El candidato kirchnerista del Frente de
Todos, Alberto Fernández, puede sufrir una decepción similar a la de Adolfo
Hitler cuyas fuerzas sitiaron la ciudad de Leningrado durante 872 días sin
poder conquistarla.
En
junio de 1941, la Wehrmarcht inició la Operación Barbarroja, la invasión de la
Unión Soviética. En solo tres meses los alemanes arrollaron al Ejército Rojo y
se situaron a las puertas de la antigua capital de los zares, la ciudad de San Petersburgo,
que los bolcheviques habían rebautizado Leningrado. El 8 de septiembre las
fuerzas nazis capturaron la última vía de acceso a la ciudad cuya suerte
parecía echada.
Hitler
estaba tan seguro de que Leningrado caería en sus manos que ordenó la
organización de un gran banquete de celebración en el Hotel Astoria el más
lujoso y emblemático de ciudad.
Contra
todos los pronósticos Leningrado resistió 872 días de feroz combate que redujo
a escombros sus maravillosos palacios y monumentos además de diezmar a su
población por hambre y frío.
La
historia es conocida, los rusos nunca se rindieron y Hitler se quedó sin su banquete,
perdió la guerra y también la vida.
Hoy es
posible ver enmarcado en el comedor del Hotel Astoria el diagrama original con
la distribución de asientos entre los jerarcas nazis para la celebración
proyectada. Las tropas del Ejército Rojo capturaron el escrito en manos de unos
oficiales alemanes prisioneros.
Una
frustración similar podría aguardar finalmente al candidato presidencial
argentino Alberto Fernández. Después de imponerse por amplio margen en la
elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del pasado 11 de
agosto, Fernández trata de hacer creer al electorado de que es el virtual
presidente electo y que no hay nada por hacer.
Intenta
crear la idea de que las elecciones generales del próximo 27 de octubre
constituyen un mero formulismo y que no está de campaña sino dedicado a
organizar el próximo gobierno kirchnerista que asumirá inexorablemente el 10 de
diciembre. Incluso afirma que tiene definido el 70% de su futuro gabinete de
ministros.
Al
mismo tiempo el candidato kirchnerista trata de enviar señales de calma y
moderación al electorado de clase media que, aunque disconforme con el gobierno
de Mauricio Macri, teme un retorno de Cristina Fernández de Kirchner y sus
huestes de La Cámpora.
El 11
de septiembre llegó incluso a llamar a la calma a sus aliados de la izquierda
que atronaban las céntricas calles de Buenos Aires con marchas de protesta. “Pido
a todos los argentinos mantener la calma – dijo conciliador Fernández- todos
sabemos de la justicia de los reclamos. Pero todos debemos intentar no
complicar el escenario que tenemos. […] Lo que pido a todos los argentinos es
serenidad. Lo peor que nos puede pasar es que los nervios abran paso a los
violentos y que los violentos se lleven la salud y la vida de alguien.”
En la
misma dirección, Alberto Fernández ha negado que el kirchnerismo se proponga
reformar la Constitución Nacional, para habilitar la reelección presidencial y
alterar el régimen de propiedad privada. “No hay ninguna posibilidad de que
a mí me convenzan de que hay que reformar la Constitución”, declaró
Fernández en entrevista con el periodista Joaquín Morales Solá.
También
trata de calmar a los mercados financieros, a los inversores y gobiernos
extranjeros asegurando que Argentina cumplirá con sus obligaciones con los
organismos financieros internacionales.
Incluso
recorre países y se entrevista con sus aliados ideológicos con actitudes de
presidente electo cuando en verdad es tan sólo uno más de los candidatos en
campaña.
Mientras,
Alberto Fernández adopta la estrategia de reunirse con dirigentes peronistas
moderados, gobernadores de provincia, tecnócratas y sindicalistas haciendo todo
tipo de promesas y ofrecimientos de cargos para ganar adhesiones y evitar que
le recuerden sus dichos cuando era un quejoso disidente del kirchnerismo. A los
futuros candidatos, Fernández les exige el más absoluto secreto y que no hagan
ningún tipo de declaraciones.
En las filas del “Albertismo” el único
vocero es él.
Pero,
no todos los integrantes del Frente de Todos apoyan esa estrategia. Incluso
algunos hacen todo lo posible por sabotearla.
Recientemente,
el dirigente social Juan Grabois, un mimado del papa Francisco y de Cristina
Kirchner, grabó un video, donde planteó: “nadie puede tener más
de 5 mil hectáreas” y para ello propuso “la expropiación”
de 50 mil parcelas para entregárselas “en propiedad a los pequeños
productores y pagarles a los propietarios el precio de mercado de la tierra en
un proceso de pago de 20 años".
Además,
el piquetero propuso la confiscación de terrenos y viviendas urbanas no
ocupadas por sus propietarios para ser entregada a pobladores sin techo.
Pero,
Grabois no se quedó en las palabras, pocos días después envió a sus militantes
de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular a generar incidentes
en el lujoso shopping Patio Bullrich, donde tienen sus locales las principales
marcas internacionales. Los piqueteros hostigaron a los clientes del shopping
acusándolos de oligarcas que compran productos de lujo mientras “el pueblo”
pasa hambre.
También
desde el Instituto Patria, la base de operaciones de Cristina Fernández de
Kirchner y cuna del más radical kirchnerismo, se difunde una versión muy distinta
del discurso de campaña de Alberto Fernández. La web del Instituto difunde
cursos para sus militantes de “Formación Política en tiempos de Lawfare”,
es decir, “guerra judicial”, tal como denominan los kirchnerista al accionar de la justicia
federal de Argentina investigando la corrupción durante los doce años de
gobierno de Néstor y Cristina Kirchner.
La web
del Instituto Patria incluso ha llegado a publicar el borrador de un preámbulo
para una nueva Constitución de Argentina donde dice: “La Nación Argentina
surgida de las luchas por la independencia nacional y del continente
suramericano, reconociendo y valorando a los pueblos originarios que poblaron
su territorio y el continente que integra, adopta la forma republicana,
representativa, participativa y federal para su gobierno, en base al principio
de soberanía del pueblo de la Nación, fuente de toda legitimidad política y su
derecho a la autodeterminación y a la independencia económica”.
“La
Nación Argentina es multiétnica, respetuosa del pluralismo cultural y de
creencias, con igualdad para todos sus habitantes, fundada en una justa
distribución de la riqueza y de la capacidad para el acceso y satisfacción de
los derechos humanos, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.”
Los
kirchneristas postulan una nueva Constitución donde se modifique el régimen de
propiedad privada, del capital, la democratización del Poder Judicial con
jueces votados por el pueblo, la responsabilidad social de los medios de
comunicación y otros cambios radicales.
Este
doble discurso no es casual. Indica la existencia de una sórdida competencia
entre dos sectores del Frente para Todos. El constituido por el peronismo
histórico que cierra filas en torno de Alberto Fernández y esta formado por
gobernadores de provincias, políticos moderados y los sindicalistas que controlan
la central obrera de la CGT, por un lado.
En la
otra vereda está sin duda Cristina Fernández de Kirchner quien se considera la
auténtica dueña de los votos y que proyecta otro tipo de gobierno recostándose
en sus aliados y financistas internacionales, en especial, Nicolás Maduro y los
gobiernos de Cuba y Rusia.
Este
panorama no deja de inquietar a una buena parte del electorado argentino
incluso de aquellos sectores moderados que votaron al Frente de Todos cansados
del severo ajuste económico llevado a cabo por el presidente Macri.
No son
pocos los argentinos que están realizando averiguaciones en las embajadas de
España e Italia para obtener una ciudadanía comunitaria con vistas a una
posible inmigración. Los ocurrido en Venezuela con el éxodo de población podría
repetirse en Argentina incluso con buena parte de los 40.000 venezolanos que
llegaron al Río de la Plata en los últimos años.
El temor
e incertidumbre que viven algunos argentinos también podría cambiar los
resultados electorales de agosto, dándole al presidente Macri la posibilidad de
llegar a una segunda vuelta electoral. Por el momento, la posibilidad parece
aún muy remota pero falta más de un mes de campaña electoral y eso en Argentina
es mucho tiempo.
Alberto Fernández
y el kirchnerismo podrían, al igual que Hitler, quedarse a las puertas de
Leningrado y su futuro gabinete solo sería un garabato en un papel inútil.
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