Ayer en el Hospital
Gleneagles de Singapur falleció el anciano ex dictador Rober Gabriel Mugabe, de
95 años, que gobernó no mano de hierro durante 37 años a Zimbabue, la excolonia
británica de Rhodesia.
ROBERT MUGABE
Robert Gabriel Mugabe nació, en 1924,
en una aldea próxima a la misión jesuita de Kutama al noroeste de la ciudad de
Harare. Era el cuarto de seis hermanos de los cuales llegaron a la edad adulta
tan sólo cuatro niños.
Criado por los jesuitas, mostró desde
temprana edad una gran capacidad intelectual. A los diecisiete años se graduó
de “profesor de enseñanza elemental” en la Escuela Misional Empandeni.
Después de trabajar como educador durante unos años, en 1948 viajó a Sudáfrica
para perfeccionar sus estudios. En 1951, obtuvo una licenciatura en Letras de
las prestigiosa Universidad de Fort Hare, la misma institución donde estudió
Nelson Mandela.
Más tarde cursó estudios de Economía
en la Universidad de Londres sin graduarse. Pero, más tarde, mientras cumplía
una sentencia de cárcel de diez años por sus actividades independentistas, se
graduó como abogado a través de un curso de educación a distancia dictado por
la Universidad de Londres.
En 1963, cuando ejercía la Secretaría
General del ilegal partido “Unión Nacional Africana de Zimbabue” (ZANU)
fue detenido y condenado a diez años de cárcel.
Al ser liberado en 1973, se refugió
en Mozambique. Recuperó su cargo de Secretario General y radicalizó sus
posiciones pasando a la lucha armada contra el régimen dictatorial blanco de
Ian Smith que aplicaba una estricta política de apartheid.
Mugabe creo para ello el “brazo
armado” del ZANU, denominado “Ejército de Liberación Nacional
Africano (ZANLA)” que contó con asistencia militar de la República
Popular China y de Corea del Norte.
Mugabe pronto fue conocido como un
aguerrido líder guerrillero, un expreso político muy radicalizado, pero también
como un destacado intelectual y un devoto cristiano. Fue uno de los firmantes
de los “acuerdos de Lancaster House”, que pusieron fin al régimen blanco de
apartheid de Ian Smith en lo que antes era Rhodesia.
En diciembre de 1979, y se celebraron
elecciones libres el partido de Mugabe, el “Unión Nacional Africana de
Zimbabue – Frente Popular” (ZANU-PF)”, obtuvo 57 de los 80 escaños del
Parlamento y el antiguo maestro se convirtió en Primer Ministro. Mugabe había
llegado al poder en Zimbabue y no se apartaría de él por los siguientes 37
años.
En un principio, Mugabe mostró un
gran pragmatismo y racionalidad como gobernante. Inicialmente buscó establecer
buenas relaciones con la minoría blanca que conservaba gran parte del poder
real. Un quinto de los escaños del Parlamento, el control del sistema
financiero y bancario, el 40% de las tierras además de los conocimientos
técnicos y profesionales necesarios para garantizar el funcionamiento del país.
Entre 1981 y 1984, Zimbabue vivió una
cruenta guerra civil entre las étnicas shonas y ndebeles. Mugabe y el ZANU-FP
tomaron partido por los shonas. Mientras que el ex ministro del Interior,
Joshua Nkomo y el partido ZAPU por los ndebeles.
El conflicto étnico, como suele
ocurrir en todas las guerras civiles, y especialmente en África, fue
particularmente cruento y pronto derivó en sangrientas matanzas de “limpieza
étnica”.
Mugabe fue finalmente el más fuerte,
y los militares shonas los más crueles. Se Estima que el conflicto en Zimbabue
produjo entre 10.000 y 30.000 víctimas civiles, en su gran mayoría campesinos
ndebeles.
La guerra finalizó totalmente recién
el 22 de diciembre de 1987 con la rendición de Nkomo y la disolución de ZAPU.
El 31 de diciembre de 1987, después de una reforma constitucional y de
pacificar el país, Mugabe acumuló un inmenso poder. Dejó su cargo de Primer
Ministro para transformarse en presidente.
Fueron tiempos de prosperidad,
Zimbabue se transformó en uno de los mayores productores agrícolas de África,
tanto de cereales como de tabaco, del que el país se convirtió en gran
exportador.
Mugabe combatió decididamente el
analfabetismo hasta reducirlos en un diez por ciento y consiguió un importante
crecimiento económico.
En 1990, renunció al modelo marxista
de partido único, aunque cambiando el sistema presidencialista por otro
presidencialista que incrementó notablemente sus facultades como gobernante.
Mugabe se convirtió en una celebridad en los foros internacionales, en
especial, en la Unión Africana y el Movimiento de Países No Alineados.
En 1994, la Reina Isabel II de
Inglaterra nombró a Mugabe con el título honorífico de “Comandante Caballero
de la Orden del Baño”.
Pero, como no hay prosperidad que
dure para siempre, a finales de los años noventa, la economía de Zimbabue
comenzó a decaer.
En 1998, una decisión económica
desacertada precipitó la tragedia. Una reforma agraria expropió el 32% de las
tierras agrícolas hasta entonces en manos de la minoría blanca y las puso en
manos de productores minifundistas negros.
Los pequeños campesinos carecían de
conocimientos técnicos, capital y manejo de los circuitos de comercialización
internacionales. La producción agrícola se derrumbó y el país pasó de
exportador a vivir en una economía de subsistencia.
Para colmo de males, tanto los
Estados Unidos como la Unión Europea aplicaron sanciones económicas en
represalia por las expropiaciones a sus nacionales y sus empresas.
Mugabe siguió ganando elecciones cada
vez más fraudulentas mientras el país se precipitaba al abismo. La esperanza de
vida descendió hasta los 36 años, la mortalidad infantil en los primeros diez
años de vida se incrementó a 650 muertos cada mil niños. El analfabetismo
comenzó a crecer aceleradamente cuando el gobierno terminó con la enseñanza
gratuita.
Mugabe apeló a precios máximo y a
perseguir a los empresarios para contener a la inflación, la misma receta que
aplicó su amigo Nicolás Maduro, para intentar contener el desborde
hiperinflacionario (79.600.000.000% a finales de 2008). El resultado en
Zimbabue fue el mismo que en Venezuela: un total fracaso, provocó emisión
monetaria desbordada, desabastecimiento, mercado negro, fuga de capitales y de
mano de obras calificada.
Mientras la economía se deterioraba a
pasos acelerados, Mugabe se hacía cada vez más anciano e impopular. Se casó con
su secretaria, una ex taquígrafa sudafricana 41 años menor que él, amante de
los lujos y los viajes de placer por Asia.
El pueblo no tardó el
bautizarla “Gucci Grace”. La primera dama comenzó a acumular
lujosas mansiones, autos de alta gama y joyas mientras el país se debatía en la
pobreza y el hambre.
La pareja presidencial no se privó de
organizar fastuosas celebraciones. En 2015, por ejemplo, cuando Mugabe celebró
sus 91 años, realizó un gran festín para 22.000 invitados que demandó
sacrificar, entre otros animales, a dos elefantes y dos búfalos para alimentar
a los comensales.
LOS SOCIOS INTERNACIONALES
Como era de esperarse el descrédito
de Robert Mugabe en el ámbito internacional era total. Sólo China, Corea del
Norte, Venezuela y el Movimiento de Países No alineados lo apoyaban.
Mugabe siempre gozó de excelentes
relaciones con Beijín que desde el año 2000 ha invertido en al menos 120
proyectos en Zimbabue. Este país y Tanzania son los principales compradores de
armamento chino y receptores de entrenamiento militar.
Las compañías chinas también están
comprometidas activamente en inversiones en las áreas de telecomunicaciones,
educación, construcción, irrigación y electricidad.
Beijín también financió y construyó,
con un costo de cien millones de dólares, la primera academia militar del país
denominada Colegio de Defensa Nacional de Zimbabue y el centro comercial
Longcheng Plaza, en Harare, con una inversión de doscientos millones de
dólares.
En 2015, la empresa estatal
Corporación de Construcción de Energía de China, firmó un acuerdo por 1.200
millones de dólares para expandir la Central Termoeléctrica de Hwange, la mayor
planta generadora de electricidad de Zimbabue. Empresas chinas también suscribieron
tres contratos para desarrollar energía solar.
Beijín también acordó invertir otros
46 millones de dólares en un nuevo edificio para el Parlamento en Harare, otros
cinco millones en un centro de computación para la Universidad de Zimbabue.
Los chinos también enviaron a su
personal sanitario para atender las necesidades del país y recibieron
estudiantes de medicina zimbabuenses.
En 2016, el presidente Xi Jinping
anunció que su país incrementaría las donaciones de fondos de inversión directa
en Zimbabue a cuatro mil millones de dólares en los siguientes tres años.
Por otra parte, un hecho insólito
ilustra del aislamiento internacional que sufre el régimen de Mugabe. Hace unos
meses, el nuevo director de la Organización Mundial de la Salud -OMS-, el
etíope Tedros Adhnom Ghebreyesus, primer africano en dirigir esta entidad
decidió designar a Mugabe como “embajador de buena voluntad” de
esta organización internacional.
La noticia desató inmediatamente un
clamor de rechazo de una designación que parecía una burla dado el historial de
violaciones a los derechos humanos de Mugabe y la situación sanitaria imperante
en Zimbabue. Tedros debió anular la designación.
EL GOLPE DE ESTADO
El evidente deterioro en la salud de
Robert Mugabe dada su avanzada edad -por ejemplo, su costumbre de quedarse
dormido durante el desarrollo de las ceremonias oficiales y reuniones de
gabinete desataron una sórdida lucha por su sucesión. No obstante, el
nonagenario presidente anunció que se presentaría para su octava reelección en
2018.
Por un lado, se situó la primera dama
Grace Mugabe rodeada de un núcleo de jóvenes dirigentes, de entre 40 y 50 años,
conocida como “Generación 40”, que pretende el relevo de los
dirigentes históricos de la Unión Nacional Africana de Zimbabue – Frente
Patriótico que condujeron los años de lucha por la independencia.
El líder de los dirigentes históricos
es el vicepresidente Emmerson Mnangagwa, de 75 años, quien cuenta con el
respaldo del Ejército.
El 6 de noviembre de 2017, Mugabe
pateó el tablero al destituir a Mnangagwa -quien recientemente había
sobrevivido a un intento de envenenamiento, acusándolo de “deslealtad y
escasa honradez en la ejecución de deberes”. Mnangagwa se refugió en la
vecina Sudáfrica.
Pronto llegó la réplica de los
militares. Las calles de Harare, la capital de Zimbabue, amanecieron en medio
de un gran despliegue de vehículos blindados. Los militares, liderados por el
jefe de las Fuerzas Armadas, general Constantine Chiwenga, tomaron el control
del país.
Después de tomar el control de la
emisora estatal, el mayor general Sibusiso Moyo anunció que no se trataba de un
golpe de Estado, sino que las Fuerzas Armadas “Sólo estamos buscando a
los criminales que están alrededor (del presidente) que están cometiendo
delitos que están causando un sufrimiento social y económico al país para
llevarlos ante la justicia” […] “Tan pronto como cumplamos
nuestra misión, esperamos que la situación vuelva a la normalidad.”
Los militares recluyeron al
presidente Robert Mugabe en el complejo “Casa Azul de Harare” bajo
arresto domiciliario. Algunos de sus funcionarios más cercanos fueron
detenidos, entre ellos el ministro de Finanzas, Ignatius Chombo, el titular de
Educación Superior, Jonathan Moyo y el de Gobierno Local, Obras Públicas,
Vivienda y Comercia, Saviour Kasukuwere.
No
obstante, Robert Mugabe tuvo la habilidad y entereza suficiente para negociar
con los militares golpistas una serie de jugosas prebendas a cambio de su
renuncia. Comenzando por una indemnización de diez millones de dólares, una
pensión vitalicia de cien mil dólares para él y de setenta y cinco mil para su
esposa Grace. El empobrecido Estado de Zimbabue además debió hacerse cargo de
los gastos médicos, de seguridad y viajes de la expareja presidencial. Mugabe
continuó viviendo en su lujosa residencia de Blue Roof, en Harare, valuada en
más de siete millones de dólares.
Incluso
los 21 de febrero, día del nacimiento de Mugabe, se transformaron en feriado
nacional bajo la denominación de “Día de
la Juventud Robert Mugabe”. Además, logró protección para sus empresas y
aún las inversiones de hijos están garantizadas.
“El cocodrilo” Mnangagwa se puso al frente de un país aislado
internacionalmente, que arrastraba una grave crisis económica e
hiperinflación desde principios de este siglo y una persecución sistemática a los
opositores al régimen de Mugabe y del ZANU-PF.
El cambio de gobierno limó asperezas
con algunas potencias internacionales, que anunciaron que estudiarían levantar
las sanciones impuestas durante la era Mugabe. Esto ha propiciado varios
encuentros con inversores internacionales, aunque los acuerdos aún no han sido
implementados. Hoy, los principales socios comerciales de Zimbabue siguen siendo Sudáfrica y China,
especialmente en los sectores agrario y minero.
ELECCIONES CUESTIONADAS
El lunes 30 de julio de 2018, 5,5 millones
de zimbabuenses que se inscribieron como electores concurrieron a 10.985
centros de votación en todo el país para elegir entre 23 candidatos al nuevo
presidente y a 210 diputados a la Asamblea Nacional.
Las elecciones fueron supervisadas
por una comisión de observación internacional de la Unión Europea, los Estados
Unidos y la Conmonwealth.
Cuando se dieron a conocer los
resultados del recuento de datos, Emmerson Mnangagwa, de la gobernante Unión
Nacional Africana de Zimbabue – Frente Patriótico se impuso a su principal
rival, el líder del Movimiento por el Cambio Democrático -MDC-, Nelson Chamisa,
en seis de las diez provincias del país.
El presidente de facto logró algo más
de 2,4 millones de votos (el 50,8%), de manera que evitó ir a una segunda
vuelta al cumplir con el requisito de obtener, como mínimo, la mitad de los
sufragios más uno.
El ZANU-PF logró 145 escaños en la
Asamblea Nacional, el MDC obtuvo 63 asientos, el Frente Patriótico Nacional, un
partido creado recientemente por antiguos aliados de Mugabe, y otro a un
candidato independiente.
REPERCUSIONES DE LA
MUERTE
Al conocerse el deceso se Mugabe, el
presidente Mnangagwa anunció la noticia al pueblo diciendo: “El comandante Mugabe
era un icono de la liberación, un panafricanista que dedicó su vida a la
emancipación y empoderamiento de su gente. Su contribución a la historia de
nuestra nación y el continente nunca será olvidada”. Horas después, el
mandatario anunció que Mugabe ha sido declarado héroe nacional.
Con la muerte de Robert Gabriel
Mugabe, Zimbabue cierra la etapa de su independencia. Los años pasarán y sus
crímenes se olvidarán. Por sobre todas las cosas, como señaló en 1882, Ernesto
Renán todo pueblo para transformarse en nación necesita contar con glorias
comunes y estás surgen no de la realidad que muchas veces es sórdida y cruel
sino de los relatos que construyen los historiadores creando héroes donde
muchas veces sólo hay hombre comunes con muchas debilidades y errores.
El África moderna se construirá
convirtiendo en héroes a figuras tan disímiles y polémicas como las de Patrice Lumumba, Kwame Nkrumah,
Julius Nyerere, Kenneth Kaunda, Nelson Mandela, Milton Obote, Siad Barre, Teodoro
Obiang Nguema, Omar al-Bashir y Roberto G. Mugabe, entre otros.
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