El conflicto en Siria ha marcado más
de una década de guerra devastadora, dejando huellas profundas en su población
y estructura social. Desde su inicio en 2011, ha evolucionado desde protestas
locales hasta convertirse en un conflicto internacional multifacético. Este
artículo analiza los últimos acontecimientos ocurridos en la ciudad de Alepo.
Origen
del Conflicto
El
conflicto sirio tuvo sus raíces en la denominada Primavera Árabe, una serie de
protestas prodemocráticas que surgieron en Medio Oriente y el norte de África,
en 2011, que en muchos casos fueron rápidamente capitalizados por los grupos
islamistas. En Siria, estas protestas comenzaron como manifestaciones pacíficas
en contra del régimen autoritario de Bashar al-Assad, exigiendo reformas
políticas y sociales. La brutal represión del gobierno, particularmente en la
ciudad de Daraa, donde manifestantes fueron asesinados, generó una escalada que
culminó en enfrentamientos armados.
A
medida que el gobierno intensificaba la represión, las protestas se
transformaron en un levantamiento armado. Diferentes grupos opositores formaron
milicias para enfrentarse al gobierno, lo que marcó el inicio de una guerra
civil. Con el tiempo, la guerra se complicó aún más con la entrada de actores
internacionales y regionales, incluyendo Rusia, Irán, Turquía, Estados Unidos,
y grupos extremistas como ISIS. Es así como el conflicto en Siria terminó por
convertirse en una guerra por procuración.
Las
causas del conflicto son diversas y muy complejas
- Autoritarismo
y represión: La
dinastía al- Assad mantiene una dictadura corrupta e inoperante en Siria desde
1971. El actual presidente Bashar al-Assad heredó el poder a la muerte de su
padre en el año 2000 y continuó gobernando bajo un régimen altamente
autoritario. Las libertades civiles estaban severamente restringidas y la
corrupción corroe todos los estamentos del Estado.
- Crisis
económica y desigualdad: Años de guerra han arruinado
la economía de Siria, que ha visto destruidas gran parte de sus
infraestructuras, y han dejado a millones de personas viviendo en terribles
condiciones.
El
conflicto ha creado una crisis humanitaria para la que no se ve una vía de
salida.
La
sequía de 2006 - 2011 devastó las áreas rurales, desplazando a miles hacia las
ciudades, muchas de ellas en ruinas debido a las secuelas del y exacerbando las
tensiones sociales en un país con altas tasas de pobreza.
Más
de la mitad de la población de 22 millones de personas que vivían en Siria
antes del estallido de la guerra se han visto desplazadas, de acuerdo con las
cifras de Naciones Unidas.
De
los 6,8 millones de desplazados internos, más de dos millones en el norte de
Siria viven en atestados campamentos con acceso muy limitado a servicios
básicos.
Otros
seis millones de personas han abandonado el país, con destino sobre todo al
Líbano, Jordania y Turquía, que entre los tres albergan a 5,3 millones de
refugiados.
Más
de 15,3 millones de sirios necesitaban ayuda humanitaria en 2023, una cifra
récord, y 12 millones vivían en una inseguridad alimentaria severa.
El
terremoto de febrero de 2023 en la zona de Gaziantep, Turquía, dejó 5.900
muertos y 8,8 millones de damnificados en Siria, empeorando las condiciones de
vida en general.
Los
intereses económicos, a veces enfrentados por el control de campos petroleros y
rutas comerciales, han seguido alimentando la tensión, lo que se suma a la
crisis humanitaria para contribuir al descontento y las luchas internas en el
país.
- La
diversidad religiosa: Siria es una sociedad diversa
con musulmanes suníes, alauitas, cristianos y otras minorías. El régimen,
dominado por la minoría alauita, generó resentimiento entre la mayoría suní.
- Intervención
extranjera: Los intereses de potencias extranjeras y
regionales transformaron el conflicto en una guerra por poderes. Rusia e Irán
apoyaron al régimen, mientras que Turquía, Estados Unidos y países del Golfo
respaldaron a los rebeldes y kurdos.
En
el año 2020, un acuerdo entre Rusia y Turquía permitió establecer un alto al
fuego, en la provincia siria de Idlib, al noroeste de Siria, limítrofe con
Turquía y con una población de cuatro millones de personas. Idlib se convirtió
en el último refugio de las fuerzas rebeldes.
Desde
entonces, el conflicto bajó en intensidad permaneciendo en latencia. Durante
los siguientes cuatro años la guerra civil pareció estancarse sin perspectivas
de cambio, el gobierno de al-Assad controlaba el setenta por ciento del
territorio sirio y mantenía el diálogo con los grupos rebeldes continuaron a
través del Comité Constitucional Sirio que actuaba bajo los auspicios de
Naciones Unidas. No obstante, fue imposible lograr avances significativos en
las negociaciones porque el régimen de al-Assad no está dispuesto a ceder el
poder ni alcanzar compromisos para una transición ordenada hacia la democracia.
La
reactivación del conflicto
Los
reveses sufridos por Hezbollah en El Líbano por la ofensiva desatada por las
Fuerzas de Defensa de Israel en el último año ha forzado a la milicia proiraní
a retirar la mayor parte de sus fuerzas en Siria.
Simultáneamente,
Rusia que había desempeñado un papel clave en el apuntalamiento del Gobierno de
Bashar al-Assad enviando tropas y aviones a Siria a partir de septiembre de
2015 está destinando la mayor parte de sus recursos militares a la guerra en
Ucrania.
Ante
la pérdida de sus principales apoyos, al-Assad trató de compensarla con un
acercamiento a los Estados árabes del Golfo abandonando en parte al “Eje de
Resistencia”, un grupo heterogéneo de milicias aliadas de Irán en la
región.
El
cambio en la situación estratégica abrió una ventana de oportunidad que la
oposición supo aprovechar deponiendo antiguas rivalidades para formar una
coalición. Probablemente la influencia de Ankara haya jugado algún rol en la
formación de la alianza opositora. Así surgió el “Comando de Operaciones
Militares” integrado por Hayat Tahrir al-Sham -Organización de Liberación
del Levante-, nombre que adoptó el Frente Al Nusra, en 2016, cuando su
líder, Abu Mohamed al Jolani, decidió romper con Al Qaeda y acercarse a Turquía,
y otras milicias más pequeñas como Sultan Murad y Yeish al Izza también
apoyadas por Ankara.
Los
Estados Unidos y otros países occidentales designaron a Hayat Tahir al-Sham
como una organización terrorista internacional, en 2018, y establecieron una
recompensa de diez millones de dólares por la captura de Abu Mohamed al Jolani.
El
Comando de Operaciones Militares, comandado por el coronel Hassan Abdeghani,
lanzó el 29 de noviembre la operación “Disuasión de la Agresión” en la
provincia de Idlib.
Las
fuerzas del Comando de Operaciones Militares avanzaron rápidamente hasta Alepo,
la segunda ciudad más grande de Siria, que se convirtió en el epicentro del
conflicto. Tras años de guerra, el gobierno sirio recapturó la ciudad en 2016,
marcando un hito en el conflicto. Sin embargo, los recientes acontecimientos
indican un cambio significativo en la situación:
El
gobierno de al-Assad, respaldado incondicionalmente por los presidentes
Vladimir Putin y Masud Pezeshkian de Irán, apeló a los bombardeos de la fuerza
aérea rusa sobre las posiciones de los rebeldes en las provincias de Idlib,
Hama y Alepo. y anunció refuerzos para lanzar una contraofensiva. Sin embargo,
el avance rebelde expuso la debilidad actual del régimen.
Los
Estados Unidos, por su parte, han pedido a Rusia e Irán que pongan fin a sus
actividades desestabilizadoras en Siria.
Las
fuerzas del Comando de Operaciones Militares, que cuentan con el apoyo de
Turquía, los Estados Unidos y Arabia Saudí, arrebataron al gobierno sirio el
control de al menos diecinueve ciudades, pueblos importantes, e instalaciones
militares. La situación en Alepo es crítica. Más de 600 personas han muerto
desde el inicio de la ofensiva, y miles de civiles están atrapados en sus
hogares, sin acceso a alimentos ni agua potable. La ONU y organizaciones
locales intentan brindar asistencia, aunque los recursos son insuficientes.
Mientras
que en la provincia de Deir el Zur, en el este de Siria, también se ha abierto
otro frente de combate. Las Fuerzas Democráticas Sirias, encabezadas por la milicia
kurda “Unidades de Protección Popular” (YPG, por sus siglas en kurdo), tomaron
el control de otras siete localidades (entre ellas Salhiya, Tabia, Hatia,
Mazlum y Heseniya, en la parte oriental de Deir Ezzor).
Estos
siete poblados estaban controlados por la fuerzas del régimen de al-Assad, en
especial por milicias iraníes apostadas en el lugar.
Los
kurdos sirios, son enemigos de Ankara que los considera terroristas, dominan
gran parte del norte y noreste de Siria, en donde han establecido una
administración, y donde comparten en dos ciudades el control con las fuerzas
del gobierno.
Irán,
por el momento se limitó a movilizar a sus milicias aliadas desde Irak para
reforzar las posiciones del régimen en Alepo, destacando la continua
intervención de actores internacionales. Unos doscientos milicianos iraquíes en
camionetas cruzaron a Siria durante la noche del 02 de diciembre a través del
cruce estratégico de Bou Kamal.
Impacto
y Perspectivas
La
guerra en Siria ha dejado más de 300,000 muertos, la destrucción de
infraestructuras críticas del país y millones de desplazados. Aunque la
intensidad del conflicto había disminuido en los últimos años, la situación
reciente en Alepo refleja la fragilidad del país y la falta de una solución
política duradera.
El
futuro de Siria sigue siendo incierto, y los nuevos enfrentamientos en Alepo
subrayan que, mientras persistan las rivalidades internacionales y regionales,
es improbable que la paz se restablezca en el corto plazo. La comunidad
internacional enfrenta el desafío de abordar no solo las causas inmediatas,
sino también las profundas divisiones estructurales que alimentan el conflicto.