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DE LA PANDEMIA CORONAVIRUS, UNA PLAGA BIBLICA PONE EN JAQUE AL MUNDO
Una gigantesca plaga de langostas del
desierto recorre desde el Cuerno de África hasta Asia Central destruyendo a su
paso la economía y dañando irremediablemente a un medio ambiente ya castigado
alternativamente por sequías e inundaciones catastróficas.
El
hombre ha luchado contra la langosta desde los tiempos más remotos. En la
Biblia se la describe como la octava de las diez plagas conque Dios castigó a
Egipto por no terminar con la esclavitud del pueblo hebreo, según registra el
libro del Éxodo.
Hoy
padecen esta calamidad quince de los 54 estados africanos y en especial, los
ubicados en el Cuerno de África y sus aledaños como Yibuti, Eritrea, Etiopía,
Kenia y Somalia. Las langostas han llegado incluso a Asia Central donde asolaron
a Irán, India y Pakistán, que no habían visto una manga de langostas desde
hacia medio siglo. En Pakistán la langosta devastó las cosechas de algodón y
trigo.
La
presencia masiva de las langostas migratorias del desierto, o Schistocerca
gregaria, un monstruoso insecto que puede alcanzar un tamaño de quince centímetros
y pesar unos tres gramos y que, con vientos favorables, puede viajar hasta
ciento cincuenta kilómetros en un día.
Unas
veinte de las siete mil variedades de saltamontes y grillos -normalmente
solitarios- que existen en el planeta pueden adquirir un genotipo gregario, lo
que las convierte en una especie de macro - organismo colectivo capaz de
socializarse en enormes enjambres en los que sus miembros cambian de color, desarrollan
músculos más fuertes en sus alas y adquieren la capacidad de sobrevivir sin
agua durante un mes y soportar, al mismo tiempo, temperaturas que serían
letales para la mayoría de las especies. Estos son precisamente los mecanismos
adaptativos que han permitido a estos insectos sortear grandes masas de agua salada y enormes
extensiones de desierto para emigrar en busca de alimento.
Las
voraces langostas del desierto se alimentan de cultivos -maíz, sorgo, trigo,
mijo, café, algodón, etc.- sin hacer ninguna distinción con toda la vegetación
que encuentran a su paso -pastos, hierba, hojas de árboles- ingiriendo en
cuestión de horas una cantidad de alimento equivalente a su propio peso.
Un enjambre
de los grandes puede albergar hasta 193.000 millones de estos insectos, oscureciendo
a su paso el cielo y tapando al sol. Este tipo de enjambres pueden devorar en
un solo día la cantidad de alimento que asume diariamente la población conjunta
de los Estados de California y Nueva York, unos sesenta millones de personas.
Los saltamontes,
las langostas jóvenes que se desplazan por tierra, han cubierto en algún caso
hasta 430 kilómetros cuadrados, devorando 1,3 toneladas métricas de vegetación
en apenas dos meses en la región etíope – somalí, donde 70.000 hectáreas de
cultivos fueron arrasadas por la plaga.
Al devorar
con toda la vegetación a su alcance, las langostas no sólo condenan a la ruina
económica y al hambre a los seres humanos, sino también a la muerte por inanición
al ganado y a la fauna local.
Debido
a su particular fisiología, el calentamiento global y la creciente
desertificación en varias regiones del mundo han convertido a la langosta del
desierto en una especie particularmente dotada para multiplicarse y prosperar
incluso en zonas geográficas muy alejadas de sus hábitats naturales.
La
langosta del desierto tiene un horizonte de vida de tres meses. Después de que alcanza
la madurez una generación, las hembras adultas depositan unos ochenta huevos en
la arena que eclosionan en dos semanas. En las condiciones adecuadas pueden
incubar una nueva generación veinte veces mayor que la anterior, por lo que su
población puede multiplicarse cuatrocientas veces cada seis meses.
Habitualmente, los desiertos de la Península Arábiga se secan rápidamente, lo
que las hace desaparecer pronto, pero los huevos depositados en la arena sobreviven
en estado latente hasta el momento en que encuentran la humedad suficiente para
que los insectos puedan nacer.
Al
parecer, la actual plaga se gestó en el desierto de Rub al-Jali, una de los
mayores extensiones de arena de mundo, que forma parte del más amplio desierto
de Arabia, entre Arabia Saudí, Omán, los Emiratos Árabes Unidos y Yemen. Ocupa
una de las regiones más áridas e inhóspitas de la Tierra y totalmente despoblada.
Allí, en el verano, la temperatura alcanza hasta los 55 grados centígrados.
En
este territorio completamente deshabitado estos insectos se reprodujeron libremente
favorecidos por dos ciclones tropicales seguidos que cruzaron el Océano Índico
en 2018 y otros ocho en 2019, desatando lluvias tropicales que dejaron el suelo
húmedo. En nueve meses nacieron tres generaciones de langostas, lo que provocó
que el número de ejemplares fuera 8.000 veces por encima de lo normal. Después
saltaron sobre el Mar Rojo y el Golfo de Adén hasta el Cuerno de África, donde
los abundantes ciclones crearon las condiciones ideales para aumentar su
reproducción.
Para
agravar la situación, la mayoría de los países afectados por la plaga carecen
de medios materiales para luchar eficazmente con la langosta. Además, algunos
pesticidas utilizan elementos químicos como el “clorpirifós”, un
insecticida organofosforado cristalino que inhibe la acetilcolinesterasa
causando envenenamiento por colapso del sistema nervioso del insecto.
Este veneno
es particularmente tóxico para la fauna, en especial para los anfibios, peces y
abejas por lo cual, en 2015, se prohibió su empleo en los Estados Unidos. Una
vez que la zona ha sido fumigada, se debe esperar varios días para transitarla para
esperar que sus componente químicos se degraden por acción de la luz solar. Si
la fumigación no se realiza con la precisión necesaria, el tóxico suele
contaminar el agua de ríos, lagunas y otros reservorios para consumo humano o
agrícola, intensificando así el daño sobre el medio ambiente que provoca la
plaga.
Según
la FAO, unos veinte millones de africanos se encuentran en riesgo de padecer
una monstruosa hambruna por carecer medios subsistencia por la destrucción de
las cosechas y del medio ambiente en general. Todo ello cuando el mundo se
encuentra semiparalizado por la pandemia de coronavirus Covid 19 que ya ha
provocado más de un millón de muertos.
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