Aunque a alguno le
cueste aceptarlo, el 13 de septiembre de 2012 la Argentina ha vivido un nuevo
17 de octubre. Nuevamente, una manifestación espontánea, sin apoyo de los
medios de comunicación tradicionales, ni la participación de políticos
profesionales, conmueve las bases de la sociedad argentina anunciando cambios
trascendentes.
Sin discutir las
cifras de la movilización, podríamos considerar que lo ocurrido ayer fue aún
más trascendente que el hecho fundacional del peronismo. Veamos algunas
diferencias: la movilización del 17 de octubre de 1945 se produjo únicamente en
la ciudad de Buenos Aires, ayer la protesta se extendió a las principales
ciudades del país. En 1945 se reclamaba por una persona ayer se pedía el
respeto a la constitución, a las leyes y a las instituciones republicanas. En
1945 se produjeron algunos incidentes que derivaron en la muerte de Darwin
Passaponti, un militante de tan sólo 17 años de la Alianza Libertadora
Nacionalista. El 13/9 la movilización fue absolutamente pacífica y civilizada,
al punto tal que los manifestantes evitaron pisar el césped de la Plaza de
Mayo. El 17 de octubre de 1945 se movilizó la clase obrera asalariada en
defensa de sus “conquistas sociales”; el 13 de septiembre del 2012 se movilizó
la clase media urbana para reclamar una auténtica democracia respetuosa de las
reglas del gobierno republicano.
Aunque los reclamos
individuales abarcaban un amplio espectro (desde la relección indefinida de la
presidente, al “cepo cambiario” pasando por la corrupción gubernamental, la
impunidad, la soberbia y el acoso fiscal como instrumento de “disciplinamiento”
político, sin olvidar la inseguridad y la alta inflación) la movilización
social fue un claro pronunciamiento contra el modelo clientelístico - autoritario
populista basado en el apoyo electoral de los sectores marginales.
Como ocurrió en 1945,
el gobierno ha tratado de ignorar o minimizar la importancia de la movilización
ciudadana: Pero lo cierto es que un importante sector de la sociedad ha roto
con su inercia y demanda un cambio, tanto de personas como de métodos de
gestión.
A diferencia de las
movilizaciones del año 2008 contra la Resolución N° 125, ya no es un sector
económico quien sale a la calle para reclamar el cese de alguna medida
gubernamental que lo afecta. Ahora son vastos sectores sociales que expresan su
disconformidad con el proyecto que el gobierno intenta imponer. El
kirchenerismo no debe llamarse a engaño. El 54% que voto a Cristina Kirchner no
le entregó un cheque en blanco para que “vaya por todo”.
La demanda de cambios
también llega a los sectores de la oposición que hasta el momento no han sabido
estructurar una propuesta alternativa a la del oficialismo y a un conjunto de
dirigentes opositores más preocupados por como quedar bien con el gobierno que
en expresar claramente sus aspiraciones de poder, de cambio y de proponer un
país distinto. Porque bueno es reiterarlo, hoy claramente un sector de la
sociedad argentina quiere un país distinto del “modelo” que intenta imponer
autoritariamente el kirchenerismo.
Siempre que surge un
nuevo movimiento social busca sus propios dirigentes. Si los actuales líderes
opositores carecen de la audacia y percepción política necesaria para conducir
este movimiento, pronto surgirán de los lugares más inesperados otras figuras
para conducir el movimiento, vendrán de redes y organizaciones sociales,
partidos hasta ahora minoritarios, sindicatos o de cualquier otro sector de la
sociedad, pero este colectivo no continuará acéfalo por demasiado tiempo.
La movilización de
ayer ha dejado una clara agenda para la clase política. Esa agenda podría
sintetizarse en las siguientes consignas:
·
Respeto
por la Constitución Nacional y por el correcto funcionamiento de las instituciones
republicanas.
·
Evitar
la reelección indefinida de Cristina Kirchner.
·
Terminar
con la corrupción y la soberbia de los funcionarios.
·
Evitar
todo intento de cercenar las libertades individuales.
·
Superar
el miedo y la intimidación gubernamental.
·
Por
el fin de la manipulación y la distorsión de la realidad para convertirla en
“el relato”.
·
Detener
la inseguridad y el avance del delito.
·
Por
el deterioro económico: inflación creciente, el déficit fiscal, la recesión, el
aumento del desempleo, el “cepo cambiario” y el acoso fiscal.
Si el gobierno de Cristina Fernández de
Kirchner insiste en ignorar estos reclamos e intenta profundizar su proyecto
con el “vamos por todo”, lo único que logrará será incrementar la
conflictividad hasta poner en peligro la gobernabilidad del país.
El desafió para estos “indignados”
argentinos es dar continuidad a su movimiento. Algunas de estas expresiones de
protesta suelen ser esporádicas y difícilmente se transforman en un movimiento
político perdurable en el tiempo y capaz de producir cambios profundos y
duraderos. Los meses siguientes dirán cual es el alcance del descontento de un
importante sector de la ciudadanía con el gobierno nacional y si este malestar
es suficiente para generar el cambio de hombres e ideas que demandan quienes
así se han expresado en la noche del 13/9.
La señora Presidente, por su parte, debe
analizar detenidamente lo ocurrido durante la llamada “Primavera Árabe”,
atender los reclamos de la ciudadanía y cambiar el rumbo de su gobierno y
buscar acercar posiciones con los sectores de la ciudadanía que rechazan la
actual situación. En este sentido el mejor gesto que puede hacer Cristina
Fernández es anunciar claramente que no aspira a una nueva relección ni a
cambiar las reglas del juego constitucional. Por supuesto, que para ello
debería demostrar capacidades de estadista, algo que hasta ahora no ha
evidenciado.
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