“En todas partes entorno a nosotros
vemos una mentalidad expansionista del siglo XVIII;
acorralando a otro país,
allanando las aguas de otros,
invadiendo otros países y capturando territorio.”
vemos una mentalidad expansionista del siglo XVIII;
acorralando a otro país,
allanando las aguas de otros,
invadiendo otros países y capturando territorio.”
Narendra Modi
Primer Ministro de la India
EL
EXPANSIONISMO BELICISTA TRADICIONAL
Para muchos expertos el escenario internacional preanuncia un retorno al expansionismo belicista de comienzos de siglo XX. Podría considerarse que la Gran Guerra (1914 – 1918) fue una confrontación entre los sistemas políticos liberales y los restos del orden conservador decimonómico disputando por territorios, mercados y colonias. La contienda se resolvió con el triunfo de los primeros. Tres grandes imperios colapsaron: el Zarista, el Austrohúngaro y el Otomano.
Las potencias europeas
-especialmente el Imperio Británico y Francia- perdieron en gran medida su rol
hegemónico pero aún pudieron mantenerse por un par de décadas como grandes
potencias en un sistema internacional ahora caracterizado por la inestabilidad
que generó la aparición de un conjunto de nuevos y débiles Estados en Europa
Oriental. Pero ya se vislumbraba en el horizonte la silueta de nuevos y
pujantes actores reclamando su participación en el proceso de toma de
decisiones que afectaba sus intereses y aspiraciones. Entre ellos estaban los
protagonistas de la próxima guerra: EE. UU., la URSS, Japón, Italia e incluso
la por entonces derrotada Alemania.
No obstante, las potencias
europeas todavía fueron capaces de protagonizar un nuevo reparto colonial. Bajo
el manto de seudo legalidad que ofrecía la Sociedad de las Naciones, se
adjudicaron las posesiones coloniales de los países vencidos en la contienda en
forma de “Mandatos” que pasaron a
controlar como “potencias
administradoras”; incluso agregaron otras regiones como “Protectorados”,
tal el caso de Francia en Marruecos.
Pero, el Imperio Británico y
su homólogo francés habían perdido el empuje geopolítico de otros tiempos. Sus
economías habían salido debilitadas de la guerra, no podían competir con la
producción industrial estadounidense, sus flotas perdían gradualmente la
supremacía que habían disfrutado durante siglos e incluso sus dilatados
imperios coloniales comenzaban a consumir más recursos de los que generaban.
La principal característica
del orden internacional surgido de la Paz de París era esencialmente su
inestabilidad. El mapa europeo se convirtió en un caprichoso dibujo donde los
intereses geopolíticos de las grandes potencias se ocultaron bajo la aplicación
sesgada y por momentos caprichosa del “derecho
a la autodeterminación de los pueblos”, creando rencores y odios que pronto
derivaron en el surgimiento de un nacionalismo exacerbado reclamando
rectificaciones territoriales.
LA
CONFRONTACIÓN IDEOLÓGICA
Además nuevas fuerzas venían
a hacer aún más complejo un escenario internacional poblado de tensiones. En
Rusia, los bolcheviques se adueñaron del poder y consideraban vital para su
subsistencia exportar su revolución al resto del planeta. Pronto el ejemplo
revolucionario de los rusos se expandió en los ambientes intelectuales y
obreros de todo el mundo donde germinaban las ideas anarquistas, marxistas y
socialistas.
Casi simultáneamente, la Marcha sobre Roma, en 1923, llevó al
poder a Benito Mussolini. La ideología fascista se expandió en los ámbitos de
las derechas tradicionalistas y entre los ex combatientes. Gradualmente el
fascismo se transformó en la ideología contrarrevolucionaria de moda que
posibilitó el desarrollo de un nacionalismo xenófobo y belicista. Los grandes
empresarios, los terratenientes y la burguesía en general, encontraron en el
fascismo un arma adecuada para hacer frente a las turbulencias revolucionarias
que se fogoneaban desde Moscú.
En este complejo panorama
político la economía internacional estalló. A fines de 1929, la crisis de la
bolsa de Wall Street, puso en cuestión la eficacia de las ideas económicas
liberales y el propio funcionamiento del sistema capitalista.
La crisis incluso tuvo sus
proyecciones en el orden colonial. En muchas colonias de África y Asia, la
participación de tropas nativas en la guerra europea combinada con la formación
de las élites locales en universidades europeas, dieron origen a una generación
de líderes anticolonialistas y de partidos políticos que reclamaban la
independencia nacional. Las potencias colonizadoras se obstinaron en hacer
concesiones a la élites nativas y apelaron a desatar una exacerbada represión que
solo sirvió para potenciar al movimiento anticolonial.
En 1936, en España comenzó
un conflicto que luego se prolongaría en la Segunda Guerra Mundial conformando
un conflicto bélico que duraría casi una década y que involucraría a múltiples
pueblos en diversos escenarios geográficos. Esta confrontación bélica clausuró
definitivamente la hegemonía que Europa había ejercido en forma ininterrumpida
durante siglos en la política mundial.
Los regímenes fascistas
gradualmente fueron desapareciendo aunque el totalitarismo siguió presente en
la forma de “democracias populares” que adherían al modelo soviético o de
gobiernos militares que tomaban el poder con la aprobatoria mirada de
Washington.
El auge de los procesos de
descolonización y la expansión del ideario antiimperialista sirvió de cobertura
ideológica para el desplazamiento de las empresas e inversiones europeas de sus
mercados coloniales en el Tercer Mundo.
Cuatro décadas de Guerra Fría (1946 – 1989) tiñeron todos
los conflictos inter e intra estatales de una confrontación ideológica. El
mundo pareció partirse en dos mitades antagónicas que vivían en un equilibrio
inestable siempre con un dedo sobre el botón nuclear.
EL
ORDEN DE POSGUERRA FRÍA
Abruptamente, en los noventa
se derrumbó el Telón de Acero, el
capitalismo de Estado al estilo soviético dejó de ser un modelo de desarrollo
válido. Francis Fukuyama decretó que había llegado el “fin de la historia” y las ideas liberales parecieron retornar con
todo su entusiasmo al ritmo del “Consenso
de Washington”. Los expertos se apresuraron a hablar de un nuevo orden
internacional que desterraría las guerras interestales y donde los principales
problemas de seguridad lo constituían las “nuevas
amenazas a la seguridad”: el narcotráfico, el crimen organizado, la
proliferación de armas de destrucción masiva, las migraciones ilegales, etc.
El Bloque Socialista, el
Pacto de Varsovia y la propia Unión Soviética desaparecieron. No obstante, la
OTAN no sólo siguió existiendo sino que incrementó el número de países miembros,
sumando nuevas instalaciones militares y mayores medios ofensivos.
Aprovechando la distención,
empresas multinacionales y bancos europeos y estadounidenses se lanzaron
optimistas a la caza de buenos negocios en los países de Europa Oriental, de
los recursos petroleros y gasíferos del Asia Central y de la propia Rusia.
Durante dos décadas, los EE.
UU. fueron la potencia hegemónica en un mundo unipolar que ni siquiera pudo
alterar el fatídico 11 de septiembre de 2001 y el comienzo de la “Guerra con el Terror”. Entonces llegó
la crisis económica, en 2007, y la economía americana entró en recesión
arrastrando al resto del mundo y el sistema internacional comenzó a crujir. La
recuperación no llegaba y los problemas económicos y la consiguientes “indignación social” comenzaron a
afectar la gobernabilidad en países como Portugal, Grecia, España, Italia…
LA
ACTUAL INCERTIDUMBRE
El ambiente internacional
recién comenzó a cambiar hacia fines del 2010 con el estallido de la llamada “Primavera Árabe”, que dinamitó el orden
social y el equilibrio político militar del Norte de África y Medio Oriente.
La complejidad del actual
escenario internacional ha sido descripta recientemente por el ministro de
Asuntos Exteriores de Alemania, Frank-Walter Steinmeier: “Viendo el arco de crisis que va del Magreb a Oriente Próximo, pero
también lo que está ocurriendo en el Este de Europa, mucha gente en Alemania y
Europa tiene la sensación de que el mundo se cae a pedazos. Las crisis y
conflictos se nos van acercando cada vez más, incluso en nuestra vecindad
europea ya no valen las certezas que dimos por supuestas a los largo de 25
años.”[i]
En estos días crecen las
tensiones entre la OTAN y Rusia en Europa Oriental, lo que se inició como una
guerra regional en Medio Oriente –que inicialmente involucró únicamente a Siria
e Irak-, se transformó, por acción de las milicias yihadistas del llamado
Califato Islámico, en un conflicto que amenaza involucrar a Irán, El Líbano,
Jordania y las monarquías del Golfo y arrasar con el mundo árabe, mientras que
en Asia, China mantiene serios diferentes territoriales con Japón, Corea del
Sur, Taiwan, Vietnam e India, al mismo tiempo crecen los incidentes y las
tradicionales tensiones entre Pakistán e India.
Esta multiplicación de los
conflictos territoriales, en el contexto de un proceso recesivo de la economía
mundial tiende a configurar un escenario internacional que guarda similitudes
con el vivido en la segunda mitad de la década del treinta. Mientras esto
sucede, los líderes occidentales pierden día a día credibilidad al no encontrar
las medidas adecuadas para contener la expansión de los conflictos y los expertos
en todo el mundo contienen la respiración esperando que un improbable brote de
racionalidad evite tragedias aún mayores.
[i]
STEINMEIER, Frank-Walter: “Qué podemos
hacer y qué debemos hacer”. Artículo publicado en el diario El País.
3/9/2014, ps. 22 y 23.
No hay comentarios:
Publicar un comentario