LOS INDIGNADOS LLEGAN AL CONO SUR DE
AMÉRICA
Por el Dr. Adalberto C.
Agozino[i]
1.
EL PROTAGONISMO DE LAS PROTESTAS SOCIALES
Las protestas sociales se extienden y dominan el mundo.
Las plazas y calles de la Europa en recesión se pueblan con los reclamos de los
“indignados”. Recientemente miles de
personas protestan en las calles de Italia y Portugal contra las políticas de
ajuste y las consecuencias de la crisis económica. En Asia, el pasado mes de
julio más de cien mil personas recorrieron las calles de la ex colonia
británica de Hong Kong reclamando al gobierno chino el sufragio universal
directo, bajo el lema de “una persona, un
voto”. El gobernador designado por Pekín, frente a la magnitud de la
protesta, declaró que el gobierno chino está dispuesto a aceptar un referéndum sobre el tema, pero recién en
2017. La población de Hong Kong asciende a siete millones de personas. Los
expertos temen que las protestas pueden extenderse, a través
de las redes sociales, a los mil trescientos millones de chinos.
Desde el
año 2010 las principales ciudades del Norte de África y Medio Oriente son
periódicamente por protestas callejeras que derriban gobiernos y que en algunos
casos son sólo el preludio de guerras civiles que terminan por propiciar la
intervención de potencias extranjeras. Hace unos meses fue Turquía en las
últimas semanas la salvaje represión a las protestas en Egipto y hoy el mundo
se horroriza ante el empleo de armas químicas contra la población civil en la
lenta agonía que sufre Siria.
Algo
similar ocurre en América Latina. Chile soporta desde hace tres años protestas
intermitentes de estudiantes que reclaman la educación universitaria pública
gratuita. En Brasil las protestas tienen varios móviles desde la corrupción
hasta los aumentos en las tarifas del transporte pasando por los gastos en el
Mundial de futbol que tendrá lugar en 2014 obligando a la presidenta Dima
Rousseff a apelar al Ejército para controlar huelgas y protestas.
Para no
hablar de Argentina donde el descontento social y la protesta callejera se han
hecho endémicos desde el año 2001. Recientemente – en septiembre de 2012 y en
abril y agosto de 2013- tuvieron lugar multitudinarias protestas en las
principales ciudades del país convocadas por jóvenes pertenecientes a los
estratos medios urbanos desde las redes sociales. Éstas llegaron en algunos
casos a reunir más de un millón de personas, afortunadamente sin que se
registren hechos de violencia física. Pero fueron lo suficientemente
importantes como para poner fin a las aspiraciones del gobierno de Cristina
Kirchner de reformar la Constitución Nacional para habilitar un tercer mandato
de la actual primera mandataria.
Desde 19
de agosto de 2013, Colombia enfrentó masivas marchas y concentraciones de
campesinos que demandan cambios en la política pública del sector agropecuario
afectado por el Tratado de Libre Comercio de las Américas. Las protestas
campesinas sumaron el apoyo de los camioneros –que reclaman por el aumento de
combustibles-; mineros -que piden el fin del trabajo informal precarizado- y de
los partidos de izquierda. El jueves 29 de agosto confluyeron sobre Bogota
siete marchas de apoyo a los campesinos, hubo actos de vandalismo y
enfrentamientos con la policía que culminaron con la muerte de dos
manifestantes, 147 heridos y medio centenar de detenidos. El gobierno de Juan
Manuel Santos respondió desplegando 50.000 hombres de las fuerzas armadas para
“blindar” las calles de la capital colombiana y frenar las protestas.
2.
LAS CAUSAS DEL DESCONTENTO
Frente a
este fenómeno cabe preguntarse: ¿Qué elementos comunes presentan estas
protestas? En ese sentido podríamos comenzar señalando que en la medida en que
estas protestas se producen en geografías y culturas muy diversas los móviles
de cada una de ella son propios y diferentes de otras. No obstante, en todos
los casos expresan el descontento de los estratos medios con sus gobiernos en
particular y con la clase dirigente en su conjunto. Aunque sus reclamos o
propuestas suelen conformar un programa que combina, en diverso orden, los
reclamos por mejores oportunidades laborales, mejoras en la economía en su
conjunto, denuncias ante la corrupción gubernamental y lo que consideran el
derroche de los fondos públicos o los reclamos de mayores espacios de
participación o el respeto de las libertades individuales.
La
población suele apelar a este tipo de acciones cuando interpreta que el sistema
de participación política institucionalizado – a través de la Constitución, las
leyes y las instituciones que de ellas surgen- resulta ineficaz para satisfacer
sus problemas y expectativas. En este sentido la aparición de protestas
sociales indica el fracaso del sistema institucionalizado de representación
democrática y el fracaso de los liderazgos políticos existentes hasta ese
momento.
Por lo
tanto, no es inusual que las protestas sociales demanden una renovación total
de los elencos políticos. Más que el descontento hacia un gobierno en
particular, las protestas sociales suelen expresar la disconformidad y el
hartazgo hacia un determinado orden social y político por lo tanto ponen en
serio riesgo la gobernabilidad de los países afectados.
En
muchos casos las protestas sociales también suelen indicar la existencia de
vastos sectores sociales que se sienten ofuscados ante el descenso de su nivel
de ingresos o la frustración de sus expectativas de mayor bienestar y/o de
mejores posibilidades de movilidad social ascendente. Estos sectores se ven
tentados de responsabilizar a los grupos dirigentes por las restricciones
económicas que los afectan.
Según el
Dr. Jorge Castro[ii]
en Chile y Brasil, por ejemplo ha surgido en los últimos diez años una poderosa
clase media cuyas expectativas están por encima de la realidad económica de sus
respectivos países. No se pueden sostener en el tiempo salarios promedios de
1.400 a 1.600 dólares mensuales con economías poco diversificadas y no
competitivas.
Esta
nueva clase media se expresa a través de movimientos profundamente vinculados a
las nuevas tecnologías de la comunicación y la imagen, en especial Internet y
las redes sociales –Blackberry, Facebook, Twitter, etc.- De allí que su
integración con el sistema mundial es inmediata y que asuma como propios los
valores y expectativas de los países más avanzados del planeta. El marco de lo
posible se ha ampliado para ellos y se ha colocado al alcance de la mano, en un
sentido estricto y no metafórico del término. Algo similar ocurre en la
Argentina.
3.
LA ARGENTINA INDIGNADA (1980 – 2012)
Según un datos provenientes de un
estudio realizado por el Centro de Estudios Nueva Mayoría, efectuado empleando
información periodística –que siempre en estos temas es muy incompleta porque
no dispone de la totalidad de los datos y sólo registra los hechos más
relevantes- que mide la conflictividad social a través de tan sólo cinco
indicadores sociales encontramos que en este período en Argentina se produjeron
los siguientes conflictos:
CONFLICTOS OCURRIDOS ENTRE 1980 Y 2012
TIPO DE HECHO
|
CANTIDAD DE HECHOS
|
MEDIA ANUAL
|
Conflictos laborales
|
13.896
|
421
|
Huelgas generales
|
35
|
1,16
|
Saqueos (robos colectivos)
|
2.090
|
87
|
Cortes de rutas y calles
(1997 – 2012)
|
19.811
|
1.238
|
Cacerolazos
(2001- 2012)
|
2.495
|
208
|
Total de incidentes
|
38.527
|
1.197
|
Si pretendemos analizar los hechos
más recientes, sería conveniente reducir el análisis al período 2003 / 2012, la
etapa de gobierno del matrimonio Kirchner (2003 – 2007 Néstor Kirchner; 2007 –
2011 y desde 2011 Cristina Kirchner) y en esta forma tendríamos el siguiente
cuadro:
CONFLICTOS OCURRIDOS ENTRE 2003 Y 2012
TIPO DE HECHO
|
CANTIDAD DE HECHOS
|
MEDIA ANUAL
|
%
Del total
|
Conflictos laborales
|
4.559
|
506
|
32,80
|
Huelgas generales
|
2
|
0,2
|
5,71
|
Saqueos (robos colectivos)
|
293
|
32
|
14
|
Cortes de rutas y calles
(1997 – 2012)
|
15.135
|
1.681
|
76,89
|
Cacerolazos (2001 – 2012)
|
463
|
52
|
18
|
Total de incidentes
|
20.452
|
3.128
|
53,36
|
Al mismo tiempo, en este período, es
decir durante los últimos treinta años
de vida democrática, tres presidentes constitucionales debieron renunciar o
acortar su mandato significativamente como resultado de protestas sociales
significativas que ocasionaron víctimas fatales.
·
9 de Julio de 1989
El presidente Raúl R. Alfonsín
renuncia después de soportar trece huelgas generales y se vio obligado a
entregar el gobierno (su mandato finalizaba el 10 de diciembre de 1989) a
Carlos S. Menem después de saqueos y protestas que generaron 14 muertos y
decenas de heridos en todo el país. Durante el último mes de su gobierno el
índice inflacionario alcanzó el 200%.
·
20 de Diciembre de 2001
El presidente
Fernando De la Rúa renunció a la mitad de su mandato (faltaban dos años para el
10 de diciembre de 2003 en que concluía su mandato) tras soportar nueve huelgas
generales, es decir una cada tres meses de gobierno, y 875 saqueos en los
últimos veinte días de gobierno y protestas generalizadas que generaron 27
muertos y cientos de heridos y detenidos.
·
25 de Mayo de 2003
El presidente
provisional Eduardo Duhalde que debía completar el mandato presidencial de
renunciante Fernando De la Rúa, decidió el 27 de julio de 2002 convocar a
elecciones y entregar el gobierno después de la muerte de dos manifestantes a
manos de la policía.
Como puede observarse, las protestas callejeras suelen
afectar a la gobernabilidad de los Estados y preceder a grandes
transformaciones políticas. Como prueba de ello veamos el siguiente cuadro:
Crisis
de gobernabilidad en América Latina
AÑO
|
PAÍS
|
PRESIDENTE
|
CAUSA DE INTERRUPCIÓN
|
RESISTENCIA
CIVIL
|
ACTIVISMO
MILITAR
|
1989
|
Argentina
|
Raúl Alfonsín
|
Renuncia
|
Saqueos: 14
muertos
|
1987, 1988 y 1989
|
1993
|
Venezuela
|
Carlos Andrés Pérez
|
Destitución
|
Caracazo (1989) más de 300 muertos
|
1991 y 1992
|
1997
|
Ecuador
|
Abdalá Bucaram
|
Destitución
|
Protestas callejeras
|
No
|
1999
|
Paraguay
|
Raúl Cubas Grau
|
Renuncia
|
Magnicidio. Protestas callejeras: 7 muertos
|
Si
|
2000
|
Ecuador
|
Jamil Mahuad
|
Golpe de Estado
|
Protestas callejeras: 2 muertos
|
Si
|
2000
|
Perú
|
Alberto Fujimori
|
Renuncia
|
Protestas callejeras: 15 muertos
|
Si
|
2001
|
Argentina
|
Fernando de la Rúa
|
Renuncia
|
Protestas callejeras: 32 muertos
|
No
|
2003
|
Argentina
|
Eduardo Duhalde
|
Renuncia
|
Protestas callejeras: junio 2002
2 muertos
|
No
|
2003
|
Bolivia
|
Gonzalo Sánchez de Lozada
|
Renuncia
|
Protestas callejeras violentas: 70 muertos
|
No
|
2004
|
Haití
|
Jean Bertrand
Arístide
|
Renuncia
|
Protestas callejeras: 50 muertos
|
No
|
2005
|
Ecuador
|
Lucio Gutiérrez
|
Destitución
|
Protestas callejeras: 3 muertos
|
No
|
2005
|
Bolivia
|
Carlos Mesa
|
Renuncia
|
Protestas callejeras: 1 muerto
|
No
|
4.
LA POLÍTICA PÚBLICA DE SEGURIDAD ANTE LAS PROTESTAS
SOCIALES EN ARGENTINA
Al ver la gran cantidad de hechos de
protesta social que ocurren a diario en Argentina podría decirse que no ha
existido una clara política pública destinada a poner fin a las continuas
expresiones de protesta que han sacudido la vida del país en los últimos diez
años.
Tampoco podemos citar ningún
documento oficial que exponga cual es la política pública en este campo. Sin
embargo, resulta evidente que frente a los hechos de protesta social el
gobierno argentino en manos del matrimonio Kirchner ha aplicado una serie de
principios o postulados que han empleado las fuerzas de aplicación de la ley
para formular sus “Reglas de
Empeñamiento”. Ellos son los siguientes:
·
La
legislación argentina (Ley de Defensa Nacional, Ley de Seguridad Interior y Ley
del Sistema Nacional de Inteligencia) prohíbe la participación de las fuerzas
armadas y de los servicios de inteligencia en actividades vinculadas con la
seguridad interior o tareas relacionadas con el mantenimiento del orden
público.
·
La
protesta social no debe ser criminalizada. Es decir, la protesta social es un
elemento básico del sistema democrático, por lo tanto no constituye un delito
aún en los casos en que viola los derechos individuales de otros ciudadanos,
daña la propiedad pública o privada o incluso incurre en actividades
tipificadas como delictivas por el Código Penal de la Nación.
·
La
sociedad y las autoridades deben “convivir”
con las expresiones de protesta social, evitando que los conflictos se
extiendan y en especial que la intervención del personal policial produzca
víctimas fatales.
·
Al
gobierno le ha preocupado siempre que las protestas se unifiquen en un programa
político concreto o en una jefatura con representatividad política. En la
medida en que ello no ocurre no presentan un serio problema de gobernabilidad.
·
Preferentemente
el personal policial debe actuar sin portar armas letales. No sólo en el
control de protestas sociales sino incluso cuando brinda servicios de seguridad
a espectáculos públicos masivos, tales como encuentros de futbol (donde actúan
las “barras bravas”)
·
El
personal de las agencias de aplicación de la ley encargadas de dirigir el
control de las protestas sociales recibe capacitación en “negociación” para tratar con los líderes de los movimientos
sociales.
·
Las
fuerzas de aplicación de la ley tienen vedado el empleo de armas no letales que
puedan poner en peligro la salud de los manifestantes o sus derechos humanos:
perros de seguridad, armas eléctricas, aerosoles de gas pimienta, etc.
·
La
intervención de las fuerzas de seguridad deben limitarse a situaciones extremas
tales como:
ü
Interrupciones
totales del tránsito en rutas o calles.
ü
Destrucción
de propiedad pública o privada (Incendios intencionales, rotura de vidrieras,
etc.)
ü
Saqueos
de comercios, oficinas o viviendas particulares.
ü
Violencia
física extrema contra el personal policial.
En todos
los casos el empleo de los medios físicos (combate cuerpo a cuerpo, gases
lacrimógenos, armas no letales (proyectiles de goma) debe constituir la última
opción y limitarse al mínimo. Sólo puede llevarse a cabo después de que el
personal policial sufra bajas o se haya producido la destrucción de propiedad privada.
5. LOS
GOBIERNOS LATINOAMERICANOS FRENTE A LA PROTESTA SOCIAL
El
problema central para los gobiernos que deben enfrentar este tipo de protestas
es que, por un lado, en muchos casos la evolución de la economía –tanto local
como internacional- no permite a corto plazo introducir mejoras sustanciales
que satisfagan las demandas de los sectores movilizados.
Por otro
lado, las protestas sociales no suelen llevarse a cabo en demanda de un
programa de reformas claramente estructurado y definido. Dentro de los sectores
sociales que alimentan la protesta suelen convivir distintos intereses con
demandas muy diversas cuando no contradictorias entre sí. Es decir, que estos
sectores pueden unirse en su rechazo a un gobierno o a un estado de cosas pero,
en el mismo momento en que consiguen este objetivo primario entran en conflicto
para decidir quiénes deben integrar el nuevo gobierno o cual es el programa de
reformas que el mismo debe llevar a cabo.
Por
último, los sectores movilizados por la protesta también carecen de un
liderazgo claramente diferenciado y aceptado por todos los grupos. Por lo
general se trata de masas de población en estado deliberativo donde cada
individuo define ante cada convocatoria u acción propuesta cual va a ser su
grado de compromiso y participación. Es decir, que estas masas carecen de un
encuadramiento, de disciplina, de mandos intermedios y de un staff dirigencial
que fije los objetivos y la estrategia más adecuada para concretarlos.
Es por
ello, que en muchas ocasiones las protestas sociales solo expresan un
determinado “humor social de descontento”
en un momento específico y no son capaces de producir cambios políticos concretos
cuya vigencia perdure en el tiempo.
Al mismo
tiempo, la falta de un liderazgo claro y con consenso impide a los gobiernos
tener un interlocutor válido con quién negociar un programa de cambios que
satisfaga los reclamos de los manifestantes y ponga fin a las protestas.
Por otra
parte, cualquier acción intempestiva –represiva- de las autoridades solo
servirá para incrementar el malestar y provocar una escalada de la violencia.
Por los
motivos expuestos, resulta muy difícil determinar cuál es el mejor curso de
acción que los gobiernos deben adoptar frente a este tipo de protestas.
Posiblemente, las sociedades afectadas deban prepararse para un largo periodo
de efervescencia social que sólo se verá atemperado en la medida en que la
economía mejore llevando un mayor nivel de bienestar al conjunto de la
población.
Al mismo
tiempo, los gobiernos también deberán aceptar convivir con la protesta social
continua, elaborando mecanismos de control social que la contengan e impidan
que la violencia se incremente y desborde.
6.
CONCLUSIONES
- Las protestas callejeras son una forma de participación política violenta
protagonizada especialmente por los sectores medios urbanos que se sienten
frustrados porque ven desaparecer sus expectativas de una mejor calidad de vida
y de una movilidad social ascendente.
- Las protestas callejeras, por muy intensas que sean, no suelen generar cambios
políticos significativos en forma inmediata.
- Las protestas callejeras afectan la gobernabilidad de los Estados solo en
la medida en que son capaces de formular un programa político concreto y
consolidar un liderazgo unificado y de representatividad política.
- La mejor respuesta gubernamental ante la reiteración de las protestas
sociales son la negociación, la introducción de reformas que atiendan al menos
parcialmente algunos de los reclamos planteados y el control de las protestas
sin apelar a la represión.
[i]
ADALBERTO C. AGOZINO: Posee títulos
de profesor, licenciado y Doctor en Ciencia Política. Ha sido diplomático y
Director de la Central Nacional de Inteligencia de Argentina. Actualmente es
Director de la Maestría en Seguridad Pública y profesor de Antropología del
Doctorado en Psicología Social de la Universidad Argentina John F. Kennedy.
Desde hace treinta años es profesor titular del Instituto Universitario de la
Gendarmería Nacional.
[ii] CASTRO,
Jorge: “En Brasil y Chile se hace oír la
nueva clase media”. Artículo publicado en el diario Clarín del 20/10/2013,
p. 39
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