OPERACIONES
ESPECIALES DE INTELIGENCIA
Por el Dr. Adalberto C. Agozino
“Se trata ahora de ver como un
príncipe debe conducirse con sus súbditos
Y con sus amigos. Habiendo sido esta
cuestión tratada ya por otros,
temo que se me suponga presuntuoso si
me atrevo a considerarla
de una manera diferente de cómo lo
hicieron ellos.
Pero como mi objeto es escribir para
los que pueden comprender,
Voy a hablar de acuerdo con lo que es
y no según lo que el vulgo imagina.”
Nicolás Maquiavelo
El Príncipe
Capítulo XV
La Inteligencia Humana
Las
actividades de inteligencia en que el hombre actúa empleando sus destrezas
naturales, su entrenamiento, formación y experiencia profesional para obtener y
analizar informaciones o realizar operaciones especiales son denominadas, por
lo general, como “Humint”, en razón de su abreviatura en inglés.
La
inteligencia humana es la modalidad de reunión de información más antigua. Los
testimonios de actividades clandestinas de inteligencia - en especial a
través del espionaje-, se encuentran en
escritos tan antiguos como la Biblia y el “Arte de la Guerra”, escrito
por el pensador chino Sun Tzu, en el siglo IV antes de Cristo. Desde ese
entonces, se ha atribuido a los espías un papel importante en la historia.
Las
operaciones especiales de inteligencia pueden involucrar acciones de diverso
tipo. Hablamos de espionaje en referencia a acciones destinadas a
obtener información clasificada de otro Estado u organización. El sabotaje,
en cambio, comprende acciones destinadas a destruir instalaciones o impedir el
normal desarrollo de determinadas actividades. La palabra sabotaje
proviene del término francés “sabot”. En el siglo XIX los obreros
franceses solían utilizar un calzado con suela de madera que precisamente
recibía el nombre de “sabot”. Durante los conflictos gremiales los
obreros descontentos arrojaban su calzado entre los engranajes de las máquinas
a los efectos de dañarlas e impedir el normal desarrollo de la producción.
Otras
operaciones especiales pueden estar destinadas a instalar ciertos dispositivos
de escucha u observación, rescate de rehenes, captura de criminales o incluso
las “ejecuciones extrajudiciales” –la supresión física de opositores
políticos e individuos hostiles a ciertos regímenes-.
Las
operaciones especiales de inteligencia pueden ser ejecutadas por un agente
actuando en solitario, una red de agentes actuando en forma coordinada o por
elementos pertenecientes a las fuerzas armadas. En estos casos puede tratarse
de un avión, un submarino o un comando de fuerzas especiales, que implementan
una acción militar –captura o destrucción de un blanco- como parte de una
operación de inteligencia.
Aunque las
operaciones especiales de inteligencia son clandestinas e ilegales todos los
estados suelen practicarlas en algún momento. Operaciones de esta naturaleza
tienen mayor justificación en tiempo de guerra o entre dos estados que pasan
por un período de fuerte rivalidad política del tipo de la “guerra fría”
que enfrentó a soviéticos y estadounidenses durante más de cuatro décadas.
Pero,
la verdad es que los estados suelen realizar este tipo de operaciones en todo
momento y no sólo contra sus rivales sino también contra sus aliados o países
amigos.
Las
operaciones especiales, ya sea que fracasen o alcancen el propósito para el
cual fueron concebidas, suelen exponer la participación de los gobiernos en la
comisión de actos clandestinos e ilegales. En esos caso, aunque sea evidente
para cualquier observador responsable que el personal de inteligencia actuó
siguiendo expresas directivas de las autoridades nacionales, los gobiernos
suelen negar descaradamente su intervención en tales hechos. En tales casos los
gobiernos suelen descargar la responsabilidad sobre funcionarios de menor
jerarquía.
En
estas circunstancias los funcionarios de inteligencia son acusados de obrar por
cuenta propia o haberse excedido en sus atribuciones. Son entonces despedidos y
aún encarcelados. Tiempo después, los más afortunados, suelen ser discretamente
restablecidos en sus funciones y sus acciones reivindicadas.
Esta
hipocresía que en ocasiones impera en la política internacional permite a los
estados, que no desean escalar un conflicto, restablecer sus relaciones
diplomáticas normales después de un período de fuertes tensiones originadas en
intromisiones de inteligencia.
Lógicamente
estamos hablando de actividades ilícitas penadas en la mayoría de los códigos
penales, contrarias al derecho internacional y violatorias de los derechos humanos.
Nuestra intención es analizar la forma en que las mismas se implementan sin
abrir mayores juicios de valor sobre si las mismas deben o no realizarse. Por
que, tal como diría Maquiavelo, lo cierto es que este tipo de operaciones han
sido frecuentes en el pasado y nada parece indicar que en futuro no se hayan de
emplear. Veamos algunos ejemplos de nuestras afirmaciones.
A
priori debemos aclarar que para la elaboración del presente artículo hemos
empleado fuentes públicas. En muchos casos memorias de los actores
participantes en esos hechos. En otros casos, empleamos información de prensa o
reconstrucciones realizadas por los autores de libros de investigación sobre
temas de inteligencia.
Estas
fuentes, en general, no son todo lo confiables que uno desearía. En muchos
casos las reconstrucciones de operaciones especiales de inteligencia, o la
información disponible sobre las mismas, son incompletas, ocultan datos
esenciales o tienen distorsiones específicamente introducidas por los autores,
o por quienes les suministran información, para proteger a los involucrados
–gobiernos o personas- o encubrir ciertos procedimientos operativos que pueden
ser de utilidad en otra ocasión.
En
el caso de las memorias esta distorsión suele ser incluso mayor. La persona que
efectúa el relato suele atribuirse un rol central que en muchas ocasiones no ha tenido. En
otras modifica los hechos para ajustar cuentas con algún personaje al que
guarda rencor o simplemente miente.
Todas
estas imperfecciones que afectan a las fuentes documentales en general, en el
campo de inteligencia, donde nada es lo que parece son mucho más agudos. En
consecuencia, demandan del analista la mayor prudencia y visión crítica.
Formulada esta necesaria aclaración procederemos con cautela a analizar algunas
de las operaciones especiales de inteligencia que más enseñanzas aportan.
Detenciones Extraordinarias:
El secuestro de
Adolf Eichmann, llevado a cabo por parte de un equipo de agentes del MOSSAD –ha
Mossad le-Modiin ule-Tafkidim Meyuhadim-, en la Argentina en 1960; constituye
el ejemplo típico de una operación de inteligencia llevada a cabo por agentes
de campo. Este ejemplo ilustra de cómo un servicio de inteligencia puede operar
ilegalmente en un país extranjero con el
cual se mantienen cordiales relaciones diplomáticas cuando así lo demandas sus
intereses nacionales.
También en la
lucha contra el terrorismo y el crimen organizado transnacional suele apelarse
cada vez con mayor frecuencia a este tipo de operaciones ilegales.
Las causas por la
cual algunos gobiernos apelan al rapto de criminales peligrosos son muy
diversas. En algunos casos se debe a que los procesos de extradición suelen ser
muy prolongados y complejos. Estos procesos en muchos casos culminan
permitiendo a los criminales escapar a la justicia a través de los intersticios
que dejan las leyes.
En otros casos,
es necesario apelar al secuestro debido a que un Estado ofrece protección a
determinado tipo de delincuentes –en especial a terroristas a quines no
considera como tales o a narcotraficantes porque poseen la ciudadanía del país-
y no sólo se niega a otorgar la extradición de los mismos sino que facilita su
huída.
Ante tales
circunstancias el rapto de un criminal buscado para someterlo a un proceso
judicial sigue siendo todavía una actividad clandestina e ilegal pero “repugna
menos a la razón” tal como diría Montesquieu. Veamos algunos ejemplos.
El primer caso
que puede citarse, como ejemplo de un secuestro realizado por un servicio de
inteligencia fue la captura del terrorista de las FARC, Rodrigo Granda en una
cafetería de Caracas.
Miembros de la
inteligencia militar colombiana, cumpliendo órdenes del presidente Álvaro
Uribe, hicieron aparecer a Granda como detenido en la ciudad colombiana de
Cúcuta, fronteriza con Venezuela. Colombia, sin invocar ningún acuerdo
binacional o multinacional en la materia, sin iniciar ni agotar las vías
judiciales o policiales –por ejemplo una solicitud de detención de INTERPOL,
por ejemplo-, sin ninguna comunicación diplomática previa llevó a cabo la
detención ilegal del terrorista.
En forma
extraoficial el gobierno colombiano hizo saber que habría pagado una millonaria
recompensa a militares venezolanos quienes habrían entregado a Rodrigo Granda a
las autoridades venezolanas en su propio territorio. Esta versión es cuando
menos parcialmente errónea. Si bien no debe descartarse la participación de
militares venezolanos en el hecho en la detención intervino personal de
inteligencia colombiano y la misma fue llevada a cabo en territorio venezolano.
El incidente
deterioró seriamente las relaciones entre ambos países, pero el gobierno de
Colombia se negó a pedir disculpas o ha restituir al detenido.
Lamentablemente,
este no fue un caso aislado. Después de los atentados al World Trade Center y al
Pentágono, el 11 de septiembre de 2001, el gobierno norteamericano ha recurrido
con frecuencia a los que denomina “detenciones extraordinarias” para
juzgar o detener e interrogar a personas sospechosas de vinculaciones con los
grupos terroristas yihadistas. Según el prestigioso diario italiano “La
República” unas sesenta personas en diversos países habrían sufrido esa
suerte.
Precisamente en
Italia agentes de la CIA secuestraron, el 17 de febrero de 2003 a Asan Mustafa
Osama Nasr, un líder musulmán egipcio también conocido como “Abu Oman”.
Abu Oman, imán de
la mezquita de Milán se dirigía ese día a su templo cuando fue abordado por dos
personas vestidas con uniformes policiales que lo introdujeron en una furgoneta
blanca, en la cual lo trasladaron a la base de Aviana. De ahí fue trasladado a
la base militar de Ramsten, en Alemania, y luego a la prisión egipcia de Al
Tora donde fue interrogado y mantenido preso.
La operación fue
llevada a cabo por un comando del cual habrían sido identificados al menos trece
de sus miembros. Se trataría de diez hombres y tres mujeres, todos ellos de una
edad entre los 32 y 65 años. El líder del mismo era Robert Seldon Lady, de 51
años, un antiguo “cónsul” norteamericano en Milán.
Por la forma poco
discreta con que actuaron los agentes de la CIA –se alojaron en 23 importantes
hoteles de Roma, ciudad donde permanecieron por un período de tres meses y
emplearon teléfonos celulares sin encriptamiento para comunicarse- puede
inferirse que el gobierno italiano y sus organismos de seguridad e inteligencia
estaban al tanto de la operación.
Lógicamente al
tomar esta público el rapto, el gobierno italiano negó haber autorizado la
intervención de la CIA. El caso fue remitido a la justicia italiana y el
gobierno de Silvio Berlusconi presentó, en junio de 2005, ante la Unidad
Europea de Cooperación Judicial una orden de captura contra los agentes
norteamericanos que rige en todo el ámbito de la Unión Europea.
Por su parte, el
gobierno norteamericano ha negado, por el momento, toda participación en el
hecho limitándose a informar que Abu Oman viajó a Bosnia en el 2003 para eludir
las investigaciones policiales.[i]
También es su
momento, el gobierno español, liderado por el socialista Felipe González, se
vio involucrado en un serio escándalo de espionaje por haber autorizado
operaciones ilegales contra miembros de los grupos terroristas ETA y GRAPO que
se ocultaban en territorio francés.
Sabotaje Ecologista:
Veamos otro
ejemplo de operaciones especiales de inteligencia. En este caso una operación
de sabotaje realizada en tiempos de paz. Este hecho fue protagonizado por
personal de inteligencia de Francia, en 1985, contra la organización no
gubernamental “Greenpeace”.
Agentes de campo
de la “Direction Generale de la Securite Exterieure” –DGSE-
hundieron con cargas explosivas el barco insignia de la organización, el “Rainbow
Warrior” para evitar una protesta en contra de pruebas nucleares que
realizaría Francia en el Atolón de Mururoa, en el Pacífico Sur. Seguidamente
describiremos sucintamente el desarrollo de la operación.
El 23 de marzo de
1985, arribó a la ciudad Auckland, en Nueva Zelanda, la oficial de la armada
francesa Christine Huguette Cabon, de 33 años. La agente de la DGSE
operaba bajo el nombre de cobertura de Frédérique Bonlieu. Su misión
era, simulando ser una activista ecologista, infiltrarse entre quienes
preparaban la protesta para conocer los planes de Greenpeace. Cabon llevo a
cabo su cometido con gran idoneidad. No sólo obtuvo información sobre la forma
en que se pensaba llevar a cabo la protesta sino que, antes de abandonar el
país, el 24 de mayo, reunió datos sobre las características de los puertos
costeros y los requisitos que se exigían para alquilar embarcaciones
turísticas.
El 23 de junio
arribó al puerto de Parengarenga el yate “Ouvea” de Nueva Caledonia. El
barco estaba tripulado por cuatro miembros de la marina francesa entrenados
para llevar a cabo operaciones subacuáticas. Los marinos franceses exhibieron a
las autoridades portuarias neozelandesas pasaportes y documentación apócrifa.
Simultáneamente,
arribaron a Auckland procedentes de Honolulu el mayor Alain Mafart, otro
especialista militar en operaciones subacuáticas de 34 años. Utilizaba un
pasaporte suizo a nombre de Alain Turenge. Lo acompañaba la capitana Dominique
Prieur, de 36 años quien empleaba un pasaporte suizo a nombre de Sophie Turenge, simulando ser su esposa.
Al día siguiente
arribó a Auckland, Louis-Pierre Dillais, un alto funcionario de la DGSE, que
operaba bajo el nombre de “Jean Louis Dormand”. Se cree que fue quien
dirigió la operación en el terreno.
El 29 de junio
arribó al puerto de Whagarrei el “Ouvea”.
El 7 de julio
llegaron a Auckland, los agentes de inteligencia franceses Alain Tonel,
de 33 años, y Jaques Camurier, de 35, aparentando ser entrenadores
deportivos de buceo. Otro miembro del equipo de saboteadores, empleando el
nombre de Francois Regis Verlet, se encargó de operaciones de reconocimiento de
último momento. Sus nombres reales no fueron revelados durante la investigación
posterior. Ese mismo día el Rainbow Warrior llegó al puerto de Waitemata
para reunirse con otros barcos que participarían en la manifestación contra los
ensayos nucleares franceses en el Atolón de Mururoa.
El 10 de julio de
1985, a las 23.45 se produjo una explosión en el Rainbow Warrior. Un
miembro del equipo, el fotógrafo portugués Fernando Preira, de 36 años,
tardo en salir y fue afectado por una segundo explosión que le produjo la
muerte.
El 12 de julio,
el gobierno francés negó oficialmente toda intervención en el sabotaje al Rainbow
Warrior, explicando que Francia no actuaba de esa manera. Ese mismo días,
luego de denuncias de pobladores de Auckland fueron arrestados e interrogados Sophie
y Alain Turenge.
El 15 de julio,
la policía de Auckland viajó a la isla de Norfold para interrogar a la
tripulación del yate Ouvea, ya de regreso a Nueva Caledonia. Un miembro
de la tripulación había viajado por avión hacia Sydney. Los investigadores
recogieron muestras para analizar pero se vieron obligados a dejar a los
miembros de la tripulación del yate en libertad por falta de pruebas. El Ouvea
nunca llegó a Noumea y se presume que fue hundido en alta mar por sus
tripulantes.
A comienzos de
agosto de 1985 la prensa francesa comenzó a denunciar la participación de la
inteligencia francesa en el hundimiento del Rainbow Warrior. El gobierno
francés reaccionó nombrando un responsable para llevar a cabo una
investigación.
Al crecer la
presión de la opinión pública, el presidente de Francia, el socialista François
Miterrand, se vió obligado a condenar el hundimiento del buque ecologista como
un acto criminal y prometer el castigo de los involucrados en el hecho.
El 22 de agosto
de 1985, la inteligencia francesa fue forzada a revelar los verdaderos nombres
del personal involucrado. Las autoridades francesas se justificaron diciendo
que la misión asignada a sus agentes era la de entorpecer las actividades de Greenpeace,
pero que no estaban autorizados a realizar acciones de sabotaje o terrorismo.
El 24 de agosto,
los esposos Turenge son acusados de la muerte de Fernando Pereira y la
comisión de un acto de terrorismo. Las autoridades descubrieron también las
actividades de infiltración y reconocimiento llevado a cabo por Christine
Cabon quien se ocultó en Israel y logró eludir a la justicia neozelandesa.
El primer ministro francés Laurente Fabius, declaró que de ser hallados los
responsables del atentado habrían de responder ante la justicia por sus
crímenes.
No obstante, un
mes más tarde, el 23 de septiembre de 1985, el primer ministro francés admitió
la actuación de la inteligencia francesa en el hecho confirmando que actuaron
bajo expresas órdenes superiores. Por tanto, los agentes de inteligencia
involucrados en el sabotaje y asesinato no serían juzgados.
El 4 de noviembre
de 1985, la justicia neozelandesa condenó a los oficiales Mafart y Prieur
por cargos menores a diez años de cárcel. Inmediatamente el gobierno francés
comenzó a presionar a Nueva Zelanda para lograr la extradición de los
condenados.
Un año más tarde,
las tensiones entre Francia y Nueva Zelanda se incrementaron. El gobierno
francés prohibió algunas importaciones desde Nueva Zelanda como medida de
presión. Se llegó a un acuerdo sobre la compensación monetaria por la
destrucción del barco. Luego de la mediación del Secretario General de la ONU,
el peruano Javier Pérez de Cuellar, ambos países acordaron que los dos
terroristas pasarían tres años confinados en una base militar francesa en el
Pacífico.
El 14 de
diciembre de 1987, Francia incumplió el acuerdo, transportando a Alain
Mafart a Francia para un supuesto tratamiento médico. Inmediatamente fue
asignado a un nuevo puesto en una academia militar en París. Dominique
Prieur también llegó a París en mayo de ese año.
Desde el punto de
vista de la implementación de esta operación especial de inteligencia debe
decirse, más allá de lo repudiable del acto criminal cometido, que constituyó
un grave error llevarla a cabo con personal militar en actividad.
Cuando un Estado
lleva a cabo un acto ilegal a través de personal militar perfectamente
identificable no puede evitar ser responsabilizado por el hecho. Más aún obliga
al gobierno afectado a ser más intransigente con los agentes extranjeros
capturados y a buscar una disculpa o compensación a los efectos de satisfacer a
su opinión pública y restaurar su prestigio internacional.
No obstante, pese
a los riesgos que tal práctica entraña, la tendencia a emplear como agentes
secretos a personal militar en actividad y, por tanto, con una identidad
pública factible de ser rastreada, es un error frecuentemente cometido por los
organismos de inteligencia.
Veamos otro
ejemplo reciente de este tipo de imprudencia, en este caso, una operación
especial de inteligencia de la que fue víctima la Argentina.
El domingo 9 de
noviembre de 2003, el cónsul adjunto de la Argentina en Punta Arenas, José
Andrés Basbus, abrió las oficinas del Consulado, sito en la calle Serrano 684,
a las 9.00 horas para permitir a los ciudadanos argentinos radicados en la
ciudad chilena participar de las elecciones provinciales correspondientes a la
provincia argentina de Chubut.
El funcionario
argentino sorprendió a una persona que inmediatamente se dio a la fuga. El
diplomático pese a forcejear con el intruso no pudo evitar que este escapara.
Posteriormente al hacer la inspección del lugar, Basbus comprobó que la caja
fuerte se encontraba abierta, la documentación clasificada había sido
fotocopiada y las fotocopias se encontraban ordenadas y engrampadas para
proceder a ser retirada del lugar. También encontró que el intruso había dejado
una filmadora. La misma contenía un cassette que, luego de reproducido,
permitió observar la filmación de las dependencias del Consulado y de las áreas
de seguridad de la misma.
En su precipitada
huída los intrusos habían dejado también dos camperas y un maletín, dentro del
cual se encontró una cédula de identidad y un permiso de portación de armas a
nombre de Luis Alberto Robles Ricus.
El hecho amenazó
con desatar una tormenta en las relaciones bilaterales. Pero el gobierno del
presidente Ricardo Lagos actuó con rapidez. Condenó el episodio –aunque no lo
quiso calificar de “espionaje”- y ordenó una investigación.
Inmediatamente rodó la cabeza del Comandante de la Región Militar Austral,
General de División, Waldo Zauritz. Este era un prestigioso jefe militar
chileno, el sexto en antigüedad dentro de su fuerza. Estaba destinado a asumir
la Jefatura de la Guarnición Militar Metropolitana y contaba con excelentes
relaciones dentro del gobierno socialista de Lagos.
También fueron
pasados a retiro el Jefe de Inteligencia de la Región Militar Austral, Teniente
Coronel Víctor Hugo Poza, y otros miembros del personal de inteligencia de la
Región, el mayor Rodrigo Acuña, el suboficial Luis Robles Ricus y el cabo de la
Fuerza Aérea, Jaime Espinoza Catalán.
Sometidos a
proceso militar, un año y medio después de producido el incidente, por el cargo
de “incumplimiento de deberes militares”, que en el artículo 299 del
Código de Justicia Militar de Chile contempla penas de presidio menor y pérdida
del estado militar.
Los frustrados
agentes de inteligencia sufrieron 61 días cárcel y la pérdida del estado
militar para los oficiales y 60 días y pérdida del estado militar para los
suboficiales. La sanción extremadamente benigna permite suponer que los
militares chilenos cumplían órdenes superiores, que fueron sancionados por
fracasar en su misión y en solamente con el propósito de distender las
relaciones con el país vecino.
En verdad los
agentes de inteligencia chilenos demostraron en este caso muy poco
profesionalismo. En primer término por no haber sabido que ese domingo el
Consulado argentino estaría abierto con motivo de las elecciones. Tampoco
tomaron la precaución de poner un equipo de vigilancia sobre el personal diplomático
argentino que podía concurrir imprevistamente a la sede del Consulado. Una
vigilancia de este tipo hubiera permitido que los intrusos fueran alertados con
suficiente antelación de la llegada de Basbus como para efectuar una retirada
en orden.
Como mínimo la
inteligencia chilena operó con un exceso de confianza. La forma en que se llevó
a cabo la operación hace pensar que probablemente la misma era una actividad de
rutina para los agentes chilenos. Posiblemente la llevaban a cabo con
regularidad sin ser molestado y el reiterado éxito de la misma los hizo
incurrir en ese error de confianza.
En segundo
término, el personal de inteligencia chileno cometió el absurdo error de haber
realizado una “penetración clandestina” llevando entre sus pertenencias
documentos de identidad que los acreditaban como personal militar. En especial
cuando operaban en su propio país y por lo tanto, fuera del Consulado argentino
gozaban de total impunidad. En la eventualidad de su detención por otras
autoridades chilenas inmediatamente recuperarían la libertad sin que el hecho
tuviera otras implicancias operativas o legales.
Por otra parte,
cabe preguntarse que información vital pensaba obtener la inteligencia chilena
de un Consulado. Especialmente, cuando el ministerio de Relaciones Exteriores
argentino sabe positivamente de la agresividad con que actúa la inteligencia
chilena y no envía material secreto –salvo lo estrictamente necesario- a ese
país. Además, toda información sensible, si existiera la misma, se encontraría debidamente
resguardada en la sede de la Embajada en la ciudad de Santiago de Chile y no en
el Consulado de la lejana Punta Arenas. En consecuencia la inteligencia chilena
debió haber evaluado si la información que podía obtener justificaba los
riesgos de un incidente diplomático.
Es muy probable
que el gobierno del presidente Lagos incluso ignorara las actividades que
estaba desarrollando la inteligencia militar. Una operación de esta naturaleza
suele ser considerada un procedimiento operativo de rutina de la unidad de
inteligencia en la zona. Este tipo de procedimientos habitualmente no se consulta a los máximos
niveles de decisión política antes de implementarla.
Por último, es
importante volver sobre los riesgos que implica realizar operaciones ilegales
empleando personal militar en actividad. Las operaciones especiales de
inteligencia en tiempos de paz deben ser planificadas y coordinadas por
personal orgánico de los organismos de inteligencia pero llevadas a cabo en el
terreno por personal contratado –mercenario-. Esto permite que el servicio de
inteligencia y el gobierno involucrado puedan negar su participación. En esta
forma, el impacto de un fracaso de inteligencia sobre las relaciones
diplomáticas se disminuye considerablemente. En el caso del espionaje en Punta
Arenas, de no haber existido el
documento de identidad, el gobierno chileno hubiera podido decir que se trataba
de delincuentes comunes o responsabilizar a la inteligencia de otro país.
En
una operación especial de inteligencia, que afecte a un país amigo o con el
cual se mantienen correctas relaciones diplomáticas, los agentes que operan en
territorio extranjero deben ser personas contratadas. Preferentemente,
ciudadanos de un tercer estado. Los agentes que llevan a cabo la operación
deben incluso ignorar para quien trabajan en realidad. En esta forma se podrá
efectuar la operación con el máximo nivel de secreto y seguridad.
Ejecuciones Extrajudiciales
Existen
numerosos casos de operaciones planificadas por los organismos de inteligencia
e implementadas por agentes contratados. Uno de estos casos fue el asesinato de
León Trotski ordenado por Stalin, planificado por el Departamento Extranjero
del NKVD –Glavnoye Upravleniye
Gosudarstvennoye Bezopasnoti / Administración Central de Seguridad del Estado-
y llevado a cabo por el español Ramón Mercader del Río.
En
1939 Trotski estaba exiliado en México. Había sido obligado a dejar la Unión
Soviética en 1929, y tras vivir en Turquía, Noruega y Francia, se trasladó a
México ante la inminente guerra. Ya antes de exiliarse, Trotski había perdido
la batalla por la sucesión de Lenin. Desde el exilio, sus esfuerzos para
escindir y luego controlar el movimiento comunista mundial estaban perjudicando
a Stalin y a la Unión Soviética.
En
marzo de 1939, Stalin ordenó al jefe de la NKVD, el temible Laurenti Beria y al
subjefe del Departamento Extranjero, coronel Pavel Sudoplatov que encabezara el
buyeveke –equipo de fuerzas de choque- encargado de asesinar a Trotski.
Según testimonio de Sudoplatov, Stalin habría dicho: “Trotski debe ser
eliminado antes de que acabe el año y la guerra estalle irremediablemente. Como
prueba la experiencia de España, sin la eliminación de Trotski no podemos
confiar en nuestros aliados de la Internacional Comunista, si los imperialistas
atacan a la Unión Soviética”[ii].
Sudoplatov
eligió como agente de campo en México a Leonid Alexándrovich Eitington.[iii]
La operación contra Trotski recibió el nombre de “utka” –pato-. En
Rusia, “pato” además de su significado corriente, es un término para
expresar desinformación. “Cuando vuelan los patos” significa que la
prensa está publicando desinformación.[iv]
Eitingon
decidió emplear agentes soviéticos provenientes de Europa occidental o
Latinoamérica que anteriormente no hubieran participado de operaciones contra
Trotski. Decidieron organizar dos equipos operativos totalmente que por razones
de seguridad actuarían uno independiente del otro y hasta ignorarían la
existencia del otro grupo.
Uno
de ellos estaba formado por el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, a quien
Stalin conocía personalmente. Veterano de la guerra civil española, Suiqueiros
había retornado a México y era uno organizadores del Partido Comunista
mexicano.
El
otro equipo estaba formado por Caridad Mercader, una aristócrata española.
Entre sus acaudalados antepasados se encontraban antiguos gobernadores de Cuba,
y su abuelo había sido embajador de España ante el zar. Caridad se había
separado de su marido, un magnate de los ferrocarriles españoles, huyendo a
París con sus cuatro hijos a principios de la década de los años treinta. Al
estallar la guerra civil española en 1936, Caridad regresó a Barcelona, se unió
a las filas anarquistas, donde fue herida durante un ataque aéreo, demostrando
coraje en operaciones de combate. Su hijo mayor había resultado muerto en
acción al atarse varias granadas al cuerpo para lanzarse bajo un blindado
alemán que avanzaba sobre los republicanos. Su segundo hijo, Ramón Mercader del
Río fue teniente en el ejército republicano y comandó un destacamento guerrillero que operaba detrás
de las líneas en territorio dominado por los nacionalistas. Era un combatiente
muy experimentado no sólo con armas de fuego sino en combate cuerpo a cuerpo.
En una ocasión había apuñalado a un centinela franquista que custodiaba un
puente.
Eitingon
comenzó por instalar a Ramón Mercader en París simulando ser un joven
empresario, aventurero de vida disoluta, que de vez en cuando respaldaba
actitudes políticas extremistas debido a su hostilidad contra todo tipo de
gobierno. Allí el joven agente entró en contacto con Silvia Aguelov, quien poco
después se convertiría en secretaria de Trotski y el matrimonio formado por
Alfred y Marguerite Rosmer, dos socialista franceses que acompañarían a Trotski
en su exilio mexicano.
Siguiendo
instrucciones de Eitingon, Mercader se abstuvo de toda actividad política. Su
papel consistía en hacer de amigo que ocasionalmente les proporcionaba apoyo
financiero, pero sin desempeñar papel político alguno. Cuando los trotskistas
le propusieron unirse a ellos, Mercader desechó la oferta.
Ramón
Mercader era un hombre apuesto que tenía éxito con las mujeres. Silvia Aguelov
había sucumbido a su encanto en París. Ella viajó con él a Nueva York. El
español empleaba un pasaporte canadiense a nombre de Frank Jacson.
Mientras
tanto, Eitingon se instaló en Nueva York en octubre de 1939 y puso en Brooklyn
una empresa de importación – exportación que justificaba sus frecuentes viajes
y contactos con extranjeros.
A
finales de 1939, el grupo de Siqueiros se vio reforzado con la presencia de
Iósif Grigúlevich. Este era conocido en círculos trotskistas como un individuo
políticamente neutral de quien no se sospechaba que tratara de infiltrarse en
sus filas. Su presencia en Latinoamérica estaba justificada puesto que su padre
era propietario de un gran comercio en Argentina. Grigúlevich llegó a México en
enero de 1940 y, siguiendo instrucciones de Eitington, contactó con Sheldon
Harte, uno de los guardaespaldas de Trotski.
Por
ese entonces, León Trotski vivía en Coyoacán, a las afueras de México, D.F.
Alquilaba una villa propiedad del pintor mexicano Diego Rivera. La inteligencia
soviética obtuvo un plano de la villa por medio de un agente infiltrado María
de la Sierra, quien también proporcionó una valoración de los guardaespaldas de
Trotski y un detallado análisis caracterológico de su secretariado.
El
23 de mayo de 1940, día en que Harte estaba de servicio, Grigúlevich llamó a la
verja. Harte cometió el error fatal de abrirla a medias y el grupo de Siqueiros
asaltó la villa. Ametrallaron la habitación que ocupaba Trotski, pero, como
dispararon a través de una puerta cerrada, no consiguieron herir al
revolucionario ruso que se había escondido debajo de la cama. El grupo de
asalto formado por campesinos y mineros sin mayor preparación para la comisión
de un atentado de esas características no revisó debidamente la vivienda ni
constató que efectivamente su blanco resultara muerto. Los asaltantes antes de
retirarse asesinaron a Harte para proteger la participación de Grigúlevich. El
atentado culminó con la detención de Siqueiros.
Llegó
entonces el turno de Ramón Mercader. Eitingon, Caridad y Ramón Mercader
ultimaron los preparativos. Decidieron que atentado debía desarrollarse en
silencio para posibilitar la fuga de Mercader. Para ello Mercader emplearía un
cuchillo o un garrote, pues los dos tipos de armas eran fáciles de ocultar
tanto a los guardias como a los miembros de la casa. Mercader era lo
suficientemente fuerte y experimentado en este tipo de acciones como para
llevarla a cabo con éxito.
Para
los agentes de Stalin era importante que el crimen apareciera como motivado por
alguna cuestión que también socavara la imagen de Trotski y desacreditar a su
movimiento. Decidieron hacer aparecer el asesinato como una venganza personal
de Mercader por el supuesto intento de Trotski de aconsejar a Silvia Aguelov
que no se casara con Ramón. En caso de ser capturado, Mercader debía aducir
asimismo que los trotskistas pretendían utilizar sus contribuciones financieras
para uso personal y no para actividades revolucionarias. Alegaría también que
Trotski había intentado convencerlo para que se uniera a un grupo terrorista
internacional que planeaba asesinar a Stalin y a otros dirigentes soviéticos.[v]
El
20 de agosto de 1940 visitó a Trotski a quien pidió que leyera un artículo que
había escrito. Estando a solas con Trotski en su estudio, cuando este leía en
su escritorio, Mercader se situó detrás de él y le asentó un golpe con un
pequeño y puntiagudo piolet que llevaba oculto bajo el impermeable. En
el instante previo a recibir el impacto,
Trotski movió ligeramente la cabeza. Aquel movimiento desvió la dirección del
golpe, debilitando su impacto, Trotski no murió instantáneamente y tuvo tiempo
de gritar pidiendo auxilio. Mercader sorprendido por el grito y muy nervioso
quedó paralizado. No atinó a emplear el puñal ni el revolver que llevaba.
Finalmente, el ingreso al estudio de la mujer de Trotski acompañada de sus
guardaespaldas impidió la huida de Mercader.
Eitingon y
Caridad, que esperaban a Mercader en un coche estacionado en las cercanías,
huyeron al escuchar el alboroto en la villa. Primero fueron a Cuba, donde se
ocultaron gracias a los contactos familiares de Caridad. Trotski finalmente
murió al día siguiente en el hospital como resultado del golpe recibido.
Ramón Mercader
del Río fue detenido y juzgado por las autoridades mexicanas como Frank Jacson, joven empresario
canadiense. Su verdadera identidad no fue desvelada hasta seis años después, cuando
se conoció por la infidencia de un desertor soviético pariente suyo.
Al conocerse su
verdadera identidad y su carácter de agente soviético las condiciones de
detención de Mercader mejoraron considerablemente. Mercader incluso se casó con
una mujer que lo cuidaba en la cárcel y la llevó consigo a Moscú después de ser
liberado el 20 de agosto de 1960.
El presidente del
KGB, Alexander Nikoláivicha Shelpin, recibió a Mercader en Moscú y le confirió
la medalla de Héroe de la Unión Soviética. Mercader se convirtió en miembro del
Partido Comunista de la URSS por decisión especial de su Comité Central, y a
petición directa de Dolores Ibárruri, La Pasionaria, fue nombrado
investigador del Instituto de Marxismo – Leninismo. A él y a su esposa se les
facilitó una dacha –casa quinta- en Kratovo, cerca de Moscú.
Mercader recibió
un sueldo del Comité Central de PCUS y del KGB, equivalente al que cobraría un
general división retirado. La esposa de Mercader, Raquel, fue empleada como
locutora de la emisión en español de Radio Moscú. Finalmente Mercader abandonó
Moscú a mediados de los años setenta para viajar a Cuba, donde trabajó como
asesor de Fidel Castro. Murió en 1978 y su cuerpo fue trasladado en secreto a
Moscú.
Mercader, un
profesional de la revolución, fue enterrado en Kuntsevo, bajo una lápida falsa
a nombre de Ramón Ivánovich López, héroe de la Unión Soviética.
El asesinato de
Trotsky es un claro ejemplo de una exitosa operación especial de inteligencia.
No sólo contaban con dos equipos operativos separados, que ignoraban uno la
existencia del otro, y que, en caso de captura, no podían delatar la totalidad
de la operación. También habían concedido dos planes de acción totalmente
distintos. En uno el ataque comando por un grupo de sicarios que irrumpió en la
vivienda abriendo fuego. Cuando esto fracasó apelaron a un asesino solitario
infiltrado con mucha antelación en el entorno de la víctima.
Incluso, a los
efectos de encubrir mejor la participación de la inteligencia soviética en la
operación emplearon el número mínimo de agentes de nacionalidad rusa que les
fue posible. Es más cuando se conoció la verdadera identidad de Mercader como
agente soviético fue por otro tipo de fallas de seguridad no atribuible a la “Operación
Utka”.
Claro que la
misma fue implementada por la inteligencia soviética que ostenta una prolongada
tradición en el empleo de agentes mercenarios. Recordemos sino el éxito
alcanzado por el quinteto de Cambridge, los espías soviéticos que encabezados
por “Kim” Philby infiltraron el Secret Intelligence Service.[vi]
La operación al
ser efectuada por un agente mercenario, cuya vinculación con la inteligencia
soviética no se conoció hasta mucho después, permitió mantener oculta la
identidad de los instigadores del asesinato. El asesinato fue seguido de una
intensa campaña de desinformación para desprestigiar a la víctima y su causa.
Finalmente,
cuando la verdad salió a la luz muchos de los participantes habían muerto y la
responsabilidad por el asesinato de Trotsky se diluyó al punto tal que en muchos
libros de historia se menciona el nombre de Ramón Mercader sin vincularlo con
Stalin ni con la inteligencia soviética. Sólo, tras la caída del régimen
soviético, la publicación de las memorias del general Sudoplatov pudieron
conocerse los detalles y la verdadera dimensión de la “Operación Utka”.
Mercenarios argentinos en Asunción:
Otro caso
interesante sobre el empleo de agentes mercenarios por parte de un gobierno
para llevar a cabo “ejecuciones extrajudiciales” fue el asesinato de Anastasio
Somoza Debayle organizado por los líderes del Frente Sandinista de Liberación
Nacional después de haber tomado el poder en Nicaragua.
Seguidamente
consignaremos algunos detalles sobre el desarrollo de esta operación según
testimonia el jefe del operativo, el terrorista argentino Enrique Haroldo
Gorriarán Merlo en sus “Memorias”. De ese libro hemos tomado los
siguientes párrafos:
“Nosotros[vii] comenzamos
trabajando en el grupo que organizaba la seguridad del Estado, y yo pasé a la
parte de Inteligencia. A partir de la información que obteníamos y de los
hechos que se sucedían, teníamos plena conciencia de que, inmediatamente
después de haber asumido el poder, había empezado una actividad tendiente a
crear lo que después fue la guerra contrarrevolucionaria.”
“Mientras
tanto, Somoza –que después de huir se asiló en los Estados Unidos- fue recibido
en Paraguay por Stroessner, que era el otro emblema de las dictaduras del siglo
XX en América latina. Simultáneamente, nosotros teníamos noticias ciertas de
que Somoza quería retomar el poder y sabíamos que estaba abocado a conformar
una fuerza militar contra la junta de gobierno que lo había reemplazado.”
“Ante esa
situación, con el conocimiento y la aceptación de toda la dirección del Frente
Sandinista, se propuso comenzar a trabajar para actuar directamente sonre el
mando de la conspiración representado por su jefe máximo Somoza. La idea surgió
a fines de noviembre del ’79, poco después de su llegada al Paraguay....”
“Entonces
reunimos un grupo de doce compañeros, que estaban bajo mi responsabilidad, y
comenzamos a prepararnos para actuar sobre Somoza en Asunción. Habremos
empezado a fines del ’79; hicimos una serie de cursos sobre métodos
conspirativos, seguimiento, chequeo de objetivos, utilización de distintos
tipos de comunicaciones. Las jornadas eran intensas: se iniciaban por la
mañana, con gimnasia; luego se hacían los cursos todo el día y, al caer la
tarde, nuevamente gimnasia. Es decir, teníamos en cuenta no sólo la preparación
técnica, digamos, sino también física.”
“Cuando
completamos nuestra preparación ya habíamos estudiado los argumentos que
emplearíamos para justificar nuestra permanencia en Asunción. Todo nuestro
conocimiento sobre Paraguay se basaba en libros, documentación, algún estudio
teórico sobre la realidad paraguaya; sólo un compañero había estado ahí, pero
muchos años atrás.”
“Mientras
seguíamos precisando detalles, enviamos un primer grupo de dos –Manuel
Beristain y una compañera- a Asunción para estudiar las condiciones del lugar y
verificar si los argumentos previstos para permanecer ahí se adecuaban a la
realidad. Y también para tratar de averiguar el domicilio de Somoza. Llegaron a
Paraguay en febrero del ’80, estuvieron unos quince días y volvieron con
información que nos fue muy valiosa porque era la única obtenida sobre el
terreno. Sin embargo, no habían podido determinar el domicilio de Somoza.”
“Pero sí
recogieron datos sobre hoteles, lugares para alquilar, y otros que sirvieron
para verificar la viabilidad o no de los distintos argumentos posibles que
habíamos pergeñado para poder permanecer en Paraguay”.
Con estas
referencias Gorriarán Merlo trata de ocultar la colaboración que el gobierno
sandinista recibió de los servicios de inteligencia del Bloque Socialista para
llevar a cabo el atentado. No obstante, esa colaboración es difícil de ocultar.
Aunque Gorriarán Merlo insista en aclarar: “Todos eran argentinos;
provenientes del PRT-ERP”.[viii]
Gorriarán Merlo
no explica quien les proporcionó el entrenamiento sobre lo que denomina “métodos
conspirativos”. Tampoco dicen que tipos de métodos conspirativos
necesitaban aprender los terroristas argentinos después de haber transcurrido
largos años de su vida en la “clandestinidad”, ocultando sus actividades de las
autoridades. Tampoco aclara como hicieron para introducir en Paraguay el
armamento que emplearon en el atentado, al que si menciona y era de gran
volumen: “El armamento con que contábamos eran una bazooka RPG2 que era de
origen chino y se compraba fácilmente en el mercado internacional; después de
la guerra de Vietnam, en América latina se conseguían en el mercado negro de
armas. Las otras armas que teníamos eran un fusil M16 y dos pistolas”.[ix]
Según destaca el
propio Gorriarán el comando debía operar en un país que no se conocía y sobre
el cual no contaba con inteligencia previa. En consecuencia, no estaba en
condiciones de comprar o introducir armas de guerra sofisticadas, y de tal
volumen, sin el apoyo de un servicio de inteligencia con mayores recursos y
mayor experiencia. Especialmente si se considera que el gobierno paraguayo
disponía en ese entonces de una extensa red de informantes y una eficaz policía
política que ponía especial interés en la presencia de cualquier extranjero
sospechoso en su territorio.
Estas condiciones
sólo podían reunirlas en ese entonces ciertos servicios de inteligencia del
Bloque Socialista. Es necesario destacar que el gobierno sandinista no mantenía
relaciones diplomáticas con el gobierno del general Alfredo Stroessner,
marcadamente anticomunista.
Aunque no es
totalmente cierto que los guerrilleros argentinos desconocieran todo de
Paraguay. En realidad, los terroristas argentinos en los años setenta habían
empleado la zona de Triple Frontera para entrar y salir del territorio
argentino eludiendo los controles de las fuerzas de seguridad. Incluso Amílcar
Santucho, hermano del Secretario General del PRT – ERP, había permanecido preso
en Paraguay entre agosto de 1975 y octubre de 1979. Amïlcar había sido detenido
cuando, como secretario de la Junta Coordinadora Revolucionaria[x],
investigaba la suerte sufrida por un grupo de terroristas chilenos del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
Para poder contar
con puntos de observación y apoyo para llevar a cabo el atentado, los agentes
argentinos adquirieron parte de un puesto callejero de venta de diarios y
alquilaron una vivienda lujosa en la zona y simularon estar refaccionándola
para residencia del cantante español Julio Iglesias.[xi]
Desde allí controlaron los desplazamientos de Somoza y del personal que lo
portegía. Aunque es muy probable que contaran con alguna fuente de información
en el entorno íntimo de Somoza que Gorriarán Merlo no menciona. Veamos el
relato que realiza el guerrillero argentino sobre el desarrollo del atentado.
“El 17 (de septiembre de 1980), bien temprano a la mañana, Santiago dijo:
‘Hoy, a las 10 de la mañana, viene’. Y vino a las 10. Fue un presentimiento
increíble. A esa hora exacta, a las 10 de la mañana, como había hecho justo una
semana antes, pasó”.
“Ahí recibimos
la señal, que simplemente consistía en el color del auto: blanco – blanco fue.
Salí hasta casi la vereda, vi el auto, di la señal en el momento que estaba
previsto darla, salió Santiago, el Gordo se acomodó con la camioneta y cortó el
tránsito, pero escuché un ruido y cuando me di vuelta vi a Santiago en el
suelo: el cohete había fallado, no había salido de la bazooka y él estaba
cambiándolo”.
“El tránsito
quedó parado y apareció el auto en frente mío, justo en frente, como a tres
metros, y ahí se quedó parado. Al mirar, de entrada me sorprendí: el chofer no
era el mismo, no era Genie, y Somoza no iba adelante como siempre hacia sino
que iba atrás, y a su lado iba otra persona que
después nos enteramos que era un financista colombiano, que quién sabe
quién era porque ni siquiera se quejaron por él. Atrás venía el vehículo de la
custodia con cuatro o cinco guardias.”
“Claro, ya a
esa altura tuvimos que sacar las armas y Roberto y yo disparamos, porque
Santiago había quedado en esa situación comprometida. Simultáneamente los de la
custodia –y mi misión era justamente contrarrestarlos a ellos- bajaron del
vehículo y se parapetaron detrás del paredón que dividía la casa en que
estábamos nosotros de la de al lado. Además estaban el colombianos, Somoza y el
chofer.”
“Nosotros
disparamos sobre el auto de Somoza hasta que los custodios comenzaron a
dispararme; yo me quedé sin municiones y, frente a eso, Roberto disparó sobre
los guardias con un FAL[xii] y saltaron los
ladrillos de arriba del paredón, lo que los obligó a agacharse. Eso me dio un
aire para entrar en la casa y tomar una ametralladora, que era el arma que
teníamos de repuesto. Santiago también entró conmigo, ya había cambiado el
cohete y desde adentro, desde la puerta de la casa, disparó con la bazooka
sobre el vehículo. El cohete aniquiló el auto. Los custodios dejaron de
disparar. Todo esto sucedió en cuestión de segundos.”
“Santiago y yo
corrimos por dentro desde la puerta principal de la casa hasta el garaje,
subimos a la camioneta, como estaba previsto, y nos fuimos con Roberto. Cuando
el Gordo había cruzado la camioneta se había generado una larga caravana de
autos parados por el corte de la avenida, pero, después de estos disparos, no
había quedado ninguno, la calle estaba desierta. La ruta estaba libre.”
“Salimos con
la camioneta sin darnos cuenta de que había sufrido averías por el tiroteo.
Doblamos hacia la izquierda en la primera esquina saliendo de la calle España,
y a treinta metros el vehículo se detuvo, no anduvo más. Obviamente después de
semejante situación no había nadie en las calles, ni siquiera otros coches.
Hasta que apareció un auto de frente; lo paramos, hicimos descender a su
conductor y nos fuimos en ese auto. Los tres, Santiago, Hugo Irurzún,[xiii] y el Gordo, Roberto
Sánchez[xiv] y yo.”[xv]
Los miembros del
comando lograron escapar por la zona de la Triple Frontera. Algunos cruzaron a
Brasil por la zona de Ciudad del Este –en ese entonces Puerto Stroessner- y
otros tomaron la balsa hacia la Argentina. Las autoridades paraguayas
únicamente lograron detener a Hugo Alfredo Irurzún que al parecer murió al
resistir su arresto. En cuanto a la autoría del atentado Gorriarán Merlo trata de disimular el papel
de asesinos a sueldo que cumplieron los terroristas argentinos diciendo:
“Respecto de
la emboscada sobre Somoza, el pueblo nicaragüense no sabía que nosotros
habíamos sido los responsables y, a instancias nuestras, no se hicieron
públicos los nombres de los que habíamos participado en la acción. Se supo con
el tiempo. El Frente Sandinista, la dirección, nos recibió con jubiló, con
alegría. Terminamos haciendo un festejo, una especie de almuerzo juntos.”
“Hubo
comunicados, declaraciones, pero la mayor retribución fue entonces la alegría
popular, el consenso. Y en lo que respecta a reconocimiento oficial, hay muchos
y elocuentes. Una calle de un barrio de Managua fue bautizada con el nombre de
Santiago: ‘Hugo Alfredo Irurzún, Capitán Santiago’, y se erigió un monolito en
su memoria donde todos los años se le rindió homenaje. También fueron
identificados con su nombre un centro de producción agropecuaria, cerca de
Managua, y un barco que hacia la ruta de la costa atlántica. Santiago fue
respetado por su entrega y su valor, y fue enseguida reconocido como un héroe
de la revolución nicaragüense. Como todos nosotros era, y sería hoy, un
sandinista.”[xvi]
Existen
múltiples ejemplos de “ejecuciones extrajudiciales” realizadas por los
estados en tiempos de paz para suprimir individuos hostiles o simplemente
opositores políticos. Estas operaciones clandestinas e ilegales han sido
protagonizadas por muchos países de diversas formas y a través de variados
procedimientos de inteligencia.
Durante la Guerra Fría, a finales de
la muy caliente década de 1950, el gobierno de la URSS apeló al empleo de un
arma química para asesinar a dos líderes del nacionalismo ucraniano en el
exilio.
La
operación fue montada por el Komitete Gosudarstvennoi Bezopasnosti, más
conocido bajo la terrible sigla de KGB, que identificaba al servicio de
inteligencia y seguridad de la Unión Soviética. La responsabilidad fue asumida
por el Departamento 13, de su Primer Directorio Principal, encargado de la
inteligencia exterior.
La
misión se encomendó al agente Bohdan Mykolaievych Stashinsky a quien se proporcionó
un arma diseñada por el laboratorio de la KGB, sito en Jozaiaistvo Jeleznovo.
La misma consistía en una pistola de spray, que disparaba un chorro de gas
venenoso procedente de una ampolla de cianuro que se rompía y provocaba un paro
cardíaco en la víctima. El agresor, para protegerse mientras efectuaba el
ataque, debía cubrirse las fosas nasales con un pañuelo embebido en un
antídoto.
Empleando
esta pistola química Stashinsky asesinó, el 12 de octubre de 1957, en la ciudad
de Munich, al ideólogo de la Alianza del Trabajo Nacional de la República
Federal Alemana, un escritor disidente ucraniano, Lev Rebet, en la escalera
de entrada a las oficinas del diario “Suchasma Ukraina” donde este
trabajaba como periodista. Ni los familiares de la víctima ni las autoridades
detectaron el ataque y atribuyeron la muerte a un paro cardíaco.
Dos
años más tarde el asesino cobró una nueva víctima. El 15 de octubre de 1959,
Stashinsky asesinó al líder de la Organización de Nacionalistas Ucranianos,
Stepan Bandera, en la entrada de su vivienda en la ciudad de Munich. También en
este caso el asesinato paso inadvertido y se adjudicó la muerte a causas
naturales.
Por
sus “hazañas”, Bohdan Stashinsky recibió, en 1959, la Orden de la
Bandera Roja una de las más importantes condecoraciones de la Unión
Soviética de manos del presidente del KGB, Alexandr Nikoláievich Shelepin. La
verdad sobre los asesinatos se descubrió recién en 1961 cuando Stashinsky desertó
a la República Federal Alemana.[xvii]
Los
asesinatos cometidos por Stashinsky fueron desde el punto de vista de la inteligencia,
operaciones clandestinas perfectas. Las mismas pasaron totalmente
desapercibidas y la muerte de las víctimas se atribuyó a causas naturales. Así
los asesinos escaparon a todo tipo de castigo y al repudio moral que sus actos
provocaron.
Para ser justos
debemos también señalar que por esos años la Agencia Central de Inteligencia de
los Estados Unidos también elaboró planes para asesinar al dirigente cubano
Fidel Castro mediante el empleo de venenos, aunque al parecer nunca llegaron a
la etapa de implementación. Más recientemente, en Ucrania, el candidato
presidencial Víctor Yushchenko, fue envenenado con tetraclorodibendioxina
(TCDD) o “dioxina Seveso”, un tóxico
que ocasiona acné clórico, lesiones cutáneas deformantes con enormes
granos y fuerte trastornos digestivos. Yushchenko sospecha que el veneno le fue
suministrado durante una cena con el director del Servicio de Seguridad de
Ucrania, general Igor Smeshko, el 5 de septiembre de 2004.[xviii]
Por desgracia este no fue el único caso de empleo de veneno como arma en el
antiguo territorio soviético.[xix]
Otros casos de
asesinatos llevados a cabo agentes de inteligencia fueron implementados por la
inteligencia israelí en su lucha contra las organizaciones terroristas
palestinas. Cómo los asesinatos de los terroristas de Septiembre Negro que
planificaron el intento de secuestro de la delegación israelí en los Juegos
Olímpicos de Munich, el 5 de septiembre de 1972, que desemboco en una masacre
en la que murieron nueve atletas israelíes. Pero, el caso más emblemático es el
siguiente:
El 30 de julio de
1997 dos terroristas suicidas de Hamas asesinaron a quince personas e hirieron
a otras 156 en un mercado de Jerusalén. Entonces el primer ministro Benjamín
Netanyahu ordenó al jefe del Mossad, Danny Yatom, que en represalia eliminara a
Khalid Meshal, quien dirigía la oficina política de Hamas en la ciudad de
Ammán, capital de Jordania.
Khalid Meshal, de
cuarenta y un años, era un hombre fuerte y barbudo. Vivía cerca del palacio
real del rey Hussein y, según las referencias, era un marido devoto y padre de
siete hijos. Era, además de educado y culto, una figura poco conocida en el
movimiento palestino. Pero, para la inteligencia israelí, Meshal constituía la
fuerza conductora de los ataques terroristas.
El Mossad preparó
un comando –kindon- compuesto por ocho agentes. Dos de ellos asesinarían a
Meshal empleando un aerosol de gas nervioso. Arma desarrollado por científicos
rusos recientemente emigrados a Israel. El ataque se efectuaría a plena luz del
día. Los restantes agentes proporcionarían el apoyo necesario a los atacantes.
Los agentes
encargados del asesinato utilizaron pasaportes canadienses expedidos a nombre
de Barry Beads y Sean Kendall.
El 25 de
septiembre de 1977, Beads y Kendall se aproximaron a Meshal frente a las
oficinas de Hamas. Con rapidez el agente Kendall roció el aerosol en el oído
izquierdo del palestino quien se mostró sorprendido pero no acusó efecto alguno
de inmediato.
Beads y Kendall
fueron atrapados cuando intentaban huir del lugar por la policía jordana.
Meshal comenzó a sentirse mal y fue conducido a un hospital. Mientras tanto el
resto del comando logró huir y refugiarse en territorio israelí.
El rey Hussein
obligó a Netanyahu a entregar un antídoto que salvó la vida de Khalid Meshal y
a liberar al jeque Ahmed Yassin, un líder de Hamas encarcelado desde hacia
tiempo en Israel y a otros terroristas palestinos presos. Sólo entonces liberó
a Beads y Kendall.
En
febrero de 1998, Danny Yatom presentó su renuncia. En tanto que el primer
ministro Netanyahu debió enfrentar reclamos y presiones internacionales de todo
tipo. Especialmente por parte de los Estados Unidos y Canadá.[xx]
Resulta
difícil analizar esta operación de inteligencia sin hacer leña del árbol caído.
El Mossad no sólo empleo dos de sus agentes de campo cuya verdadera identidad
como miembros de la inteligencia israelí podía ser fácilmente rastreada sino
que empleó un arma cuya efectividad no parece haber estado debidamente
establecida.
La
operación fracasó, pero de haber tenido éxito cual habría sido el beneficio
para Israel. Si hubiera muerto instantáneamente Khalid Meshal y aún si los
agentes del Mossad hubieran huido sin ser detenidos poco habría cambiado.
Ninguna
ley otorga a un gobierno el derecho de vengar un acto de terrorismo con el
asesinato de sus responsables sin proceso judicial alguno. Al proceder de esta
forma el gobierno de Netanyahu se situó en un plano de igualdad con los
terroristas de Hamas.
Quienes
concibieron, planificaron y ejecutaron esta operación clandestina de
inteligencia debían haber meditado mucho más cual sería su efecto en las
relaciones de Israel con Jordania y con los Estados Unidos. La operación
fracasó bochornosamente pero sus efectos negativos podrían haber sido aún
mayores de haber tenido éxito. Este es el riesgo de vincular las actividades de
inteligencia con las necesidades políticas de un determinado gobierno.
También
en América latina los gobiernos han apelado al asesinato de sus opositores.
Veamos, por último, una operación de asesinato llevada a cabo con éxito por la
inteligencia chilena en nuestro país.
A
las 0.50 del día 30 de septiembre de 1974, una carga de trotyl destruyó un
automóvil Fiata 1600 que estaba entrando a un garaje del barrio de Palermo. En
su interior se encontraban el ex Comandante en Jefe del Ejército Chileno,
durante el gobierno de Salvador Allende, general Carlos Prats y su esposa Sofía
Cuthbert quienes murieron en forma instantánea.
El
artefacto explosivo abría sido situado debajo del asiento del conductor por el
agente de la Dirección de Inteligencia Nacional –DINA- de Chile, el
norteamericano Michael Townley. La misma noche del atentado Towley abandonó la
Argentina rumbo a Montevideo utilizando un pasaporte norteamericano a nombre de
Kenneth Enyart. Años más tarde Towley fue detenido en los Estados Unidos con
relación al asesinato de otro chileno opositor al régimen de Augusto Pinochet
Ugarte, el ex canciller chileno Orlando Letelier.[xxi]
El
gobierno argentino de ese entonces, en manos de María Estela Martínez de Perón,
no efectuó ningún tipo de investigación especial sobre los asesinatos. En esa
época los atentados explosivos y asesinatos políticos eran un hecho frecuente
en la Argentina. Treinta años después los crímenes siguen impunes y la causa se
encuentra en el juzgado de la doctora María Servini de Cubría.
Conclusiones:
Los
ejemplos históricos que hemos consignado ilustran nuestra afirmación. Los
gobiernos, de cualquier signo ideológico, no dudan en recurrir a operaciones
especiales de inteligencia, que son clandestinas e ilegales, cuando las creen
necesarias para salvaguardar sus intereses nacionales. El éxito o fracaso de
las mismas dependerá del profesionalismo del personal de inteligencia que las
implementa como de las “reglas de empeñamiento” que recibe de su
gobierno.
Por
último, es conveniente reiterar que cuando estás operaciones se descubren los
únicos que terminan en la cárcel o pierden sus cargos son los funcionarios de
inteligencia responsables de su implementación no los funcionarios políticos
que las ordenaron.
Adalberto C. AGOZINO es Doctor en Ciencia
Política. Director del Curso de Posgrado en Crimen Organizado Transnacional en
el Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina. Profesor Titular
por concurso de la Cátedra de Seguridad III en el Curso de Oficiales de Estado
Mayor de la Escuela Superior de Gendarmería Nacional.
[i] ARGENPRESS: “Ordenan arrestar a los agentes de la CIA”,
artículo publicado en http://argentina.indymedia.org/news/2005/06/304582.php.
Bs. As. 28/06/05.
[ii] SUDOPLATOV, Pavel y Anatoli: “Operaciones Especiales”. Ed.
Plaza & Janés. Barcelona 1994, p. 103.
[iii] LEONID ALEXÁNDROVICH EITINGON: Nacido como Naum Isákovich Eitingon el
1 de diciembre de 1899 en la ciudad de Sklov, provincia de Moguílov en
Bielorrusia. Cambio su nombre en la década de los años veinte como otros
funcionarios de la Checa para no llamar la atención sobre sus orígenes judíos.
Eitingon se afilió al Partido Socialista Revolucionario en 1917. En 1918
ingresó al Ejército Rojo y fue transferido a la Checa –Chrezvychaynaya
Kommissiya po Borbe s Kontrrevolyutsiey, i Sabotazhem / Comisión Extraordinaria
para Combatir la Contrarrevolución y el Sabotaje-, primer servicio de
inteligencia soviético. En 1919 fue nombrado subjefe de la misma en la zona de
Gomel. Abandonó el Partido Socialista Revolucionario y se unió a los bolcheviques
en 1920. Ese año logró destacarse al colaborar en el sofocamiento de un
levantamiento de oficiales del Ejército Blanco contra los Bolcheviques en
Gomel, cuando aquellos tomaron por un breve período el control de la ciudad.
Félix
Dzershinski, jefe de la Checa, premió a Eitingon designándolo en Bashkiria como
jefe de la Checa con la misión de pacificar esa región. Allí fue herido en una
pierna con un sable durante un combate contra fuerzas locales. En 1921 fue
trasladado a Moscú para recibir instrucción en la academia militar. Al
completar su adiestramiento militar, Eitingon fue designado al Departamento
Extranjero de la OGPU –Obiedinyonnoye Gosudarstvennoye Politicheskoye
Urpavleniye / Administración Política Unificada del Estado- organismo que
sucedió a la Checa. Se lo nombró como “rezident” en China, primero en
Shanghai, dentro de la red donde operaba Richard Sorge, y luego en Harbin.
Eitingon consiguió la liberación de unos asesores militares soviéticos que
habían sido capturados por un jefe militar de Manchuria. Asimismo, logró
abortar la intentona por parte de agentes de Chiang Kai-shek de tomar el
consulado soviético en Shanghai. De regreso a Moscú en 1930, fue brevemente
subdirector de la Dirección de Operaciones Especiales hasta 1932. En 1936 fue enviado
a España como adjunto del rezident encargado de operaciones guerrilleras
como sabotajes contra las líneas férreas y campos de aviación. Cuando el
rezident en España, Nikolski, alias Alexándr Orlov, desertó en julio de 1938,
Eitingon ocupó su puesto. Tras la victoria del franquismo en España, Eitingon
escapó a Francia donde permaneció un par de meses reorganizando lo que quedaba
de su red de espionaje y dirigiendo a Guy Burguess, miembro del círculo de
Cambridge. Después de su participación en el asesinato de Trotski, en 1941, fue
enviado a Turquía donde operando con el nombre de Leonid Naumov se dedico a
organizar el asesinato de Franz von Papen, embajador alemán en ese país. El
atentado fracasó cuando el agente búlgaro que debía asesinarlo se puso nervioso
y detonó la bomba que debía emplear prematuramente, muriendo en el acto
mientras que von Papen sólo sufrió heridas sin consideración. Encarcelado en
las purgas de funcionarios de la KGB que siguieron a la caída de Beria, en
1953, permaneció detenido hasta 1964. Nunca fue rehabilitado por el régimen
soviético y murió en 1981, como un criminal liberado. Un pago muy ingrato para
un funcionario que sirvió a su país sin medir en riesgos y más allá de lo que
marca el deber.
[iv] SUDOPLATOV, Pavel y Anatoli: ob. cit. p. 106.
[v] SUDOPLATOV, Pavel y Anatoly: op.
cit. p. 115.
[vi] KNIGHTLEY, Phillip: “Philby, Maestro de espías”. Ediciones B.
Barcelona 1989.
[vii] NOSOTROS: Gorriarán Merlo hace referencia a un grupo de terroristas
pertenecientes al Partido Revolucionario del Pueblo – Ejército Revolucionario
del Pueblo que después de haber sido derrotados militarmente en Argentina se
había trasladado a Nicaragua para tomar parte en las filas del Sandinismo de la
lucha contra Somoza.
[viii] GORRIARÁN MERLO, Enrique H.: Ob. cit. p. 403.
[ix] GORRIARÁN MERLO, Enrique H.: Ob. cit. p. 408.
[x] JUNTA
COORDINADORA REVOLUCIONARIA: Nucleamiento de coordinación de los grupos
terroristas latinoamericanos: MLN-Tupamaros, PRT-ERP, MIR y FLN de Bolivia.
Funcionó brevemente entre 1974 y 1977.
[xi] GORRIARÁN MERLO, Enrique H.: Ob. cit. p. 407.
[xii]
FAL: Se trata de un Fusil Automático Liviano, calibre 7,62 mm, Arma de dotación
de varios ejércitos de la región entre ellos el argentino. Curiosamente esta
arma no figura en el listado que menciona Gorriarán Merlo como el armamento de
que disponía el comando asesino.
[xiii]
IRURZÚN, Hugo Alfredo: Había nacido en 1946 en la provincia argentina de
Santiago del Estero. De allí su nombre de guerra de “Santiago”. Su padre era
empleado bancario y su madre maestra. Curso estudios de ingeniería en la
Facultad de Rosario, provincia de Santa Fe. Siendo estudiante universitario
ingresó al Partido Revolucionario de los Trabajadores y fue uno de los
fundadores de su brazo armado el Ejército Revolucionario del Pueblo.
Recibió adiestramiento militar en tácticas guerrilleras en Cuba. Tenía gran
experiencia de combate. El 19 de enero de 1974 integró la Compañía “Héroes
de Trelew” del ERP que realizó el ataque a la Guarnición Militar de Azul,
provincia de Buenos Aires. La guarnición estaba integrada por el Regimiento de
Caballería Blindada y el Grupo de Artillería Blindada 1. En la acción resultó
muerto el Coronel Camilo Arturo Gay y su esposa Hida Irma Casaux de Gay.
También fue secuestrado el Teniente Coronel Jorge Roberto Ibarzabal posteriormente
asesinado por los terroristas. Más tarde comandó la “Compañía de Monte Ramón
Rosa Jiménez”, el grupo guerrillero que operó en las zonas de monte de la
provincia argentina de Tucumán, hasta ser herido en una pierna durante una
emboscada montada por el Ejército Argentino. En diciembre de 1975 participó del
frustrado ataque al Batallón de Arsenales 601, que el Ejército Argentino tenía
en la localidad de Monte Chingolo, provincia de Bs. As. Cuando el gobierno
militar de la Argentina desarticuló a los movimientos terroristas, en 1977,
fugó a Brasil y luego a España. Desde allí se trasladó a Nicaragua donde se
incorporó a las fuerzas sandinistas en el llamado Frente Sur, comandando un
grupo de artillería.
[xiv]
SÁNCHEZ, Roberto y LAREU, Silvia: eran dos terroristas del PRT-ERP con gran
experiencia de combate y entrenados en Cuba que también tomaron parte del
atentado contra Somoza y escaparon con vida. Ambos habían participado del
ataque al Batallón de Arsenales 601, en diciembre de 1975. En enero de 1989, murieron
durante el ataque al Regimiento Infantería Mecanizada 3 de La Tablada, en la
provincia de Bs. As. Gobernaba en ese entonces en la Argentina el presidente
constitucional Raúl Alfonsín.
[xv] GORRIARÁN MERLO, Enrique H.: Ob. cit. p. 410.
[xvi] GORRIARÁN MERLO, Enrique H.: Ob. cit. p. 437.
[xvii] ANDREW, Christopher y Oleg GORDIEVSKY: “KGB.
La historia interior de sus operaciones desde Lenin
a Gorbachev”. Ed. Plaza & Janés. Barcelona 1991.
p. 272.
[xviii] URGENTE 24. INFO: Artículo del servicio de noticias del 21/12/04.
[xix] En
1978, la KGB asesinó en la ciudad de Londres al desertor búlgaro Georgi Markov
después de que le inyectaron una cápsula de ricino en el muslo, supuestamente
por medio de una estocada asestada con un falso paraguas. También se acusa a
los organismos de inteligencia rusos de la muerte del periodista de la Novaya
Gazeta y legislador del partido liberal Yabloko, Yuri Schekochikhin, en julio
de 2003, y del ataque a otra periodista de ese periódico, Anna Politkovskaya,
quien afortunadamente sobrevivió al envenenamiento de su té. Para más datos ver
GUTTERMAN, Steve: “Rusia y el veneno como herramienta política”.
Artículo publicado en La Nación, Bs. As. 26/12/04.
[xx] THOMAS, Gordon: “Mossad. La historia secreta”. Ed. Vergara. Bs. As. 2000. ps. 144 a 153.
[xxi]
SANTORO, Daniel: “Acusan a Pinochet de ordenar el asesinato de Prats en
Palermo”. Artículo publicado en el suplemento Zona del diario Clarín Bs.
As. 19/6/05, p. 38.
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