Desde hace diez
días Hong Kong vive las mayore manifestaciones de su historia. El enojo y temor
van en aumento por restricciones a las libertades civiles que por mucho tiempo distinguieron
al territorio semiautónomo de las zonas continentales de China.
UN PAÍS DOS SISTEMAS
La Región Administrativa de Hong Kong de la República China, es una de
las dos entidades administrativas de ese tipo que posee este país. Se trata de una
antigua colonia británica regresada al control chino en 1997 con la política
llamada “Un país, dos sistemas”; que otorga gran autonomía para el
territorio.
Hongo Kong se encuentra situado
en la zona de Asia Oriental, el territorio está rodeado por el candente Mar de
China Meridional y por China Continental en el norte, y limita al este con
Macao, en la orilla opuesta del delta del Río de las Perlas. Posee una
superficie total de 1.104,4 km², divididos entre la isla de Hong Kong,
Kowloon y los Nuevos Territorios, y una población de 7.409.800
persona. Se trata de una población totalmente urbana y el 60,1% forma parte de
la fuerza de trabajo local. Hong Kong por sí solo es actualmente el octavo
exportador mundial y alberga el cuarto mercado financiero del planeta.
ORÍGENES COLONIALES
En 1624, el emperador Kangxi anuló las políticas “Haijin” para permitir
el ingreso de extranjeros a los puertos chinos. El gobierno Qing estableció el “Sistema
de Cantón”, en 1757, para regular las operaciones comerciales más
estrictamente, al limitar el acceso a Cantón a los buques extranjeros que no
fuesen rusos. El té chino se convirtió en un producto altamente demandado en el
Imperio Británico, cuyo interés en establecer una relación comercial con China
se volvió más evidente a partir de 1793, cuando envió una misión diplomática a
China con propuestas que fueron rechazadas por el emperador Qianlong.
A cambio del té, los británicos pretendían exportar productos
manufacturados y opio de la India a China. El opio desencadenó una crisis de
consumo en el país asiático que las autoridades buscaron erradicar mediante la
confiscación y destrucción de los embarques de esta droga. En 1839, el
Emperador suprimió el comercio de opio. La respuesta de los británicos condujo
a la “Primera Guerra del Opio”, un conflicto que finalizó en 1842 con la
derrota de los Qing y la cesión de la isla de Hong Kong al dominio británico.
El 29 de agosto de ese año se firmó el “Tratado de Nankín” mediante el
cual Hong Kong se convirtió en colonia británica.
Los desacuerdos y tensiones persistentes entre China y el Imperio
Británica sobre el tema del opio no terminaron allí y condujeron a la llamada “Segunda
Guerra del Opio”. Nuevamente los Qing resultaron vencidos y debieron
cederles a los británicos la península de Kowloon y la Isla Stoncuttens en la Convención
de Pekín, de 1860.
Con el fin de la “Primera Guerra Chino – Japonesa”, en 1895,
ciertos países como Alemania, Francia y Rusia -que intervinieron para apoyar a
China- demandaron a la Emperatriz Viuda Cixi la cesión de territorios para
establecer factorías. Los británicos por su parte buscaron el control de la
región circundante a Hong Kong. Como resultado, en 1898, Gran Bretaña firmó un
tratado de arrendamiento por 99 años de los “Nuevos Territorios”. En las
siguientes cinco décadas la colonia británica se expandió aún más al mismo
tiempo que se incrementó su actividad comercial.
Al comienzo de la “Segunda Guerra Chino – Japonesa”, en 1937, el
gobernador Geoffrey Northcote declaró a Hong Kong una zona abierta y neutral
para salvaguardar su condición de puerto libre. El Ejército Imperial Japonés
atacó Hong Kong el 7 de diciembre de 1941, y lo ocupó durante casi cuatro años
antes de que Gran Bretaña retomara el control, el 30 de agosto de 1945, tras la
rendición japonesa.
Finalizada la guerra, la población de Hong Kong se incrementó
notablemente con el arribo de inmigrantes chinos que huían de la guerra civil y
de refugiados que cruzaron la frontera después de que el Partido Comunista
Chino tomara el control del país en 1949.
Durante la década de 1950, Hong Kong se convirtió en la primera economía
industrializada de los cuatro tigres asiáticos debido en parte al embargo
comercial impuesto a China por la ONU en 1951, como consecuencia de su
intervención en la Guerra de Corea. Con una población en rápida expansión y el
auge tanto de la industria manufacturera textil como el turismo.
La colonia enfrentó un futuro incierto a medida que se acercaba el final
del arrendamiento británico de los Nuevos Territorios, y el gobernador
Murray MacLehose planteó la cuestión del estatus de Hong Kong al líder chino
Deng Xiaoping, en 1979. Otra reunión con el mismo propósito se efectuó en 1982
entre la primera ministra Margaret Thatcher y las autoridades chinas. Las
negociaciones dieron como resultado la “Declaración Conjunta Chino –
Británica de 1984”, por la cual el Reino Unido se comprometió a transferir
la colonia en 1997 a la vez que China Popular acordó convertirla en una región
administrativa especial con la preservación de los sistemas económicos y políticos
demoliberales para su desarrollo en las siguientes cinco décadas tras la
transferencia. El inminente cambio de soberanía provocó una ola de emigración
masiva, que alcanzó a 62.000 personas, entre quienes temían vivir bajo el
sistema comunista.
LA REGIÓN ADMINISTRATIVA ESPECIAL
Los debates políticos después de la transferencia de soberanía han radicado
en el desarrollo democrático de la región y la adhesión del gobierno central al
principio de “un país, dos sistemas” que ha preservado la burocracia
directamente hongkonesa, al dólar como moneda propia, así como cortes
independientes siguiendo el modelo de justicia del Reino Unido, medios libres,
un internet abierto y otras características que no se viven en China
continental.
Una de las medidas que se tomaron entonces para proteger a los
hongkoneses fue crear una muralla legal que impidiese las extradiciones a
China, un país donde no existe una real separación de poderes.
Esa autonomía, que está garantizada por el estatuto corto de la Ley
Básica de Hong Kong, caduca en 2047, pero ha sido debilitada mucho antes de eso
a medida que el Partido Comunista de China interfiere cada vez más en asuntos
hongkoneses.
En 2003, Beijing intentó sin éxito promulgar leyes de seguridad
nacional, de conformidad con el Artículo 23 de la ley básica, dando origen a
una movilización ciudadana que se realiza desde entonces cada 1° de julio con
distintos intereses políticos y sociales.
En 2014, las protestas resurgieron con la intención del gobierno chino
de implementar la preselección del candidato antes de permitir las elecciones,
los incidentes se conocen como la Revolución de los Paraguas.
Las discrepancias en el registro electoral y la descalificación de los
legisladores electos después de las elecciones del Consejo Legislativo de 2016,
sumado a la aplicación de la ley nacional en la estación de tren de alta
velocidad de West Kowloon y la propuesta de ley de extradición que habría de
permitir enviar a juicio a presuntos delincuentes a China (por ejemplo,
secuestrar al dueño de una editorial que publicaba libros sobre integrantes del
liderazgo comunista chino) han suscitado preocupación sobre la real autonomía
de la región.
LA CRISIS ACTUAL
Durante el último mes, Hong Kong ha vivido una
movilización popular sin precedentes ante el intento de introducir un
cambio legal que permita la extradición de sus ciudadanos a China. La protesta
de los hongkoneses va más allá de esta reforma, porque consideran que está en
peligro el estatuto concedido al antiguo territorio británico, que le ha
permitido conservar una parte sustancial de sus libertades. Su preocupación
está más que justificada: aunque han logrado detener por ahora la aprobación de
la ley, las autoridades locales han dejado claro que seguirán con sus planes,
mientras que las injerencias de China, políticas y sobre todo,
económicas, resultan cada vez más claras.
Doce
días después de la gran marcha -que congregó a un millón de personas, según los
manifestantes- que empezó esta racha de manifestaciones el pasado día 9, los
objetivos han evolucionado. Ya no se trata solo de parar el proyecto de
ley de extradición, los manifestantes en la calle exigen la dimisión de Carrie Lam,
después de haber logrado la liberación de Joshua Wong, líder de la Revolución
de los Paraguas de 2014.
El
foco de las protestas este viernes radicó en la violencia con la que la Policía
hongkonesa disolvió el fin de la manifestación del día 9 y, sobre todo, la
concentración de decenas de miles de estudiantes frente al Parlamento autónomo
el miércoles 12. Al menos 81 personas quedaron heridas, y 32 arrestadas, cuando
los agentes utilizaron 150 rondas de gases lacrimógenos —el doble que en los
casi tres meses de protestas del Movimiento de los Paraguas cinco años antes—,
pelotas de goma y balas de plástico contra los manifestantes.
“¡Disculpaos! ¡Disculpaos!”,
increpaban los miles de jóvenes que se aglomeraban ante el cuartel de Policía
en el barrio de Wan chai, a pocos centenares de metros de la zona donde el día
12 los agentes emplearon más la fuerza. Ya de noche, horas después de haber
bloqueado los accesos, los manifestantes seguían impidiendo la salida a los
funcionarios, aunque no se habían producido incidentes de violencia. Varios
manifestantes habían pegado al edificio un cartel con el lema, en cantonés, “No
nos rendiremos”.
Escenas similares —aunque sin la misma
vehemencia— se repetían en diversos puntos del centro de Hong Kong. En la
oficina de la Hacienda autónoma; en Correos; en el Tribunal Supremo. Lo que
empezó siendo un grupo de pocos centenares a primeras horas de la mañana eran
muchos miles al caer la tarde. Y prometen continuar las acciones de
desobediencia civil durante el fin de semana, la Cumbre del G-20 en Osaka
(Japón), el 28 y 29 de este mes e incluso el mes próximo, si no se cumplen las
cinco demandas que exigen.
No solo que el proyecto de ley se retire
por completo, o la dimisión de la jefa del Gobierno autónomo, Carrie Lam.
También que se ponga en libertad a todos los detenidos en las manifestaciones y
garantías de que no se les volverá a arrestar; que se retire la calificación de
“disturbios” para las manifestaciones del día 12 (la participación en
disturbios puede acarrear penas de hasta diez años de prisión); disculpas por
el uso de la fuerza y la creación de una comisión independiente que investigue
el comportamiento de la policía. Aunque la Policía ha puesto en libertad a ocho
de los detenidos, es aún un interrogante el sino de otros veinticuatro.
Los manifestantes habían dado de plazo
hasta el jueves para que Lam acceda a sus demandas, bajo amenaza de retomar las
protestas. El Frente de Derechos Humanos y Civiles de Hong Kong, la
asociación que ha convocado. Las dos multitudinarias marchas dominicales, ha convocado a una nueva manifestación para la víspera de la Cumbre de Osaka. Inmediatamente después, el día 1° de julio -aniversario del retorno a la soberanía china, y día tradicional de una gran marcha de protesta- está prevista otra movilización masiva.
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