LA PRIMAVERA ÁRABE DEJA UN INVIERNO
INTEGRISTA EN EL MAGREB
Por el Dr. Adalberto C. Agozino
El presente artículo constituye un anticipo de las investigaciones realizadas para mi próximo libro "Geopolítica del conjunto saharo - sahelí", donde analizo los problemas de seguridad y gobernabilidad que afectan al África Occidental en su conjunto. Espero que el presente artículo sea de su interés.
CLAROS Y OSCUROS DE UN PROCESO DE CAMBIO
Dos años después de su
prometedor inicio, la Primavera Árabe que sacudió al Norte de África con
fuertes vientos de renovación y democracia parece desembocar en un Invierno
Integrista caracterizado por tormentosas convulsiones y revueltas que no sólo asolan
el Magreb sino que extienden sus perniciosos efectos por la contigua región
saheliana.
Todo parece indicar que la
Primavera Árabe, como suele ocurrir con la mayoría de los procesos
revolucionarios violentos, ha provocado mayores perjuicios que beneficios. Es
cierto que ha removido a algunos sanguinarios dictadores vitalicios y terminado
con gobiernos autocráticos que expoliaban a sus pueblos y cercenaban todo tipo
de libertades. Pero el precio pagado en vidas humanas, sufrimientos y
destrucción ha sido probablemente demasiado alto.
En este sentido, Marruecos
constituye una clara excepción. El rey Mohammed VI ha sido el único líder de la
región con capacidad de atender las demandas de mayor participación de la
población en un marco de orden y continuidad que no afectaron a la
gobernabilidad de su reino.
Lamentablemente, las
grandes convulsiones políticas, las guerras civiles (en Libia, Siria y Malí),
la violencia y las vidas humanas perdidas no sirvieron para que el norte de
África avanzara hacia modelos políticos más democráticos y participativos, más
permisivos y respetuosos de los derechos humanos.
Todos aquellos que
esperaban ver en el Norte de África una transición rápida hacia una democracia
estable se han visto rápidamente decepcionados. Las revoluciones suelen ser
sólo el comienzo de un largo proceso de inestabilidad. Incluso después de una “revolución pacífica”, consolidación de
cualquier tipo de régimen estable supone aguardar, generalmente, al menos
década. Si surge una guerra civil (tal como ocurre en Libia y Siria) o incluso
un proceso contrarrevolucionario, la reconstrucción del Estado demorará aún
más.[i]
Las sociedades árabes, que
fueron al mismo tiempo protagonistas y víctimas de este proceso, no se han
inclinado hacia los valores de la modernidad occidental, la democracia y el
igualitarismo. Muy por el contrario, parecen aferrarse a los valores de la
tradición y la fe. En todo el norte de África puede observarse un avance del
islamismo tanto en su versión más moderada y gradualista como, lamentablemente,
en su vertiente más rigorista e inclinada a las interpretaciones del yihadismo
salafista.
Hoy los radicales
islámicos han adquirido mayor presencia en la región. Estos grupos han
demostrado mayores dotes de adaptabilidad y más dinamismo que los sectores
políticos más afines con Occidente y por eso disponen de un margen de maniobra
más amplio del que podía preverse al inicio de este proceso de cambio.
El desplazamiento de los
jefes de Estado en Túnez, Egipto, Libia y Malí, al guerra civil en Siria y las
presiones a que son sometidos frecuentemente los gobiernos de Argelia,
Marruecos, Mauritania o Níger proporcionan un panorama claro de la gravedad de
la situación política en esta vasta región.
CREENCIAS, ARMAS Y HOMBRES
Las revueltas han
dinamizado nuevos frentes de captación transfronteriza de yihadistas salafistas
(hacia los campos de batalla en Siria o del norte de Malì), han facilitado la
movilidad de actores islamistas de diversa orientación por la región (las giras
de Ismail Haniya, líder de Hamas en Gaza, por Túnez y Egipto o la presencia de
predicadores y líderes radicales como el egipcio Yusef El Qaradawi o el
marroquí Mohamed Hidouci, Pero, especialmente hay mucho armamento en
circulación, muchos negocios ilícitos en marcha y demasiados presos salafistas
que no volverán fácilmente a sus prisiones.
Armas procedentes de los
arsenales de Muammar el Gadaffi han ingresado al territorio de Argelia, Egipto
y Túnez. En febrero de 2012, el jefe del departamento General de Investigación
Criminal anexo al Ministerio del Interior egipcio, general Ahmed Helmi Azab
declaró que las patrullas fronterizas egipcias habían confiscado en 2012 unas
seis mil armas y detenido a dieciocho mil criminales prófugos que habían
intentado ingresar al territorio de su país.[ii]
Algunas de las armas
libias han recorrido al menos ochocientos kilómetros por el sur de Argelia y/o
Níger en convoyes de 4X4 guiados por GPS, sin ser detectados. Los servicios de
inteligencia occidentales estiman que esas armas han ingresado a Mali e incluso
llegado a Yemen y Somalia donde estarían en manos de la milicia yihadista Al
Shabab.
Durante la guerra civil en
Libia los almacenes de armamentos fueron saqueados y su contenido se esparció
por toda África. Los gobierno occidentales están especialmente preocupados por
el destino de los “manpads” por sus siglas en inglés (man-potables-defense
system), SA-24 y SA-27 de fabricación rusa, de los cuales libia contaba con
unas veinte mil unidades. Estos lanzamisiles portátiles miden alrededor de
metro y medio, pesan entre diez y quince kilogramos y son relativamente
sencillos de emplear.
Argelia confiscó en 2012,
cuarenta y tres de estos misiles junto a grandes cantidades de armas
portátiles, granadas, minas antipersonales y municiones de todo tipo cuando intentaban
ser contrabandeadas a su territorio se desconoce cuantas otras de estas armas
han logrado ingresar exitosamente al mismo.
Aún más preocupación
despierta en Occidente el destino final de las cuantiosas armas químicas que
integraban los arsenales del depuesto dictador libio.
En un comienzo muchos
expertos occidentales consideraron a la Primavera Árabe como el triunfo de la
voluntad popular frente al despotismo. Lo que estos expertos no alcanzaron a
percibir es que los jefes de Estado hasta ahora derrocados (Ben Alí, Mubarak y
hasta incluso Gadaffi o Traoré- eran para Occidente interlocutores relativamente
predecibles mientras que, para Al Qaeda, todos ellos constituían una barrera
infranqueable a su expansión ideológica. Los salafistas los consideraban
apóstatas y aliados de los infieles por lo tanto su caída fue para ellos un
importante logro.
Todos los dirigentes
depuestos eran veteranos en el ejercicio del poder, todos gobernaban en forma
autocrática apoyándose en fuertes y eficaces aparatos de seguridad e
inteligencia que, aunque perduren, se encuentran muy debilitados y han perdido
muchas de las facultades de que arbitrariamente gozaron en el pasado. Este fue
pues un rédito marginal para los yihadistas, que pudieron desarrollar sus
actividades de propaganda e incluso militares sin ser eficazmente controlados o combatidos.
Sin claros límites o
controles a su accionar, los grupos y células radicales aprovecharon el clima
de cambio y hasta de cierto caos para expandir sus actividades. Así se produjeron
escaramuzas armadas en Túnez –incluso el asesinato del abogado Chukri Bel Aid,
líder del opositor Partido de los Patriotas Demócratas Unificados- aunque el
gobierno proislámico desarticuló algunas células armadas en Jedunba y Medenine.
Mientras que se mantiene el caos en su frontera con Libia. Incluso resulta
sumamente llamativo que entre los
terroristas que atacaron el complejo gasífero de In Amenas, en Argelia, el grupo más numeroso (11terroristas) eran
de nacionalidad tunecina.
LOS
TUAREGS EN PIE DE GUERRA
Pero lo más significativo
es el estallido de una nueva revuelta de los Tuareg en el norte de Malí, en el
Azawad, a comienzos de 2012. Desde la creación del Estado de Mali, en 1960,
luego del retiro de Francia de la región, los tuareg se han rebelado contra el
gobierno central en 1990 a 1996, nuevamente en 2006 y de 2007 a 2009. Nunca
antes una rebelión había alcanzado una expansión de tal magnitud impulsada por
el ideario salafista y alimentada por combatientes y armas provenientes del
escenario libio.
La denominación de “tuareg”, es una palabra árabe,
popularizada en Europa para denominar a un pueblo nómade que se llama así mismo
“kel tamashek” (gente del tamashek)
identificándose por su idioma: el tamashek
que es una lengua bereber.
Los tuareg son por su
origen una población blanca, libico – bereber, que a su llegada al Sáhara
absorbió a grupos humanos preexistentes, en especial negros y libertos, cuyas
culturas incorporó parcialmente. Hoy la sociedad tuareg, está conformada por
hombres blancos o negros en un conglomerado, culturalmente integrado,
estrictamente estratificado y jerarquizado que habla el tamashek y que lo
escribe con su propio sistema de escritura, el tifinar, [iii]y
practica un modo característico de vida.
Los tuareg habitan la
parte central – sur del Sáhara y la zona saheliana lindante, distribuyéndose
por el territorio de Malí, Níger, Argelia y en menor grado por las partes
colindantes de Libia, Burkina Fasso, e incluso una estrecha franja al norte de
Nigeria. Los tuaregs se dividían en varios grupos principales llamados en la
literatura occidental “confederaciones”.
El grado de cohesión política de estas confederaciones, cada una de las cuales
están formadas por varias tribus, ha sido cambiante con el tiempo, y además,
las guerras internas, escisiones y migraciones dieron lugar a lo largo de la
historia a su constante remodelación.
La sociedad tuareg
presenta la particularidad de que la nobleza la confiere el carácter guerrero
de la tribu, que se hereda por el simple hecho de nacer en su seno. Es decir,
que la sociedad turareg se divide entre señores
y vasallos.
En la cúspide de la
sociedad tuareg se encuentran las tribus nobles, blancas, nómadas y guerreras,
denominadas imhar o imajegham. Estas tribus dominan un
territorio dentro del cual se encuentran las tribus plebeyas, vasallas, que
forman las clases de los imrad que
pagan tributos.
Las tribus nobles forman
las confederaciones gobernadas por un jefe, el amenokal cuyo signo de poder es un gran tambor de forma esférica,
llamado tobol.
Los tuaregs nunca se sintieron integrados a un estado
donde los cargos gubernamentales, la administración pública y las fuerzas
armadas quedaban en manos de la etnias Songhai y Fulani, que constituyen el 95%
de la población malinense y donde ellos eran claramente minoritarios.
MALI EN LA ENCRUCIJADA
La República de Mali, es
un estado sin fronteras marítimas que se encuentra situado en el África
occidental. Es el séptimo país más extenso del continente y limita al norte con
Argelia, al este con Níger, al oeste con Mauritania y Senegal y al sur con
Costa de Marfil, Guinea y Burkina Fasso. Su superficie es de 1.240.000 km² y su
población se ha estimado en alrededor de doce millones de personas.
La estructura económica
del país se centra en la agricultura y la pesca. Pese a que algunos de sus
recursos naturales son el oro (es el tercer productor de África, después de
Sudáfrica y Ghana), el uranio, el petróleo, los fosfatos y la sal. Azotada por
frecuentes hambrunas es considerada una de las naciones más pobres del mundo.
Su gobierno mantenía buenas relaciones con los Estados Unidos –que entrenaba a
su mal pertrechado ejército- y con Francia y la Unión Europea que financiaban
el 70% de su presupuesto.
La nueva rebelión en el
norte de Malí, estuvo protagonizada por una alianza de distintos grupos
separatistas y terroristas yihadistas que puso en jaque al gobierno del
presidente Amadu Toumani Touré en tan sólo un par de meses.
Para incrementar el
problema, en marzo de 2012, un golpe de Estado encabezado por el capitán Amadou
Haya Sanogo, al frente de las unidades de élite y paracaidistas, depuso al
presidente de Malí, Amadou Toumani
Touré. El golpe de Estado originó el cese de la ayuda internacional que tanto
necesitaba el país. Además, las endémicamente débiles fuerzas armadas de Malí
pronto se vieron divididas por las pujas de poder.
Un mes después la presión
de Francia llevó a un proceso de transición con el nombramiento del presidente
de la Asamblea Nacional, Diondunda Traoré
como presidente y Cheick Modibo Diarra como primer ministro de un
gobierno provisional. Aunque Sanogo sigue ejerciendo el poder en la sombras. En
esas condiciones las autoridades de Bamako no podían hacer frente a las
milicias yihadistas.
Rápidamente los rebeldes
lograron arrebatar al gobierno central el control de las más importantes
ciudades del Norte: Kidal, Gao y Tombuctú. En esta forma los rebeldes pasaron a
controlar un territorio de más de 820.000 km², el 65% de la superficie de Mali
pero habitada solamente por 1,3 millones de personas.
La coalición de fuerzas
insurgentes era una peligrosa mezcla de nacionalistas tuareg con árabes
salafistas. A grandes rasgos los rebeldes se agrupaban en tres organizaciones:
- El
Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad: que se formó en 2011 por la fusión del Mouvement
National d’Azawad y el Mouvement Tuareg du Nord Mali. Agrupaba a separatistas
tuareg en gran medida laicos. Sus integrantes eran intelectuales, políticos y
antiguos rebeldes tuaregs. Agrupaba también a centenares de mercenarios tuaregs
que en la década de 1990 emigraron a Libia para formar las milicias de Gadaffi
y que tras su caída retornaron a sus tierras trayendo todas las armas libias
que les fue posible. Entre sus líderes figuran Bilal Ag Acherif y Mohammed Ag
Najim quienes pretenden unir a todos los tuaregs superando los tradicionales
antagonismos tribales.
- Ansar al
Din: (Defensores de la Fe): Se
trata de un movimiento yihadista salafista creado por Iyad Ag Ghaly, un líder
tuareg ifora que acaudilló la rebelión de 1990 a 1996 y a quien sus partidarios
denominan el “León del desierto”. Ag Ghali inspira su salafismo en los
principios del movimiento paquistaní Tablighi Jama’at. Su principal
preocupación no es el crear un estado tuareg sino la aplicación de la sharia o ley islámica.
- Al
Qaeda del Magreb Islámico:
constituye la franquicia de Al Qaeda en el Norte de África. Su líder es Mokhtar
Belmokhatar, un argelino, antiguo mujaidín, que se inició como jefe de una
banda de contrabandistas de cigarrillos (lo que le ganó el apodo de “Mister
Malboro”) que también desarrollaban otros negocios ilegales como el secuestro
de viajeros extranjeros, la trata y
tráfico de personas y el tráfico de armas. Al declarar su obediencia a Al Qaeda
su preocupación principal pasó a ser la “yihad global” aunque para financiar
sus actividades proselitistas continua con sus antiguos negocios.
- Movimiento
por la Unidad y la Yihad en África Occidental: Se lo considera un desprendimiento del grupo anterior y
por lo tanto se trataría de un grupo salafista subordinado a Al Qaeda.
El 6 de abril de 2012,
estos grupos acordaron declarar la independencia de los territorios bajo su
control con el nombre de “Estado Islámico
de Azawad”. [iv]Aunque
no lograron el reconocimiento de otros estados africanos. La Unión Africana,
por ejemplo, rechazó la declaración de independencia considerándola “nula y de
ningún valor” e hizo un llamamiento al resto del mundo para que la ignore.
La aplicación de la sharia
con penas de mutilaciones y lapidaciones, así como la destrucción del
patrimonio cultural islámico en los territorios bajo control de los insurgentes
yihadistas y las luchas violentas entre las distintas facciones insurgentes
provocaron el éxodo de más de doscientos sesenta mil personas del norte de Mali
hacia la ciudad capital: Bamako y hacia los otros países de la región.
Los milicianos de Ansar
Dine destruyeron gran parte del patrimonio cultural de Tombuctú, en el marco de
l su concepción radical del Islam. Comenzaron por demoler siete mausoleos o
“morabitos” de santones musulmanes ancestrales de la zona y luego destruyeron
la puerta de manera labrada de la mezquita de Sidi Yahia (del siglo XV, declara
patrimonio de la humanidad por la UNESCO. A los ojos de los salafistas esos
monumentos eran haram (pecado).
No obstante, sus
diferencias y las luchas de facciones los insurgentes pronto se encontraron a
las puertas de Bamako con la intención de unificar a Mali en un estado
yihadista en el centro de África y a las puertas de la Unión Europea. Fue
entonces, que, para impedir que los yihadistas se hicieran con el control total
de Mali, se hizo precisa la intervención militar de Francia, en su antigua
colonia, en enero de 2013. Los 1.700
soldados franceses y los aviones de su fuerza aérea lucharon para asegurar la
vida de los seis mil ciudadanos franceses residentes en Mali y para proteger
los intereses estratégicos galos en la región, en especial su abastecimiento de
uranio.
Precisamente, el conflicto
en Mali se mantiene como el mayor desafío a la seguridad en el Sahel. En
opinión del profesor Alaya Allani, de la Universidad de Manouba en Túnez, “los yihadistas van a desarrollar una guerra
de desgaste desde las zonas de difícil acceso en las que se han refugiado”[v].
Recordemos que, el Sahel
es una inmensa franja de tierra, de transición entre el desierto del Sáhara y
la sabana africana que comienza en Sudán. Abarca una extensión de 5.400
kilómetros, desde el océano Atlántico, por el oeste, hasta el mar Rojo, por el
este. Incorpora territorios de varios países: Senegal, Mauritania, Malí,
Argelia, Níger, Chad, Sudán y Eritrea. En esta parte del continente africano,
se desarrollaron en el pasado algunas de las civilizaciones africanas más
avanzadas cuyas huellas arquitectónicas y culturales constituyen un preciado
legado para la Humanidad.
En esta suerte de “patio de atrás” del Magreb pasan
algunas de las rutas ilícitas que descargan inmigrantes subsaharianos y drogas en
las costas europeas. Allí operan los terroristas yihadistas en estrecha alianza
con organizaciones del narcotráfico y grupos de bandidos que se dedican al
secuestro de extranjero, trafican con la ayuda humanitaria que llega a los
campos de exiliados saharauís de Tinduf y desarrollan todo tipo de operaciones
de pillaje.
Desde el estallido de la Primavera Árabe, la
región Saharo – Saheliana se ha convertido en un vasto espacio sin ley donde se
intentaron instalar “Estados Fallidos” como la autoproclamada República Árabe
Saharaui Democrática, la más reciente República Islámica de Azawad y en gran
medida el propio Malí. Un ámbito donde prosperan toda suerte de negocios
ilícitos y donde operan con total impunidad organizaciones criminales, grupos
terroristas y servicios de inteligencia de todo el mundo.
En este contexto poblado
de mercenarios, criminales y terroristas la droga parece ser uno de los
negocios que mayores réditos arroja. Como ejemplo basta
mencionar el remanido caso del Air Cocaine, el avión Boing 747 que aterrizó en
el desierto del Sahel para descargar la mercancía que procedía de Venezuela y,
tras unos problemas técnicos, no pudo despegar y fue quemado para no dejar
pistas.
Según fuentes de
inteligencia occidentales, en el Golfo de Guinea desembarcan entre cincuenta y
setenta toneladas anuales de cocaína proveniente de Sudamérica para luego ser
transferidas, atravesando el desierto del Sahel, el sur de Argelia o Libia. Un
maliense puede ganar hasta dos mil euros por viaje como correa transmisora de
la droga. Si los narcotraficantes requieren protección militar, los miembros de
los grupos terroristas la suministran a cambio de una compensación económica o
el suministro de armas.
Los servicios de
inteligencia europeos estiman que Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) cobre
un “peaje” que supera los treinta mil euros por cada caravana que atraviesa su
territorio transportando drogas. Es así como las milicias mafiosas, los
narcotraficantes y los terroristas salafistas
unen sus fuerzas para desarrollar negocios y actividades que atentan
contra la seguridad no solo de todos los países de la región sino también de
Occidente.
En gran medida la crisis
en la región Saharo - Saheliana tiene su origen en la falta de estabilidad y de
cooperación en el Norte de África, y por la ausencia de una acuerdo argelino –
marroquí para consolidar un Magreb unido. El único factor positivo es que ante
el conflicto de Malí, por primera vez, los gobiernos de Argelia y de Marruecos
se encuentran del mismo lado y apoyan la intervención europea en la región.
Aunque, a decir verdad, la
posición de Argelia fue variando a medida que se desarrollaba la crisis. En
2012, cuando se inició la rebelión tuareg, Argel, que siempre albergó
ambiciones hegemónicas sobre sus vecinos del sur: Mali y Mauritania, se opuso a
cualquier intervención foránea en la región de Azawad incluso el envío de una
misisón militar de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental
(CEDEAO). Luego, el temor a la instalación de un estado tuareg en manos de
radicales salafistas en su permeable frontera sahariana poblada también por
minorías de nómades tuaregs, la preocupación por el destino de sus derechos de
prospección y explotación de hidrocarburos en el Azawad, sumados a la presión europea –especialmente
la de Francia- llevó al gobierno argelino a ceder y aceptar no sólo la
intervención extranjera sino incluso a abrir su espacio aéreo a los aviones de
combate franceses que bombardearon a las milicias salafistas en Gao y otras
ciudades ocupadas por los rebledes.
A partir de ahora es
posible esperar que Argel y Rabat encuentren la forma de cooperar para
enfrentar los mismos enemigos y los mismos desafíos en el futuro. Ya es hora de
abrir las fronteras entre ambos países y de alcanzar la reconciliación y, sobre
todos, de encontrar una solución realista al problema del Sáhara Occidental
lejos de toda posición extrema. El entendimiento entre Marruecos y Argelia es
el requisito básico, el punto de partida de cualquier procesos sustentable de
desarrollo y seguridad en la región.
El mundo no podrá dormir
tranquilo si el vasto espacio sin ley de la región Saharo Saheliana se
convierte en el refugio del islamismo radical. En una suerte de Afganistán a
las puertas de Europa. De la estabilidad de este vasto conjunto depende en gran
medida la seguridad europea y el progreso de los países del África Occidental.
Por ello resultan
alentadoras que surjan iniciativas como la propuesta formulada por el ministro
del Interior de España, Jorge Fernández Díaz, a comienzos de año, a sus
homólogos de Marruecos, Francia y Portugal para crear mecanismos de cooperación
policial al más alto nivel para coordinar la lucha contra el narcotráfico y el
terrorismo en la región.
[i]
GOLDSTONE, Jack: “Descifrando las
revoluciones de 2011”. Artículo publicado en Archivos del Presente. Revista Latinoamericana de Temas
Internacionales, Año 15. Nº 56, Bs. As. Octubre 2012. Ps. 51 a 64, p. 61.
[ii]
CORREO DEL ORINOCO: “Según prensa
egipcia. Armas de contrabando se trasladan de Libia a Egipto”, Venezuela
21/2/12. Fuente Ria Novosti.
[iii]
TIFINAR: Constituye un sistema de grafía que puede escribirse tanto de derecha a izquierda
como de izquierda a derecha y tanto de arriba abajo como de abajo a arriba. La
existencia de algunas letras que tiene una orientación, ayuda a determinar en
que sentido debe leerse la escritura.
[iv]
AZAWAD: esta palabra hace referencia a la cuenca desértica de un extinto
afluente afluente del río Níger.
[v]
CEMBRERO, Ignacio: “El yihadismo rebrota en el desierto”.
Artículo publicado en el diario El País, edición internacional, Madrid,
02/02/2013.
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