LAS
TENDENCIAS DEMOGRÁFICAS DEL SIGLO XXI Y SU IMPACTO EN LAS RELACIONES
INTERNACIONALES
RESUMEN:
El creciente aumento de la población ha generado a su vez un crecimiento
en los indicadores de otras variables tales como urbanización, migraciones
internacionales, explotación de recursos naturales, calentamiento global y
cambio climático, desarrollo metodologías de producción de alimentos más
agresivas para el medio ambiente y elevación de los niveles de consumo en
general. Al mismo tiempo ha disparado las tasas de marginalidad, pobreza y
violencia social. Esta dinámica se ha proyectado también al campo de las
relaciones internacionales en forma de restricciones a los movimientos de población,
aparición de fronteras fortificadas, resurgir de peligrosas tendencias
nacionalistas y racistas, acompañadas de un crecimiento de las expresiones
políticas (partidos y dirigentes) que explotan los sentimientos xenófobos. Hoy
la forma en que se resolverá el problema demográfico determinará el futuro de
la humanidad.
“Si miro el mundo objetivamente, creo que será un milagro
si los seres humanos sobreviven en un mundo decente dentro de cien años”
Noam Chomsky
EL ANTROPOCENO
Hace unos pocos años atrás,
precisamente el 12 de octubre de 1999, las Naciones Unidas anunciaron
solemnemente que la Humanidad había alcanzado la asombrosa cifra de 6.000
millones de individuos. Una década más tarde, ese mismo organismo internacional
realizó un nuevo anuncio: los tripulantes de la “nave Tierra” habían aumentado sustancialmente y en el 2012
arribaron a la cifra de 7.200 millones de seres humanos. En ambos casos se
trataba, desde luego, de estimaciones fundadas en censos y estadísticas, por
cuanto resulta absolutamente imposible medir con exactitud el tamaño de la
población, especialmente si se trata de la todo el planeta.
Poco importa la precisión del
cálculo, lo significativo es el ritmo de crecimiento de la población mundial y
sus múltiples implicaciones. Una breve revisión a la cronología de los
anteriores hitos, o, lo que es lo mismo, a las fechas aproximadas en las que el
tamaño de la población mundial sumó los anteriores millones de personas, puede
proporcionar una primera aproximación a la peculiar dinámica de su crecimiento.
(Tabla 1)
HITOS EN LA EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN MUNDIAL
AÑO
|
MILLONES DE
HABITANTES
|
NÚMERO DE AÑOS
ENTRE HITOS SUCESIVOS
|
1804
|
1.000
|
¿?
|
1927
|
2.000
|
123
|
1960
|
3.000
|
33
|
1974
|
4.000
|
14
|
1987
|
5.000
|
13
|
1999
|
6.000
|
12
|
2010
|
7.000
|
11
|
Tabla Nº 1
Tal como pone en evidencia la tabla
anterior más de la mitad del actual tamaño de la población mundial se generado
en los últimos cincuenta años, y seis séptimas partes del mismo, en el corto
lapso de apenas dos siglos. En otras palabras, hace cincuenta años el número de
los humanos era menos de la mitad del actual; y hace sólo doscientos, la
séptima parte. La tabla también revela que el número de años que la población
humana ha necesitado para añadir mil millones a su volumen ha tendido a
reducirse conforme se acercaba al presente; y pone de manifiesto que tardó
muchísimo más en alcanzar los primeros mil millones que en sumar los seis
millares siguientes. Por consiguiente, la tabla apunta a la existencia de dos
fases en la historia de la población humana, separadas inicialmente por la
Revolución Industrial, es decir, aproximadamente la fecha en la que se
alcanzaron los primeros mil millones de habitantes: una muy larga, de
crecimiento lento, casi imperceptible, y otra muy corta, de crecimiento muy
acelerado, en forma de bola de nieve. (ROMERO:2010:58)
Pero, la siguiente tabla será aún
más ilustrativa.
EVOLUCIÓN DEL TAMAÑO DE LA POBLACIÓN MUNDIAL EN FECHAS
ELEGIDAS
AÑO
|
TAMAÑO DE LA
POBLACIÓN
(en millones)
|
TASA DE
CRECIMIENTO ANUAL
(en %)
|
AÑOS NECESARIOS
PARA DUPLICAR A ESA TASA
|
11.784 a. C
|
------
|
------
|
-----
|
8.000 a. C.
|
8
|
0.00076
|
91.204
|
0
|
300
|
0,0453
|
1.530
|
1750
|
800
|
0,056
|
1.238
|
1800
|
1.000
|
0,446
|
155
|
1850
|
1.300
|
0,525
|
132
|
1900
|
1.700
|
0,535
|
129
|
1950
|
2.500
|
0,771
|
90
|
1975
|
4.100
|
1,979
|
35
|
2000
|
6.000
|
1,523
|
46
|
2012
|
7.200
|
1,453
|
43
|
Tabla Nº 2
La primera columna de la Tabla Nº 2
se compone de cierto número de fechas seleccionadas por su significado,
simbólicas o simplemente indicativas. La segunda proporciona el tamaño estimado
de la población mundial para cada una de ellas. La tercera registra la tasa de
crecimiento de esa misma población entre esa fecha y la inmediatamente
precedente. La cuarta columna, finalmente, presenta el número de años que
tardaría en duplicarse la población mundial si creciera a la tasa de
crecimiento de ese momento. No hace falta insistir en que las dos últimas
columnas indican o ponen de manifiesto el ritmo o velocidad del crecimiento de
cada fase.
Por lo que hace a las fechas, la más
difícil es la primera que comprende el comienzo del Holoceno al fin de la
última glaciación. El comienzo del período interglaciar en el que la
temperatura se hizo más suave y la capa de hielo se derritió. Momento en que se
sitúa el punto de partida del homo sapiens sapiens es decir, la actual especie
humana diferenciada de sus antecesores. La denominación de Holoceno, etimológicamente, una era “enteramente nueva”, fue establecida por el Congreso Internacional de Geología de 1885, para designar el paso de una sociedad de cazadores – recolectores a una basada en la agricultura. Esa fecha es, por supuesto, incierta y aproximada. De hecho, varía a medida que nuevos descubrimientos arqueológicos y antropológicos retrotraen a fechas más antiguas los vestigios humanos más remotos de los que se tiene noticias. En esta ocasión supondremos que la especie humana se diferenció de sus predecesores y que originariamente estuvo compuesta por dos individuos, aunque lo más probable es que consistiese en un conjunto de bandas itinerantes que contaban unos pocos miles de individuos. Las restantes cifras, para las siguientes fechas, ya son estimaciones cuya verosimilitud aumenta a medida que nos aproximamos al presente.
En la maraña de cifras contenidas en
la tabla 2, especialmente en los indicadores recogidos en las columnas tercera
y cuarta, pueden reconocerse tres discontinuidades, tres cambios de ritmo,
especialmente llamativos. Son las que corresponden a los años 1750, 1950 y
1975. La primera es la que divide en dos grandes fases la historia de la
población humana: una larga y lenta, de crecimiento pausado, casi imperceptible
en el largo plazo; y una segunda breve y rápida. Puede decirse que el período
excepcional durante el cual la población del mundo adquirirá el grueso del
volumen que tiene en la actualidad se inicia a mediados del siglo XVIII –más
bien a sus comienzos, si utilizáramos datos más desagregados-. El profesor
Thomas McKeown propuso aceradamente para este período la denominación de “la era del Moderno Crecimiento de la Población”
(MCP), por analogía con la expresión “Moderno
Crecimiento Económico” con la que los economistas designan a la era
inaugurada por la Revolución Industrial. Aunque más adecuada nos parece el
neologismo: “Antropoceno”, creado por
el premio Nobel de Química holandés, Paul Crutzen, para describir el transcurso
de los dos últimos siglos, en los que el hombre se ha convertido en una fuerza
geofísica capaz de transformar profundamente la naturaleza (AKAL:2009:169).
Precisamente, este término describe
el efecto cada vez mayor de la humanidad sobre
la biosfera, a partir de alrededor de 1800, con el surgimiento de la
sociedad industrial, el crecimiento exponencial de la población, la
urbanización y la utilización masiva de combustibles fósiles.Según Crutzen, actualmente nos encontramos en la fase II (1945 – 2015) del antropoceno, a la que da el nombre de “gran aceleración”, ya que el efecto negativo del crecimiento de la Humanidad sobre el planeta se ha acelerado considerablemente durante el período.
Tras haberse multiplicado sin precedente, durante los últimos cincuenta años, la especie humana ha modificado drásticamente el medio ambiente, alterado la maquinaria climática y deteriorado el equilibrio de la biosfera. Es difícil no alarmarse frente a un crecimiento poblacional que, en 2012, es alrededor de ochenta millones de individuos al año. Los mantos freáticos se agotan, la erosión del suelo avanza, los glaciares se derriten y nuestras reservas de peces desaparecen. Casi mil millones de personas padecen hambre a diario y en unas cuantas décadas tendremos que alimentar a dos mil millones de bocas adicionales, nacidas sobre todo en países pobres. ¿Cómo funcionará el planeta en estas condiciones? (KUNZIG:2011)
EL IMPACTO DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Resulta evidente que a partir de la Revolución Industrial la población humana entro en una fase de expansión acelerada. En pocas palabras cada día somos más y pronto seremos muchos más aún. Para colmo de males nuestro estilo de vida nos lleva a consumir cada vez más. El hombre primitivo producía poco impacto sobre el ecosistema que los albergaba. Se conformaba con los alimentos que podía cazar o recolectar. Su vestimenta era escasa y al igual que su vivienda esta construida con materiales biodegradables (pieles de animales y elementos vegetales). Incluso sus residuos orgánicos eran rápidamente asimilados por el ecosistema.
Mientras que el hombre actual, es un
ser cada vez más urbano e industrial, que vive usando e inmediatamente
descartando gran cantidad de productos suntuarios, desarrolla actividades que
impactan fuertemente sobre el medio ambiente, depreda recursos fósiles no
renovables al mismo tiempo que genera ingentes cantidades de desechos
contaminantes y no degradables.
A pesar de la menguante tasa de
natalidad, todo indica que la población mundial seguirá aumentando en las
próximas décadas, sobre todo en los países más pobres. Si los miles de millones
que anhelan salir de la pobreza siguen el camino trazado por las naciones en
desarrollo, también ingresarán a la sociedad de alto nivel de consumo por lo
cual terminaran haciendo uso intensivo de los recursos de la Tierra hasta
agotarlos.
Este breve trabajo no pretende
investigar las causas que llevaron al brusco crecimiento de la población sino
analizar las consecuencias que el mismo acarrea a los efectos de alertar sobre
el peligro a que nos enfrentamos como especie.
A priori diremos que es posible
apreciar que el crecimiento desmedido de la población impacta directamente
sobre diversos ámbitos potenciando ciertos problemas que afectan a la
humanidad. Ellos son:
·
Urbanización.
·
Migraciones.
·
Sociedad de consumo / industrialización.
·
Explotación de Recursos Naturales.
·
Contaminación / Desechos domiciliarios.
·
Pobreza, marginalidad y delito
1. URBANIZACIÓN
En la primera década del siglo XXI
la población mundial se ha convertido en predominantemente urbana. La
trascendencia de la transformación es tanto mayor si se tiene en consideración
la velocidad, progresivamente acelerada, en que se ha incrementado la población
urbana. La tabla 3 (ROMERO:2007:280) ilustra este crecimiento:
AÑO
|
PORCENTAJE DE
LA POBLACIÓN MUNDIAL
|
1800
|
3%
|
1900
|
13%
|
1967
|
27%
|
1980
|
33%
|
2000
|
47%
|
2007
|
51%
|
Como ilustra esta tabla, en términos
históricos la urbanización es pues, un proceso relativamente reciente y
notablemente acelerado. Es evidente que la consolidación del capitalismo y sus
efectos concentracionistas llevó a la formación mundial de centros políticos y
progresivamente industriales, en muchos casos capitales de nuevas potencias que
se iban añadiendo a los países en rápida y creciente industrialización como
Berlín, San Petersburgo o Tokio. Sin embargo, los crecimientos de población más
espectaculares siempre correspondieron a las ciudades manufactureras e
industriales, protagonistas también de la progresiva concentración de capital y
estructura financiera que caracterizó al capitalismo a ambas orillas del
Atlántico, como Chicago, Nueva York o Filadelfia , en los Estados Unidos, o la
inglesa Manchester, el centro mundial de la producción textil.
El desarrollo de las megaciudades ha
originado una enorme serie de problemas de enorme gravedad. En términos
generales, los elementos de esa crisis pueden ser sintetizados en dos aspectos:
1.- Los recursos
necesarios demandados por las ciudades.
2.- La generación
de residuos.
Tanto uno como otro elemento
involucran a su vez una serie de cuestiones de primerísima importancia que van
desde la organización y distribución física de la población hasta la
contaminación ambiental genera una población concentrada de millones de
personas.
La aglomeración de personas en las
grandes urbanas trae aparejada la falta de viviendas adecuadas, con la
consecuente conformación de zonas semi o precariamente urbanizadas en las que
las condiciones de vida no guardan ni las condiciones de seguridad ni las de
higiene básica. Se trata de grandes concentraciones que ocupan terrenos no
aptos para la vivienda, como morros a la vera de las ciudades brasileñas, donde
se han multiplicado las “favelas”, o las áreas inundables a la orilla de
arroyos y ríos contaminados en las grandes ciudades argentinas.
Estos “espacios de marginalidad” dentro del ámbito de la ciudad, sin agua
corriente, cloacas o sistemas de energía adecuados, implican un deterioro en la
calidad de vida de miles de personas, condenadas a la pobreza en sus más
variadas expresiones.
Por otra parte, la multiplicación de
asentamientos precarios elimina o limita la posibilidad de contar en la ciudad
y en sus alrededores con amplios espacios verdes, esenciales para contrarrestar
la contaminación ambiental urbana.
El desarrollo de las ciudades se ha
visto también cruzado por otras disparidades presentes entre su crecimiento
demográfico y la capacidad estructural de resolverlas no sólo con antelación,
sino a medida que se presentan en el tiempo. Entre estas disparidades se
destacan las relativas al consumo energético y los servicios en general, como
así también al transporte privado y público.
La concentración de viviendas,
industrias y comercios implica un consumo energético cada vez mayor, utilizado
tanto para la vida cotidiana como para una producción intensiva y una creciente
publicidad comercial. No escapa a esta crisis el mayor consumo de bienes de
servicios elementales y sofisticados, en su mayoría demandantes de energía
eléctrica. Al mismo tiempo, las viviendas actuales son cada vez mayores
consumidores de energía para iluminación, calefacción y refrigeración.
La creciente población concentrada
en las ciudades también demanda cada vez más alimentos, con la consiguiente
explotación de tierras y consumo de aguas para satisfacerla. Una importante
superficie de bosques tropicales han sido desforestados para ser utilizados
como campos de cultivo o pastoreo. La explotación intensiva impide la
regeneración de los suelos para su mejor y permanente utilización. El agua se
escurre por ellos en vez de filtrarse, reduciendo la capacidad de las capas
subterráneas y provocando inundaciones en las poblaciones cercanas. La
explotación intensiva en las aguas dulces y costeras ha mermado los recursos
piscícolas naturales y el tránsito en las aguas conlleva el riesgo de contaminación
y la pérdida de especies.
2. MIGRACIONES
Durante los cuarenta mil años que el
homo sapiens habita el planeta ha estado en continuo movimiento. Grupos de
hombres han estado desplazándose, de una zona a otra, de una región a otra, de
un continente a otro. Así a través de la historia. En esa forma el hombre fue
ocupando los diversos escenarios geográficos.
No todos
los desplazamientos presentaron las mismas características. Los traslados de
población suelen diferenciarse, entre otras causas, por su duración y por las
motivaciones que los originaron. Así encontramos incursiones, invasiones,
migraciones, diásporas, flujos turísticos, etc.
Los desplazamientos humanos que
implican un cambio permanente de residencia y la suspensión de las actividades
laborales en un lugar para reorganizarlos y reanudarlos en otro, reciben la
denominación de migraciones. [Weeks: 1984: 61]
Usualmente, al clasificar a las
migraciones suele distinguirse entre traslados forzados y traslados
voluntarios. Cuando los hombres deben abandonar sus hogares para salvar la vida
–debido a guerras, persecuciones políticas, raciales o religiosas, epidemias,
hambre, etc.- la migración se considera forzada. Por el contrario, se denominan
como voluntarias o económicas aquellas migraciones motivadas por la búsqueda de
progreso económico, mayores oportunidades de desarrollo profesional y/o una
mejor calidad de vida.
Según otra interpretación, la
búsqueda de empleo, de condiciones laborales y salario digno constituyen
también una suerte de traslado forzado. Considera que nadie enfrenta los costos
y riesgos de emigrar si puede evitarlo. La mayoría de la gente prefiere
permanecer donde están sus afectos.
En un
mundo donde 1.020 millones de personas, según la FAO, sufren hambre no puede
sorprender que muchos seres humanos pongan en riesgo su vida o se conviertan
virtualmente en “esclavos” para escapar a destino de pobreza y hambre. [La
Nación: 21/06/09]
En base a esta interpretación, el
carácter voluntario de una migración debería aplicarse en forma más restringida
para hacer referencia a cierto tipo de traslados. Por ejemplo, a las
migraciones de talento. Tal el caso del empleado de una empresa transnacional
que es trasladado a una filial de la firma en el extranjero. Algo similar
podría decirse de los diplomáticos, personal militar o funcionarios de
organismos internacionales.
También debería considerarse como
migración voluntaria el traslado de personas de la “tercera edad”, en situación de pensión, que cambian su residencia
en búsqueda de climas más benignos, mejores servicios hoteleros y sanitarios, o
aprovechan las diferencias cambiarias para lograr un mejor rendimiento de sus
ingresos.
Todos estos aspectos, reflejan que
bajo la denominación de “migración”
hoy se engloba a un fenómeno social complejo. Por ello, toda generalización
puede ser errónea.
a. Más gente en movimiento
Entre 1820 y 1924, más de cincuenta
y cinco millones de europeos fueron registrados atravesando el Atlántico hacia
destinos americanos. [Devoto: 2009: 45] A priori, puede parecer una cifra muy
elevada. Pero no lo es tanto si se la compara, por ejemplo, con el dato
suministrado por el ACNUR, en su Informe 2009. Unos cuarenta y dos millones de
personas en todo el mundo han debido dejar sus hogares a causa de guerra,
conflictos internos y otras formas de violencia y han pasado a ser refugiados. Es decir,
migrantes forzados, que en un ochenta
por ciento se encuentran en países del Tercer Mundo.
A ellos podríamos sumar los dos
millones ochocientos mil estudiantes universitarios que, según la UNESCO, se
encuentran matriculados en institutos de enseñanza superior fuera de sus países
de origen. Una cifra que se incrementó en un cincuenta y tres por ciento en los
últimos diez años.
Consideradas estas cifras no parece
excesiva la estimación de que más de novecientos cincuenta millones de personas
se encuentran en movimiento anualmente sobre el planeta. De ellos, según la
Organización Internacional de las Migraciones, hay ciento noventa y un millones
de personas trashumantes, emigrantes
legales e ilegales –voluntarios o forzados-, nómades que deambulan por el planeta buscando mejores destinos y se
instalan, en forma provisional, en algún
Estado distinto del cual vieron la luz por primera vez. [Noble: 2001: 1] La
mayoría son hombres en edad laboral (54%), aunque el número de mujeres se está incrementando.
¿Por qué hay más gente que emigra?
La respuesta es sencilla: porque somos más. Recordemos una vez más que el
hombre demoró unos 40.000 años en alcanza la cifra de 1.000 millones de
personas hacia el 1800. Pero, un siglo más tarde, es decir, en el 1900 había
alcanzado el monto de 1.600 de individuos. Hoy, superamos los 7.000 millones de
personas y la humanidad continúa en expansión acelerada. [Sartori y Mazzoleni:
2003:19]
Por lo tanto, si comparamos que
mientras transitábamos el incremento de 1.000 a 1.600 millones de personas, 55
millones se trasladaron de Europa rumbo al continente americano. Ahora que
rondamos los 7.000 millones de personas resulta lógico que los flujos
migratorios se incrementen proporcionalmente o aún más. Especialmente, si consideramos que de los 55
millones que dejaron Europa entre 1820 y
1924, 20 millones lo hicieron tan sólo entre 1901 y 1909.
Además del incremento cuantitativo
de los flujos migratorio se han operado en el escenario global algunos cambios
que han transformado a las migraciones en una delicada cuestión que afecta a la
seguridad internacional en su conjunto. Entre otras pueden citarse los
siguientes.
1.- Cambio en el
paradigma en la interpretación del rol desempeñado por el inmigrante.
2.-
Criminalización del fenómeno migratorio.
3.- Inversión del
flujo migratorio.
4.- Los migrantes
ambientales.
5.- Aparición de una cultura de la segregación
6.- Aparición de barreras fronterizas.
7.- Mejoramiento en los sistemas de transporte
y comunicaciones.
8.- Modificación de los criterios para el
otorgamiento de la ciudadanía.
b. Cambios en el escenario migratorio
Desde los tiempos del comienzo de
la industrialización la inmigración ha estado asociada con las características
de “europeo”, “trabajador”, “con cierta
privación de medios” e
implícitamente “agricultor”.
[Devoto: 2009: 31] Así lo reflejan diversos instrumentos internacionales de la
época. En la Conferencia Internacional de Roma, en 1924, en la que se intentó
establecer una política migratoria común, se propuso una definición de migrante
muy exclusiva. La definición comprendía a todo aquel que viajaba para reunirse
con parientes emigrados con esa intención. Se incluía además la voluntad de
residencia permanente. En cambio, si la persona se trasladaba para buscar
trabajo pero sólo en forma temporaria, se lo consideraba trabajador y no
emigrante. Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo propuso, en
1932, considerar “emigrante”,
simplemente a toda aquella persona que cambiaba de residencia –y de país- por
lo menos durante un año. [Devoto: 2009: 36]
Así el inmigrante era considerado
como un elemento valioso ligado al trabajo pero también al progreso. La
inmigración aumentó en forma desmedida la población de la Argentina en sesenta
por ciento entre 1870 y 1910, y su fuerza de trabajo en un ochenta y seis por
ciento. La población de Canadá aumentó un treinta y dos por ciento debido a la
inmigración y su fuerza de trabajo, un cuarenta y cuatro por ciento en el mismo
período. En los Estados Unidos, con una base de población más numerosa, el
aumento proporcional fue menor pero todavía sustancial: el diecisiete por
ciento de la población y el 24% de la fuerza de trabajo.
En ese momento histórico la
inmigración era apreciada y estimulada. Tanto por los estados emisores que
aliviaban sus problemas de desocupación y de mayor demanda de infraestructura
debido al acelerado incremento poblacional. Como por los países receptores,
escasos de población y por ende necesitados de mano de obra. En general, se
valoraban los hábitos de trabajo y ahorro de los recién llegados. Los Estados
nos sólo recibían gustosos a los inmigrantes sino que rivalizaban para
captarlos. Los gobiernos solían apelar a comisiones y agentes reclutadores en
Europa, pasajes y alojamiento gratuito y hasta la entrega de tierras a los
recién llegados.
Los dos grandes conflictos mundiales
gradualmente cambiaron el panorama. Por un lado, la gran mortalidad de la
guerra redujo la población europea en edad laboral. Por el otro, pareció el
concepto de “refugiado”, un
inmigrante, en muchos casos sin “valor
económico”, pero al que se debía acoger y asistir por razones humanitarias.
Es decir, un inmigrante aceptado pero no deseado. Un inmigrante que dejaba de
ser un símbolo de progreso para convertirse en una carga para la sociedad
receptora. Paralelamente, comenzó el proceso de descolonización y la población
de los nacientes países del Tercer Mundo comenzó a incrementarse gracias a los
avances en la medicina, en la alimentación y la urbanización.[ONU: 1997]
Lentamente el flujo migratorio
comenzó a invertirse. Luego de la recuperación de la postguerra, Europa y los
restantes países de mayor desarrollo dejaron de ser expulsores de población
para convertirse en receptores. De colonizadores pasaron a ser pacíficamente
colonizados por la población de sus antiguas posesiones de ultramar.
c. La Criminalización del Inmigrante
Gradualmente, el paradigma que
valorizaba al inmigrante como factor de progreso se modificó pasando a
considerar al trabajador extranjero como un riesgo de seguridad. Cesó el
aliento e impulso a la inmigración y los gobiernos comenzaron a implementar
mecanismos para impedirla o al menos desalentarla. Así, nació la “inmigración ilegal”. Hoy el inmigrante
está asociado a la marginalidad y al delito. En algunos países, los prejuicios
suelen vincular al inmigrante, si es latino con la droga, y si es musulmán con el terrorismo.
Es cierto que el inmigrante suele
habitar el mismo territorio que el delito. Pero, en la inmensa mayoría de los
casos no es su elección. Los Estados al cerrarse a la inmigración legal con barreras
físicas e incrementos en los requisitos de recepción –sistemas de puntaje-
impulsan a los inmigrantes desesperados a vincularse con organizaciones
dedicadas a la trata de personas.
El inmigrante se ha convertido en
inmigrante ilegal. En un “indocumentado”,
que está pero que no existe y a quien se puede explotar, tal como el mismo
presidente Obama reconoce: “Hoy en día el inmigrante ilegal es una persona
desesperada que llega a extremos tales como poner en riesgo su vida, cruzando
desiertos, embarcándose en precarias pateras y aceptando ser encerrado en
oscuros contenedores durante semanas. El espejismo de una vida mejor los lleva
incluso a venderse como “esclavos”
pagando con su trabajo y con su cuerpo durante años a quienes los han trasportado
hasta el paraíso capitalista con el sólo objeto de explotarlos y abusar de
ellos.
En esta forma, los inmigrantes se
convierten en víctimas de los “cabezas de
serpientes” chinos, los “coyotes”
mexicanos, los “paseros” bolivianos y
otros traficantes de personas [Gayraud: 2007]. Anualmente más de tres mil
personas mueren al intentar ingresar ilegalmente al territorio de la Comunidad
Europea y otros cuatrocientos fallecen en la frontera mexicano – estadounidense
y sus aledaños.
Según estimaciones de la Organización
Internacional de Migraciones, la trata de personas afecta anualmente a unos
cuatro millones de seres humanos, objeto de tráfico ilegal a través de
fronteras internacionales. La mayor parte de estos inmigrantes son mujeres y
niños. Unos quinientos mil de ellos logran ingresar ilegalmente al territorio
de la Comunidad Europea y otros cincuenta mil lo hacen a los Estados Unidos de
América. Como veremos posteriormente más de setecientos mil inmigrantes
ilegales con contenidos anualmente en las fronteras de los Estados Unidos.
Pero, es necesario reiterarlo, el
inmigrante no elige ser ilegal, indocumentado, marginal y delincuente. Es el
Estado receptor quien lo reduce a esa condición cuando el impide ingresar y
ofrecer su trabajo por la vía legal.
d. Desarrollo de una cultura de la segregación
La expansión de fenómeno migratorio
y su criminalización han impulsado en el mundo en desarrollo el surgimiento de
un discurso racista y xenófobo que en momentos de crisis prende con facilidad
en la población. La interpretación instrumental de la inmigración (reducida a
recurso económico de bajo costo) tiene como contrapartida un discurso que no
duda en plantear como solución una política expulsiva que vulnera los derechos
de los trabajadores inmigrantes y tiende a estigmatizarlos en el campo social
(considerándoloscomo “sobrantes” o “amenaza laboral”). Tal lo expresado por
el ex ministro de Trabajo español, Celestino Corbacho, quien además de llamar a
combatir la “inmigración ilegal”,
manifestó en 2009 que España ya no podía absorber más inmigrantes, siendo el “mercado laboral” quien marcaba la
“capacidad de acogida de un país”. (Borra : Rebelión : 2011)
Este paradigma tiende a difundirse
rápidamente por la Europa comunitaria. De hecho diecinueve estados europeos
tienen partidos políticos con representación parlamentaria que impulsan
políticas antiinmigratorias. En particular, en Holanda, Austria, Finlandia,
Estonia, Dinamarca, Estonia, Lituania, Italia, Francia y Rumania esos partidos
tienen una importancia significativa en sus respectivos países.
En España, por ejemplo, en las
elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo de 2011 mostraron que el
número de votos de los partidos antiinmigración (que incluyen España 2000,
Democracia Nacional, Coalición Valenciana, Plataforma por Catalunya, Falange
Española o Alternativa Española, entre otras), se ha duplicado en cuatro años
pasando de 47.000 votos a más de 100.000. Lo cual no sorprende si se considera
que la inmigración está en cuarto lugar entre las principales preocupaciones de
los españoles.
Italia, uno de los países que mayor
exportación de inmigrantes realizó en los siglos XIX y la primera mitad del XX,
es quien tiene la actitud más radical hacia la inmigración. El gobierno de
Berlusconi aprobó, el 02 de julio de 2009, una nueva ley de seguridad que
criminaliza a la inmigración ilegal y sanciona duramente no solo a los
inmigrantes sino también a quienes cooperen de cualquier forma con ellos.
Con esta nueva legislación la inmigración
ilegal se penaliza con una multa de entre 5.000 y 10.000 euros y expulsión.
Obliga a los funcionarios públicos a denunciar a los inmigrantes sin papeles,
eximiendo tan sólo a los médicos y directores de centros educativos. También el
alquilar un apartamento a un inmigrante ilegal u ofrecerle hospedaje se
convierte en un delito que se sanciona con hasta tres años de cárcel. No se
permiten matrimonios entre ilegales aunque uno de ellos tenga sus documentos en
regla y para evitar los matrimonios de conveniencia para obtener más
rápidamente la ciudadanía italiana los aspirantes a esposos deberán convivir
dos años. La ley también obliga a los padres extranjeros de un recién nacido a
presentar el permiso de estadía para registrar el nacimiento, lo que seguramente
contribuye a incrementar el fenómeno de los indocumentados o como se los
denomina en Europa, los “niños
invisibles”.
Pero la medida más emblemática,
adoptada por presión del movimiento xenófobo Liga Norte, de extrema derecha, es
que “asociaciones de ciudadanos”
realicen rondas para vigilar las ciudades por las noches. En esta forma cuerpos
de parapoliciales de vecinos reemplazarán las funciones que antes cumplían
exclusivamente los cuerpos estatales de
aplicación de la ley.
e. La Inversión de los Flujos Migratorios
Por otra parte, tal como se ha
mencionado, resulta evidente que se ha operado una inversión de los flujos
migratorios. En los siglos XIX y XX las corrientes migratorias salían de Europa
rumbo a América y las colonias europeas de Asia y África. Eran los tiempos en
que Rudyard Kipling (1865 / 1936) hablaba de “la carga del hombre blanco”. Hoy, por el contrario, los flujos
migratorios van desde los países pobres a las naciones ricas. Dentro de esos
países pobres no sólo se ubican las naciones del Tercer Mundo sino cualquier
país que no ofrezca la calidad de vida que un inmigrante cree que hallará en
Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia o Japón. Los deseos de un mejor
futuro, para ellos y para sus hijos, impulsan a emigrar a millones de personas
de la Europa del Este, India, Turquía, China, América Latina y por supuesto
África.
Hace algo más de un siglo, los
deseos de emigrar nacían, por ejemplo, de las cartas que enviaban quienes
habían partido inicialmente. Muchos emigrantes eran analfabetos, por lo cual,
para comunicarse con sus parientes, apelaban a los servicios de “escritores profesionales” para
confeccionar sus misivas. Estos “ghostwriting”
solían adornar los éxitos económicos logrados por sus clientes. Los familiares
del emigrado usualmente también eran analfabetos. Por lo cual, frecuentemente
apelaban a los buenos oficios del sacerdote de su pueblo para la lectura de las
cartas. Así, surgió una tradición. En muchos pueblos europeos, los domingos,
después de la misa, se leían a toda la comunidad las noticias que enviaban
quienes habían partido “a hacer la
América”. Esos relatos se convirtieron en un poderoso estímulo para
impulsar a otros hacia a tomar el mismo rumbo.
Actualmente, el estímulo para la
emigración no necesita de correspondencia, llega en forma directa. Los medios
de comunicación, en especial la televisión satelital y la Internet con sus
redes sociales, proyectan a todos los rincones del planeta un modelo de vida,
de consumo y de bienestar que se convierte en una meta de vida para muchos
miembros de sociedades pobres. Para quienes poco y nada tienen, para el
habitante de un barrio pauperizado de América Latina o para el trabajador
agrícola de una aldea subsahariana, vivir en un pequeño departamento de una
ciudad europea y poseer un automóvil de segunda mano pueden constituir un
verdadero cambio de vida. Aún cuando para conseguirlos deban abandonar a sus
seres queridos, poner en riesgo su vida, y trabajar muy duro en condiciones
precarias durante años. En otras palabras, es el “efecto de demostración” de las sociedades plutocráticas del primer
mundo el factor que impulsa la inmigración desde las sociedades pobres.
f. Los migrantes ambientales
Los cálculos más recientes
pronostican que, de aquí a 2050, entre doscientos y mil millones de personas se
verán obligadas a migrar por causas medioambientales. La amplitud del abanico
de esas cifras certifica, por una
parte, las dificultades actuales para evaluar con exactitud ese flujo de
poblaciones, y, por otra, los vagos contornos de las definiciones en vigor.
Éstas abarcan –aparte de las migraciones inducidas por los factores climáticos-
a las víctimas de catástrofes geofísicas, como terremotos, maremotos o
erupciones volcánicas, que afectaron a unas cuatrocientas cincuenta mil
personas por año entre el 2000 y el 2006. También pueden incluir a las
poblaciones desplazadas tras una catástrofe industrial o, según los casos, a
consecuencia de grandes obras de infraestructura como presas.
El vínculo entre migración y
catástrofe natural no es nuevo. Se remonta a los inicios de la historia de la
Humanidad. En la era Moderna, por ejemplo, el terremoto de Lisboa en 1755 y la
enfermedad de la papa sufrida por Irlanda a finales del siglo XIX provocaron
importantes desplazamientos de poblaciones. A causa de la alteración del factor
climático, estas catástrofes han tendido a multiplicarse. Así, entre 1987 y
2007, su número se multiplicó por dos y medio de doscientos a cuatrocientos casos
anuales. Del mismo modo, cabe notar que el riesgo de migraciones forzadas por
un accidente ecológico de origen humano, de la que existían precedentes de
Bhopal o Chernóbyl, ha aumentado por el desarrollo de marchas forzadas de los
países en ascenso.
En una situación de crecimiento
demográfico mundial y de hipersensibilidad política ante la cuestión
migratoria, la preocupación global –a corto, medio y largo plazo- por los
desplazamientos de poblaciones inducidos por una quiebra medioambiental (de
origen natural o humano) resulta indispensable. El debate fértil y las
soluciones esbozadas sobre las migraciones climáticas deberían permitir
colocarlas en un lugar destacado del orden del día de las grandes negociaciones
internacionales.
g.
Mejoramiento
en los sistemas de Transporte y Comunicaciones
A ello debe agregarse el sustancial
mejoramiento de los medios de comunicaciones. En 1850, el traslado desde el
noroeste de España –Galicia- hasta el Río de la Plata, demandaba unos cincuenta
azarosos días. Este viaje se redujo a veinte días en la década de 1870 con la
introducción del vapor. Para la década de 1930, con el empleo del motor a
diésel de combustión interna en la
navegación, el viaje solo demandaba trece días. Hoy ese mismo recorrido
puede realizarse en horas empleando un
avión. Los costos de los pasajes sufrieron una
reducción similar. En 1910, un pasaje a América en “tercera clase” demandaba
unas doscientas jornadas de trabajo para un peón. [Devoto: 2009: 56]. En
los diarios de Buenos Aires de la fecha
se ofrecen pasajes aéreos en clase turista,
ida y vuelta, por aproximadamente ochocientos dólares hacia Europa y
quinientos a los Estados Unidos. Tomando en consideración que un peón en la
industria de la construcción, que
trabaje informalmente (“en negro”),
puede ganar unos veinte dólares diarios,
podría pagar su traslado a Europa con cuarenta jornadas de trabajo, es decir, con la quinta parte del trabajo que
hubiera requerido el mismo recorrido en
1910.
Lógicamente estas cifras
corresponden a viajes corrientes y legales. Los que suelen emplear los
inmigrantes que ingresan en calidad de “turistas”
y permanecen ilegalmente en el país de acogida. Los valores son muy distintos
cuando esas mismas rutas son explotadas por lo traficantes de personas. Los
viajes pueden demandar meses y los costos incrementarse sustancialmente. Un
inmigrante ruso o de Europa del Este puede pagar aproximadamente unos diez mil dólares
a una red de tráfico por su ingreso y documentación de ciudadanía de Argentina.
Con ese pago, recibe un servicio que incluye un pasaporte y documento nacional
de identidad argentino. Ingresa legalmente como ciudadano aunque nunca haya
pisado el país y, por supuesto, desconozca el idioma.
h. Levantamiento de Barreras Fronterizas
Resulta evidente que la
globalización de las comunicaciones y el incremento de los procesos de
integración económica en bloques de Estados no han sido suficientes para
suprimir las fronteras. Muy por el contrario, la desigualdad económica entre
los Estados y los crecientes problemas que afectan a la seguridad internacional
–tales como el creciente poder de las organizaciones criminales
transnacionales, el incremento del terrorismo internacional -e incluso las
emergencias sanitarias como los brotes de cólera en la década de 1990, la
denominada “gripe aviar” en la década
siguiente y recientemente la “influenza
porcina o Gripe A1H1”- llevaron a un reforzamiento de los controles
aduaneros y a que muchas fronteras sufrieran un proceso de militarización.
En el siglo XXI, aquellas fronteras
que separan al mundo en vías de desarrollo de los países del mundo plutocrático
se han convertido en vallas que separan la pobreza de la prosperidad. Esta
situación también puede expresarse más brutal pero más directamente señalando
que estas fronteras sirven para mantener a los bárbaros del Tercer Mundo fuera
del Imperio. Un Imperio que a estos efectos se encuentra constituido por los
prósperos países capitalistas del Norte: los Estados Unidos, Canadá, Japón y la
Europa Comunitaria.
Las aguas del Mediterráneo donde los
africanos arriesgan su vida en las frágiles “pateras
marroquíes o los cayucos senegaleses” (Pizarro:2011:187) intentando
alcanzar las costas comunitarias de Europa. Las alambradas de acero y púas que
protegen los enclaves españoles de Ceuta y Melilla del ingreso de las hordas de
subsaharianos pobres. O la temible frontera que separa a México de los Estados
Unidos donde anualmente dejan sus huesos más de trescientos inmigrantes
ilegales provenientes de América Latina, son los nuevos “limes”, las fronteras amuralladas del tercer milenio.
En 2008, por ejemplo, 723.825
migrantes ilegales fueron detenidos cuando intentaban ingresar a los Estados
Unidos. Entre los detenidos figuraban 19.346 hondureños, 16.396 guatemaltecos,
12.068 salvadoreños y 1.466 nicaragüenses. La cifra de muertos fue de 386, algo
menor a los 398 que perecieron durante el año fiscal 2007.
Por otra parte, los controles
fronterizos anteriormente laxos comenzaron a hacerse extremadamente rigurosos
después de los trágicos sucesos del 11 de septiembre de 2001 en los Estados
Unidos -y sus secuelas de Madrid (11/3/2004) y Londres (7/7/2005) en los años
siguientes-. Los mayores controles en aeropuertos y las crecientes
restricciones en el otorgamiento de visas y permisos de residencia
proporcionaron un nuevo protagonismo a las fronteras.
En el próspero mundo desarrollado
las fronteras han cobrado una nueva relevancia. Hoy son barreras contra la
inmigración no deseada, contra el terrorismo y el crimen organizado. Las
limitaciones a la circulación de seres
humanos y los riesgos que algunas personas asumen para cruzarlas,
convierte con frecuencia a estas
fronteras en auténticos “muros de la
vergüenza”.
En Medio Oriente, por ejemplo,
desde 1995 se ha comenzado a construir el “Muro
de Cisjordania”, una obra de defensa fronteriza de 728 kilómetros de
extensión erigida por el Estado de Israel para protegerse de ataques
terroristas provenientes del territorio de sus vecinos árabes.
En el mundo árabe mientras se
incrementan las protestas contra la frontera militarizada construida por Israel,
los problemas de seguridad también obligan a la construcción de muros
fronterizos. Arabia Saudita se encuentra construyendo instalaciones de
seguridad a lo largo de su frontera de novecientos kilómetros con el
convulsionado estado de Irak, con el propósito de evitar que terroristas
iraquíes ingresen a su territorio.
La barrera forma parte de un
conjunto de medidas de seguridad cuyo costo aproximado será de 12.000 millones
de dólares, cuenta con la instalación de un doble muro con 135 accesos
controlados electrónicamente, sensores ultravioletas para detectar intrusos
situados sobre sus bordes, sensores subterráneos para detectar ondas radiales,
bases y obstáculos materiales –tales como alambradas de púas- para proteger a
ese reino rico en petróleo de sus vecinos pobres.
También los Emiratos Árabes Unidos
están construyendo un muro similar a lo largo de su frontera con Omán,
principalmente para impedir el paso de inmigrantes ilegales.
Pero, donde mejor se aprecia la
existencia de una valla antiinmigración, que no fue concebida para impedir
atentados terroristas sino para limitar el ingreso de los pobladores pobres de
América Latina, es la frontera entre los Estados Unidos y México. Una frontera
de 3.379 kilómetros de extensión que es atravesada anualmente por trescientos
cincuenta millones de personas.
El Muro de Cisjordania, la frontera
Estadounidense – Mexicana, las vallas en Ceuta y Melilla, las pateras en el
Mediterráneo, los balseros cubanos y otros son ejemplos claros de que, al
comenzar el Tercer Milenio, las fronteras han recobrado una nueva importancia.
En un momento en que el hombre ha
alcanzado la posibilidad de trasladarse de un punto a otro del planeta
con sencillez y economía. Las fronteras, lejos de desaparecer o de constituirse
en elementos facilitadores del intercambio cultural, han recobrado su
ancestral carácter de instrumentos de
seguridad militar y económica ayudando a la
separación entre los hombres.
Pero, además de fortificar sus
fronteras y criminalizar la inmigración ilegal, las plutodemocracias del
hemisferio Norte están militarizando el problema. Hemos visto como la
Administración Bush apeló a la Guardia Nacional para frenar el ingreso de
inmigrantes. En Italia se apela a rondas de “ciudadanos”
para controlar las ciudades y en España, los efectivos de la Guardia Civil que
intentan contener el ingreso de extranjeros cuentan con el apoyo de navío de
guerra para perseguir a los “barcos
nodriza” que trasbordan inmigrantes a las pateras y cayucos en
aguas internacionales del Atlántico.
Pero la mayor muestra de la
dimensión que esta tomando el problema puede observarse en California, Estados
Unidos. En el Condado de Imperial, lindero con la frontera mexicana, los
jóvenes boy scouts, de entre 14 y 21 años reciben entrenamiento para luchar
contra el terrorismo, la inmigración ilegal y la escalada de violencia
fronteriza.
Se trata del Programa Exploradores,
uno de los doce programas que conformar la propuesta denominada “Aprendiendo para la vida”. El programa
se encuentra supervisado por el FBI, la Patrulla Fronteriza y los departamentos
de policía y bomberos de cada localidad. Durante el entrenamiento los jóvenes
realizan prácticas de tiro y simulacros de detención de inmigrantes ilegales.
Anualmente, participan de este
programa 35.000 jóvenes estadounidenses que se capacitan para saber como
proceder frente a amenazas tales como “los
peligrosos inmigrantes ilegales”.
i. Modificación de los Criterios para el Otorgamiento de la
Ciudadanía
Por último, deben analizarse los
mecanismos de otorgamiento de ciudadanía. Esta cuestión tiene gran relevancia
porque hace a la asimilación del inmigrante en la sociedad receptora. Integra a
las minorías raciales y culturales, al mismo tiempo que reconoce sus derechos
políticos.
Tradicionalmente se han seguido dos
criterios para el otorgamiento de la ciudadanía. El ius soli, por el cual la pertenencia deriva del lugar de nacimiento
y el ius sanguinis, donde la
pertenencia se deriva del origen de los ancestros. Los países europeos cuyos
sistemas jurídicos se inspiran en el derecho romano emplean el ius sanguinis. Mientras que las naciones
americanas, por ser naciones receptoras de población extranjera, se inclinaron
por el ius soli o por una combinación de ambos criterios. Tal fue el caso de la
Argentina
La aplicación del ius soli, en los siglos pasados,
facilitó la asimilación de los hijos de inmigrantes que desde el momento mismo
de su nacimiento se convertían en ciudadanos plenos.
Sin embargo, la inversión de las
corrientes migratorias, tal como se ha analizado, ha modificado la situación.
Los inmigrantes, aún cuando legalicen su situación y acceden al status legal de
“residentes”, carecen de derechos
políticos y, por ende, se encuentran en inferioridad de condiciones a la hora
de defender sus intereses. Pero, lo que resulta aún más grave es que sus hijos,
nacidos en territorio europeo, no son ciudadanos, sino tan sólo residentes sin derechos
políticos y en algunos casos sin acceso a ciertas ventajas tales como becas
universitarias o subsidios especiales que solo reciben los ciudadanos.
La aplicación del ius sanguinis afecta la plena vigencia
de los derechos humanos de los veinticinco millones de personas que componen la
población europea de origen inmigratorio.
Los defensores de la aplicación del ius sanguinis se escudan en la defensa
de la “identidad nacional” para
ocultar el temor a la declinación demográfica. Temen que paulatinamente el tipo
nacional –étnico, cultural y religioso- sea reemplazando por el de los recién
llegados. En especial, porque estos suelen tener una tasa de natalidad muy
elevada. Esta visión xenófoba alcanza su mayor exponente en la obra de Samuel
P. Huntington, “Quienes somos”. Este
teórico consideraba que, si no se
tomaban medidas especiales para impedirlo, una
gradual invasión hispana modificaría la identidad nacional de los
Estados Unidos.
También tienen una clara intención
discriminatoria los “sistemas de puntaje”como
el que aplica Canadá desde 1967, Australia desde 1989; Nueva Zelanda desde 1991
y el Reino Unido desde el 2001. En 2006, el Reino Unido, por ejemplo, decidió
que los graduados de las cincuenta mejores escuelas de negocios de todo el
mundo automáticamente recibirían los setenta y cinco puntos que el país
requiere para residencias permanentes. Desde 1965, los Estados Unidos emplean
un sistema de preferencias basada en el empleo para conseguir la admisión de
inmigrantes con las calificaciones necesarias; el tope para los visados en esa
categoría fue aumentando a 140.000 por año en virtud de la Ley de Inmigración
de 1990. Actualmente, se estudia modificar este sistema y adoptar también un
método basado en el puntaje. El problema radica en que estos sistemas de
selección de inmigrantes no sólo marginan a los menos capacitados que son normalmente también los más
necesitados. También favorecen las migraciones de talento o “fuga de cerebros” como se las denomina
periodísticamente. Por lo tanto, descapitalizan a los países del Tercer Mundo
que sufren un proceso continuo de pérdida de elites.
Así, los países pobres terminan
invirtiendo sus escasos fondos en capacitar profesionales que luego emigran y
no contribuyen al desarrollo de sus sociedades.
Mientras que los países ricos adquieren en forma gratuita mano de obra altamente capacitada, idónea y
talentosa en cuya formación no ha invertido recursos propios. Pueden
seleccionar y contratar los mejores “cerebros”
del planeta sin pagar más de lo que invertirían salarialmente en un científico
formado en sus propias universidades. Incluso pueden conseguir soldados que peleen
en sus guerras, en los escenarios más remotos e inhóspitos del planeta,
ofreciendo a cambio en la mayoría de los casos una promesa de residencia
permanente en caso de que el voluntario sobreviva a la dura prueba. Hasta ese
punto puede llegar la desesperación por escapar a la trampa del subdesarrollo y
la pobreza.
Por último, las políticas
restrictivas reducen la movilidad y la incitación al regreso. Paradójicamente,
desde la imposición de mayores restricciones a la inmigración se asiste a una
disminución de los retornos voluntarios de los inmigrantes a sus países de
origen.
La doble nacionalidad es un factor
relevante en la colaboración de los inmigrantes con el país de origen, así como
en la creación de vínculos igualmente fructíferos para el país de acogida. Las
organizaciones de inmigrantes facilitan la integración de la población
inmigrante con el país de llegada, así como fomentar el desarrollo económico de
sus comunidades en el lugar de origen. En consecuencia, sería sensato otorgar
una libertad completa de circulación de las competencias con un estatuto a
largo plazo, y no un estatuto precario (como la ley francesa 2006-911 del 24 de
julio de 2006, relativa a la inmigración y a la integración, cuyo artículo 15
instaura un permiso de tres años, denominado “competencias y talentos”,
renovable una vez, para los inmigrantes cualificados). A los emigrantes
cualificados les cuesta más volver a su tierra y que no desarrollan actividades
con su país de origen cuando están en una situación jurídica precaria en el
país de acogida, en cambio, la libertad de circulación, que permite, por
ejemplo, la doble nacionalidad, es un factor importante de colaboración de los
inmigrantes con sus países de origen.
3.
EL
CONSUMO DE MASAS
Durante muchos siglos las
actividades económicas desarrolladas por el hombre en el mundo se centraron
especialmente en la producción agrícola o la explotación de materias primas y
en la realización de tareas artesanales. De este modo, se producirán ciertos
productos mínimamente elaborados para utilizar en la vida cotidiana. Estas
empresas eran conservadores: se basaban en la transmisión de conocimientos para
continuar las actividades en el tiempo sin mayores innovaciones.
Pero a finales del siglo XVIII
cuando una serie de factores confluyeron para que comenzara la Revolución
Industrial, así llamada porque se trató de un proceso en el que surgió
producción industrial tal como hoy lo conocemos, y con ella la idea de progreso
infinito. En esta nueva etapa, la industria se basa en el avance técnico –
científico para cambiar constantemente y decretar la obsolescencia de sus
métodos en períodos cada vez más breves. Esto marca también la característica
de la modernidad más como destrucción, cambio y renovación, lo que también
implica un alto impacto ambiental.
Los cambios que trajo la Revolución
Industrial, sucedidos entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX,
abarcaron la agricultura, la manufactura y el transporte. Comenzaron en
Inglaterra y se extendieron al resto de Europa y a los Estados Unidos para
transformarse en la llamada industrialización.
Así hemos llegado en el siglo XXI a
una plena economía de “usar y tirar”
significa que el flujo de residuos aumenta en paralelo a la extracción de
materias primas. En 2010 se recogieron en todo el mundo once mil millones de
toneladas de residuos sólidos, aunque la cantidad generada fue incluso mayor.
La gestión de los residuos se traduce con frecuencia en el relleno de
vertederos, la incineración y el transporte a otros países, de forma legal o
ilegal. Estas prácticas suponen una gran factura ambiental y sanitaria para las
comunidades vecinas.
Según Michael Renner, investigador
principal en el Worldwatch Institute, de Washington, las repercusiones de este
proceso de deterioro ambiental afectarán a todo el planeta, especialmente a las
personas más pobres. Ha sido la actuación de una minoría lo que nos ha
conducido al borde del precipicio. Según datos del Banco Mundial, el nivel de consumo
de las clases medias y altas se multiplicado por más de dos entre 1960 y 2004,
comparado con un incremento del sesenta por cien para la población que ocupa
los últimos puestos de la escala de renta per cápita. La mayor parte de los
consumidores mundiales, unos mil millones de personas, vive en los países
industrializados occidentales, aunque en los últimos veinte años ha surgido un
número creciente de grandes consumidores en países como China, India, Brasil
Sudáfrica e Indonesia. Otros entre mil y dos mil millones de personas aspiran a
acceder a la sociedad de consumo y es posible que sean capaces de alcanzar
algunas de las adquisiciones que le caracterizan. Pero el resto de la humanidad
–incluyendo la base de la pirámide, los más desposeídos- tiene pocas esperanzas
de lograr alguna vez vivir así. La economía global no está diseñada en su
beneficio (RENNER:2012).
Ahora
bien, los Estados tecnotrónicos del norte ejercen sobre los recursos terrestres
una presión per cápita mucho mayor que los países en vías de desarrollo,
sencillamente porque los primeros consumen muchísimo más. La altísima
concentración de la riqueza señala que sólo un veinte pro ciento de la
población tiene en sus manos el ochenta por ciento de la riqueza mundial.
Los
Estados Unidos, por ejemplo, probablemente la sociedad más desarrollada,
industrializada y urbanizada del planeta, con menos del cinco por ciento de la
población mundial, consumen el veinticinco por ciento de producción mundial
anual de petróleo, crean y utilizan el treinta por ciento del Producto Bruto
Mundial.
El estadounidense medio, tomado como
representante de la sociedad más rica y desarrollada del planeta, consume unos
3.600 kilos de petróleo, 2.130 kilos de gas natural, 2.336 kilos de carbón y
0,04 kilos de uranio por año. Para proporcionar una idea aproximada de cuanta
energía circula en la sociedad norteamericana cada día, el geólogo Walter
Youngquist calcula la cantidad de “personas
potencia” adicional que tiene a su disposición cada individuo. Supone, para
comenzar que una “persona potencia” (PP) = 0,25 caballos potencia = 186 vatios
= 635 Btu (British Termal Unit = 0,252 kilocalorías). Según Youngquist tomando
como referencia el consumo energético de los Estados Unidos en el año 2000 en
términos del equivalente en personas potencia que se requeriría para
proporcionar la misma cantidad de trabajo, harían falta casi tres veces más
personas de las que existen actualmente en el mundo (es decir, 21.600 millones
de personas). La dieta energética diaria del norteamericano medio es el
equivalente a tener cincuenta y ocho esclavos energéticos trabajando sin cesar
las veinticuatro horas del día (RIFKIN:2004:69).
Según el Fondo Mundial para la
Naturaleza, un ciudadano estadounidense promedio requiere los recursos de diez hectáreas
del planeta para sostener su estilo de vida (MACAN-MARKAR:2007). Dado que una
hectárea es igual 0,01 km2 y 10
ha equivaldrán a 0,1 km2. En consecuencia, la población
de los Estados Unidos que es de 298.444.215 habitantes, requerirá de 29.844.421
km2. Pero el territorio del país sólo alcanza a 9.631.418 kilómetros
cuadrados. Lo que permite concluir que los Estados Unidos necesitan
aproximadamente cuatro veces los recursos de su territorio para sostener el
actual nivel consumo de su población (TELEVISA:2006:13).
En los Estados Unidos circulan más de
doscientos cincuenta millones de automóviles. Incluyendo todos los vehículos
motorizados terrestres son más de trescientos millones, más de uno por
habitante y un promedio de más de tres por familia. Para sostener este parque
automotor los estadounidenses consumen quinientos setenta millones de metros
cúbicos de gasolina al año (GÓMEZ BARATA:2007).
Pero no sólo de energía es un gran
consumidor el estadounidense medio, sus necesidades de agua también son muy
elevadas. Mientras que un habitante del Tercer Mundo debe arreglarse con un
promedio de veinte litros diarios y un italiano recibe doscientos trece litros
por día, el norteamericano medio consume más de seiscientos litros al día
(FERRARI:2007).
Pero, los estadounidenses no sólo son
grandes consumidores de recursos, también son grandes productores de
contaminación. Los Estados Unidos producen el treinta por ciento de todas las
emisiones mundiales de dióxido de carbono. Cada ciudadano estadounidense emite
alrededor de seis toneladas de gases efecto invernadero –el equivalente a 6.800
kilos de carbono-. El 82% de estas emisiones proceden de la quema de
combustibles fósiles para generar electricidad y para mantener en
funcionamiento los automóviles, los autobuses, los camiones y los aviones. La mayor parte de las
emisiones restantes consisten en metano generado en vertederos, así como por
prácticas agrícolas modernas, gasoductos y productos químicos industriales
(RIFKIN:2004:69). Cada habitante de una ciudad de los Estados Unidos puede
producir hasta 875 kilogramos de basura doméstica por año.
4. EXPLOTACIÓN
DE RECURSOS NATURALES
Según cierto cálculo, un niño
estadounidense medio representa un daño medioambiental que es dos veces el de
un niño sueco, tres veces el de uno italiano, 13 veces el de uno brasileño, 35
veces el de uno indio y 280 veces de uno chadiano y haitiano, porque el nivel
de consumo a lo largo de su vida será mucho mayor.
Por
lo tanto, desde el punto de vista de los medioambientalistas, la Tierra está
sometida a un doble ataque por parte de los humanos debido, por un lado, a las
demandas excesivas y los hábitos derrochadores de las opulentas poblaciones de
los países desarrollados y, por otro, a los miles de millones de nuevas bocas
nacidas en los países en vías de desarrollo que -muy naturalmente- aspiran a
elevar su nivel actual de consumo. La energía barata, primero a partir
del carbón y más tarde con la suma del petróleo y el gas natural, fue decisiva
para la gran transformación de la vida humana desde el comienzo de la
Revolución Industrial. En los últimos dos siglos, la población, la economía
mundial y el consumo de energía crecieron alrededor de 7, 50 y 40 veces
respectivamente.Ello ha
llevado a cierto número de voces medioambientalistas -el Worldwatch Institute,
Greenpace, el Fondo de Población de las Naciones Unidas, etc.- a presentar el
problema como una carrera contra el tiempo. En su opinión, si no estabilizamos
cuanto antes la población total del mundo, contenemos el despilfarro de energía,
alimentos y otras materias primas y controlamos el daño que ocasionamos al
medio ambiente, dentro de poco habremos superpoblado y esquilmado tanto la
Tierra que tendremos que pagar un elevado precio por nuestra desidia colectiva.
Este
punto de vista, que desafía la suposición de que el crecimiento es deseable y
la producción económica es el parámetro más útil para calcular el éxito
material de un país, ha provocado contraataques por parte de muchos
economistas. En opinión de los optimistas, los recursos naturales no son una
cantidad absoluta que esté siendo incesantemente reducida; al contrario, muchos
recursos se crean por medio del trabajo y la inventiva humanos, y la tecnología
posee una capacidad infinita para producir nuevos recursos. La escasez de un
bien como el petróleo, conduce a la búsqueda - y al descubrimiento- de nuevas
reservas, así como a la creación de formas alternativas de energía; la alarma
por los niveles de producción mundial de alimentos conduce a importantes
incrementos en la productividad agrícola debido a los progresos
biotecnológicos, etcétera. Esperamos que del mismo modo que Malthus erró en sus
predicciones, la humanidad encuentre en el corto plazo una alternativa eficaz a
la trampa generada por el incremento excesivo de la población, el consumo
depredatorio de los recursos naturales y la producción desaforada de
contaminantes.
Solo
el tiempo dirá cuál de estas posiciones es más acertada, pero la población del
mundo, que se estaba aproximando a los mil millones cuando Malthus escribió por
primera vez el Ensayo, se dirige hoy
hacia los 8.000 o 9.000 millones, o puede incluso que supere con creces los
10.000 millones. Si los optimistas están en lo cierto, el mundo sencillamente
tendrá más personas prósperas, aun cuando esa prosperidad esté distribuida de
forma desigual. Si se equivocan, la especie humana en su conjunto tendrá que
sufrir por culpa de una descuidada búsqueda del crecimiento económico más de lo
que perdería modificando sus hábitos actuales.
5. CONTAMINACIÓN Y RESIDUOS
a. CONTAMINACIÓN
La Conferencia de
Naciones Unidas de 1972, definió al medio ambiente como el “conjunto de
componentes físicos, químicos, biológicos y sociales capaces de causar efectos
directos e indirectos en un plazo corto o largo sobre los seres vivos y las
actividades humanas”. Esta definición incluye un componente muy importante del
medio ambiente, los seres vivos y el hombre como actores relevantes. El hombre,
por definición, se desenvuelve en un entorno natural social, cultural y
económico al que también modifica y por el que también es modificado. Por lo
tanto cualquier acción que realice tendrá un efecto en alguno de los ámbitos,
sino en todos.
Por el
concepto de contaminación ambiental se refiere a todos aquellos elementos
químicos, físicos o biológicos que son introducidos en forma significativa. Y
cuando hablamos de contaminación en el ambiente no sólo estamos hablando del
aire, el agua o el suelo. También consideramos aspectos que usualmente no
tenemos en consideración como la contaminación visual o sonora.
Hay
diversos tipos de contaminación ambiental, y se los suele clasificar según el
medio afectado o según el tipo de agente contaminante.
Según el
medio que resulta afectado, se la discrimina en:
-
Atmosférica: Se origina por la emisión y dispersión de sustancias
en la atmósfera, producto –entre otras cosas- de la actividad industrial, del
parque automotor, de la calefacción y la energía eléctrica, de la dispersión de
sustancias volátiles.
-
Del Agua:Generada
por los vertidos de desechos industriales y domiciliarios –aguas servidas- en
mares, ríos y aguas subterráneas.
-
Del
suelo:Producida por compuestos químicos como pesicidas, metales
pesados, solventes, hidrocarburos. Puede generarse por la actividad agrícola,
por acumulación de desechos o productos, por filtraciones en tanques
subterráneos y rellenos sanitarios, entre otros motivos.
Según el
factor contaminante, puede ser:
-
Química:Producida
por sustancias químicas liberadas al medio.
-
Biológica:Producida
por organismos vivos que aparecen o son introducidos en un hábitat diferente al
de origen.
-
Térmica:Derivada,
principalmente, del vertido en el ambiente de sustancias a una temperatura
diferente de la usual en el ecosistema.
-
Radioactiva: Generada accidental o deliberadamente por
escapes de materiales radioactivos provenientes de reactores nucleares,
centrales energéticas, materiales de uso médico, armamentos, entre otros
contaminantes.
-
Acústica:Originada
por los ruidos excesivos derivados de la actividad del ser humano. Produce
alteraciones del sueño, malestar, falta de concentración y una serie de daños
progresivos en el aparto auditivo que pueden provocar, en situaciones extremas,
sordera.
-
Visual:Nacida
por el efecto provocado por el exceso de antenas, postes, cables, carteles
publicitarios o por construcciones de instalaciones que dañan la estética del
paisaje y del ambiente en general sobreexcitando la vista. Sus efectos, además
de la posibilidad de causar accidentes de tránsito, son confusiones
sensoriales, ansiedad, trastornos de la atención, cefaleas, estrés y
agresividad.
La actividad
humana como fuente de la contaminación:
Como los
seres vivos, la atmósfera está en constante transformación desde que se originó
y fue regularmente afectada por un sinnúmero de eventos naturales que produjeron
cambios en ella: incendios, erupciones volcánicas y tormentas de polvo, entre
otros. Pero en los últimos dos siglos, la actividad humana ha tomado tal
magnitud, que ha comenzado a producir cambios sensibles sobre su composición,
alterando este delicado equilibrio.
La
actividad humana se traduce en emisión de contaminantes a la atmósfera. Estos
contaminantes tienen diferentes efectos directos sobre la vida, pero también
indirectos, al cambiar el funcionamiento de los ciclos climáticos. Para citar
algunos de ejemplos, encontramos que en las últimas décadas se ha incrementado
la concentración de dióxido de carbono y metano, que provocan el llamado “efecto invernadero”, también la
concentración en la atmósfera de los compuestos clorofluorocarbonados, que
producen la reducción de la capa de ozono, así como los óxidos de nitrógeno y
azufre, causantes de la “lluvia ácida”.
La
distribución de la contaminación en la atmósfera no es homogénea, como no lo
son sus efectos. Cuanto más alejada de las actividades urbanas e industriales
menos polución hay, y los mecanismos de la naturaleza –lluvias, vientos- pueden
minimizar los riesgos. Por el contrario, en las ciudades y áreas industriales
se concentra la producción de contaminantes que son liberados a la atmósfera, y
en muchos casos alcanzan niveles muy altos que pueden afectar en forma directa
a la salud. Las cifras son por demás elocuente: la Organización Mundial de la
Salud informó en 2008 que más de dos millones de personas por año mueren a
causa de enfermedades relacionadas con contaminantes del aire.
Los
responsables de esas muertes son un grupo de sustancias nocivas clasificadas
como contaminantes primarios y secundarios. Los primarios son los que se
liberan en la atmósfera en determinada cantidad por sí solos, son tóxicos:
monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre y particular como
el hollín y los hidrocarburos volátiles. Los secundarios son los que se forman
a partir de los primarios, y que también pueden generar efectos directos o
indirectos sobre la salud. Un tercer grupo, los llamados contaminantes
peligrosos del aire, son generados en procesos productivos y afectan más
específicamente a quienes trabajan o manipulan esas sustancias: desechos de las
industrias químicas o petroquímicas, metales de las fundiciones y solventes
para la limpieza en seco. También pertenecen a este grupo los pesticidas, el
benceno, algunos limpiadores y pegamentos.
Los
efectos directos sobre la salud aparecen por el ingreso o contacto directo de
la piel con estos contaminantes. La inhalación directa de monóxido de carbono
–producto de los gases emanados de los motores a combustión, estufas, etc.-
pueden ser sumamente riesgosa para la salud de los seres vivos.
Otras
sustancias, como los metales pesados –el plomo, por ejemplo-, ingresan al
cuerpo y se acumulan en determinados tejidos. Esta acumulación progresiva
termina provocando graves enfermedades a quienes están expuestos a ella.
Los
efectos indirectos de los contaminantes liberados a la atmósfera son aquellos
que provocan modificaciones ambientales que tienen, a su vez, consecuencias
sobre el medio ambiente y la salud. La concentración de gases de efecto
invernadero, por ejemplo, causantes del calentamiento global, o los gases
clorofluorocarbonados, utilizados durante décadas en refrigeradores y
aerosoles, que interactúan con gases de la atmósfera y generan un
adelgazamiento en la capa de ozono que filtra las radiaciones ultravioletas.
Efectos de la contaminación sobre la vida humana.
En un
podríamos considerar como “ciclo
viciosos” el hombre contamina al planeta y ese planeta contaminado afecta a
la salud del hombre. Las sustancias contaminantes son tantas y tan variadas
como los efectos que producen. Por lo general, los problemas resultan de una
combinación de factores que se potencian. La contaminación -en especial la
atmosférica- provoca en las personas daños oculares, de nariz y garganta, pero
sobre todo pulmonares. Entre los efectos de tipo crónico se cuentan el asma, la
bronquilitis y la fibrosis pulmonar. También pueden producirse distintos tipos
de cáncer, según el contaminante y los órganos que resulten afectados. Otras
secuelas son las enfermedades cardíacas y ciertas deficiencias inmunológicas.
En
personas que padecen alguna enfermedad coronaria o respiratoria, un episodio
agudo puede causar la muerte. Por eso, cuando el nivel de contaminación es
alto, se recomienda no hacer esfuerzos. Cuando más se acelere la respiración,
más contaminantes irán hacia los pulmones. Más aún: se aconseja no salir al
aire libre y, si es inevitable, hacerlo en las primeras horas de la mañana o
una vez que haya caído el sol.
Los
metales pesados pueden producir cáncer, deficiencia renal, retrasos en el
desarrollo o enfermedades autoinmunes. El mercurio que suele pasar de los peces
a las especies que los consumen- produce daños renales y cerebrales. La ingesta
de peces contaminados con arsénico genera daños que van desde irritaciones
gastrointestinales hasta daño cerebral, infertilidad o cáncer. La contaminación
acústica y la visual –tal como hemos mencionados anteriormente- afectan al
sistema nervioso. Pero, también pueden causar taquicardia, fatiga, aumento del
colesterol, de los triglicéridos y de los niveles de glucemia, con el
consiguiente aumento del riesgo cardíacovascular.
b. RESIDUOS URBANOS
Tal como
hemos señalado anteriormente, la elevada fertilidad humana, la concentración en
grandes áreas urbanas y el mayor consumo de la población producen, a su vez,
una gran cantidad de residuos, muchos de ellos contaminantes, cuya gestión
adecuada constituye un problema acuciante en los grandes centros urbanos. En
una ciudad de un país industrializado, tal como hemos visto en el caso de los
Estados Unidos, un habitante puede producir 875 kg. de basura doméstica en un
año. Veamos la tabla 4 de producción de residuos urbanos:
TABLA 4
PRODUCCIÓN DE RESIDUOS URBANOS
(en millones de
toneladas)
|
|
PAÍS
|
PRODUCCIÓN ANUAL
|
Estados Unidos
|
200
|
Japón
|
40
|
Francia
|
30
|
Reino Unidos
|
30
|
Italia
|
14
|
Argentina
|
12,3
|
Canadá
|
12
|
Australia
|
10
|
España
|
8
|
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
|
2
|
Los
residuos urbanos tienen un componente seco (papeles, cartón, latas, plásticos)
y un componente húmedo (materia orgánica). Una importante fracción de los secos
puede ser reutilizada o reciclada. Los orgánicos pueden ser tratados mediante
un sistema de compostaje. Las dificultades estructurales con las que se
enfrenta la gestión de los residuos urbanos en una gran metrópolis son poco
comprendidas. La generación de los residuos urbanos ha ido evolucionando
conforme a los cambios tecnológicos, los patrones de consumo, las pautas
culturales y las fluctuaciones en los niveles de ingreso de la población. Como
regla general, cuanto más próspera es una comunidad, mayor será el volumen de
residuos generados.
La
gestión de residuos urbanos entendida como un ciclo, comienza por los patrones
de generación y recolección, continúa con las etapas intermedias de transporte,
tratamiento y logística y culmina con la disposición final. Los métodos más
generalizados de disposición final son el relleno sanitario y la incineración.
A pesar de los notables avances en las tecnologías de ingeniería sanitaria y ambiental,
tanto el tratamiento de los residuos urbanos como la disposición o eliminación
final presentan una multiplicidad de problemas.
No hay sistema, práctica o tecnología de eliminación de residuos que pueda considerarse totalmente seguro.
El relleno sanitario es un técnica
de disposición final de residuos sólidos mediante el cual se los confina a un
área donde se distribuye la basura en capas, se la compacta y se la cubre con
tierra.
Los rellenos sanitarios contaminan
el agua subterránea y el aire; atraen animales e insectos vectores de
enfermedades y generan olores nauseabundos en su entorno inmediato, provocan la
desvalorización de las propiedades cercanas, tienen un impacto visual negativo
y modifican los atributos paisajísticos. Los contaminantes persisten en el
subsuelo durante décadas y hasta siglos. Las personas que residen en su entorno
y sufren en forma directa los efectos de ellos generalmente no encuentran
compensación por el menoscabo de su calidad de vida y propiedad.
La incineración por su parte, no
impide la fuga de algunos contaminantes a la
atmósfera, algunos de ellos, elementos cancerígenos probados. El
material transportado por el aire significa un riesgo para la salud de las poblaciones
vecinas. Por otra parte, las cenizas que quedan como residuo de la incineración
suelen requerir una disposición final en un relleno sanitario o de seguridad.
También en las grandes ciudades se
generan desechos tóxicos de gran peligrosidad en especial de origen industrial.
Particularmente dañinas son las sustancias radiactivas producidas por las
centrales nucleares que generan electricidad. Por lo general, este tipo de
residuos no se eliminan, se almacenan dentro de contenedores en lugares
protegidos, incluso se arrojan en fosas marinas. Pero este método no permite
controlar los contenedores y muchos menos, si acaso fuera necesario, recuperar
lo depositado en ellos. El problema se agrava por el gran peso específico de
estos materiales, por el hecho de que producen altos niveles de calor en forma
continúa y porque su degradación demanda miles de años. Este tipo de
contenedores termina produciendo un efecto de “plancha caliente” que muy lenta pero continuamente orada la
corteza terrestre y se entierra en dirección al magma. Otros métodos más
aparentemente, más adecuados, como el almacenamiento en silos de hormigón o en
formaciones geológicas profundas, no resultan fiables a largo plazo por las
mismas circunstancias.
7. POBREZA, MARGINALIDAD Y DELITO
Que
el crecimiento demográfico fomenta la expansión económica. Es cierto en algunos
casos, pero en otros no. La principal debilidad no reside en el argumento en
sí, sino en el contexto en el que tal crecimiento se produce. Actualmente, en
muchos países menos desarrollados, las tasas de crecimiento de la población
exceden ampliamente los niveles moderados que conducen a la expansión
económica. Unas tasas totales de fecundidad de 2,5 son una cosa; el 7 de
Nigeria, el 7,8 de Siria o el 8,3 de Ruanda, otra muy diferente.
Puesto
que el 95% del aumento demográfico previsto entre el 2012 y el año 2025 tendrá
lugar en los países en vías de desarrollo, podría parecer que el principal
problema está ahí. Según este razonamiento, si los habitantes de África,
Centroamérica y las demás partes pudieran moderar sus hábitos de reproducción
rápida no sólo necesitarían menor cantidad de alimentos de la Tierra, sino que
causarían menos daños a los bosques tropicales, las reservas de agua y al
ecosistema en general. Es más, debido a que estas actividades contribuyen al
calentamiento global, la explosión demográfica en el hemisferio sur amenaza a
los países más desarrollados del norte.
Es
cierto que el incremento ha mermado en las últimas décadas porque en muchos
países la tasa de fecundidad está disminuyendo. Los demógrafos esperan, incluso
entre las poblaciones del mundo en vías de desarrollo con un índice de
crecimiento acelerado, el número de integrantes de la familia media descienda
en el futuro a medida que la urbanización y otros factores vayan provocando una
transición demográfica y los números empiecen a estabilizarse. Pero para eso
faltan décadas -aun cuando las previsiones sean correctas- y puesto que la
creciente población del planeta continúa engendrando más personas de las que
mueren, el efecto se parece al de una gigante nave que empieza a frenar en alta
mar. Incluso desacelerando, hay un trecho considerable hasta que el barco se
detiene. Antes de que alcancemos lo que se ha dado en llamar niveles de "fecundidad global de sustitución",
algo que las Naciones Unidas creen que puede ocurrir hacia el año 2045, la
nave terrestre tendrá unos 15.000
millones de tripulantes (KENNEDY:1993:37).
¿Cuál
será esta distancia? Puesto que las tasas regionales de natalidad y mortalidad
varían a lo largo del tiempo, los demógrafos utilizan fórmulas complejas para
calcular estas tendencias y, además, ofrecen diversas variantes posibles. Según
una estimación media, hacia 2025 la Tierra contendrá una población de 10.000
millones de personas. Incluso con una variante baja de 9.000 millones, nuestra
población se habrá incrementado en un veinticinco por ciento. Si la variante
alta es correcta la población será superior en casi un tercio a la actual, es
decir, unos 9.400 millones. Un cálculo del Banco Mundial indica que la
población total de la Tierra puede estabilizarse
entre los 10.000 y 11.000 millones de personas en la segunda mitad del siglo
XXI, aunque para otros el total es más alto: 15.500 millones.
Otra
forma de considerar estas cifras es examinando el incremento anual de la
población. En el período 1950 - 1955 el aumento anual fue de 47.000.000 de
personas -casi como la actual población de España y Portugal-. En el período
1985 - 1990, la población de la Tierra se vio incrementada en unos ochenta y
ocho millones de personas al año -cifra equivalente a la población actual de
México-.
Tales
incrementos están teniendo lugar de forma abrumadora en los países en vías de
desarrollo. De hecho, en ellos tendrá lugar alrededor del 95% del total del
crecimiento demográfico global que se produzca entre hoy y el año 2025. En la
estimación de una tasa media de crecimiento demográfico anual del 1,7% en 1990
-1995 se ocultan algunas sorprendentes diferencias, desde el pequeño aumento de
Europea -0,22% anual- a la tasa mucho más veloz de África -3% anual-. Quizás el
modo más espectacular de mostrar esta diferencia sea hacer notar que en 1950 la
población de África era la mitad de la de Europa, que en 1985 ambas se habían
igualado -unos 480 millones cada una- y que en 2025 se espera que la africana
triplique la europea -1.580 millones y 512 millones- (KENNEDY:1993:38). En el
período 1995 – 2000, la población del mundo creció a un ritmo de 230.000
personas por día, lo que significó casi siete millones al mes, 84 millones al
año (SARTORI Y MAZZOLEVI: 2003:19).
¿Por
qué crecen tan de prisa las poblaciones de ciertos países?. La respuesta es,
sencillamente, porque son ante todo sociedades agrarias con la primera
generación que disfruta de un importante descenso de las tasas de mortalidad.
Históricamente, en las sociedades agrarias las tasas de fecundidad suelen ser
muy elevadas, pero también lo son las de mortalidad, en especial entre los
jóvenes. Normalmente, de mil niños recién nacidos, entre doscientos y
cuatrocientos mueren durante el primer año y muchos de los restantes morirán antes
de llegar a los siete años. Según UNICEF cada día mueren en el mundo 30.000
niños de enfermedades curables (SARTORI Y MAZZOLEVI: 2003:19). Hay, por lo
tanto, una razón para que las parejas se casen jóvenes y tengan muchos hijos:
sobre la base de una presuposición doble, a saber: que cada niño aumentará la
fuerza de trabajo familiar pero que muchos de ellos perecerán en los primeros
años.
Así,
es fácil imaginar lo que sucede con la población de una sociedad agraria cuando
las tasas de mortalidad se reducen a un ritmo más rápido, como ocurre en
grandes partes del mundo en vías de desarrollo: el número total de seres
supervivientes se eleva vertiginosamente en el plazo de pocas décadas. En
Túnez, por ejemplo, la tasa de mortalidad infantil -por mil nacidos vivos-
antes del primer año cayó de 138
a 59 entre los períodos 1965 - 1970 y 1985 - 1990, y la
tasa de mortalidad antes de los cinco años, de 210 a 99 en el mismo período.
No constituye ninguna sorpresa que su población total se haya duplicado en el
período comprendido entre los años 1960 y 1990. Lo que también cambio es el
equilibrio entre viejos y jóvenes. En Kenia, el 52% de la población tiene menos
de 15 años, y sólo el 2,8% es mayor de 65.
La
ironía es que esta explosión demográfica es principalmente el resultado de
prácticas sanitarias de la era
industrial, en especial la inmunización y los antibióticos, así como el uso de
DDT para reducir la malaria. Al tiempo que a partir de 1960 las tasas de
mortalidad caían vertiginosamente, aumentaba con rapidez el número de niños que
sobrevivían a la lactancia y la primera infancia; además, hombres y mujeres
empezaron a disfrutar de una mayor esperanza media de vida debido a las mejoras
en la producción alimentaria.
El
deseo, perfectamente natural, que se albergaba ayer de acabar con la mortalidad
infantil en el mundo en vías de desarrollo ha dado lugar a las inesperadas
consecuencias de hoy. Por ejemplo, en el continente más pobre y de crecimiento
más veloz, África, cuya población en la actualidad supera los mil millones de personas, sigue experimentando un
incremento sin precedentes. En un siglo, se ha multiplicado por diez y
representa el quince por ciento del total mundial. Mientras que en 1950
constituía tan solo el siete por ciento (AKAL:2011:200).
Los
expertos consideran que África continuará incrementando su población hasta llegar a los 1.580 millones en el año
2025. Se espera que por esa fecha algunos Estados africanos posean poblaciones
muy aumentadas en especial en el África Tropical donde las tasas de fecundidad
alcanzan a 5,5 hijos por mujer. En esta forma Nigeria podría pasar de 130 a 301 millones, Kenia de 35 a 77 millones, Tanzania de 38 a 84 millones, la República
Democrática de Congo de 52,5
a 99 millones; no sólo sin los correspondientes incrementos
en los recursos, sino en realidad con recursos menguantes.
En
todos los Estados en vías de desarrollo del mundo, los incrementos probables
son casi igual de grandes. El total de China puede pasar de los actuales 1.300 a 1.500 millones en
el año 2025; mientras que la población de la India con un crecimiento más
acelerado, es probable que se expanda de los actuales 1.100 millones a unos
1.450 millones. Es posible que en el año 2025 la India llegue a poseer, por
primera vez en la Historia registrada, la mayor población del mundo. Además de
estos gigantes poblacionales, hacia la tercera década de este siglo habrá otros
países con niveles demográficos sin precedentes: Paquistán con 267 millones,
Indonesia con 263 millones, Brasil con 245 millones, México con 150 millones,
Irán con 122 millones.
Detrás
de estas estadísticas brutas está la realidad: seres humanos, cada uno con un
requerimiento diario de entre dos y tres mil calorías y dos litros de agua,
aunque reciben mucho menos excepto en los países razonablemente ricos. Los
ciudadanos de las sociedades opulentas vislumbran la pobreza en la que millones
de personas se ven obligadas a vivir en los reportajes televisivos sobre la
hambruna. Por ejemplo, en la Somalia de 1992, en la Rwanda de 1994, o las fotografías
y documentales del National Geographic
Magazine sobre los barrios marginales de Latinoamérica -donde vive hacinada
el 31,9% de la población de la región- se observa el paisaje destrozado, la
miseria, los cuerpos desnutridos, los signos de la enfermedad y la muerte y,
sobre todo, los miles y miles de niños. Si estas visiones son escalofriantes
ahora. ¿Qué ocurrirá cuando esas regiones alberguen al triple de seres humanos?
De
las manifestaciones gemelas de la pobreza masiva tanto en el campo como en las
ciudades, esta última es cada vez más preocupante debido a la tendencia de los
jóvenes y los que disponen de movilidad a abandonar la sociedad agrícola. En
1985, alrededor del 32% de la población del mundo en vías de desarrollo vivía
en áreas urbanas. Este porcentaje se elevó hasta alcanzar el 50% en el año
2000. Posiblemente, llegue al 57% en el 2025. Si en 2012 hay 2.000 millones de
personas viviendo en las áreas urbanas de los países en vías de desarrollo, en
el 2025 se hacinarán 4.100 millones. Para entonces Latinoamérica será la región
más urbanizada del mundo, con casi el 85% de la población viviendo en ciudades;
en África, la cifra será de un 58% y en Asia de un 53%. Actualmente, veinte
megaciudades albergan a once o más millones de personas, de las cuales 17
estarán en el mundo en vías de desarrollo. Encabezando la lista se encuentra
Ciudad de México, con 20,4 millones, seguida de Sao Paulo con 18,8 millones,
Calcuta con 15,1 millones, Munbai –Bombay- con 19,2 millones y Shangai con 16,6
millones. En el 2025 esas veinte megaciudades albergaran casi al 10% de la
población mundial.
Las
megaciudades asiáticas, sudamericanas y centroamericanas de veinte millones de
habitantes, entre las que se encontraran Munbai, Delhi, Ciudad de México, Sao
Paulo, Dhaka, Yakarta y Lagos, se habrán convertido cada vez más en centros de
pobreza y colapso social. La masiva concentración de personas que ya existe en
ellas hacen inconcebible que sus pobladores gocen de los mínimos condiciones de
vida. Veamos al respecto la tabla 5:
TABLA 5
CIUDAD
|
Habitantes
por kilómetro cuadrado
|
Beijin
|
34.177
|
Tokio
|
13.925
|
Dhaka
|
11.019
|
Londres
|
7.299
|
Ciudad de México
|
6.391
|
Los Ángeles
|
2.878
|
Según el suizo Jean Ziegler, relator
de la ONU para el Derecho a la Alimentación: “Muchas de las aglomeraciones
inmensas del Tercer Mundo son hoy en día verdaderos estercoleros”
(ZIEGLER:2002:59). En el barrio Mbare de Harare, en Zimbawe, según la ONU,
1.300 personas se ven obligadas a compartir una letrina comunitaria con seis
pozos sobre los cuales acuclillarse. Mientras que la población de Sao Paulo
genera 14.000 toneladas de basura por día y en esa ciudad se producen 100.000
muertes por violencia cada año (VIVANCO:2007).
Consideremos,
por ejemplo, las cargas que caerán sobre los ya degradados sistemas de
vivienda, sanidad, transporte, distribución de alimentos y comunicaciones de
tales ciudades si las poblaciones duplican o triplican su número. En muchos de
los países una cantidad desproporcionada de la limitada riqueza de la nación
está en manos de las elites gobernantes, que tendrán dificultades para librarse
del descontento de las masas urbanas residentes en las nuevas megaciudades. No
está nada claro cómo se alimentarán estas hacinadas poblaciones, en especial en
épocas de hambruna, ni qué sucederá con la siempre sensible relación ciudad y
campo. Aún cuando haya comida disponible. ¿Será posible proporcionar a estos
miles de millones de jóvenes una sanidad y una educación aceptables? Y,
después, se generarán trabajos nuevos al ritmo necesario para impedir el
desempleo masivo y el malestar social. En el 2009, la fuerza de trabajo de los
países en vías de desarrollo es de unos 1.960 millones de personas, pero se
elevará a más de 3.100 millones en el año 2025 -lo que implicará que serán necesarios
entre 38 y 40 millones de nuevos puestos de trabajo al año.
¿Cuáles
son las consecuencias para los Estados de esta explosión demográfica? La primera es que ningún organismo pude
duplicar de tamaño o de volumen, en un breve plazo de tiempo, sin conocer serios traumatismos, en
el caso de que sea cierto que a partir de un cierto estadio los cambios
cuantitativos provocan inevitablemente mutaciones cualitativas. Es verdad que
los problemas planteados por este brusco crecimiento no son obligatoriamente insolubles,
incluso en el campo alimentario; pero las soluciones requeridas exigirían
bruscas y voluminosas transferencias de recursos, de mano de obra, de
tecnología y de capitales, que no podrían realizarse sin afectar al nivel de
vida de los países favorecidos y sin importar coacciones difícilmente
soportables para las poblaciones de los países subdesarrollados. Por lo demás,
no existe ninguna autoridad calificada para imponer estas transferencias.
La
segunda consecuencia es que el crecimiento económico, indispensable para
garantizar el desarrollo de los países pobres, está frecuentemente comprometido
por la presión demográfica; allí donde el índice de crecimiento de la población
es superior al índice de crecimiento del producto nacional bruto, se inicia un
proceso de pauperización, a pesar de todos los esfuerzos emprendidos para
desarrollar la producción industrial y agrícola.
La
tercera consecuencia reside en el incremento de las tensiones entre lo que se
puede llamar, simplificando mucho la geografía, el Norte y el Sur. La
prosperidad del primero constituye, para los dirigentes del segundo, una piedra
de escándalo y un desafío que legitima todas las reivindicaciones. En el
interior de las fronteras estatales, existen frecuentemente disparidades muy sensibles
de rentas según las regiones; pero estas desigualdades pueden ser corregidas
por medidas de solidaridad o de redistribución decididas por el poder central.
En las relaciones internacionales, toda política de redistribución de ingresos
choca con la reticencia de los gobiernos afectados y también de las poblaciones
interesadas en el mantenimiento de sus privilegios (MERLE:1991:174).
Con
el tiempo, la urbanización conducirá al declive de la tasa de incremento
demográfico. Pero el verdadero desafío se presentará en los próximos cincuenta
años, cuando la urbanización del mundo en vías de desarrollo exacerbe todos los
problemas asociados a la alta densidad de población, produciendo condiciones
miserables de vida para una vasta mayoría de seres humanos que hoy acaban de
nacer o están a punto de hacerlo.
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