sábado, 17 de noviembre de 2018

CUARENTA AÑOS DE LA MASACRE DE GUYANA





Hace cuarenta años, la Guyana se convirtió en la sede de la mayor masacre religiosa de los tiempos modernos: la inmolación de los 913 miembros de la Iglesia del Templo del Pueblo.

El 17 de noviembre de 1978 tuvo lugar el mayor suicidio colectivo de la historia contemporánea. En la república sudamericana de Guyana, 913 estadounidenses –entre ellos 276 niños- miembros de la Iglesia del Templo del Pueblo, se inmolaron colectivamente.

La Iglesia del Templo del Pueblo, era una congregación religiosa liderada por James Warren Jones, más conocido como el reverendo “Jim Jones”. Un curioso predicador que aseguraba ser nada menos que la encarnación de Jesús, Akenaton, Buda y Lenin.

Jim Jones había nacido en Crete, Indiana, el 13 de mayo de 1931. Hijo de James y de Lynetta Thurman Jones. Su padre era un conocido miembro del Ku Flux Klan. Jones se graduó en la High School de Richmond, Indiana y desde muy joven evidenció tener preocupaciones religiosas.

Hacia 1950 creó una congregación religiosa denominada “Asambleas Cristianas de Dios”, en Indianápolis, Indiana. Jones comenzó a predicar un evangelio de igualdad social y racial en su congregación. Afirmaba que su Iglesia era el último refugio en un mundo hostil que pronto sería destruido. La doctrina de integración racial y atención de las urgencias sociales atrajeron a gran cantidad de personas que se incorporaron a la Iglesia. Pronto Jones empezó a recibir apoyo político por parte de algunas personalidades que simpatizaban con su ideario de integración racial y ayuda social. Entre otros recibió el apoyo de Rosalyn Carter, la esposa de Jimmy Carter, presidente de los Estados Unidos entre 1977 y 1981, y el gobernador de California, Willie Brown.

En 1965, Jones y sus seguidores se establecieron en el Estado de California, primero en Redwood Valley y más tarde en la ciudad de San Francisco. La congregación adoptó la denominación de Iglesia del Templo del Pueblo e inició un proceso de expansión de sus feligreses.

En 1973, el reverendo Jones decidió crear su propia utopia: un mundo ideal en la selva de Guayana. Una colonia agrícola, bautizada sin mucho ingenio “Jonestown”, destinada a convertirse en un oasis de felicidad multirracial e igualitaria.

Las actividades de Jones continuaron expandiéndose en forma continua hasta el año 1976. El reverendo incluso obtuvo un cargo público como director del San Francisco Housing Authority, la oficina de contralor de viviendas de la ciudad de San Francisco. Fue precisamente ese momento cuando comenzaron a aparecer los primeros nubarrones que presagiaban la tragedia.

Las versiones y denuncias sobre abusos dentro de la Iglesia del Templo del Pueblo comenzaron a multiplicarse. La mayoría de las denuncias hacían referencia al carismático Jones como un líder despótico que ejercía una siniestra dominación sobre sus seguidores, exigiéndoles la entrega de dinero y bienes a la secta, propiciando la promiscuidad sexual y forzando la disciplina mediante la aplicación de castigos corporales.

Era evidente que Jonestown estaba lejos de ser el paraíso en la tierra. Los fieles del Templo del Pueblo era sometidos a las técnicas habituales del denominado “lavado de cerebro”: aislamiento, agotadoras jornadas de trabajo, escaso sueño y alimentación de bajas calorías combinados con intenso adoctrinamiento por parte del “dios viviente”.

Mientras el gobierno federal abría una investigación por evasión fiscal a la Iglesia del Templo del Pueblo, Jones y un millar de sus fieles se instalaron en forma permanente en Guayana.

En agosto de 1977, la revista “New West”, de San Francisco publicó una investigación de Marshall Kilduff y Phil Tracy donde diez antiguos miembros de la Iglesia del Templo del Pueblo denunciaban tormentos y abusos. Los periodistas también afirmaron que el vicegobernador Mervyn Dymally intentó frenar la investigación, lo cual contribuyó a su derrota electoral en noviembre de 1978.

Las denuncias siguieron. El “San Francisco Examiner” retomó la investigación y reveló que varios centenares de adeptos habían sido forzados a entregar sus pertenencias a Jones. Una de las feligreses, Deborah Berkeley, logró escapar de Jonestown y relató a los reporteros del San Francisco Chronicle las duras condiciones de vida en la comunidad. Además, realizó la primera referencia concreta a planes para llevar a cabo un suicidio colectivo.

Alertado por las denuncias, el congresista demócrata por California Leo J. Ryan comenzó a investigar las actividades del grupo. Pidió al Departamento de Estado detalles sobre las actividades de la Iglesia del Templo del Pueblo en Guayana. No obtuvo ninguna información.

Ryan consiguió que la Cámara de Representantes lo nombrara jefe de una “Misión del gobierno de los Estados Unidos encargada de investigar las alegaciones de malos tratos inflingidos a ciudadanos norteamericanos en la colonia de Jonestown, en Guayana”. Misión oficial que obligaba a todos los servicios gubernamentales a brindarles informaciones y proveerles su seguridad.

El 14 de noviembre de 1978, el congresista Leo J. Ryan arribó a Georgetown, Capital de Guayana. El contingente estaba integrado por los asesores del congresista, varios periodistas y los asesores letrados de la Iglesia del Templo del Pueblo. El encargado de negocios de la Embajada de los Estados Unidos en Georgetown acompañó al grupo hasta el lugar de la colonia.

Una vez en Jonestown, le grupo de Ryan se entrevistó con el reverendo Jim Jones y recogió diversos testimonios sobre lo que allí sucedía. Las pruebas contra Jones eran abrumadoras. Una veintena de fieles del Templo del Pueblo solicitaron la protección del congresista para ser repatriados a los Estados Unidos.

El sábado 18 de noviembre, la comisión de la Cámara de Representantes abandonó Jonestown y se dirigió al Aeropuerto de Port Kaituma, donde un grupo de aviones los aguardaba para trasladarlos, junto a los disidentes que solicitaron ser evacuados, a territorio estadounidense.

Cuando el contingente se disponía a embarcar en las aeronaves, irrumpió en el aeropuerto un vehículo transportando a un grupo de seguidores de Jones fuertemente armados. Los recién llegados abrieron fuego en forma indiscriminada matando a cinco personas e hirieron a otras diez. Entre los muertos se encontraba el congresista Ryan.

El incidente disparó la paranoia de Jim Jones y el grupo más radicalizado de sus seguidores quienes decidieron llevar a la práctica sus planes de suicidio colectivo.

El doctor Schacht, médico de la comuna, repartió entre los feligreses vasos de plástico conteniendo una mezcla de cianuro, tranquilizantes y refresco de fresa para permitirles alcanzar “la plena realización espiritual” en el día, que –según Jim Jones- era la víspera del “fin de esta era”. Los disidentes y quienes dudaron ante el suicidio ritual fueron ultimados a balazos. Finalmente Jones y su guardia pretoriana de fanáticos seguidores también se inmolaron.

Días después arribaron al lugar fuerzas del ejército estadounidense, allí encontraron los cuerpos de los hombres, mujeres y niños que integraban la secta además de 870 pasaportes, medio millón de dólares, cantidades de joyas y de armas, datos sobre depósitos en bancos extranjeros y una cinta de vídeo que registraba parte de la ceremonia final del grupo.

Se había consumado la mayor masacre religiosa de los tiempos modernos.


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