reclusos veteranos
preparaban una fuga invitaban a un novato a tomar parte. Esto no era ningún
gesto altruista, el novato estaba destinado a ser devorado durante la marcha
cuando, tras días de marcha sin alimentos, las fuerzas comienzan a fallar. El
infortunado inexperto constituía entonces la única fuente de proteínas disponible
y la diferencia entre la vida y la muerte de los reclusos más duros y
experimentados.
Delicatessen Strogonoff
Claro, éstos son relatos de dementes, asesinos en
serie, vagabundos y criminales condenados, pero como interpretar entonces la
siguiente noticia, aparecida en la prensa[xii], el 14 de julio de 1995,
dos días después de que se conociera el hecho anterior. En la ciudad de Riga,
capital de la república báltica de Lituania un hombre asesino a una mujer y
seccionó parte de su cuerpo para preparar una cena.
Al parecer Dimitri Reomanenkov debía preparar una cena
íntima para su amante y no disponía de dinero ni de carne para el
acontecimiento. Claro está que el bueno de Dimitri no era un hombre capaz de
amilanarse ante las dificultades. Si no tenía dinero para abastecerse en el “rinak”[xiii] al menos tenía buenos
vecinos capaces de poner el cuerpo o al menos una parte del cuerpo. Así que se
hizo de una pesada estaca de madera con la cual abrió el cráneo de una de sus
infortunadas vecinas y se apropió de parte de sus órganos internos con los
cuales preparó un peculiar platillo para la cena.
Para evitar cualquier recelo por parte de su invitada
no le aclaró de donde provenían los ingredientes empleados para la cena. Cuando
la joven preguntó por el particular sabor de la carne, Dimitri con una sonrisa
le dijo tranquilamente que se trataba de cordero y ambos continuaron degustando
el insólito platillo.
Las autoridades detuvieron al asesino poco después de
que la cena había terminado. Lamentablemente, no trascendió cuál fue la
reacción de la joven amante de Romanenkov cuando se enteró de los particulares
gustos gastronómicos de su anfitrión.
Un extraño delivery[xiv]
Más recientemente, otro espeluznante caso, vino a
confirmar que los recurrentes casos de antropofagia en Rusia no han cesado.
Dmitry y Natalia Bakshéyev parecían una
pareja muy amorosa ante los ojos de la sociedad rusa, pero su casa ocultaba un
macabro secreto: los Bashéyev eran caníbales. Ambos se dedicaron a buscar,
cercenar, comer y distribuir la carne de sus víctimas durante dos décadas.
Natalia nació en 1975 y trabajó durante varios
años como jefe de enfermeras en el departamento de sanidad del Colegio Superior
Militar de Aviación de Krasnodar. La despidieron luego de presentar alcoholismo
crónico. Dmitry nació en 1982 y a corta edad ya era procesado por hurtos a
tiendas y vehículos. Sin embargo, logró evadir a las autoridades y las penas
por esos delitos no las cumplió. También trabajó como restaurador de
departamentos y labores generales.
Se estima que los Bakshéyev habrían vivido juntos
desde 2012 en un dormitorio escolar, lugar de que Natalia lo heredara de su
anterior marido. La pareja presentaba comportamientos asociales en su
comunidad, pero nunca generaron dudas sobre comportamientos y menos que menos
levantaron sospechas sobre sus horrendas costumbres gastronómicas.
Como ambos estaban desempleados, Natalia comenzó a
ofrecer a sus vecinos tartas de carne. Según los testimonios recopilados por
los investigadores rusos, cuando una de sus vecinas la abordó sobre los
ingredientes de ese menú, la joven caníbal solo respondió que los hacía “con
lo que se iba encontrando”. Los investigadores constaron luego que la mujer
fue proveedora de carne y de algunas preparaciones para la base
militar en la que trabajó como enfermera. Incluso se aseguró que vendió este
producto a destacados restaurantes en su región.
“Nos dejó claro que ella nos podía conseguir buena
carne, pero yo le dije que solo trabajamos con proveedores con certificados. Se
dice que trabajó como chef en algún sitio, así que la policía debería
investigar a esos otros restaurantes”, explicó la vecina, quien abrió el camino para una
investigación del caso.
Mientras Natalia buscaba restaurantes y
lugares a los cuales vender la carne de sus víctimas, encontró a Elena
Vashrushev, de 35 años, quien trabajaba de camarera en un restaurante cercano.
A ella la convenció de ir a su vivienda y allí la asesinó. En sus salidas,
Dmitry perdió su celular y lo encontró un obrero de la zona que se sorprendió
al ver el contenido de la galería de fotos. Fue el principio del fin
para los caníbales rusos.
El hombre encontró varias fotos de la pareja, incluso
una de ellas donde Dmitry sostenía una mano humana cercenada en su
boca. El obrero llevó el teléfono a la policía. Al revisar el contenido, los
policías descubrieron que entre las imágenes, aparecían fotos de una mujer que
se encontraba desaparecida.
Según los archivos del celular, a Elena
Vashrushev la asesinaron el 8 de septiembre de 2017, durante
una reunión en la que se emborracharon. Luego de una disputa entre Natalia y
Elena, esta le ordenó a su marido asesinarla, pero ella también participó
activamente en el crimen. Según el reporte forense, Elena murió a consecuencia
haber recibido múltiples puñaladas.
Las autoridades llegaron a la vivienda de la pareja y
se llevaron una horrible sorpresa. En medio del desorden de la departamento encontraron más
restos humanos.
En la cocina había siete paquetes conteniendo trozos de
cuerpos que parecían humanos y 19 fragmentos de piel muerta. La pareja de caníbales
confesó luego que guardaron partes de algunas de sus víctimas en la heladera para
comerlas más tarde.
Inicialmente, el caso comenzó con un cargo de
asesinato, pero más tarde les imputaron también asesinato grupal. Por estos delitos,
a Natalia Bakshéyev la condenaron a 10 años de prisión, mientras que a su
esposo a 12 años.
Amigo lector, usted puede considerar esta crónica
negra algo exagerada, más digna de un truculento filme de horror, como el
inolvidable Delicatessen de Marc Caro y Jean Pierre Jeunet, que de un
libro sobre la vida cotidiana en la nueva Rusia. Sin embargo, si usted piensa
visitar Rusia próximamente permítame advertirle que allí la antigua sentencia
de Tomás Hobbes, sobre que “el hombre es el lobo del hombre”, es tomado
por algunos rusos muy al pie de la letra.
[i] KULAK:
denominación que se daba en la década de los años treinta a los campesinos
ricos, una definición muy amplia que comprendía desde los campesinos que solo
eran propietarios de una única vaca a verdaderos terratenientes.
[ii] TREMAIN, Rose: Stalin. Ed. San Martín. Madrid. 1978. En la página 84 dice: “En
aquella época (1929) la población campesina de Rusia totalizaba 25 millones de
habitantes y sólo una quinta parte era tan pobre como para advertir alguna
ventaja en el programa de colectivización. El resto, aferrado a sus preciadas
tierras hasta el final, se resistió tan duramente que la aplicación de la
colectivización hubo de convertirse en una operación militar. Frecuentemente,
los propietarios agrícolas recalcitrantes fueron obligados a entregar sus
tierras a las cooperativas a punta de pistola. Muchos, antes que entregarlos al
Gobierno, quemaron sus graneros, destrozaron sus máquinas y sacrificaron sus
animales. Un informe sobre la colectivización declaró que entre 1929 y 1933
habían sido sacrificados 18 millones de caballos y que habían quedado sin
cultivar millones de hectáreas.” Por su parte, Bohdan Chudoba, en su obra “Rusia
y el oriente de Europa”, Ed. Rialp. Madrid. 1980 dice en página 325: “Sólo
entre 1928 y 1933 unos cinco millones de campesinos, con sus mujeres e hijos,
fueron asesinados o trasladados o campos de trabajo forzoso, en un esfuerzo
para quebrar la resistencia.”
[iii] GRAN GUERRA
PATRIA: denominación que se da en Rusia al período entre la invasión alemana de
1941 a la caída de Berlín en 1945, en que los soviéticos participaron en la
Segunda Guerra Mundial.
[iv] BASS, Miguel: Pena
de muerte para Chikatilo. Cable EFE 16 de febrero de 1994.
[v] REVISTA
NOTICIAS: Bs. As. 25 de octubre de 1992.
[vi] DACHAS: casas
quinta.
[vii] MYERS, Willian y Eugenio DORNIN:
Preparan proceso por merienda con una pierna de mujer. Cable de EFE, 26 de
agosto de 1993.
[viii] SERBETO,
Enrique: Dirario el País. Madrid, 26 de agosto de 1993.
[ix] GULAG:
ACRÓNIMO DE Glavnoye Upravlene Leguerey -Dirección General de los Campos de
Trabajo-. Creados en 1918, estos campos combinaban las características propias
de campos de trabajos forzados con los campos de concentración tradicionales.
Los primeros campos fueron situados -para albergar a burgueses, antibolcheviques
y opositores en general- en las islas Solovsky, en el mar Blanco. Más tarde,
casi todos los campos fueron ubicados en la Rusia europea o en el trayecto de
la vía férrea Baikal – Amur, en la Siberia Sudoriental. La palabra Gulag, se
incorporó al lenguaje político y a la literatura tras la publicación de la obra
de Alexander Solzhenitsin: Archipiélago Gulag, donde el literato y disidente
soviético describe en detalle el funcionamiento de estos campos, especialmente
en la era stalinista cuando él pasó diez años como prisionero políticos.
[x] TAIBBI, Matt: Cannibal convicts: is prison at fault? Diario The Moscow Times, Moscú 12 de
julio de 1995.
[xi] RIBAKOV,
Anatoli: El terror. Ediciones B,
Madrid 1991.
[xii] THE MOSCOW TIMES: In brief, Moscú, 14 de julio
de 1995.
[xiii] RINAK: mercado
local, antepasado soviético de los pequeños supermercados de barrio.
[xiv] LA NACIÓN: La
historia de la macabra pareja de caníbales que vendía carne humana a
restaurantes de lujo. Bs. As. 11 de julio de 2023. Fuente original: El Nacional
(Venezuela)