Mientras crece la indignación de la
sociedad por las vacunaciones de privilegio, el presidente Alberto Fernández
cada vez más sólo sufre los cuestionamientos de la Cámpora y su derrumbe en las
encuestas.
Han
pasado solo algo más de quince meses y el gobierno del presidente Alberto
Fernández muestra un nivel de desorientación y parálisis similar al de Mauricio
Macri el lunes posterior a su derrota en las PASO presidenciales de 2019.
Es
cierto, que en diciembre de 2019, en Argentina al menos, nadie imaginaba que se
avecinaba una pandemia que cambiaría el mundo en que vivíamos, pero el gobierno
kirchnerista asumió sin un plan de gobierno claro más allá de solucionar los
problemas judiciales de sus principales figuras -comenzando por la
vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner-, e ir de una vez por todo, o
sea, recuperar espacios de poder, ajustar cuentas con periodistas y opositores para
gobernar por los siguientes treinta años.
Pero,
como el hombre propone y Dios dispone, el presidente Fernández se encuentra hoy
con toda la soledad del poder, jaqueado por una economía que no arranca, una
pandemia que no cede, vacunas que no llegan, la indignación social por las
vacunaciones de privilegio y Cristina Kirchner cada día más ansiosa por el
tiempo transcurre y sus principales problemas judiciales siguen pendientes de
solución.
Para agravar
su situación su imagen se derrumba en las encuestas al punto tal que poco más
de un año de aplastarlo en las elecciones hoy tiene peor imagen e intención de
voto que Mauricio Macri.
Hoy el
diario Clarín publicó una encuesta de la consultora Trespuntozero, efectuada
entre el 23 y 25 de febrero sobre 1.000 casos de todo el país donde Alberto
Fernández combina 32% de imagen positiva (14% muy buena y 18% buena) y 50,9% de
negativa (16,5% de mala y 43,4% muy mala). Diferencial en contra de -28,9
puntos.
Mientras
que el expresidente Mauricio Macri tiene 40,3% de positiva (14,5% buena y 25,8%
de muy buena) y 56,2% de negativa (15,8% de mala y 40,4% de muy mala).
Diferencial también en contra, pero de 15,9 puntos.
Mientras
que la evaluación negativa de la gestión nacional se disparó al 66,7%, y la
credibilidad del presidente hace mucho tiempo que ha desaparecido debido a sus
muchas contradicciones.
El
estancamiento de la economía argentina es uno de los factores que más inciden
en el descontento. En el último año, la recesión provocó un descenso del 10% en
el PBI (cifra similar a la de la crisis de 2001), la inflación oficial del
36.1% (que los analistas privados elevan al 45%) en el año 2020 y del 4%
respectivamente en diciembre de 2020 y enero de 2021, la notoria pérdida de
poder adquisitivo de salarios y jubilaciones. En el último mes los combustibles
sufrieron tres aumentos y para marzo se esperan otros tres incrementos más. La
voracidad fiscal no tiene límites y con el 52% de la población por debajo de la
línea de la pobreza, el descontento de la población crece día a día.
El
otro tema que preocupa a los argentinos en la falta de vacunas. El malestar
social presiona a un presidente que prometió vacunar a toda la población y que
no cuenta con las dosis necesarias, mientras que en los países vecinos (Chile y
Uruguay) la inoculación se realiza a ritmo acelerado.
Pero,
por el momento, la producción de vacunas de AstraZeneca, en México, está
detenida por falta de insumos y Rusia no logra cumplir con la demanda de su Sputnik
V.
Para
colmo de males, la sociedad se ha enterado de que las pocas dosis disponibles se han distribuido entre los amigos del poder
en diversos “vacunatorios VIP” donde se inocularon políticos,
legisladores, sindicalistas, militantes de La Cámpora, periodistas oficialistas
y otros amigos acompañados de sus familias.
Cuando
el escándalo estalló Alberto Fernández reaccionó rápidamente fulminando a su
ministro de Salud (que en definitiva estaba cumpliendo con directivas
superiores y con las tradicionales prácticas de amiguismo y nepotismo que históricamente
han caracterizado al peronismo) Ginés González García. Claro que
inmediatamente, en otra de sus tradicionales contradicciones declaró que era un
gran ministro de salud y minimizó el hecho diciendo: “Terminemos con las
payasadas. Les pido a los jueces y fiscales que hagan lo que deben…”
El
resto del Frente de Todos y sus aliados dejaron solos al Presidente como si con
ellos no fuera la cosa. Cristina Kirchner recurrió a su comportamiento tradicionales
ante las crisis: se refugió en el silencio más absoluto. Sergio Massa se dedicó
a contener con oficialistas y opositores el impacto negativo de la noticia
sobre la inmunización de su padre y sus suegros. Los muchachos de La Cámpora, a
quien Ginés González García había otorgado diversos espacios de poder en su
ministerio salieron en defensa del ministro saliente. Era una forma de minimizar
su responsabilidad en la vacunación masiva de muchos militantes que recién habían
dejado la adolescencia. No obstante, muchos en el peronismo objetan: “Defendieron
hasta a Boudou y Lázaro Báez, que eran indefendibles, y a Ginés los ejecutaron
sin anestesia.”
Cristina
Kirchner se muestra ante los íntimos cada día más alterada por la marcha de los
procesos judiciales en su contra. Los casos de Amado Boudou, Milagro Sala y recientemente
las duras condenas aplicadas a Lázaro Báez y sus hijos le hacen temer lo peor.
La “abogada exitosa” sabe que sus causas son tantas, las pruebas tan
contundentes y los testigos tan abundantes que en alguna de ellas puede recibir
una condena firme y no quiere correr riesgos. Cristina también teme que alguno
de los condenados de la familia Báez, cansado de las promesas incumplidas,
decida finalmente proporcionar información a las autoridades para mejorar su
situación penal. Hasta ahora no ha ocurrido pero no hay certezas de que puede
pasar en el futuro.
En el
entorno del Presidente no faltan quienes le aconsejan mantener a Cristina
Kirchner pendiente de sus problemas judiciales, como un reaseguro del pacto
entre ambos. Si Cristina tuviera tranquilidad jurídica -a través de una
amnistía o cualquier otra operación extraña sobre la justicia- Alberto
Fernández perdería la última razón por la cual sería necesario para ella mantenerlo
en el cargo.
Muchos
en el Frente de Todos muestran preocupación por el resultado de las elecciones
legislativas nacionales de medio término que deben realizarse en octubre. Este
año se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. Temen
que Alberto Fernández si el oficialismo es derrotado enfrente un panorama
similar al de Fernando de la Rúa en octubre de 2001.
Según
una encuesta de la consultora Zuban Córdoba y Asociados, en un estudio nacional
de 1.200 casos si las elecciones fueran hoy el 34,3% de los electores votarían
por candidatos del Frente de Todos, el 39,3% a candidatos opositores y el 26,4%
esta indeciso aún. El mismo estudio señala que el 51,7% de los encuestados
desaprueba al Gobierno kirchnerista y casi el 55% considera que la situación
económica del país “estará igual de mal” o “peor” dentro de un
año. Un 56,4% entiende que la Argentina va en la dirección incorrecta. Esta falta de confianza en el Presidente y su
gabinete seguramente se proyectará en las elecciones de octubre.
Un
presidente con muy mala imagen, que no controla al partido de gobierno, con la
economía en crisis, el país fuertemente endeudado con los organismo financieros
internacionales y con la certeza de que será derrotado en las urnas en 2023,
estaría solo frente al abismo.
Claro
que De la Rúa no tenía vicepresidente, pero el problema para el peronismo es
que Cristina Kirchner tiene todavía peor imagen que Alberto Fernández. Cristina,
para Trespuntozero registra 29,3% de imagen positiva contra 66,9% de imagen
negativa, lo que significa un diferencial negativo de 37,6%. Malos números si
la Vicepresidenta debiera jugar de titular ante una eventual acefalía con el
país enfrentando una grave crisis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario