lunes, 21 de enero de 2019

INCREMENTO DE ACTIVIDAD TERRORISTA EN EL SAHEL




El año 2019 se ha iniciado con extrema violencia en el Sahel. El terrorismo yihadista de ha cobrado la vida de 46 pobladores en el Norte de Burkina Faso y ahora 10 “Cascos Azules” chadianos de la Misión de la ONU en Mali han sido asesinados en un ataque perpetrado por ‘Jamaȃt Nasr al Islam wa al Mouminin  (Frente Nusr al Islam), la franquicia de Al Qaeda en el Magreb Islámico.

OTRO AÑO VIOLENTO EN EL SAHEL

Diez cascos azules chadianos murieron y al menos 25 resultaron heridos, el domingo 20 de enero de 2019, en localidad de Aguelhoc, en el norte de Mali. Estas fuerzas integraban la Misión de la ONU en Mali (MINUSMA).

Se estima que el ataque ha sido una represalia del grupo yihadista ‘Jamaȃt Nasr al Islam wa al Mouminin  (Frente Nusr al Islam), la franquicia de Al Qaeda en el Magreb Islámico, por la reciente decisión del presidente de Chad, Idriss Deby, de restablecer sus vínculos diplomáticos con el Estado de Israel, interrumpidos desde 1972.

El Ejército de Chad ha recibido ayuda militar occidental por su participación en la lucha contra el Estado Islámico en África central y occidental. Además de contribuir a las operaciones antiterroristas en Malí, sus fuerzas tienen que combatir en el norte del país a grupos rebeldes yihadistas afiliados a los nigerianos de Boko Haram.

A comienzo de enero, un conflicto étnico entre las tribus Mosi y Fulani, alentado por los grupos yihadistas, provocó la muerte de al menos 46 campesinos en otra nación del Sahel, Burkina Faso.

Estos ataques son recordatorios permanentes de que la región del Sáhel es el eslabón más débil del flanco sur del dispositivo de seguridad de la Unión Europea y una cantera de terroristas y yihadistas delincuentes.
El imponente conjunto de la región Sáhara – Sahel constituye una gran masa territorial, más grande que el continente europeo. Esta región vincula al Océano Atlántico, en el oeste, con el Mar Rojo en la costa este y, a través de este último, con el Océano Índico. En esta forma actúa como una porosa frontera de 5.400 km, de extensión, a través de la cual se intercomunican las dos mitades del continente africano.
La región Sáhara – Sahel abarca más de doce millones de kilómetro cuadrados (9.400.000 km² para el Sáhara y 3.053.200 km² para el Sahel) y conforma un vasto espacio de integración e intercomunicación donde las crisis alimentarias, el subdesarrollo económico y la actividad de grupos terroristas y organizaciones criminales internacionales han conformado un gigantesco espacio sin ley.
En esta región sin ley, formada por estados fallidos en un escenario geográfico muy particular, prosperan todo tipo de negocios ilícitos. En vastas áreas del Sáhara – Sahel se trafica con todo tipo de materiales desde personas y ayuda humanitaria hasta armas, drogas, combustible, sin olvidar los diamantes y el oro. Mientras se aplica implacablemente la “sharía” y se destruyen monumentos históricos, patrimonio de la humanidad, y del pasado de los pueblos de la región. 
Las crisis alimentarias son endémicas debido a la irregularidad de las precipitaciones, las rudimentarias técnicas agrícolas y la continua inestabilidad política que provoca el éxodo de la población de las áreas más violentas e interrumpe el flujo natural de los intercambios comerciales con los países vecinos.
Además, los circuitos habituales de pastoreo trashumantes se ven alterados. Los pastores se desplazan en busca de zonas de pastoreo y agua más alejados para proteger a su ganado del creciente pillaje. Todo esto deja a millones de personas a merced del clima y de los terroristas.
Este inmenso oasis terrorista opera como base logística desde la cual se recluta, radicaliza, entrena y financia la yihad. Desde allí se difunde propaganda extremista, se planifican atentados y se entrenan terroristas y guerrilleros sin que las potencias occidentales sepan con precisión donde ubicarlos.
Moviéndose como “peces en el agua”, conviven con la población local toda suerte de personajes: terroristas, narcotraficantes, traficantes de armas, mercenarios, guerrilleros separatistas, o una combinación de todos estos delincuentes con negociadores de secuestros de empresas de servicios militares, instructores de fuerzas especiales y agentes secretos de los principales servicios de inteligencia del mundo. Como señala el Alto Representante de la Unión Europea para el Sahel: “…el vacío del Estado es el oxígeno del terrorismo”.
En síntesis, podríamos decir que se trata de una gigantesca región que combina las características desestabilizantes y peligrosas de Afganistán, Irak, Siria y Somalia. Un área sin ley a las puertas de la Europa Comunitaria que desestabiliza por igual a los países de la región y afecta la seguridad de otros ámbitos del escenario atlántico. Es por ello por lo que los países europeos han optado gradualmente por militarizar la región.
´JAMAẬT NASR AL ISLAM WA AL MOUMININ 

´Jamaật Nasr Al Islam wa Al Mouminin se formó, el 2 de marzo de 2017, con la unión de los grupos denominados Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Al Murabitoum (Los que firman con sangre), Ansar al Din (Defensores de la Fe) y el Frente de Liberación de Macina.

En la reunión constitutiva, difundida a través de un vídeo subido a la cuenta de Instagram, Al Zalaqa Media, que pasó a ser el órgano de difusión oficial de este grupo yihadista, AQMI estuvo representada por el Emir de su rama del Sahara, Djamel Okacha (Yahya abu al Hamman) y el cadi (juez) Abu ´Abd al-Rahman al Sanhaji, responsable de los asuntos judiciales del grupo. Al Murabitoum, que ha llevado a cabo varios ataques terroristas de importancia, como el perpetrado contra la planta gasífera de In Amenas, situada en el suroeste de Argelia, que se saldó con la muerte de 32 terroristas y 23 trabajadores de la planta tomados como rehenes. Este grupo fue creado, en 2010, por el argelino Mokhtar Belmokhtar, pero fue representado en la ocasión por el comandante adjunto, Mohamed Ould Novini (Mohammed Al Hassan al Ansari), que resultó muerto por un ataque francés el 14 de febrero de 2018.

El grupo Ansar al Din, es una organización yihadista que agrupa especialmente a los tuaregs Ifora. Los combatientes de Ansar al Din llevan largas barbas y banderas negras con el “Shahada” –credo islámico inscrito en blanco. En el encuentro, Ansar al Din fue representado por su emir Iyad Ag Ghaly (también conocido como Abu Al Fadl).

Por último, el Frente de Liberación de Macina, grupo creado hace tres años por su Emir, Mohamed Koufa, es muy activo especialmente en el centro de Malí entre los integrantes de la etnia fulani. Los fulani son veinte millones de personas dispersas por todo el oeste de África.

´Jamaật Nasr Al Islam wa Al Mouminin permite a los yihadistas presentar un frente unificado con integrantes de las diversas etnias que pueblan la región: tuareg, fulani, árabe y amazigh -bereber- lo que facilita el reclutamiento de nuevos integrantes.

El Emir de la agrupación es el tuareg Iyad Ag Ghaly quien jura lealtad al Emir de Al Qaeda en el Magreb Islámico, Abu Musab ´Add al Wadud (Abdelmalek Droukdel), y hace también juramento de fidelidad al emir general de Al Qaeda, Aymen Al Zawahiri y al emir del emirato islámico de Afganistán, Haibatullah Akhundzada, a quien el mismo Al Zawahiri juró lealtad, en junio de 2016, adoptando la misma actitud que Osama Bin Laden cuando prometió lealtad al Mullah Omar.

EL EMIR IYAD AG GHALY

Iyad Ag Ghaly, es un notable tuareg ifora, del clan de los Irayakanes. Nacido en 1954, la región de Kidal, en proximidades de la frontera con Argelia, es bajo de estatura, con larga barba negra y semblante adusto. Entre los tuaregs se lo considera un erudito y un notable respetado y consultado por la comunidad, que lo apoda el “León del Desierto” o “El Estratega”. Se trata de un salafista auténtico y no de un jefe tribal o líder de una organización criminal que adhiere al yihadismo para mantener su autoridad.

Hijo de ganaderos, apasionado por las carreras de camellos en su juventud, Iyad Ag Ghali desarrolló entre otras actividades la de mecánico y empleado administrativo en Libia y Argelia. En 1988 fundó el Movimiento Popular para la Liberación de Azawad, que acaudilló la rebelión de 1990 a 1996. En la noche del 28 de junio de 1990, Yyad Ag Ghaly dirigió los ataques del Movimiento Popular para la Liberación de Azawad (MLPA) en Tidemén y Menaka (en el extremo Este) que originaron la muerte de dieciocho personas, incluidos cuatro soldados de Mali. Con estas incursiones nocturnas comenzaron las rebeliones tuaregs en el norte de Mali.

Desde 1991 hasta la tregua formal con el gobierno de Mali, en 1996, Iyad Ag Ghaly lideró el grupo más radical del MPLA y fue el quien firmó los Acuerdos de Tamanrasset, en Argelia, en nombre del pueblo tuaregs que luchó por su independencia. En 2003, tuvo una participación decisiva en la negociación que llevó a la liberación de catorce turistas alemanes secuestrados por los yihadistas argelinos del Grupo Salafista para la Peregrinación y el Combate (GSPC).

Entre 2005 y 2008, Ag Ghaly fue designado por el presidente Amadou Toumani Toure como diplomático maliense en Jeddah, Arabia Saudí. Allí el líder tuareg sufrió una importante transformación. Hasta entonces Ag Ghaly prestaba poca atención a la religión, incluso mostraba afición al consumo de alcohol y cigarrillos, la vida disipada, la poesía y la música. Pero en Arabia Saudí cambio radicalmente. Se incorporó al movimiento religioso Tablighi Jammat, adquirió aspecto piadoso, cambió de hábitos, se dejó crecer una gran barba y comenzó a frecuentar a los propagandistas del yihadismo. Su comportamiento no tardó en llamar la atención de las autoridades y pronto fue llamado a Bamako.

A finales de 2011, Iyad Ag Ghali intentó asumir el liderazgo del grupo tuareg Kel Adagh, pero fracaso. Incapaz de asumir la conducción total del Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad en la rebelión, creó su propia organización salafista. Así, se hizo conocer como líder de Ansar al Din al iniciarse el alzamiento tuareg, en marzo de 1212.

El 3 de abril de 2012, Iyad Ag Ghaly, en una entrevista radial en la ciudad de Tombuctú, anunció la imposición de la sharía, el velo a las mujeres, y la aplicación de brutales castigos tales como la lapidación a los adúlteros, y la mutilación punitiva de ladrones y blasfemos. El anuncio causó que casi la totalidad de la población cristiana de la ciudad huyera hacia Burkina Faso.

Al asumir como emir del ´Jamaật Nasr Al Islam wa Al Mouminin, Iyad Ag Ghali dio a conocer una nómina de once países en tres continentes considerados como enemigos de la organización.

Seis países pertenecen al África Sahel: Chad, Níger, Burkina Faso, Costa de Marfil, Guinea y Senegal.

Otros cinco son occidentales: los Estados Unidos, Francia, Alemania, Suecia y los Países Bajos.

Ag Ghaly también definió la estrategia militar del nuevo grupo que según él busca “ampliar su presencia en una extensa zona geográfica, debilitar al enemigo y dirigirse a donde sea necesario. También convocar a todos los musulmanes contra el enemigo común a través de una búsqueda de apoyo y la construcción de relaciones populares entre la gente.”

Los expertos sospechan de los vínculos que Iyad Ag Ghaly mantendría con los servicios de inteligencia argelinos, debido a que el terrorista tuareg suele huir a Argelia cada vez que las fuerzas francesas los persiguen en Malí.

CONCLUSIONES

Ante el retroceso de sus operaciones en Irak y Siria, decenas de combatientes yihadistas se están trasladando de Medio Oriente a África. En opinión de Dominique Thomas, investigador de la Ecole des Hautes Etudes en Sciencies Sociales: “Hay dos frentes en los que AQMI invierte enormemente: Libia, donde sus redes se extienden a Dema y Benghazi, en el este del país, y el Sahel, con voluntad de establecerse en Burkina Faso.” Los recientes ataques en Burkina Faso y Mali serían una prueba de esta instalación.  


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