ELECCIONES EN ARGENTINA OCTUBRE 2013
Por el Dr. Adalberto C. Agozino
LA MADRE DE LAS DERROTAS
Cuando están por cumplirse
treinta años del retorno de la democracia en Argentina treinta millones de
ciudadanos han expresado su opinión en las urnas. Se votó para elegir a 127
diputados y 24 senadores nacionales, además de la renovación de la mitad de los
cargos en las legislaturas y concejos deliberantes de todas las provincias del
país.
Aunque resultó la fuerza electoral
más votada, porque fue la única con representación en los 24 distritos
electorales del país (con excepción de la provincia de La Pampa), el Frente
para la Victoria, sufrió la peor derrota en los doce años que gobierna el país,
desde que Néstor Kirchner obtuvo la presidencia en 2003, después de salir
segundo, con el 19,30% de los votos, en las elecciones presidenciales y gracias
a que Carlos Menem, el triunfador con 22,54% de los votos desistió de
participar en la segunda vuelta electoral.
En esta ocasión el
Kirchnerismo se redujo al 34% de los votos, una cifra muy alejada del 54%
obtenido por la presidente Cristina Fernández de Kirchner hace tan sólo dos
años. En esta ocasión el gobierno perdió en la mitad de los distritos del país
incluidos los cinco distritos electorales más grandes y más prósperos del país:
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y las provincias de Buenos Aires, Córdoba,
Santa Fe y Mendoza, que representan el 70% del padrón electoral nacional.
Aunque esta derrota no
pone en peligro la gobernabilidad del país, el oficialismo mantiene su mayoría
en ambas cámaras del Congreso, aunque con un margen más acotado. Revela el
agotamiento de un modelo de gobierno que parece haber brindado al país todo lo que
podía dar. No sólo archiva las aspiraciones de Cristina Fernández de Kirchner
de reformar la Constitución Nacional para aspirar a un tercer mandato
presidencial sino que limita seriamente el peso político de la primera
mandataria a la hora de definir el candidato presidencial del kirchnerismo en
los comicios de 2015.
Indica también que la
continua sangría de los mejores cuadros peronistas que han abandonado al
gobierno en los últimos años no ha sido en vano. Entre los que se fueron
figuran dirigentes tan destacados como el ex presidente Eduardo Duhalde, el ex
vicepresidente Julio C. Cobos, el ex jefe de gabinete Alberto Fernández, ex
gobernadores como Juan Manuel de la Sota (hoy nuevamente gobernador), Felipe
Sola y Mario Das Neves, ex ministros como Gustavo Béliz, José Pampuro, Rafael
Bielsa, Roberto Lavagna, Martín Lousteau, embajadores como Eduardo Amadeo, Octavio
“Pilo” Bordón, Juan Carlos Olima, legisladores como Carlos Reutemann y Gerardo
Conte Grand. Pero en especial, la
deserción del intendente de la localidad bonaerense de Tigre, Sergio Massa que
supo sumar a su Frente Renovador a
otros 19 intendentes bonaerenses para enfrentar y derrotar al gobierno en su
baluarte de la estratégica provincia de Buenos Aires por casi doce puntos
porcentuales.
Es normal que cuando un
gobierno inicia su gestión lo haga con un elenco gubernamental que con el
tiempo se va desgranando. Pero no es usual que la degradación del elenco gubernamental sea tan
acelerada y profunda como la registrada por el gobierno kirchnerista en los
últimos años.
Pero, también indica que
la crítica situación económica ha mermado el apoyo electoral del gobierno. Hoy
la economía argentina se ve afectada por altos niveles de inflación, el estancamiento
y caída de la producción que está acompañada de despidos y suspensiones de
trabajadores. El cepo al dólar que no sólo irrita a la clase media sino que
lleva a la falta de insumos importados esenciales para las industrias. Pero
especialmente, la emisión monetaria desbordada para cubrir el festival de
subsidios que en el año 2013 alcanzará la suma de 140. 000 millones de pesos.
LOS HEREDEROS
Los comicios no solo
afectaron al gobierno, en las filas de la oposición hubo ganadores y
perdedores. Así se ha conformado un cuadro de posibles candidatos
presidenciales. Algunos de ellos ya han comenzado su campaña presidencial
apuntando al 2015. Todos deberán recorrer, sin embargo, una transición que se
avizora muy compleja.
En el Frente para la
Victoria el candidato mejor posicionado en el electorado es el gobernador de la provincia de Buenos
Aires, Daniel Scioli, que sin embargo enfrenta dos problemas importantes. Por
un lado, el desafecto de la presidente Cristina Kirchner que nunca lo consideró
uno de los suyos. Por el otro, la dura derrota que, en su propio territorio, le
propinó al kirchnerismo la liga de intendentes capitaneada por Sergio Massa.
Aunque la presidente eligió como candidato al hoy derrotado Martín Insaurralde,
tras el naufragio de la candidatura de su cuñada Alicia Kirchner. Fue Daniel
Scioli, quien debió “ponerse la campaña al
hombro” ante la deserción presidencial, se
transformó en el “padre de la
derrota”.
Es por ello, que en el
seno del kirchnerismo se cree que la presidente finalmente podría ungir como su
heredero a algún gobernador kirchnerista exitoso como el entrerriano Sergio
Urribarri o el chaqueño Jorge Capitanich. El tiempo dirá cuál será la decisión
presidencial y que hará Daniel Scioli en el caso de no ser el elegido.
En la oposición peronista,
es decir, aquel peronismo que se desencantó del kirchnerismo y pretende
heredarlo sin negociar ni efectuar concesiones a Cristina Kirchner. La
principal candidatura pertenece a Sergio Massa legitimado por la clara victoria
obtenida en la provincia de Buenos Aires con casi 44% de los votos y el apoyo
de una veintena de intendentes y otras figuras claves del peronismo (Reutemann,
Lavagana, Sola, Alberto Fernández e incluso Eduardo Duhalde). Posiblemente, hoy
el candidato con mayores posibilidades de convertirse en presidente en el 2015.
En segundo orden en este
espacio se sitúan el gobernador de Córdoba, Juan Manuel de la Sota, el ex
gobernador Mario Das Neves y el diputado Francisco de Narváez.
La oposición no peronista
está conformada especialmente por dos sectores el centro izquierda y el centro
derecha, aun cuando estas denominaciones ideológicas no sean absolutamente
claras y ajustadas a la realidad y en especial quizá no agraden a quienes se
ubican en estos nucleamientos.
La oposición de centro
izquierda o “progresista” está
conformada por la Unión Cívica Radical, el Socialismo y otros grupos del
espacio UNEN. Allí no existe una candidatura clara. Por un lado, se postula el
ex gobernador de la provincia de Santa Fe, Hermes Binner quien obtuvo el 43% de
los votos en su provincia. Por el otro, el ex gobernador de Mendoza y ex
vicepresidente de Cristina Kirchner, Julio Cleto Cobos quien sacó 47% en los
comicios de su provincia. En tercer término habría que mencionar al tándem
formado por Elisa Carrió y Pino Solanas que realizaron una excelente elección
en la ciudad de Buenos Aires saliendo segundos con 32% de los votos. De ese
espacio –seguramente después de una elección interna- puede surgir una fórmula
presidencial con serias posibilidades electorales.
Finalmente, el centro
derecha –aun cuando a sus dirigentes no les agrade esta denominación- se sitúa
el actual jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mauricio
Macri cuya fuerza se adjudicó un claro triunfo con casi el 43% de los votos. El
gran desafío para este sector es conformar, para el 2015, una fuerza con
presencia nacional y capacidad de convertirse en alternativa de gobierno.
Esta división del
electorado parece indicar que las próximas elecciones presidenciales se
resolverán en dos vueltas electorales. Por lo tanto, hoy todas las
posibilidades y combinaciones parecen estar abiertas.
DE LA DIARQUÍA AL UNICATO
En el 2003, al acceder a la presidencia el
matrimonio de Néstor Kirchner y Cristina Fernández restauraron una modalidad de
gobierno, que los historiadores Carlos Floria y César A. García Belsunce
denominaron “la diarquía”, en
referencia al cogobierno entre Juan D. Perón y Eva Duarte entre 1946 y 1952. La
“Diarquía Kirchnerista” no sólo
contemplaba un gobierno donde todas las decisiones claves estaban centralizadas
en el matrimonio presidencial con escasa –o ninguna- participación de otros
funcionarios. Si no también, un sistema para perpetuarse en el poder mediante
una alternancia en el “sillón de
Rivadavia” entre Néstor y Cristina. Lamentablemente, para ellos, este
esquema de gobierno no contemplaba la efímera existencia humana.
Es así como Cristina Fernández
de Kirchner heredó de su esposo una modalidad de gobernar el país como si fuera
una “estancia” de su propiedad. Aunque, a decir verdad le sumó, por razones de
personalidad, varias vueltas de tuerca. Paulatinamente se fue refugiando en un
personalismo extremo y redujo hasta lo ínfimo a su entorno donde las únicas
voces que son escuchadas pertenecen a su hijo Máximo y al Secretario Legal y
Técnico de la Presidencia, Carlos “Chino”
Zannini. Conformando así un estilo de gobierno que ya Domingo F. Sarmiento
bautizó en el siglo XIX, como “El
unicato”, donde la única opinión que vale y decide es la de Cristina
Kirchner.
Un claro ejemplo del
personalismo de Cristina Kirchner fue la designación como vicepresidente de
Amado Boudou, un economista ajeno al peronismo que pronto cosecho innumerables
denuncias por corrupción y el rechazo de propios y ajenos. También el excesivo
espacio que en las listas de candidatos otorgó a la agrupación de jóvenes
ultrakirchneristas, de “La Campora”,
que son su impericia y soberbia han espantado a buena parte del electorado.
En este contexto político,
desde la movilización popular de repudio al gobierno del 8 de noviembre de
2012, la presidente Cristina Fernández de Kirchner parece haber perdido la iniciativa
política y de gestión pública. Ha improvisado algunas respuestas a las demandas
de la sociedad, un poco de maquillaje sin modificaciones transcendentes a la
línea política de su gestión.
Tras la derrota electoral
y la prolongada licencia médica de la primera mandataria, la prensa especula
con la posibilidad de que Cristina Kirchner retorne “recargada” y lleve a cabo grandes rectificaciones a su gobierno.
Parece difícil que esto
ocurra. Cristina Kirchner pertenece al tipo de líderes que prefieren “morir con la botas puestas” antes de
renunciar a las banderas que reivindicó en su gobierno.
Entonces la verdadera
pregunta es cómo hará la presidente para transitar los 26 meses que restan de
su mandato hasta el 10 de diciembre de 2015 y en qué condiciones entregará el
gobierno a su sucesor. Una pregunta que, al menos por el momento, no tiene una
respuesta ni sencilla ni clara.
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