Un bombardeo israelí contra líderes
de Hamás en la capital de Qatar deja varias víctimas y desata una ola de
condenas internacionales. El ataque, en represalia por la matanza en una parada
de autobús en Jerusalén, marca una peligrosa expansión del conflicto.
Doha
amaneció este martes con el estruendo de varias explosiones en el corazón de la
capital qatarí. El humo negro se elevó sobre barrios residenciales donde se
alojaba parte de la dirigencia política de Hamás, sorprendida en plena reunión
para analizar la última propuesta de alto el fuego presentada por Estados
Unidos. Israel confirmó poco después que sus fuerzas aéreas habían ejecutado un
“ataque preciso” contra altos mandos del movimiento islamista, responsables,
según Tel Aviv, de la reciente masacre en una parada de autobús de Jerusalén
que dejó seis muertos, entre ellos una mujer argentina.
El
primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, asumió “toda la responsabilidad”
de la operación y la justificó en términos inequívocos: “Israel no permitirá
que los asesinos de nuestro pueblo encuentren refugio, ni en Gaza, ni en
Beirut, ni en Teherán, ni en Doha. Quien ataque a los israelíes pagará el
precio, dondequiera que se esconda”.
Un
ataque con mensaje global
El
golpe contra Hamás en Qatar constituye un salto cualitativo en la ofensiva
israelí. Es la primera vez que Tel Aviv ataca directamente suelo qatarí, país
que ha actuado durante años como mediador entre Israel y el movimiento
palestino y que alberga en Doha a la cúpula política del grupo islamista. Según
medios israelíes, 15 aviones de combate participaron en el bombardeo, lanzando
municiones de precisión contra el complejo donde se encontraba reunida la
delegación negociadora..
El
blanco principal habría sido Khalil al-Hayya, uno de los líderes más
influyentes de Hamás en el exilio y jefe del equipo negociador. Al-Hayya
sobrevivió al ataque, pero perdió a su hijo Humam y a un estrecho colaborador.
Fuentes palestinas señalan además la desaparición de tres guardaespaldas.
La
ofensiva se produjo apenas 24 horas después del atentado en Jerusalén,
reivindicado por las Brigadas al-Qassam, brazo armado de Hamás. El ataque
contra un autobús en la zona de Ramot costó la vida a seis personas, en una
escalada de violencia que reavivó la presión sobre Netanyahu para golpear con
contundencia. Ese atentado, interpretado por Israel y varios analistas como un
intento deliberado de Hamás de sabotear los avances en las negociaciones
para un alto el fuego prolongado, dejó en suspenso los contactos
diplomáticos y reforzó la percepción en Tel Aviv de que el grupo islamista
busca prolongar la confrontación armada en lugar de aceptar un acuerdo.
Reacciones
encontradas
La
respuesta internacional no se hizo esperar. Qatar denunció un “cobarde ataque
israelí” y una “flagrante violación de la soberanía nacional”, mientras
suspendía de inmediato el diálogo para un alto el fuego que auspiciaba en su
capital. El portavoz del Ministerio de Exteriores, Majed al Ansari, aseguró que
el bombardeo constituye “una grave amenaza para la seguridad de la región”.
El
secretario general de la ONU, António Guterres, condenó la acción como “una
flagrante violación de la integridad territorial de Qatar”, al tiempo que pidió
retomar los esfuerzos por una tregua. Arabia Saudí, Irán y la Liga Árabe se
sumaron a la condena, describiendo la operación israelí como “criminal” y
“peligrosamente desestabilizadora”.
Desde
Ramala, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, advirtió
de que la escalada “tendrá repercusiones no solo en la región, sino en todo
el mundo”.
Washington,
en cambio, se movió con cautela. Fuentes de la Casa Blanca confirmaron que
Estados Unidos había sido informado del ataque con antelación, aunque el
presidente Donald Trump evitó pronunciarse públicamente. La ambigüedad refleja
la compleja relación: Qatar es un socio estratégico de Washington en el Golfo y
sede de la base aérea de Al Udeid, donde se encuentran más de 10.000 militares
estadounidenses.
Una
estrategia de “ajuste de cuentas”
El
ataque en Doha responde a la estrategia declarada por el jefe del Estado Mayor
israelí, Eyal Zamir, de “perseguir a los dirigentes de Hamás en cualquier
parte del mundo”. Desde el asesinato de Ismail Haniyeh en Teherán en 2024
hasta la actual ofensiva en Gaza y los bombardeos en el Líbano y Siria, Israel
ha expandido su radio de acción para golpear a Hamás más allá de sus bastiones
tradicionales.
Con
el ataque de este martes, Netanyahu busca enviar una doble señal: a Hamás, que
ningún territorio ofrece refugio seguro; y a la comunidad internacional, que
Israel no se resignará a negociar bajo la presión de atentados terroristas.
Principales
ataques de Israel contra líderes de Hamás fuera de Gaza (2023-2025)
- 7 de octubre de 2023.
Hamás lanza la incursión masiva contra el sur de Israel, con 1.200 muertos
y 250 secuestrados. Israel anuncia que perseguirá a los responsables
“dondequiera que estén”.
- Noviembre de 2023 –
Beirut, Líbano. Bombardeo israelí contra
un edificio en los suburbios del sur de la capital libanesa, donde se
refugiaban miembros del brazo político de Hamás.
- Julio de 2024 – Teherán,
Irán. Un ataque aéreo israelí mata a Ismail
Haniyeh, jefe del buró político de Hamás, en el que fue el primer
bombardeo atribuido a Israel en el corazón de Irán.
- Marzo de 2025 – Damasco,
Siria. Explosión selectiva en la periferia
de la capital siria elimina a un grupo de comandantes de las Brigadas
al-Qassam que coordinaban operaciones en el Golán.
- Mayo de 2025 – Saná,
Yemen. Israel ataca un convoy atribuido a
Hamás y a milicias hutíes. Fuentes israelíes aseguran que se trataba de
una célula dedicada al tráfico de armas hacia Gaza.
- 9 de septiembre de 2025 –
Doha, Qatar. Bombardeo contra la
delegación negociadora de Hamás reunida en la capital qatarí para analizar
una propuesta de alto el fuego. Sobrevive Khalil al-Hayya, jefe del equipo
negociador, pero mueren su hijo Humam y un estrecho colaborador.
Negociaciones
en suspenso
La
ofensiva amenaza ahora con dinamitar los esfuerzos diplomáticos para alcanzar
un alto el fuego en Gaza. Hamás había aceptado en agosto una propuesta de
tregua elaborada por Washington, El Cairo y Doha, similar a un borrador que
Israel había aprobado semanas antes. Sin embargo, los atentados en Jerusalén y
la respuesta israelí parecen haber enterrado esas opciones.
La
reunión atacada en Doha tenía precisamente como objetivo discutir la última
propuesta de Trump, calificada por Hamás como “un documento de rendición
humillante”. Con la negociación en suspenso y Qatar indignado por el
bombardeo en su capital, el escenario se torna aún más incierto.
Una
peligrosa internacionalización
La
guerra entre Israel y Hamás, iniciada con la incursión del 7 de octubre de
2023, ha dejado miles de muertos en Gaza y un clima de tensión permanente en la
región. Con el ataque en Qatar, el conflicto se internacionaliza de manera más
evidente, poniendo en riesgo la estabilidad de un país clave en el equilibrio
del Golfo.
La
pregunta que flota ahora en el aire es si Israel abrirá nuevos frentes en su
estrategia de represalia global o si este ataque busca ser una advertencia para
forzar a Hamás a aceptar una tregua en condiciones impuestas por Tel Aviv y
Washington.
Qatar
en el centro de la tormenta
El
bombardeo israelí en Doha no solo supone un desafío directo a Hamás, sino
también un golpe a la credibilidad de Qatar como mediador regional. Durante más
de una década, el emirato ha invertido capital diplomático en erigirse como
interlocutor indispensable entre las facciones palestinas e Israel, con el aval
de Washington. Su neutralidad relativa y su capacidad económica lo habían
convertido en sede habitual de negociaciones delicadas, desde el acuerdo con
los talibanes hasta las treguas en Gaza.
El
ataque cambia ese equilibrio. Al permitir —o no poder impedir— que su
territorio fuera escenario de una operación militar extranjera, Qatar aparece
debilitado frente a sus socios árabes y cuestionado en su papel de mediador. Al
mismo tiempo, la presencia de la mayor base aérea estadounidense en la región
lo sitúa en un delicado juego de equilibrios: Doha debe mostrar firmeza frente
a Israel sin romper con Washington, su principal garante de seguridad.
Para
Israel, el golpe en Qatar refuerza su mensaje estratégico: ningún santuario es
intocable. Para Hamás, en cambio, supone la pérdida de uno de sus últimos
espacios seguros de operación política fuera de Gaza. Y para Estados Unidos, el
dilema de conciliar su alianza con Israel con la estabilidad de un socio clave
en el Golfo se vuelve más agudo que nunca.
En
este nuevo tablero, Qatar tendrá que decidir si redobla sus esfuerzos como
mediador o si se repliega, dejando un vacío diplomático que podría llenar
Egipto, Turquía o incluso Arabia Saudí. Lo cierto es que, tras el bombardeo en
Doha, la guerra entre Israel y Hamás ha cruzado un umbral que amenaza con
alterar no solo el conflicto palestino-israelí, sino también el delicado
equilibrio de poder en Oriente Medio.
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